Capítulo 6: Los viejos amigos de las dos
Las luces se tiñen de rojo. El tubo metálico brilla siendo la atención de todos en la sala, ya las minifaldas de las camareras no son suficientes para llamar la atención de los hombres y mujeres del lugar. Susana sale del escenario y este lo ocupa Dévora, todos aclaman su nombre. Su mirada es sumamente seductora, sus líneas corpóreas y presencia son como los de una diosa con piel humana. Algunos podrían decir que un aire sobrenatural la envuelve.
Coloca las manos en su instrumento de trabajo, dejándose llevar por la música, pocas más perfectas para las sensaciones que transmite "Unholy" en ese momento. Ella es el centro de esa sala, todas las miradas se posan en su cuerpo, miradas de deseo.
Es algo especial y de alguna forma sucio, pero a los ojos y sentir de la mujer se interpreta como su deseo, algo que sí le importa.
Desde pequeña vivió apartada socialmente, era de esas niñas incapaces de dejar salir una palabra por el miedo y el dolor que les consume. Su madre murió a manos del padre de Annie, por los golpes de este cada vez que llegaba a casa borracho, lo peor era que cada acto de violencia la niña lo presenciaba, lo veía claramente aun cuando cerraba los ojos al dormir. El hombre logró salvarse de la policía gracias a la desaparición del cuerpo de la mujer; a día de hoy no sabe dónde está enterrado el cadáver de su progenitora.
Luego de eso los golpes que eran de su madre pasaron a su cuerpo...y siguió incapaz de hablar ¿Cómo sobrevivió? Gracias a Dévora...que visitaba su habitación cada noche y hablaba con ella a través del espejo, llevándose las marcas internas de las heridas.
Como algo inesperado en el local, está Nathaniel observando cada detalle de su baile, viéndola con cierta nostalgia en la mirada. Es raro que algo como lo que ella hace le transmitiera especialmente eso. Dévora logra distinguirlo entre el público y su corazón se acelera de forma notoria, en cambio, su mirada es apartada rápidamente como esperando que esto no le desvié de su labor y sonríe, lo hace con malicia, sin dejar de bailar.
"¿Me encontraste?", piensa para sí misma.
El local se llena de aplausos y gritos en el proceso, también al ella terminar. Cuando cesa el baile se dirige a los camerinos y cambia su atuendo. Esta vez, en lugar de quedarse hablando con todos, se pone su abrigo para irse. Susana trata de ir a hablarle, pero no pudo detenerla, las únicas palabras que salen de sus labios son demasiado bajas.
—Dev... Espera... —pero la chica ya había abandonado el local, y se le nota ansiosa.
—¡Oye! Nathaniel —grita Dévora al lograr alcanzarlo en uno de los callejones, solo los separan siete metros, pero el chico comienza a huir evitando un encuentro frontal—. ¡Si me estás siguiendo da la cara, deja de huir, imbécil!
Nathaniel no da signos de querer frenar, se niega a verle de frente. La persecución es extraña de ver, dado que sus velocidades son más destacables de lo normal, esquivando a las personas y obstáculos con total agilidad.
Todo se decide cuando al terminar el callejón el joven se voltea a ver la distancia que queda entre él y Dévora, pero un automóvil le impacta lanzándolo por los aires cual muñeco, causando heridas bastante desagradables en su cuerpo.
Contra todo pronóstico, la chica puede llegar al lugar del choque y solo ve un carro manchado de sangre y al conductor preocupado al no entender contra qué demonios había chocado. La escena pasa bastante rápido dejando un fuerte dolor de cabeza en ella.
—Se fue... ¿Así que quieres jugar así, eh? —Se coloca las manos en la cintura dejando escapar un suspiro—. Escóndete, porque cuando te encuentre te voy a matar, desgraciado... Te dejaré ir por esta noche.
Fija los ojos en la sombra que se desliza cojeando por la oscuridad del entrecalle del frente y cierra los ojos un segundo dejándole desaparecer.
El conductor no entiende bien las palabras de la chica, solo puede observarla irse de la escena del "crimen" si eso se puede llamar así, supuestamente debería haber un cadáver en el suelo, en cambio, lo que quedan son las manchas de sangre y abolladuras en el vehículo.
Mientras Dévora se aleja del lugar, le llega una notificación al móvil con una foto suya en ese momento y una carita sonriente. Procede a observar en la posición del ángulo de la captura, pero no ve a nadie.
"¿Es Nathaniel? No, él está demasiado herido y preocupado por huir como para dedicarse a esto", piensa.
—Parece que también tienes tus propios problemas...Te lo devolveré pronto, no te preocupes. —Otro mensaje llega unos veinte minutos después y es un audio, pero no se detiene a revisarlo.
"¡Ja!... Este no es mi problema, no tengo que cuidar todo de ti", piensa mientras guarda el teléfono en su bolso dando de lado a este acosador que tanto parecía preocuparle en la mañana. Ahora no le importa, si desea tanto atormentarla, pues que se muestre.
Se va por su recorrido habitual hasta llegar a casa y pararse frente al espejo para hablarle a este de una forma menos natural.
—Oye, ten cuidado estos días mientras no esté —le dice a su reflejo, aún cuando este no le responde. La silueta cambia su forma a una independiente que se atreve a hablar, al menos así lo interpreta su cabeza.
—Lo sé, alguien ha estado siguiéndome. ¿Crees que lo sabe? ¿Lo que he hecho? —se ve la usual preocupación en ese rostro tras el cristal, el que había mostrado Annie en las últimas veinticuatro horas.
—Quién sabe, no debería ser, al final nadie nunca lo supo, es nuestro secreto, pequeña. —Desliza los dedos por el cristal, la mano del reflejo duda unos segundos antes de juntarse con la otra. —Llévatelo siempre en el bolso, un pedazo de espejo.
Las acciones de ambas se sincronizan y al rostro real regresa la preocupación del día. Annie en su cuerpo de nuevo recuerda parte de las acciones de Dévora, pero nunca completamente, la acepta, ella fue y es su salvación. A pesar de toda la libertad que le da, sabe con quién trata, un pedazo de sí misma que nunca podría dominar en totalidad. Ya tiene un expediente negativo dentro de sus acciones nocturnas: robo, violencia y destrucción de la propiedad pública, pero nunca llegó a nada grave ni lograron cogerla en algo indebido.
El recuerdo más vivido que tiene de ello es en una de las andanzas del padre donde, como cada sábado en la madrugada de los catorce años de la chica, le golpeó, pero a un punto más caótico que lo usual. Usaba objetos dentro de los que constaban sillas, las ollas y sartenes. Cada golpe dejaría un moretón preocupante a la mañana siguiente, pero eso no era más importante que tratar de sobrevivir al ataque. Cerraba los ojos y esperaba a que él terminara y no pasó como otras veces, se sentó sobre ella y la tomó por el cuello tratando de asfixiarla.
—Estate quieta, perra, tienes el mismo asqueroso rostro de tu madre...Ah... ¿Debería matarte como hice con ella? Así se irían todos mis problemas —dice su padre.
La chica abrió sus ojos, las palabras le dolían, realmente lo hacían, pero no lograba hacer brotar lágrimas, hacía años no lloraba, se habían secado por completo sus ríos. Estaba rota, demasiado, sentía que su conciencia salía de su cuerpo y levantó la vista al techo dejándose estar.
En ese momento pensó: "¿Para qué luché? ¿Qué sentido tiene? Al final para que sea así mi muerte...Sí, debí haberme matado esa vez y no haber aguantado esto...madre".
Ocurrieron dos milagros esa noche que jamás olvidó. El primero fue el sonido del timbre en la puerta, Héctor que logró escuchar los ruidos de dentro.
—¡¿Vecino, estás bien?! Parece que tiene problemas allí.
Su accionar fue raro porque no importaba cuánto gritara, nadie en ese edificio prestaba la suficiente atención y afecto a los demás para salvarlos de sus miserias, ya tenían suficiente con las propias. Un acto tan pequeño significó todo para esa muñeca en el suelo.
El segundo fue su reflejo en los ojos del agresor, un reflejo bañado en la propia ira que él sentía al verla, el cual le hizo odiarlo y querer matarle a él, quería hacerle sufrir, ella quería dejar de llorar por dentro.
Se hizo el cambio, Dévora tenía su cuerpo durante unos segundos, fue la primera vez que podía sentirla de una forma diferente a hablar con un reflejo en el espejo. Pero a diferencia de Annie, esta carece de miedo. Estiró la mano y, apoyada por la distracción del padre por la puerta, logró tomar el sartén que antes le lanzó y golpearlo con este en la cabeza, haciendo que cediera un poco la presión. Los golpes se repitieron varias veces hasta que él cayó. La chica se lo apartó con dificultad y corrió a la salida como huyendo, aún con el arma en la mano, no quería soltarla, era ahora mismo su salvadora, esa que le dejó vivir un día más.
Héctor se quedó helado ante las heridas del cuerpo de la joven, y sus ojos sumamente tristes, incapaces de llorar. A pesar de que fue una mirada con lástima, fue la mirada más cálida que pudo ver, así que dejó que Devora se marchara y quedó de vuelta en plena consciencia. Su último recuerdo de estar a punto de morir fue sustituido de golpe con la del hombre que le miraba con dificultad y tendió su mano.
—Todo va a estar bien, tranquila, ven —le dijo él.
La chica levantó la mirada temerosa, esa fue la primera vez que Héctor y Annie se vieron a los ojos y también, cuando decidió que era capaz de hacer cualquier cosa por él y Dévora, les debía la vida, respiraba gracias a ellos.
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