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Capítulo 35.1: La jaula de esmeraldas

¿Cómo son los Karlsson?


Para todos en el pueblo son la familia perfecta de hijos con grandes futuros y que manejan el flujo de dinero en Varenchya. También han financiado casi todo ahí y sin ellos no podría mantenerse el sitio. No ocultan un secreto como algún trabajo ilegal ni nada por el estilo. Esta familia simplemente está obsesionada con el orden y la perfección.

Daniel Karlsson, criado para ser el heredero de ese linaje. Entrenaba todo tipo de deportes desde los siete años, profesores privados hasta su entrada a la preparatoria, cero amigos o conocidos fuera de su hermana o la servidumbre, fuertes castigos con golpes de su padre en las pantorrillas si se equivocaba. Hecho para ser el robot perfecto. A pesar de todo había algo en él, no deseaba que su hermana menor pasara por esto, así que se mantuvo firme.

Fue considerado una promesa por los portadores de su sangre.

¿Celina, quién era ella?

Esa mujer crio prácticamente a Daniel como un hijo desde pequeño, aunque les distanciaban varios años, se volvió su mundo y principal sostén.

—Celina, ¿ya está lista el agua? —Entró el niño de doce años a la habitación, lleno de sudor, esperando ver a su sirvienta personal.

—Ya está lista, señorito. —Ella tenía 28 años cuando aquello—. ¿Se divirtió hoy?

—No, pero es preferible a las clases de piano con padre, al menos acá si me daño los pies o manos será por caerme y no por su batuta. —Fue a abrazar a la joven, aún sudado—. Te extrañé, Celi.

Sonrió como un niño, a veces olvidaban que era eso, un niño.

—Tan tierno, yo también te extrañé, mi pequeño. —Se rio y acarició la cabeza de Daniel.

Así era su relación, una madre con su hijo, la única persona que le daba un hogar.

Cuando Daniel cumplió los 15 años, empezó una relación amorosa con la mujer de 31. Poco a poco fue rompiendo con las cadenas que tenía o al menos esa falsa mentira se creaba, como si por hacer eso podría tener un escape de su familia.

¿Cómo comenzó?

Insinuaciones de la mujer al pequeño, que se fueron volviendo más invasivas.

Su mundo se derrumbó cuando se enteró de que solo era un juguete de ella tratando de entrar a una familia de dinero. Él no veía nada malo en su diferencia de edad, pero cualquier adulto lo haría, cualquier persona se daría cuenta de cómo le robaban la inocencia.

—Daniel, tenemos que hablar. —Ella tomó al niño de la mano y le sentó en su cama, la pequeña habitación de la servidumbre.

—¿Qué sucede Celi? —Preguntó él, preocupado, y miró los ojos de su vida.

—Estoy embarazada... —Dijo la mujer con cierta preocupación.

—Celi, no estoy listo para esto —respondió el joven con cierta consternación—. Si se enteran nos van a matar. Dios, van a castigarme. No pueden ni saber de lo nuestro, imagina de esto.

La preocupación le empezó a comer, y él a las uñas.

—Hablaremos con tu padre, ¿no mataría a su nieto o sí? —Planteó ella con una sonrisa amable.

Embarazarse de un Karlsson, entrar en la familia por ahí, es normal quererlo. Si lograba parir ese niño, su vida estaría garantizada.

—No, Celi, no puedes, te echará, recibiré montones de castigos. Dios, esto es un error. —Se levantó de la cama y caminó por todos los sitios de esa habitación pensando—. ¿Danna?

Una joven de diez años se asomó a la puerta.

—Hermanito, sabía que estarías aquí. —La pequeña corrió hasta él y le abrazó, su sonrisa era más suave y realmente viva—. ¿Celi va a tener otro bebé? —dijo alegre.

Ella también quería a Celina, fue la niñera de ambos.

Fue un error dejar que esa niña lo supiera, al fin de cuentas los niños lo hablan todo.

La madre de ellos hizo abortar a Celina y la echó de la casa por abuso de menores. Nunca denunció para no manchar el apellido tan importante de la familia. Pero Daniel nunca entendió eso, jamás lo entendió y comenzó a revelarse y hacer todo lo que le habían dicho que estaba mal y no debía hacer.

Se rehusó a seguir con una educación privada y entró a la escuela de Varenchya, se reunió con lo peor de la sociedad y terminó por consumir drogas.

¿Todo por una rebeldía?

Fue la forma que la pobre ave encontró para escapar de su jaula, fue una lástima que se lo comiera el mundo.

¿Estaba mal lo que él hizo o el porqué?

Está mal, pero solo quería escapar, quería sentir que vivía por algo más que ser un títere perfecto de su familia. Al punto que llegó a manchar su vida llevándola por un barranco cuando en un callejón oscuro de la ciudad terminó en una pelea donde su cuerpo resultó muy herido a la par que su orgullo.

Solo era un adolescente, siendo lo que su edad le pedía.

Llegó borracho a su casa y fue golpeado por su madre al no saber qué hacer con él, parecía estarla retando.

Esa mirada provocó que ella le levantara la mano, por primera vez. Siempre el encargado de los regaños era su padre.

—Me quiero ir de la casa, no soporto más este apellido —dijo el joven de diecinueve años a su progenitora.

—Eres una decepción, lo reconozco, tu hermana Danna es mejor que tú y por lo menos en ella se puede confiar para llevar todo lo que nos ha costado crear. Aun así, deja de hablar estupideces, debes cargar con el apellido y comportarte como tal, Daniel Karlsson.

Daniel no quiso escuchar más, solo salió de la residencia alterado, no tenía un rumbo fijo, solo fue al parque y se sentó en una banca de ahí a contemplar la luna un rato mientras fumaba.

—¿Por qué...? Yo no quiero esto —susurraba su realidad.

A su lado se sentó Celina.

—¿Cuánto tiempo? —Dijo la mujer.

—¿Celi? —La abrazó y comenzó a llorar en su regazo como el niño que nunca dejó de ser.

—No has cambiado nada, sigues siendo un llorón —respondió ella y se empezó a reír.

Él pudo sentir su vientre abultado, cargaba ahí otro bebé.

—¿No dejaste a tu marido? El padre de Julia y Vanessa. ¿Tienes nueva pareja? Me da igual, podemos estar juntos ya —dijo él con esperanzas, nunca dejó de "amarla".

—Deja ese tema Daniel, yo me equivoqué con eso, me ilusioné con el dinero. Sigo con Marcos aún, nunca lo dejé. —Acarició la cabeza del joven.

—¿Eh, seguías con él cuando estábamos? ¿Me engañaste? —Señaló el joven levantando la cabeza entre triste y molesto.

—Eras un niño, no puedo creer que aún no te des cuenta de ello. —Sus ojos azules se clavaron en él, aun así no eran gélido, nunca él los sintió fríos—. Solo estábamos jugando. Cuando lo del embarazo me ilusioné con poder ser una Karlsson, lo admito. Fui un tiempo amante de tu padre también, pero no funcionó.

Al ver el desastre que creó el arrepentimiento se la comió, incluso trató de alejarlo, ¿quizás si ella destruía su imagen, el joven volvería al buen camino? Confiaba en que Dios lo ayudará tras esto.

—Celina, por favor, dime que es una mentira. —La tomó de los hombros con desespero—. Todo, todo lo que he hecho, lo estoy haciendo por ti, para salir de aquí y estar contigo. ¡Al menos dime que lo que sentíamos era mutuo!

—Tú no me quieres a mí, quieres la libertad que te hice sentir, que no tenías que obedecer a nadie. Tu familia es un asco al final de cuentas. Todos tratando de ser tan perfectos y tienen más secretos que pueblo chico, pero al final tampoco eras libre, me obedeciste a mí. No sabes vivir sin que te digan qué hacer o sin tus comodidades, recapacita, por favor. —Se empezó a reír y quitó las manos de Daniel de sus hombros esperando abrirle la jaula—. Debo irme, tengo que preparar la cena de Jul y Vane.

La mujer se alejó esa noche del chico. Ella realmente trataba de hacerlo recapacitar, si él se terminaba de desilusionar, tal vez, volvería a ser lo que era antes del día que ella metió las manos.

Esa noche el joven fue a un bar y tomó hasta que no diferenciaba nada a su alrededor y todo daba vueltas, incluso se metió en una pelea bastante fea, la cual estuvo en boca de todo el pueblo por semanas.

—Te lo estás ganando a pulso que te echemos de la casa. ¿De verdad quieres eso? Te estás comportando como un descerebrado —la madre del joven hablaba con fuerza.

—No, no tiene sentido perder esto, es lo único que tengo —pensó Daniel, sin embargo, las cosas no fueron como esperaba.

—Vas a tener que demostrarlo, dejar de ser la escoria en la que te has convertido para volver a nosotros. Tu padre decidió borrarte del registro familiar, eso hasta que recapacites.

—¿Qué? ¿Por qué? —Respondió molesto y sorprendido.

—Anoche golpeaste a un hombre en un bar con una silla y ahora está en coma, ¿sabes el trabajo que nos estás dando? Tuvimos que pagar a la familia una buena suma para que no te denunciara.

—No lo recuerdo. —Estaba muy tomado y drogado, pero aun así lo recuerda bien.

El poder que sintió al verlo en el suelo, la satisfacción de sentir que dominaba sobre alguien.

Extrañaba ser un Karlsson.

—Te dejaremos un apartamento. Cuando hayas recapacitado podrás volver. —La mujer se fue dándole la espalda a su hijo.

—¡Hermanito! —Llegó Danna con una sonrisa falsa, tal y como le habían enseñado a él —. Mira lo que aprendí con el violín, me gusta este instrumento. Papá me está enseñando muchas cosas.

Ahora su hermana ocupaba su lugar, ese que odiaba y quiere recuperar su jaula de esmeraldas.

Daniel se mudó a su nueva casa, estaba vacía y era de pocos metros. Trató de estudiar para hacer las pruebas de ingreso a la universidad, sin embargo, necesitaba ganar dinero, así que empezó a trabajar de medio tiempo en la estación de policía del pueblo. El trabajo era poco, rara vez pasaba algo importante en Varenchya.

No lograba avanzar, solo veía que su vida se hundía más y más. No sabía siquiera cocinar o limpiar, las personas le juzgaban por lo que había hecho y la vida se le estaba derrumbando en esa pequeña habitación. Lo único bueno en los últimos días fue la sensación de haber acabado con aquel hombre. Le recordó su superioridad sobre el pueblo.

Lanzó las cosas de la mesa de estudio al suelo furioso, ya no veía una salida. Se había estado comportando como le habían pedido, entonces, ¿por qué seguía en esa mierda de lugar?

—¡¿Por qué demonios tengo que vivir así?! ¡Yo soy un Karlsson! Si Danna no existiera, tendrían que confiar en mí sí o sí. —Empezó a negar con la cabeza y la apoyó en la mesa—. Todo es culpa de esa mujer, si no la hubiese conocido.

Rechistó y salió de la casa para ir a un bar a beber, había hecho del alcohol su principal compañero.

¿Por qué había llegado a ese punto?

Aunque fuese por sus malas decisiones, no quiso aceptarlo. Culpaba a Celina de todo, de haberlo engatusado siendo un niño, en hacerle querer salir de su jaula cuando no sabía vivir en el mundo, en darle esa rebeldía que fue más problemática que una simple fase y engañarle.

Salió del bar con la suficiente cantidad de alcohol en su organismo como para quitarle el buen raciocinio. Rompió la ventanilla de un coche que accidentalmente dejaron las llaves dentro y se montó en este para conducir a toda velocidad por la ciudad esperando chocarse contra un poste.

¿Para qué iba a vivir en la miseria sin siquiera saber cómo hacerlo? Estaba demasiado acostumbrado al lujo.

Fue ahí cuando la vio, vio a esa mujer cargando un bebé en manos junto a su esposo y sintió rabia, ira, todo sentimiento negativo.

"¿Por qué ella es feliz y yo no?"

"Fue su culpa."

No lo pensó mucho y llevó el auto directamente hacia ellos, chocándoles.

Los gritos de los vecinos no se hicieron esperar, pero el joven se dio a la fuga al saber lo cruel de su acto, en el fondo, tal vez supo que estuvo mal, pero se sintió muy bien tener el control de nuevo.

Lo había perdido en realidad.

Recuperar su supremacía y control sobre otros, eliminar a Celina fue mucho mejor que aquel hombre en el bar, a fin de cuentas, ella fue la causa de su miseria.

"Si esa mujer hubiera vuelto a mentir, tal vez estaría viva. La vida es así, no por ser sincero, en un momento vas a tener recompensas. La mochila que ella llevaba fue más pesada y no había penitencia que la exculpara", pensó Daniel para justificar su acto, una mentira que cubría el cómo lo disfrutó.

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