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Capítulo 8: Sagrada es la verdadera amistad

A la mañana siguiente Annie se despierta bajo el sonido de la molesta alarma, termina por lanzarle la almohada y el despertador cae al suelo junto con esta. Parece un ritual matutino.

—¡Quiero dormir! —Deja escapar mientras da vueltas en la cama siendo invadida por su gato que se trepa y le lame la mano—. Ya, ya voy.

Toma su teléfono a ciegas para revisar el mensaje que le había dejado Danna, pero a este ya le habían dado al botón de escuchar, cosa que le resulta bastante extraña.

—¿Habrá sido Dévora? —dice reincorporándose para escuchar el audio de su amiga:

"Annie, no fue Vane, ella se disculpó y me comentó que luego de investigar bien...el culpable fue Antonio, el de la fiesta, el vídeo salió de su teléfono".

La chica permite que escape un suspiro y se deja caer en la cama de nuevo con cierto enojo, pero también alivio de saber quién es el causante de todo aquello, solo queda hacer efectivo su castigo.

—Otro día más... —Se lleva los dedos a los labios recordando ese pedazo de la noche de Dévora con Susana. Sacude la cabeza para borrar el momento y se levanta de la cama para alistarse e ir a la escuela, por fin es viernes.

Al salir a la acostumbrada pequeña y regada sala, ya no está llena de botellas por el suelo, sino organizada. Se encuentra con una mujer de cabello negro a la altura de los hombros y con un vestido rojo que apenas cubre sus muslos. Está en la cocina preparando el desayuno, llenando la habitación de un agradable aroma a huevos fritos.

—¿Y tú quién eres? —pregunta Annie frunciendo una ceja.

—¿Eres algo de Pablo? Nunca me habló de ti —le contesta la mujer sin tener idea de quién es esa adolescente.

Annie se impacienta y repite la pregunta. Pablo es el padre biológico de la joven, con énfasis en "biológico" porque jamás ha cumplido las funciones que requiere el título de padre.

—No me has respondido ¿Quién eres?

En eso su padre sale del baño, pero no está borracho esta vez, solo desaliñado. Parece una persona completamente cuerda y libre de alcohol en sangre.

—Ignórala cariño. —Se acerca a la mujer agarrándola del trasero y dejando un beso en la mejilla—. Solo es la hija de mi vieja mujer, pero ella se fue de la casa.

Sus ojos recorren el rostro de Annie como una amenaza ante la posibilidad de que la joven desmintiera lo que acaba de decir.

—Mira, hagan lo que quieran, no es problema mío. —Saca la llave de su cuarto y lo cierra con seguro—. Me voy a la escuela.

—Oye, niña, espera, hice desayuno... —Sus palabras son cortadas con el portazo de Annie al salir.

A la adolescente le molesta tenerla ahí, pero mayor es la lástima que siente por ella; quizás si estuviera en un buen día le hubiera dicho que huyera, que aquel hombre cariñoso se transforma en una bestia cuando bebe, sin embargo, de hacerlo, su piel se llenaría de golpes.

Al cruzar el umbral de la puerta se queda viendo la de Héctor unos segundos, y como saludando la madera levanta la mano agitándola suavemente.

—Buenos días... —comenta al aire Annie.

En eso la puerta se abre como si lo hubiese invocado con sus palabras y sale el susodicho con una ropa algo formal, su cabello está peinado hacia atrás, porta un pantalón de tela azul y chaqueta a juego, abajo trae una camisa blanca.

—Oh, Annie, menos mal que te veo, dime ¿Esto está bien? —Se le ve algo preocupado.

Ella está en una nube hipnotizada hasta que despierta de forma forzosa por los segundos que pasan de silencio.

—¡Estás hermoso! Digo...esto...¿Dime qué pasa? Te ayudo, te ayudo —dice apresurándose, trata de mostrarse imperturbable, pero no funciona bien.

—Lo logré, me aceptaron para dar clases en tu escuela como profesor suplente de Lengua. —Cierra la puerta de la casa y se para delante de ella —. Por tu reacción, así estoy bien, pero no sé si sea poco, usualmente allí van personas que no viven aquí.

La referencia hacia la diferencia del nivel de vida era entendible para ambos, estaban en lo bajo de este pueblo y tratan de ocultarlo.

—Yo voy y vivo aquí —agrega y con el latido del corazón en la garganta arregla el cuello de su camisa para mirarle en la cercanía con una sonrisa sincera.

—Sí, pero tú eres muy lista para quedarte a vivir aquí para siempre, confio en que algún día serás capaz de salir.

Las manos de Annie se detienen y levanta los ojos hacia los suyos, incrédula.

—¿Irme de aquí? Jamás lo había pensado. —Ella es como los elefantes del circo a los que atan con una cuerda desde pequeños, los cuales por mucho que jalen no logran zafarse y ya cuando son adultos, no se atreven a tirar una vez más de la soga quedándose en una cárcel imaginaria por todo lo que les queda de vida.

—Tú podrías, Annie, cuando seas adulta intenta salir de aquí. Eres muy joven aún, además mereces una vida mejor, tienes cabeza para ello. —Le dedica una sonrisa y acaricia su cabello suavemente, luego baja la mano rápida—. Podemos ir juntos, pero a mitad de camino nos separamos, aún estoy en etapa de prueba y me podría meter en problemas.

"Salir de aquí...eh...", piensa la joven chica.

—Solo me iría si te vas conmigo. También eres joven ¿No? —dice Annie con una sonrisa.

Se separa, empezando a bajar las escaleras de forma lenta, esperándole. El edificio tenía un ascensor, pero está cerrado, hace años no funciona, nadie puso un peso para repararlo.

—También pienso irme, esperaba tener un trabajo estable, si este se da bien me estaré mudando en los próximos meses.

—¿Te vas? —Annie se detiene y lo observa desde tres escalones más arriba. Tiene miedo, si Héctor se larga de su casa ¿Qué haría que él tuviera algo que ver en su vida? Solo ese paraíso, para las malas situaciones de edificio les une, y una vez que uno se marche no tendrían motivos para verse de nuevo. Pero ella lo sabe, que Héctor no pertenece a esta vida, que se irá en algún momento, porque no encaja en la miseria.

El hombre se voltea hacia ella al sentir que silencian los pasos de la chica.

—Todos en la vida deberían desear mejorar, quiero ser un buen profesor y tener una casa decente para hijos. No quiero que crezcan aquí. Diría que mi sueño siempre ha sido tener una linda familia.

La chica sonríe alegremente y regresa a su lado con dolor.

—Me alegro por ti, Héctor, te lo mereces, en serio... ¿Podré ir a visitarte?

—Aún falta para ello, tranquila, pero siempre serás bienvenida donde sea que este mi hogar.

—Menos mal, eres importante de alguna forma para mí, y quiero ver crecer a esos niños felices —comenta estas palabras tan prematuras para su edad.

"Quisiera ser quien los tenga para ti", cree, al final, una familia feliz no es un mal pensamiento o algo que ella no hubiera deseado de niña.

—Claro Annie, te tengo cariño aunque no lo creas.

Estas son las últimas palabras que se escucharon en su caminata y separación hasta la escuela.

Cuando quedan solo cuatro cuadras y Héctor se adelanta por su cuenta, ella se pone sus auriculares con canciones tristes, Beret principalmente con su tema "Distancia". En el transcurso siente que una mano se posa en su hombro y baja sus cascos.

—¡¡Ann!! ¡Buenos días! —dice Danna con una energía sacada puramente de su sobrenatural fuerza de voluntad.

—Pareces estar mejor hoy —suelta con un tono de voz medio apagado, pero le devuelve la mirada. Enfoca la vista en la curita que tiene Danna en la mejilla—. ¿Qué te pasó?

—Un gato y ya sabes, al mal tiempo, buena cara; demás... —Le pone un audífono con el tema de la película de "Spirit". Comienza a cantar—. ¡A mí nadie me va a dominar, yo voy a pelear, no me rendiré, nunca yo me rendiré, oh, oh, oh, oooh!

Algo así, caracteriza a Danna en todo su sentido, y es que mientras más mal está, más trata de esforzarse por no estarlo, es como si le huyera a las emociones negativas en toda regla, pero eso ¿Es bueno o malo? ¿Realmente le afectan o no?

—Me gusta mucho verte así de animada Dann —deja escapar junto a una ligera sonrisa ante las acciones de su amiga y esta toma su mano adelantándose a correr.

—¡Vamos, vamos, que quedan solo cinco minutos antes de que cierren la puerta! —Las dos chicas empiezan esa mañana corriendo, tratando de sonreír aún con todos los problemas encima.

Las dos están sentadas en el aula esperando la llegada del profesor de ese turno. Todos los alumnos hablan entre ellos, el aire es bastante triste y tenso, uno incluso se atreve a poner una flor de papel sobre el asiento de Antonio, pero su mejor amigo, Luis, la quita.

—¡No hagas eso! Él no está muerto, cállense ya. —El aula se llena de un silencio enorme cuando el chico sale con un portazo. Nadie se atreve a ir tras él.

—Annie, debo hablar algo contigo ¿Puede ser luego de la escuela? —dice dudosa tras ver la situación.

—Está bien, podemos ir al río esta tarde, realmente estaría bien poder hablar un poco, Dann.

Cuando termina de hablar, Nathaniel entra al aula, su cuerpo no tiene ni un rasguño del choque de la noche anterior, pero esa persecución no consta entre los recuerdos de Annie.

Unos cinco minutos después, la directora hace presencia en el aula con un aire estirado y formal, tratando de cubrir lo que pueda llegar a afectarle emocionalmente los hechos.

—Buenos días, alumnos. —Un silencio llena el lugar y ella se coloca en el buró—. Algunos ya deben saber de lo ocurrido en la casa de los Cárdenas, de su compañero de clases, Antonio. Irrumpieron dos ladrones en su casa anoche y su padre falleció; Antonio está en terapia intensiva en el hospital, por suerte el resto de la familia está bien; según el doctor, estas primeras veinticuatro horas son críticas. Quería venir a darles la noticia antes de que la vieran en otro sitio. Sobre los asaltantes se sabe poco de uno, pero del otro el hermano pequeño de Antonio lo vio y dió una descripción de una tal "hada rubia", el resto de la investigación es dominio de la policía.

Annie ve los muslos de Danna, ella atiende a la conversación con normalidad, pero sus uñas están presionando con fuerza en esa zona.

"¿Qué pasa?", piensa y sin saber por qué, lleva la mano hasta la de ella tomándola por debajo de la mesa, simula que esa acción no pasa. Logra calmarla un poco, pero el miedo siempre va a estar allí.

—Cancelaremos las clases de esta aula hoy por los hechos. Eso es todo, esperaremos noticias luego, les mantendremos avisados.

La mujer se retira de la clase y todos hacen un silencio magistral, nadie se decide a ser el primero en salir del local ni decir una palabra, a fin de cuentas, no es la primera víctima en los últimos cuatro meses.

En eso un mensaje llega al teléfono de Annie. Es una foto con una carita sonriente como firma:

"Me debes un favor :)"

La foto es de una chica rubia con mascarilla cargando a un niño para huir de la casa de los asesinatos de anoche.

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