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Capítulo 34: Puertas que están mejor cerradas

No sé qué pasó, lo último que recuerdo es estar en el bosque con Nathaniel y ahora en esta silla amarrada en medio de un salón gris sin más muebles, además de una mesa metálica. El lugar es pequeño, pero bastante pulcro, varios nailon cubren las paredes. En la superficie de metal hay instrumentos extraños, no logro identificarlos bien por mi posición y aún estoy algo aturdida.

—¿Hay alguien ahí? —Pregunto.

Trato de mover mis manos detrás para zafarme sin ningún resultado positivo. Aun así, mis palabras son ahogadas por la música clásica de fondo, parece ser el sonido de un piano, pero posiblemente sea grabado.

—Ya despertaste. —Sale Daniel desde una de las tres puertas de la habitación, detrás de él se ve la cocina—. Dormiste bastante, pensé que morirías antes por la fiebre y eso lo haría menos divertido.

—¿Daniel? Suéltame, esto no me gusta. —Hago presión en mis manos, pero solo logro lastimarme, al igual que mis piernas, que están también atadas con los cierres de plástico.

—Es inútil que lo intentes, solo te harás daño. —Saca una silla y la pone delante de mí.

—¿Por qué haces esto? ¿Qué te hice? —Mi voz aún suena cansada y agotada, puedo asegurar que mis ojos se deben encontrar medio cerrados o al menos poco activos.

—Engañarme, mentirme y llevarme a este punto. —Se sienta con las piernas abiertas y se inclina hacia delante—. ¿No te parece suficiente, Celina?

—¿Celina? —Empecé a reír—. Genial, tantas personas dentro para meterme en esto y lo hace una que ni conozco.

Siento que su mano me toma por las mejillas con fuerza.

—Abre los ojos. —Levanta mi rostro y me obliga a mirarle, realmente no tengo mucho ánimo—. Mírame —hago lo que pide.

¿Qué más da si me mata? Ah, Héctor. Creo que si muero aquí, sería un duro golpe para él.

—¿Así está bien? —Le acuso con los ojos sin vida que me caracterizan—. Sácalos si lo deseas, pero debo volver con vida para alguien.

La mano me suelta con brusquedad como si eso le hubiese decepcionado.

—¿Todavía lo prefieres a él? —Regresa a su posición.

—Tal vez pueda decirte si me dices quién es él —digo y dejo caer mi cabeza.

¿Es Daniel? ¿En serio? No puede ser, esto debe estar mal, él no ha hecho nada malo nunca. Esto será un duro golpe para Danna.

"Tú tampoco lo aparentas", siento la voz de Zack.

—No quiero escucharte ahora, Zack, por culpa tuya estoy en esto. —Muerdo mi labio.

—¿Con quién estás hablando? —Se levanta y va a la mesa de metal de la habitación—. Me molesta que pienses en otros cuando estás conmigo. ¿Aparte de tu esposo también hay más?

—¿Mi esposo? Está muerto... —digo lo primero que pienso.

Trato de buscar toda la información que hay en mi cabeza sobre Daniel, pero no logro pensar bien, cada vez que hago esfuerzo esta duele.

—Sí, ya no está y podrás cumplir lo que prometiste hace tantos años. Desgraciadamente, solo podrá ser por tres días estas vacaciones.

¿Tres días, eso es lo que me dejará vivir entes de quitarme la vida como a ellas?

Siento mi garganta cerrarse ante los recuerdos. Realmente mi vida no puede ser más trágica. Solo esto me falta, morir así.

—¿Por qué solo tres días?

—Es el promedio y prácticamente lo que puede sobrevivir el cuerpo humano sin tomar agua. Verás, tienes que ser encontrada muerta de causas naturales para que Nathaniel pueda ser inculpado. Al final en su teléfono están los mensajes pidiéndote ayuda. Ni te molestes, dejé tu teléfono en el bosque, nadie sabe que estás aquí, ni lo sabrá. —Levanta una peluca rubia de la mesa.

—¿Solo por eso no le causarán? —Dejo caer mi cabeza nuevamente, pero observo las cosas con las que trabaja.

—Sí, será suficiente, mientras estuvo inconsciente, coloqué sus huellas en lugares específicos de la joven. —Toma unas tijeras—. También en el arma con el que corté su cuerpo, la llené de sus huellas en los lugares exactos, la dejé en la cabaña donde estaban junto a tu teléfono.

—No te creo capaz de hacer esto. Es una locura. —Veo que se para frente a mí y toma mi cabello con una mano, empezando a cortarlo a la altura de los hombros.

—Solo quiero que estemos juntos un poco más, te me escapaste muy rápido —expone él.

Lo más molesto de todo es que sus palabras no suenan amenazantes, sino dulces, lo reconozco, me recuerda a Danna.

—Tu hermana se va a sentir mal con esto —planteo.

Ya no sé qué excusas usar. ¿Realmente voy a morir aquí?

Sigue cortando mi cabello por esa altura mientras lo peina para que no quede disparejo.

—Danna no tiene que saber de esto, es cierto que perderá a Annie, pero no es que vaya a saber que fui yo —me responde con una sonrisa.

Me llamó Annie.

—Sabes que no soy esa mujer. —Miro sus ojos, sus profundos ojos verdes.

—Lo serás, por eso te visto como ella. Te maquillaré como ella, te perfumaré como a ella. Serás ella unas horas.

—¿Era alguien que amabas? —Le comento.

Le sigo mirando sin cambiar mi estado de ánimo. Tengo miedo, aunque morir no me aterra. Solo me preocupa que piensen esas dos personas que dejaré atrás. Incluso si salgo de aquí, tendría que deshacerme de él y, ¿si mato a su hermano, Danna me perdonaría? Inconscientemente, empiezo a llorar ante esa idea, solo se deslizan las lágrimas como si de una fuga se tratase.

—¡No les di permiso! —Grito desesperada.

—Todas siempre lloran, pero verás, cuando estés completa te verás hermosa. —Limpia mis hombros y regresa a su silla a verme.

—Perderé a tu hermana. Si salgo de aquí la haré pedazos y si no lo hago para morir así destruiré a Héctor —susurro mis temores.

Muerdo mi labio ante las posibilidades, siento un profundo dolor en el pecho, comienzo a patalear y gritar, nunca controlé bien mis emociones, menos ahora.

—No tendrás la posibilidad de dañar a Danna de todas maneras, no eres más que un juguete para ella, en nuestra familia nos crían así. Los demás son basura y estás a la cabeza de todos, sonríe y muestra tu supremacía, toda Varenchya es tuya, —Se empieza a reír de una forma normal, fuera de sus palabras no hay nada raro en él—. No está mal, pero ya no estoy allí, todo por tu culpa.

—No mientas, yo sí le importo a Danna, somos una. ¡No te atrevas a mentir sobre eso!—. Trato de dar brincos en la silla y lo que recibo es un golpe con el puño cerrado en la cara.

—Haces mucho ruido. —Se levanta de la silla—. Eres demasiado inocente, sabes, "es divertido ver bailar la inocencia de esa forma", por lo menos, cuando todo termine, tu sufrimiento habrá acabado.

Dejo caer mi cabeza de nuevo, me siento frustrada. Danna sí me ama, ella me adora y soy de las personas más importantes en su vida, lo sé, lo sé.

—Se desharía de ti tal como está a punto de hacerlo con la hermana de Julia, porque ya le aburrió, eventualmente será así contigo cuando te conozca. Aunque es raro que le hayas durado tanto tiempo como su juguete. —Levanta mi cara con la mano y me mira—. Eso va a dejar marca, pero por hoy no importa que recibas golpes. —Recoge mi cabello con una malla y va a por la peluca rubia para ponerla en mi cabeza—. Así te pareces más a ella.

—No soy Celina, no soy tu puta Celina —escupo las palabras y me arde el labio de todas las heridas que le he provocado en segundos, mordiéndole—. Déjame en paz. Solo quiero que me dejen en paz. Pensé que podría ser feliz.

—Lo serás, estaremos juntos de nuevo.

—¿Cómo contestaste la llamada de Danna si ambos estaban ahí? —Que irónico, los dos hermanos.

—Solo debía dirigir la llamada del teléfono de la comisaría del pueblo a mi celular, no es difícil si sabes cómo hacerlo. Cosa buena que sea un número normal, ¿no crees? Aunque por culpa de eso, las personas de la habitación se despertaron y tuve que deshacerme del hombre de forma rápida —argumenta Daniel antes de tomar un peine y comenzar a peinar mi cabello.

Me resigno a su respuesta.

—Te colaste en mi casa y mataste a esa mujer también...

—Te buscaba a ti, pero desgraciadamente fuiste a dormir a casa del vecino, no sabes la frustración que sentí por esa falla. Al final solo estabas a un pasillo de distancia, debí abrir esa puerta, Celina. —Continúa peinándome, odio que no pierda su fuerza en la voz a pesar de la situación, no logro ver un hueco en él. ¡No le entiendo!—. Sabes, tengo una pequeña duda.

—¿Cuál? —Digo con desánimo y empiezo a sentir el miedo. ¿Cuántos pasos él lleva por delante de mí? ¿Realmente podré escapar de aquí?

—Pensé que fue Danna quien mató a Antonio y a los demás desaparecidos, la creí igual que yo y no fue así. ¿Fuiste tú, verdad? —Su rostro no cambia de expresiones, tal como Danna, muestra una alegría constante, él mantiene la seriedad—. Aunque ahora que te veo no pareces capaz.

—Yo no fui —respondo con sinceridad—. ¡Fue Zack, fue Zack, yo no he matado a nadie, nunca, nunca lo he hecho, siempre me he comportado! ¡He aceptado, he tratado de hacer todo y sale mal! —Muerdo mi labio de nuevo, no me importa el dolor, ni que sangre.

—Entiendo, eres como yo. ¿Qué te hizo serlo? —Termina con el cabello y esta vez cortar mi ropa para desnudarme con la tijera.

—¡¿Qué haces?! ¡No hagas eso, no me gusta! —Me quejo y resisto a sus acciones, me da en extremo asco el tacto de los demás sobre mí, me aterra.

Siento cómo me va quitando esas capas de protección que tengo, la deja hecha tirones en el suelo y me deja solo en ropa interior. Todas las heridas de mi cuerpo se ven sin maquillaje.

—Está demasiado dañado, Celina no se ve así. Por lo visto por aquí voy viendo parte de tu historia. —Posa un dedo sobre una de las heridas cicatrizadas de mi vientre y hace presión—. Se ven horribles.

—Suéltame, no me toques. ¡No lo hagas! —El asco y la repulsión se intensifican y siento un fuerte dolor de cabeza. Varios recuerdos empiezan a tener lugar ante ese tacto no deseado.

Míralo bien niña, si te vuelves una molestia como ella te pasará lo mismo —este es mi padre hablando.

Este lugar lo reconozco...

Sí, es el día siguiente en el que mató a mi madre, recuerdo que en la mañana ya no estaba su cuerpo en casa, estuve llorando sin parar varias semanas.

Fueron de los días más duros, él llegaba y me golpeaba, una y otra vez, hasta que perdía la conciencia.

Lo voy a ver ahora, este día también lo hizo, no lo olvidaré, llegó sudado y sentía el olor a tierra húmeda.

Niña, prepárame el agua para bañarme, muévete —dice él para tirarse en el sofá, pero solamente me quedo viéndolo asustada—. Muévete, no te quedes ahí mirando.

Ya voy —respondió mi yo del pasado y fue a preparar el agua como un perro obediente.

Recuerdo esto, todo esto.

¿Por qué me lo enseñas?

Al rato él fue a bañarse y gritó porque el agua estaba demasiado caliente y lastimó su piel, esos días su temperamento era de los peores.

Ya estaba borracho desde la mañana.

—¡Niña estúpida, ven acá! —Me salió a buscar a la sala y me agarró por el cabello—. ¿Lo hiciste a posta, verdad? ¿Querías matarme tal como yo maté a tu madre?

No, no, ¡yo nunca haría eso, suéltame, por favor! —Rogué llorando.

Necesitas un buen escarmiento —escupía las palabras sobre mí.

No quiero recordar esto, sé que me golpeó hasta que perdí la conciencia.

Sí, ahí está su cinturón y mi cuerpo en el suelo.

¿Cariño? ¿Por qué golpeas a nuestra hija? Prometiste qué no lo harías —las palabras salen de mi boca sin ser yo.

¿Qué hago despierta?

¿Por qué?

¿Mamá?

Tengo ganas de llorar...

No puede ser...

También la tengo a ella en mí...

Cierto, otra personalidad, otro fragmento más del espejo roto que soy.

Estás loca... ¡¿En serio?! —Expreso lleno de rabia.

Me tomó de nuevo recién despertada y volvió a golpearme.

—No hagas esas estupideces, ahora vas a saber lo que es bueno —no paraba de gritar.

Volvió a tomar mi cabello y me lanzó contra el sofá.

Luego empezó a tocar mi cuerpo.

¡No, por favor, no quiero ver esto!

¡Por favor!

"Perdóname Annie, solo quería protegerte, mi preciada hija", esa es la voz que usa mi madre para hablarme.

Nunca llegó a más, en lo que vi, que no fueran agarres burdos y asquerosos a mi cuerpo, solo se limitó a tocarme y de la impotencia al darse cuenta de lo que hacía volvió a golpearme.

Luego pegó los cabos de los cigarros en mi espalda. No recuero nada de estos días, pensé que había estado en el hospital, pero resulta que Anastasia se mantuvo en mi cuerpo hasta que ese duelo paró.

Creo que agradezco que no supiera de esto en mi infancia.

Sin duda me hubiera suicidado.

Pierdo la noción del tiempo por los recuerdos y despierto. Lo hago llorando y llena de rabia. No puedo más, necesito aire, me ahogo, esto duele.

—Calma y mírate en el espejo, Celina, observa lo bien que te ves.

Escucho la voz de Daniel trayéndome a la realidad.

Me observo en el espejo, los cabellos rubios llaman a Dévora y le dejo ocupar mi cuerpo, realmente no deseo existir.

—La madre de Julia y Vanessa... —Dévora pronuncia esas palabras ya poseyendo mi cuerpo.

¿Eso vio en el espejo? Cierto, Daniel mató a esa mujer en un accidente de auto.

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