Capítulo 30.2: Juzgar
Llegar y ver a Annie hablar con Violeta no es realmente algo que me alegre el día. Me preocupa bastante el por qué no fue a la escuela, pero supongo que es por su pierna y parece que así fue, ya que tiene un nuevo vendaje.
Les saludo y Annie parece ignorarme. ¿Está molesta? Me cuesta un poco hablar con ella ahora que estamos de vuelta. Siento que lo que pasó fue en parte por dejarme llevar por ese momento. A fin de cuentas tengo mis responsabilidades, si fuera Violeta sola, pero también es por el bebé. ¿Qué demonios estoy haciendo?, me estoy dejando llevar por una adolescente.
Mis pensamientos son interrumpidos por las palabras de mi novia mientras me hace pasar a la casa y cierra la puerta.
—¿Que si quieres salir a cenar hoy? —Me dice ella tras yo pedirle que repita la pregunta.
—Estaría bien, aunque hay algo que quiero hablar contigo —digo revisando el mensaje del teléfono—. Qué extraño, es un video de un número desconocido.
—¿Qué es? —Siento que ella piensa que es algo bueno por la sonrisa en su rostro y es normal, el próximo paso debería ser el matrimonio.
En este punto debe serlo, ya esperamos al bebé. Desgraciadamente, no logro quitarme las palabras de Abraham de la cabeza. ¿Realmente Violeta me ha estado engañando todo este tiempo? Sí, lo admito, cedí también con Annie porque no pongo confianza en esta relación, pero no tiene justificación. Al final también la engañé.
La veo venir y sentarse de frente a mí sobre mis piernas.
—No es una buena noticia. —En la pantalla puedo leer un segundo mensaje "ábrelo si quieres saber quién es tu mujer :)"—. Deja ver esto, dame un segundo.
Coloco una mano entre los dos sujetando el teléfono y con la otra la toma de la cintura para estabilizarla.
Cuando inicia la visualización del video ya presiento que será algo serio por el simple hecho de ver a Abraham y ella en el mismo sitio hablando.
—Héctor, yo te puedo explicar esto —dice ella, pero de fondo suena la voz del hombre.
"—Solo quiero alejar a mi amigo de arpías como tú. ¿Sabe la de veces que le engañaste cuando estaban la otra vez o cuándo te fuiste con el joyero aquel pero no funcionó porque su esposa los pilló en la cama? —Reclama él calmadamente."
—¿Puedes explicarlo? —No me enojo, no logro enojarme, creo que porque he ido perdiendo la fe en las personas y también en ella—. ¿Juras que no me engañaste?
—Lo juro Héctor. —Pone las manos en mis mejillas y tapa mis oídos, luego intenta quitarme el teléfono de las manos.
—¿Cómo te creo? —Pronuncio, pero soy interrumpido por el audio.
"—Es poco, falta aún. Pudiste haber sido más cuidadosa, no dejarte ver en consulta ni venir conmigo tras los celos por una adolescente."
"—Basta, ya llevas tres meses así, no es justo —dice Violeta."
"—La vida no es justa, al final tú quisiste que fuera así. ¿Por qué no buscaste otra persona para la inseminación? —dice él."
—¿Qué fuiste a hacer con él? —Pregunto molesto, pero en un tono bajo, la veo abrir la boca, dudando qué decir. Me preparo para escuchar una mentira, en muchas ocasiones hace eso antes de mentir.
—Fui solo por una amiga, nada que ver con eso que piensas, Héctor, en serio. —Regresa las manos a mi rostro, creo que se rindió en quitarme el móvil.
—Estoy cansado de estas mentiras, Violeta. ¿Puedes al menos decir la verdad? ¿Puedes decir la puta verdad de una vez? —La paro de la silla, no quiero tenerla cerca—. Dímelo, te doy la oportunidad de hablarlo.
Ella se toca el vientre y me mira nerviosa, me duele verla así, pero no puedo dejarlo estar. Lo juro, odio verla mal, son muchos años juntos.
—Héctor, yo quiero sentar cabeza contigo, quiero tener este bebé y ser una familia, una familia feliz. Tal como quisiste tantas veces... —Expone ella.
—Veces que arruinaste —hago énfasis en ese hecho.
—Veces que arruiné, pero ahora de verdad lo quiero hacer bien. —Se acerca y no puedo alejarla, le dejo estar, sin embargo, no avanzo.
—Desde que volviste, has estado con Abraham, ¿cierto? —Agrego cerrando los ojos un segundo, aunque admito que estoy molesto por dentro.
—No, yo nunca he tenido esa clase de relación con él desde que volvimos.
—"¿Ir con él tras los celos de una adolescente?" Habla de Annie. Y es un tema desde que volvimos, antes no había nada como ello.
—¡Tú tienes algo con esa jodida adolescente, confiesa de una vez! —Golpea mi pecho con los puños cerrados mientras clava sus ojos en los míos.
—Yo no tenía nada con ella, Violeta. ¿Cuántas veces te lo voy a repetir? Pero claro, tú nunca me crees, no lo hiciste esa vez y no lo harás ahora. Te perdoné mil cosas y a la mínima te fuiste. —Aguanto sus manos—. Cálmate, no es bueno para el bebé.
—¡Te acusaron de un jodido asesinato! Parecías un loco por lo de tu hermana. —Hace una pausa, parece que pensó algo—. "Tenía", dijiste tenía, Héctor ¿Qué pasó? —Se le empiezan a aguar sus ojos.
—Acaso no pensaste que te necesitaba más que nada en ese momento —respondo a lo primero que dijo, ella lo había dejado estar, pero yo siento que debo soltarlo. Realmente, por una simple acusación perdí todo, amigos, trabajo, familia. Nadie confío en mí. ¿Realmente me pensaron tan mala persona? Tomaba, me dejé caer, es verdad, pero fue porque no sabía cómo llevar su muerte. Ella era mi hermana pequeña después de todo—. La besé, en el campamento, ¿eso quieres saber?, lo hice.
Sentí una fuerte bofetada en mi rostro y vi una ligera curvatura en sus labios.
—¿Cómo pudiste? Es una niña ¿Tiene qué? ¿Diecisiete? ¿Dieciocho años? ¿Y después me recriminas? —Su tono de voz es cada vez más alto.
—Ella no me ha fallado una y otra vez. Realmente no puedo con esto, Violeta, no confío en ti, traté de hacerlo y volver. —Siento su mano contra mi rostro de nuevo, por lo que me detengo un momento—. Traté de hacerlo y volver, pero no dejo de pensar en qué puedes estar acostándote con cualquiera de nuevo.
—¡Yo cambié, en serio!, me estoy centrando en lo nuestro.
—Quería lo nuestro de nuevo por intentar recuperar todo lo que perdí, mi trabajo de maestro, mi hermana, mi familia y mi pareja que eras tú. Pero es que es estúpido ¿Por qué querría un mundo que me dio la espalda cuando más lo necesitaba? Soy un idiota por hacerte perder el tiempo de nuevo. —Otra vez golpea mi rostro, le dejaré hacerlo.
—¡No te atrevas, Héctor Blanco! ¡Tú no me vas a dejar ahora! —Sus palabras ya son gritos. Termino por abrazarla, no sé por qué siento que eso le duele más—. Ahora que tengo al bebé. ¿Ahora que deseo esto vas a quitármelo? —Sigue llorando—. No me hagas esa mierda.
Golpea mi pecho de nuevo para luego apartarme.
—¿Qué quieres que haga? ¿Que me quede contigo y perdone todas tus infidelidades? ¿Que siga a pesar de que ya realmente no siento un sentimiento real? Nunca fui de pensar o creer en cosas como el amor, pero sí en tener confianza con la persona que quiero estar.
—¡Cállate! Tú te besaste con una adolescente —grita otra vez.
—¡Violeta! —Subo la voz—. Tú te estás acostando o te acostaste con Abraham, estando en una relación conmigo, estando conmigo y sabes que era mi mejor amigo.
Ella se calla y acaricia su barriga.
—Este niño, no lo vas a dejar de lado. —Vuelve a acercarse y se seca las lágrimas.
—No lo dejaré de lado, pero ni siquiera sé si es mío. —Me duele verla así, se me está rompiendo el alma con esto.
—Es tuyo, te lo juro, por lo más sagrado. ¡Por Lorena! —Siento sus palabras salir con apuro.
—No te atrevas a jurar en nombre de mi hermana, Violeta. —Pierdo la calma y me atrevo a alzar la voz acercándome a ella.
—Es solo para que veas que hablo en serio.
Me alejo y llevo las manos a mi rostro calmándome, procesando todo.
—Voy a salir a caminar, necesito tomar aire. —Me acerco a ella y pongo la mano en su hombro—. No dejaré de lado al niño. Incluso si no soy su padre, lo cuidaré —fue lo último que digo antes de salir por la puerta, no haré reparos en escucharla.
Logré mantener la calma lo más que pude, pero no quiero seguir allí. Siento una enorme asfixia recorrer mi garganta y la sangre como me arde, lo reconozco, estoy enojado. Tenía mis sospechas sobre sus infidelidades, incluso le perdoné dos en el pasado y ya no puedo con esto, no así.
Salgo del departamento y tomo la moto para largarme al bar más cercano del edificio. Como es de suponer, el ambiente termina siendo de mala muerte y para personas de muy bajos ingresos.
Tomé demasiado, creo que perdí un poco el norte con ello. Pero sentí que todo lo que estaba bien y que por fin recuperaba se está derrumbando, es lo que pasa cuando construyes tu edificio sobre un pantano, nada dura mucho tiempo.
—¿Mal de amores? —Pregunta un hombre de cabellos rojos a mi lado.
—Ojalá fuera solo eso. —Miro el vaso de whisky en mi mano para bajarlo de golpe, como en los viejos tiempos.
—Suele ser lo que pone a las personas así. —Toma también del suyo, pero con más moderación.
—A veces es solo un punto en la hoja, ni que fuera todo. —Apoyo el vaso.
—Te está afectando bastante, llevas ya una botella. ¿Puedes hablar conmigo? Al final puedes desahogarte con un extraño. No diré nada y puedes decir todo, da igual que te juzgue o no. —El hombre pelirrojo bebe de nuevo y me mira.
—Justo eso, estoy cansado de que me juzguen. —Pago la cuenta y me levanto.
—No debes conducir en ese estado. —Recoge mi teléfono de sobre la mesa, voy a agarrarlo, pero es más rápido, sus reflejos están en mejor estado que los míos, ya debilitados por el alcohol.
—¿Marcación rápida? ¿Violeta? —Pregunta revisando los contactos tras haber desbloqueado el móvil con mi rostro.
—No, llama a Annie, debe ser el primero por su inicial. —Vuelvo a sentarme.
—¿Annie Silva? —Dice el hombre antes de seleccionar el número.
—Sí. ¿La conoces? —Levanto una ceja, molesto por ello, no sé ni por qué lo estoy.
—Sí, la conozco. —Va a una esquina a contestar la llamada.
Es lo último que recuerdo antes de caer dormido con la cabeza en la barra.
Cuando abro los ojos puedo ver el rostro pálido con ojos azules y cabello negro que tan bien me sé. Me está llamando y agitando suavemente por la espalda mientras me trata de levantar, pero no puede, noto que se queja del dolor del pie.
—¿Annie? —Digo.
—Héctor, por fin despiertas. —Veo las muletas recostadas a la barra—. ¿Puedes caminar?
—Perdóname, te hice venir. —Llevo mi mano a su cabello y luego a su mejilla, sonreí como un estúpido con esto. No sé por qué lo hago si me estoy disculpando.
—No te preocupes por esto, tenemos que volver a casa. —Ella se voltea al hombre y lo llama por su nombre, Xavier, parece que sí se conocen.
—No quiero volver ahí, Annie. No tengo una casa de verdad. —Las palabras salen de mi boca, pero ni yo las entiendo.
—Héctor. —Se le veía triste ¿Por qué los ojos de ella muestran culpabilidad? No quiero que te sientas así por mí, no seas estúpida. Eso pienso, pero sostengo su mano—. ¿Qué haces?
—Agarrarte para que no te lastimes la otra pierna. —Me inclino hacia ella y le abrazo enterrando la cabeza en su abdomen.
—Todos nos miran —dice apoyando la mano en mi cabello.
—Me da igual, abrázame. —No me muevo.
—No, has trabajado demasiado para tener tu trabajo como para perderlo por culpa mía. —Sus manos se adentran en mi cabello, me gusta el tacto de sus uñas.
—Vamos a casa, a la tuya, por favor. No quiero volver atrás. —Me paro de la mejor manera que puedo apoyándome de la mesa—. No me cargues. No quiero lastimar tu pie.
Yo siento y entiendo lo que digo, sin embargo, dudo que sea de igual manera para los que me escuchan.
—Xavier, ayúdame a llevarlo, por favor.
—Eso pensaba hacer, tengo el auto fuera, los llevo —dice el pelirrojo.
—Vamos a casa, Héctor. —Son las últimas palabras que escucho de Annie antes de cerrar los ojos y apagarme de nuevo.
Recobro la conciencia mientras me baja del auto aquel pelirrojo y Annie va a nuestro lado con las muletas.
—Puedo ponerme en pie, tranquilos. —Me aguanto de la pared, es cierto que me voy un poco hacia el costado, pero puedo estabilizarme—. Subiré yo solo, Xavier —digo su nombre tras escucharlo varias veces.
—Ya a partir de aquí iré a su lado, gracias por todo, en serio, por avisar también —dice ella y me mira preocupada.
—Suban con cuidado. ¿De verdad no quieres que los lleve hasta arriba? —Me está mirando, lo dice por los grados de alcohol que llevo.
—Estoy bien —respondo—, el viaje me dejó refrescar un poco, no daré más problemas.
Aún estoy mareado, pero no tanto.
—Vamos subiendo, Xav, gracias por todo. —Annie me da por la espalda con la muleta y me incita a responder también.
—Gracias —expreso antes de que el hombre se marche.
—Venga, te ayudaría si pudiese apoyar el pie. —Va a ayudarme aún así al verme, pero le aguanto.
—Puedo subir solo.
Me adelanto sosteniéndome de las paredes y a paso lento. Puedo sentir la mirada de ella clavada en mi espalda. Me molesta quedar como un borracho ante sus ojos.
No hablamos todo el recorrido hasta que llegamos a las puertas de nuestras casas y nos miramos por unos segundos. Como no respondo, ella va a llamar a mi apartamento. No quiero volver ahí, quiero quedarme aquí. La abrazo por la espalda y apoyo la cabeza en su hombro. Qué menuda se siente en mis brazos, no puedo evitar hacer una suave presión
—No quiero ir allí, llévame contigo hoy, Annie.
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