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Capítulo 32: Sangre y tinta

Capítulo 32: Sangre y tinta

En la mañana, Pelusa ni se presenta por la habitación. El sol se cuela cálidamente por la ventana ligeramente abierta y todo se siente más dulce. Annie no quiere levantarse de su cama, no quiere que este sueño termine y comiencen las pesadillas de nuevo.

—No me voy a ir —expone el hombre con los ojos cerrados, como leyendo qué pasa por la revoltosa mente de la joven.

—¿Estabas despierto? —Dice ella y se sonroja.

—No, pero te sentí. —Abre los ojos y besa la frente de Annie, que está aún en sus brazos—. ¿Estás bien, no te arrepientes de esto?

—¿Yo? No, yo estoy bien, me preocupas más tú. —Baja la cabeza y mira sus pechos pegados a él.

—Quiero esto, voy a trabajar en llegar a este punto. Al menos esa idea tengo. —Besa la mejilla de ella—. Solo dame tiempo para organizar todo bien.

—He esperado bastante tiempo, un poco más no hará la diferencia, solo ven, no huyas de mí —comenta nerviosa, sintiendo que esto es solo un producto de su imaginación.

—No quiero fallarte —dice él y besa sus labios de forma suave, pero cuando van a continuar su diálogo tocan la puerta—. ¿Esperas a alguien?

—No, no quiero abrir. —Regresa al beso con más intensidad y los toques no se detienen.

—Mejor ve, te espero aquí. —Le da un último mimo antes de que la chica se levante para ponerse su ropa de forma rápida e ir a la puerta.

Mientras Héctor se va vistiendo en el cuarto, no piensa huir de esta nueva realidad.

—¡Ya voy! —Grita Annie y va a la entrada con la muleta, abre para encontrarse con alguien que realmente no le gusta—. Padre...

—¿Y esa cara? Parece que estás viendo un muerto. —Se han recuperado sus heridas lo suficiente para ser dado de alta—. Pero seguro eso querías, no se me borra tu puta cara de risa mientras me desangraba.

Sin olvidar viejas costumbres y malhumorado por los hechos previos, va a golpearla, pero el movimiento brusco hace que se detenga, apoyándose del marco.

—Te quedaba una semana más aún de recuperación ¿No me digas que te fuiste sin el permiso de la doctora? —Dice ella y retrocede ante el gesto de su progenitor.

—No me gustan los hospitales. —Mira hacia dentro—. ¿Quién está ahí?

Pasa por sobre ella para la casa tras escuchar los sonidos internos.

—Nadie, no hay nadie, estate quieto. —Se adelanta a él y cierra la puerta de su habitación de forma rápida.

—Vi a un tipo en el cuarto, ¿no me digas que ahora también ejerces de puta? —Dice él provocando que ella le da una bofetada.

—Deja de decir eso, deja de faltarme el respeto. —Indica con cierto miedo y le es devuelto un golpe.

La chica cae al suelo por la fuerza de este y recupera las fuerzas de forma rápida para alejarse del padre.

—Respétame mocosa. —Agita el dedo índice delante de ella.

—Sí...perdón. —Se lleva la mano a la mejilla cambiando la vista y muerde el labio dejando salir sangre de este.

—Ay, ay, ¡Suelta imbécil! —Se escucha decir al hombre mayor de la nada.

La puerta del cuarto se había abierto y un Héctor ya vestido aprieta la muñeca del hombre tras escuchar el ruido.

—Sabe que si sigue con esos abusos domésticos le denunciaré, ¿verdad? De hecho, su caso es más que denunciable. —La presión ejercida en el agarre aumenta.

—Deja de meterte en lo que no te importa. ¿Qué hacías en el cuarto de la cría esta? Ah, claro, por eso la defiendes tanto, te la estás tirando —escupe las palabras, el progenitor de Annie.

Tras esto, el puño de Héctor golpea con gran fuerza el rostro del abusador. La chica observa la escena deseando un segundo disparo, pero no quiere meter en problemas a su vecino.

—No voy a permitir que diga eso —ordena Héctor—. Tócala y te van a empezar a sobrar un par de dientes.

—Héctor, yo me ocupo de esto, ve a casa. —Annie se pone en medio.

—No te voy a dejar sola con él aquí.

—Sal de mi casa. —El hombre no puede responder bien por el dolor de su herida en el abdomen, su recuperación no está completa.

—Héctor, vete ahora, o luego va a ser peor. —Lo jala para sacarlo de la casa, pero él se zafa de ella tomando al padre por la camisa.

—Si le pone un dedo arriba se lo voy a devolver diez veces. —Amenaza al señor Silva.

Realmente le molesta todo esto, más tras ver las heridas de Annie. De hecho, su principal idea es denunciarle con la policía, pero necesita el apoyo de la chica para ello.

—Héctor, ve a casa. —Pone la mano sobre las de él y le mira, fue entonces cuando le suelta la ropa al hombre.

—Me voy, si hace algo me avisas —suspira y se aleja de la escena.

—Eso, eso, ¡vete! Cobarde de mierda. —Solo cuando ya estaba lejos es que atreve a decir eso. Sabe que en una pelea con él perdería y saldría muy herido, no se metería con nadie que no fuera capaz de someter.

"Desgraciado...", suena la voz de Zack en la mente de la joven.

"Él no siempre fue así", también opina Anastasia.

—Voy a hacer las compras para la cena, tu cuarto está tal y como lo dejaste —dice ella entrando a su habitación para cambiarse.

El padre escucha lo que dijo, pero le entra por un oído para salirle por el otro, va directo al sofá y se tira ahí a descansar.

—Por fin en casa, qué asco le tengo a los hospitales.

Los días de paz, o al menos los más cercanos a estos, se han acabado.

Annie sale de casa con un vestido negro corto y unas botas hasta las rodillas mientras lleva las bolsas para hacer la compra. El pueblo está tranquilo, cosa que cambia cuando llega al local de Xavier, donde la policía acordona el área y los curiosos husmean.

El hombre de cabellos rojos está hablando con Daniel mientras se lamenta de su suerte. Ronchas se visualizan en su cuello, producto de la urticaria.

—¿Qué sucedió? —Annie pasa entre la multitud para llegar donde ellos.

—En mi tienda, ay Annie, encontraron una mujer degollada, no, eso es poco, tenía las uñas sacadas y vísceras por el suelo. Rompieron mis pomos de tinta y escribieron "Traidora" en la pared —la voz del hombre sale con mucho nervio.

—No de tanta información —repone Daniel entre un suspiro—. Silva, mejor váyase, no es algo que deba ver —le dice a la muchacha, poniéndose de frente.

—¿Otra víctima? Llevaban días sin aparecer cuerpos nuevos. —Trata de ver hacia dentro—. ¿Quién fue?

—No puedo dar información —dice Daniel.

De entre la multitud sale Danna y va donde su hermano a abrazarlo. Sus ojos se deslizan hacia el cartel del escrito en sangre y desvía la vista para ignorar ese dato.

—¡Dani!, me enteré de todo, sabía que los vería a los dos aquí. —Sonríe y su hermano la aparta.

—Déjate de juegos, es algo serio, no debes estar acá tú tampoco —dice Daniel y revira los ojos.

—¿Cómo qué no? Si es alguien que conocemos, Carlota, ¿no? Ya la noticia está corriendo por toda Varenchya, el asesino azul ahora tortura a sus víctimas, parece que matarlas no es suficiente.

El pueblo le dio ese nombre tras salir a la luz el dato de que sus principales víctimas tenían esa coloración en sus ojos.

—Llegaron a ese punto. ¿Y aún no lo atrapan tras tanto? Me preocupa la seguridad del pueblo —dice Annie pinchando a Daniel, pero muerde su uña al enterarse quién es la víctima.

—Es cuestión de tiempo, ya se tiene a un sospechoso —apunta Daniel mirándolas.

—Dinos quién. ¿Por qué? —El corazón de Annie se acelera ante la idea de por fin deshacerse de ese asesino.

—No puedo decirles, es asunto de la policía —agrega cortante.

—Fue el sobrino de los Olsen, Nathaniel Olsen, ustedes le conocen —expone Xavier.

—¿Él? No creo —dice Danna riéndose—. Pasó la noche mayormente conmigo mientras teníamos una cita.

Annie la mira sorprendida, no sabe que Danna o Nathaniel pudieran llevarse bien o pasar tiempo juntos. Dévora parece estar también escuchando y atenta a la conversación.

"Nathaniel es incapaz de olvidarse de mí. ¿Qué inventa esa rubia oxigenada?", plantea Dévora en su cabeza.

"Tú también eres rubia, perra promiscua", recalca Zack.

—¿No tienen nada mejor que hacer? —Daniel ya está molesto.

—Lo vi en la librería, anoche cuando llegué de dejarte Annie, salió corriendo cuando me vio. Parece que sus huellas están en la escena y su sangre también —dice Xavier, aún preocupado.

—Son incorregibles. —El rubio apunta aún partes del testimonio de Xavier, pero completa todo ya con eso—. De cualquier manera, no se sabe dónde está. Por ahora vayan a casa y no se metan en líos, como las vea investigando, la van a pasar mal, no son Sherlock Holmes ni un carajo.

—Yo no creo que sea Nathaniel, es raro y todo eso, pero no es mala persona, creo —dice Annie mirando a Daniel—. No se centren en eso.

"Exacto, es un cobarde", piensa Zack de forma burlona.

—Igual hay que encontrarlo para saberlo, nadie sabe nada de él desde anoche —dice Xavier—, su familia tampoco.

—No quiero ver la escena. Luego tendré pesadillas. Carlota tenía ojos azules también. ¿Por qué esa obsesión? ¿Será su mirada?, ¿le recuerda a alguien? —Plantea Danna como si fuese una obra de teatro, esta mañana se le nota el doble de hiperactiva—. Ya se está quedando sin candidatas, no hay muchas mujeres más así en el pueblo, creo que solo la madre de Antonio, la de Carlota y Annie.

—Yo solo espero que no se metan en problemas las dos, ya bastantes dolores de cabeza me has dado los últimos días. —Mira a su hermana.

—Tranquilo hermanito, yo te quiero, solo siento lástima de las personas con ojos azules. Y pues, quiero a mi Annie, no puedo dejar que le pase nada. —Sonríe y abraza a su amiga de la cintura—. Es mía.

—Váyanse, usted no, señor Risco. —Se refiere a Xavier.

—Entiendo, Dios santo, con esto perderé muchos clientes. Mancharse mi negocio así, con una vida humana, parece que una fuerza superior desea que lo cierre —expone el tatuado, un pensamiento que tiene desde el robo.

—Va y es por quedarse estancado, dejar de ser maestro de lo que le gustaba —comenta Danna y Annie le da una suave colleja.

—Dann, no digas esas cosas. Ven, acompáñame a la tienda a comprar los suministros.

—Vamos entonces. —Besa la mejilla de su hermano mayor—. Cuídate Dani, nos vemos luego.

—No estés hasta tarde en la calle ni vayas sola —plantea si Daniel.

—No cumplo los rasgos requeridos, estoy tranquila.

—No por ese, sino por los desaparecidos, se cree que hay otro asesino. Aunque aún no hay pruebas concluyentes. —Las palabras de Daniel hacen que el corazón de Annie lata a mil por hora, se queda tan perpleja que él no puede evitar no notarlo—. ¿Estás bien?

Annie no responde hasta que él repite la pregunta.

—Sí, es solo que la ciudad se ha vuelto un lugar muy peligroso, y eso me preocupa —plantea y lleva una mano a su hombro, nerviosa.

—Por eso, deben cuidarse. —Por el lado de ellos pasan la camilla con el cuerpo de Carlota cubierto. No puede evitar sentir pena por la chica.

—Pobre, me caía bien —dice Danna tomando a su amiga de la mano y alejándose del sitio—. No estés nerviosa o culpable.

—Pero hacía poco discutimos, ¿y si fui yo? —Deja salir sin pensar.

—¿Por qué serías tú? —Danna le mira tratando de ver lo más profundo del alma de Annie.

—Solo dije una tontería, me preocupa solo porque discutimos —comenta Annie retractándose.

—Eso y que no eres capaz de estar en dos lugares a la vez —agrega Danna lo cual asusta a su amiga "¿Sabe ella que fui quien la fotografió?", piensa—. Ya que esta noche estabas con Héctor, o te olvidas del mensaje que me dejaste antes de irlo a buscar.

—Tienes razón, fui tonta por decir eso. Necesitamos encontrar al asesino ya, solo quedamos tres. —Camina mirando al frente y despacio por la muleta.

—Quiero dejar de investigarlo, te protegeré de lo que sea, pero no soporto más el tema, es peligroso —dice Danna sin el brillo en sus ojos, cosa que Annie comprueba.

—Pensé que me apoyabas en descubrirlo. —Se detiene.

—No quiero que acabes como la chica de la librería, si te quedas en mi casa estarás bien, sea lo que sea, no puede entrar en mi mansión o pasar por sobre mi familia —todo lo dice con una sonrisa.

—No quiero, Danna, no puedo vivir encerrada allí siempre, no como lo haces tú. —Se arrepiente al momento de sus palabras.

—¿Encerrada, qué cosas dices, Ann? —Se ríe y va hasta Annie.

—Nada, solo una tontería, olvídalo —plantea la de cabellos negros y sigue caminado.

Si Danna vive en una jaula de oro, es mejor que no lo viera como una cárcel, al final de cuentas, no es que pueda escapar de ahí, al menos eso piensa la chica.

—Me gusta mi vida, no te preocupes, disfruto cada día de lo que el mundo me ha dado. ¿Por qué me quejaría? —Esta vez no llega a sonreír, solo habla tranquilamente—. No pienses que soy un ser atrapado.

—No lo eres. Tienes razón. —Recuerda las cosas que es capaz de hacer y las que le perdonó. Si no fuera porque la vio Zack esa noche rescatando a aquel niño, la tendría como alguien capaz de matar.

"¿Realmente Danna llegaría a ese extremo?", no sabe, ya que pensar, solo quiere salir de esta incertidumbre que la atormenta.

—Ya casi llegamos, Ann. —Se engancha a su brazo y regresa su alegría—. Vamos a comprar muchas cosas ricas.

—Sí, pero almorcemos fuera, no quiero volver a casa —plantea Annie.

—Así me cuentas cómo te fue anoche —concluye Danna.

Ambas siguen la noche como si nada tenso pudiera haber sido dicho, siguiendo su ley. De todas maneras, si alguna es el asesino o no, no serían capaces de delatar o exponer a la otra.

Al salir del supermercado y ya llegando a su casa, Annie revisa su teléfono. Cambia a la línea de Dévora y se encuentra con veinte llamadas perdidas de Nathaniel y varios mensajes.

Los dos más importante son:

"Guardaré el secreto de esa noche, pero necesito verte, Dev, no puedo con esto..."

"Necesito hablar contigo, estoy en problemas. Te veo en la cabaña quemada, estoy allí."

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