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Capítulo 10: Cobre cobalto

Llevo horas llamando a Mitsuki.
No contesta.
Sigue sin contestar.
Me preocupa... Y sé que necesita hablar con alguien, aunque él lo niegue.
-Cógelo por favor... -susurro casi sin pensarlo. Pero nada, el buzón de voz de Mitsuki vuelve a estallar en mis tímpanos, desesperándome.
Tiro el móvil al colchón, con furia, sintiendo el tacto frío de las lágrimas asaltando mis párpados.
Todavía no consigo asimilar lo que está pasando... tuvimos una visión, él salió corriendo sin dar explicaciones y lo siguiente que sé de él es que su madre se ha suicidado.
Me aprieto el pecho, duele y si yo siento dolor, Mitsuki debe estar destrozado... roto.
La ventana se abre con fuerza, azuzada por una ruda brisa fría que se cuela entre las cortinas. Ese olor especial...
-Va a llover.
Vuelvo a coger el móvil y vuelvo a llamar, insistente.
Nada.
Sotengo el teléfono entre mis manos, pensativa, preocupada. Hace varios días que no le veo, ni siquiera se nos permitió ir al funeral, pues el caso se mantuvo tan en secreto como se pudo con ayuda de la policía. Por lo que sé, solo unos pocos vecinos y Mitsuki acudieron al entierro.
Un escalofrío me recorre toda la espalda... algo va mal, muy mal.
No sé por qué, pero mi instinto me lleva a aferrarme a la pulsera que encontré el otro día. No he tenido mucho tiempo para analizarla y, ahora que la miro bien, parece antigua y tiene muescas en el colgante. Es exáctamente idéntico en diseño al de Mitsuki.
Siento un pinchazo en el pecho, como un calambrazo y entonces, escucho las primeras gotas de lluvia estrellándose sobre mi ventana.
Aprieto los dientes y salgo corriendo de la habitación, bajando las escaleras todo lo rápido que puedo.
-¡Salgo un momento! ¡No volveré tarde! -les grito a mis abuelos. Ellos me devuelven una respuesta que soy incapaz de escuchar, pues ya estoy saliendo por la puerta.
Sé dónde tengo que ir.

Al fin alcanzo las rocas que buscaba: nuestro lugar secreto.
Respiro hondo varias veces, tratando de recuperar el aliento mientras todo mi cuerpo tiembla.
Siento el pelo apelmazarse sobre mi rostro, tan pegado a mi piel por la lluvia que desisto de apartarlo. Estoy empapada hasta los huesos, hace frío y tengo las piernas, los codos y las palmas de las manos llenas de arañazos y raspones colorados, resultados de las múltiples caídas que se han producido durante mi desesperada carrera hasta aquí.
Consigo estabilizarme un poco y oteo el horizonte, acercándome un poco a la gruta.
Estamos en pleno día pero el cielo está tan cubierto de nubes que parece de noche, la tormenta azota las rocas con fuerza, creando una neblina baja que dificulta la visibilidad. Y el mar... está descontrolado.
Me subo a las rocas y lo observo desde lo más alto. Las olas rompen con fiereza y el agua me salpica, pero no desisto en mi empeño. He venido aquí por una razón, y esa razón tiene la extraña manía de querer escapar de mí a toda costa.
-¡Mitsuki! -Mi voz es engullida por el rugir de la olas y el estruendo de un trueno.
El ambiente está cambiando, se ha vuelto más salvaje, más peligroso.
-Por favor, que no esté aquí... -susurro, rogando que ese sentimiento que me encoge el corazón no sea más que una estúpida intuición.
Una ola crece demasiado y me obliga a cubrirme la cabeza con las manos... es entonces cuando lo veo.
Mitsuki está sobre unas rocas, en un pequeño acantilado al que puedo llegar saltando de roca en roca. No puedo perder tiempo.
Salgo corriendo, saltando, casi sin agarrarme a las piedras, movida por la adrenalina del momento. Las rocas están mojadas y escucho el mar tronar a mis espaldas, lamiendo mis piernas cada vez que una ola se acerca demasiado.
Casi estoy... levanto la cabeza y lo veo. Está llorando, descompuesto.
Lo llamo, pero no puede oírme, ni siquiera yo soy capaz de escuchar con claridad mi propia voz. Ha sido un segundo el que he apartado la concentración, pero tiempo suficiente para hacerme dudar ante el movimiento de una ola.
Me escurro y caigo de espaldas sobre la roca en la que estaba subida. Me escuecen las palmas, las miro y descubro un surco algo profundo en la derecha, del que fluye un hilo considerable de sangre.
Aprieto el puño y vuelvo a levantarme, retomando mi misión, pero, cuando asciendo la mirada, Mitsuki ya no está.
Abro los ojos tanto como puedo, gritando su nombre a pleno pulmón.
No está.
Se me encoge el estómago y desvío la mirada al salvaje mar dispuesto delante de mí, como un guardián de plata desatado.
No sé qué es lo que va a pasar, pero no tengo otra opción que enfrentarme a él.
Tomo aire.
Mi cuerpo se mueve solo y salto sobre el agua.

Abro los ojos en la oscuridad, la sal me arde en los párpados, pero ese es el menor de mis problemas. No tengo suficiente fuerza para luchar contra algo tan grande.
La corriente me lleva a la superficie y cojo aire de nuevo, tragando agua, desesperada, buscando un milagro para que ambos salgamos del mar ilesos.
Vuelvo a sumergirme. Es imposible, no veo nada... pero siento algo.
Aquel pinchazo que me anunció del peligro parece repetirse de nuevo y solo sé que tengo que seguir nadando.
Más bajo, más bajo... El mar me impulsa en todas direcciones menos en la que quiero ir, pero no me rindo.
Sigo descendiendo hasta que lo veo, la figura de Mitsuki hundiéndose entre las sombras.
Mi cuerpo saca fuerza de donde no la hay y me acerco a él. Cada segundo que pasa siento que lo pierdo, que se aleja de mí como lo hacen las burbujas que se escapan de sus labios. Hasta que al final lo agarro, tiro de él hacia la superficie, suplicando al mar que me deje llegar, que nos deje vivir... que le devuelva la vida que ha intentado arrojar a sus fauces.
El ascenso se hace eterno... pero al fin consigo sacar la cabeza del agua.
No siento nada, ni siquiera miedo, solo sigo adelante, cargando con el cuerpo inerte de mi amigo, que cada vez se hace más y más pesado.
Parece que el mar se ha calmado un poco, pero sigue lloviendo.
No sé cuánto tardo en llegar a las rocas más cercanas, ni cómo he conseguido subir a Mitsuki a ellas. No siento nada.
Trato de reanimar a Mitsuki, presionando su abdomen una y otra vez, insuflando aire en su cuerpo como me enseñaron en los cursos de socorrismo cuando aprendía a bucear.
Lo repito una y otra vez, mirando sus ojos cerrados, sin verlos realmente. No oigo la lluvia, ni el mar, estoy muy lejos de ese lugar.
Entonces, el cuerpo de Mitsuki se contrae. Empieza a toser con fuerza y se incorpora instintivamente, abriendo los ojos por fin.
Observo cómo se recompone, cómo la tos remite y suaviza su respiración acalorada. Parpadea varias veces hasta que me mira.
-Ay...
No le dejo terminar. Mi mano se mueve por si sola y golpea la mejilla de Mitsuki con la palma abierta, aquella que aún sangra por el corte, dejándole una marca rojiza sobre la piel. El rojo de mi sangre sobre el azul de su iris... cobre cobalto.
Entonces, toda la adrenalina de mi cuerpo se esfuma, como un soplido. Vuelvo a escuchar el mar chocar contra las rocas, a sentir las frías gotas de lluvia acariciando mi piel y al fin mi visión se enfoca, devolviéndome a la realidad.
Todo mi cuerpo tiembla involuntariamente.
Mitsuki abre la boca para decir algo, pero solo el silencio consigue salir de su garganta. Simplemente se me queda mirando, con la mejilla abofeteada y los ojos como platos.
-Estúpido... -susurro con la cabeza gacha. No tengo fuerzas para decir o hacer nada más, solo quiero desvanecerme en algún lugar seguro.
Siento a Mitsuki moverse a mi lado, rodeándome con sus brazos.
-Gracias, gracias Ayami... -Está llorando, tiene la voz gripada y suena algo afónico, pero es él, es su voz-. Lo siento tanto...
Me hubiera gustado decir algo o devolverle el abrazo, llorar, pero soy incapaz de reaccionar. Simplemente no me siento yo ahora mismo.
Cuando termina de abrazarme y se separa de mí, me levanto y le tomo de la mano, guiándole entre las rocas, camino al paseo marítimo.
La lluvia no ha cesado, pero sí ha amainado bastante.
En completo silencio caminamos hacia mi casa, yo voy guiando.
Cuando llegamos, le cuento a mi abuela una pequeña mentira: me preocupaba Mitsuki y fui a buscarlo a su casa, la lluvia nos empapó y nos caímos varias veces. Se lo cree y añado que Mitsuki está deprimido y que lo he traído a casa para que no se sienta solo.
Subimos las escaleras y le indico en pocas palabras donde se encuentra el baño de mis abuelos.
-Báñate y ven a mi habitación -Le doy un pijama de mi abuelo y le veo desaparecer tras la puerta.
Al poco rato deja la ropa sucia en el pasillo, se la llevo a mi abuela y yo misma me voy a otro baño a ducharme.
Abro el agua caliente, ardiendo. Al fin sintiendo el calor sobre mi piel y me desinflo.
Me cubro la boca con las manos y me dejo llevar, sintiendo las lágrimas brotar descontroladas y silenciosas de mis ojos.
Lloro en silencio durante unos minutos y cuando me siento recuperada, salgo de la ducha.

Mitsuki entra en mi habitación y ambos nos sentamos sobre mi cama, respetando una cierta distancia. El silencio nos envuelve hasta que decido romperlo.
-No te perdonaré por esto. -Le miro a los ojos, oscuros en la penumbra de mi habitación, iluminada vagamente por la luz que emite mi pequeña lámpara de noche-. Puedo perdonar cualquier cosa, pero no esto.
Traga saliva, vacila antes de añadir algo más.
-Yo... -dice.
-No tienes excusa, Mitsuki. -Le interrumpo. Estoy siendo borde, fría y cortante, pero es lo que siento-. No quiero decir que no vayamos a ser amigos nunca más, todo será como antes, pero esto jamás lo olvidaré.
Asiente.
-Gracias, Ayami. -Una débil sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios, me relajo.
Resoplo y le tomo la mano, con la mía vendada.
Vuelve a suceder.

Estoy viendo a Mitsuki de niño, esta vez está tumbado sobre la hierba, en un claro, con el sol brillando sobre su cabeza. Me fijo en sus ropas, su postura... y me doy cuenta de que lleva el colgante.
Sin previo aviso se levanta del suelo y sale corriendo.
-¡Mamá! -grita, al mismo tiempo que sata a sus brazos.
Mitsuki se da la vuelta y parece mirarme, se despide con la mano de alguien... ¿de mí?
La escena cambia y los veo a los dos paseando por una calle principal, una avenida con edificios altos, muchos semáforos, gente, coches y carteles... letreros que se encuentran en español.
De nuevo, la imagen desaparece y vuelve a cambiar. Veo la escena a través de los brazos de Mitsuki que parece protegerme de algo... de alguien: Tres personas con trajes blancos, impolutos, que se acercan a nosotros con una especie de jeringuilla en la mano.
"Para", digo en mi mente, pero se siguen acercando. Tengo miedo.
"¡Para!"
El escenario cambia de nuevo, esta vez, ya no veo la versión joven de Mitsuki, si no una adulta. Me quedo observándole, la forma en la que ha crecido, cómo han madurado sus rasgos, afinando su rostro. Esta alto y atlético, pero tiene los ojos cansados y la mirada perdida.
Levanta la mano y me tiende algo: su colgante.
-No dejes que nadie más se vaya -dice, y todo vuelve a sumirse en la oscuridad.

Abro los ojos, parpadeando varias veces. El sol se cuela por mi ventana e ilumina la habitación.
No me levanto, me quedo tumbada, mirando a Mitsuki, que comienza a despertarse.
Estoy cansada, no tengo fuerzas, no me interesa la hora aunque parece ser temprano, no creo que mis abuelos estén levantados. Nadie nos escucha ahora mismo.
-Lo has visto, ¿verdad?
Mitsuki asiente y se levanta, sentándose sobre mi colchón. Yo continúo en la misma posición, agotada.
-¿Por qué te fuiste aquel día? -Susurro.
Mitsuki aguarda unos segundo hasta que decide contestar:
-Porque pensé que mi madre tendría respuestas.
Cierro los ojos, no quiero contestar a eso.
Mitsuki vuelve a tumbarse y nos quedamos quietos, mirándonos.
-Tú me has dicho que no deje ir a nadie -le digo-. ¿Qué significa todo esto?
Niega con la cabeza y fija la mirada en el techo, viendo a través de él.
-Algo está sucediendo o va a suceder, no estoy seguro.
Está afónico y también cansado. Me hago un ovillo sobre la cama y cierro los ojos.
-Por el momento, ¿te parece que hoy faltemos a clase? -Siento mi propia voz pesada y mis sentidos empiezan a apagarse uno a uno.
Sé que Mitsuki ha respondido algo, pero ya no le escucho. El sueño termina por apoderarse completamente de mí.

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Hola a todos!!
Aprovecho esta nota para agradecer a Ducky969 por los dibujos que nos hace cada capítulo (son todos suyos).
Este en especial es de mis favoritos😍💙
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Nos leemos \^.^/

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