Capítulo 3: La persona que siempre te ve
Annie mantiene su vista sobre una joven de unos veinticinco años que corre saliendo del callejón. Un hombre se hace visible desde la oscuridad y toma a la que huía por el brazo, arrastrándola con él.
—No te resistas, sabes que te gusta. —El alcoholizado logra someter a la dama.
—¡Suéltame!
"Demonios... ¿Debería dejar que solo pase?".
No logra aguantarse la molestia e impotencia que siente al presenciar tal acto y se da la vuelta tratando de abrir el balcón, pero parece que le encerraron desde dentro, fuerza un poco el picaporte y no logra abrirlo.
—Esto no tiene ninguna gracia ¡Abran! —Se puede apreciar a varios de sus compañeros riéndose de ella desde dentro. Lo ven como una simple broma—. ¡Detengan la broma, necesito salir! —No se ríe de los borrachos, ni siquiera le ve lo divertido a aquella broma, así que toma una de las sillas del pequeño espacio y la lanza hacia abajo, luego revisa la altura.
"Unos dos metros".
Se para en el límite del balcón y los demás se asustan al verla tratando de tirarse de allí. Tratan de abrir la puerta, pero ya está enganchada de los bordes bajos para descender al suelo dejándose caer. Se hace unos raspones en las rodillas, pero nada grave,
—Auch... —exclama al sentir el impacto, pero se reincorpora para luego mirar a sus amigos que la animan por la caída—. Payasos... —dice bajito para ella misma—: ¡Vayan allí! —les pide señalando desde donde está al callejón, hacia donde va, por si necesita ayuda, y acto seguido se lanza a correr con una de las patas rotas de la silla en la dirección donde vio que aquel hombre se llevaba a la mujer.
Llega al callejón y siente los llantos ahogados de la víctima. Ante esto se detiene y plantea de nuevo el regresar a un lugar seguro, pero no sería justo abandonarla así, por lo que siguió caminando aún cuando le temblaban las piernas. No es un héroe o alguien entrenado, solo una adolescente.
Al avanzar una cuadra llega al final del camino y ve que el hombre tiene el pantalón a la altura de las rodillas mientras abusa de la mujer. La imagen le provocaba náuseas, pero tranca la garganta.
El cómo ahoga los sonidos de la víctima y se aprovecha de su cuerpo sin permiso, le hace hervir la sangre y erizar la piel. Annie camina despacio hasta ellos, le hace señas a la mujer para que no delate su acercamiento furtivo y golpea con todas sus fuerzas en la cabeza al violador. La primera opción es desmayarlo, pero no sale tan bien como esperaba.
—¡¿Pero qué...?! ¡Pequeña perra! —El hombre se abalanza sobre la jovencita para atacarle mientras esta se defiende con el arma que había improvisado.
Los ojos de la muchacha se mueven hacia los de la mujer, pero esta, en vez de apoyarla, aprovecha para huir del sitio. Por la cabeza de Annie solo pasaron pensamientos de arrepentimiento por haberla ayudado, se le olvidó como solían ser las personas que se topaba, egoístas. En ese momento no era una opción comprender que su principal móvil es el instinto de supervivencia, eso haría huir a muchos y no deberían ser juzgados ¿O sí?
Logra golpear de nuevo la frente del hombre, pero no basta, por mucho que lo golpee carece de la fuerza suficiente para hacerle un daño significativo. Cambia sus planes a tratar de huir del lugar o esperar los refuerzos que había pedido a sus amigos, pero esto último parecía no ser una buena opción ante los niveles de alcohol que estos presentaban y sus risas de hienas al marcharse.
—¡Suéltame, idiota! —Grita mientras lo golpea una y otra vez—. ¡¡¡Ayuda!!! —Es lo mejor que puede hacer hasta que recibe un puñetazo en medio del rostro y cae al suelo, lo que aprovecha el hombre para lanzarse sobre ella. Se cubre con los brazos, pero recibe otro golpe en estos y comienza a ver todo borroso. Sus movimientos se vuelven cada vez más torpes. Entiende que no tiene la fuerza para defenderse de aquello, se maldice por su mala suerte, por haber ido a ayudar a esa mujer que no dudó en salir corriendo. Sus ojos se van cerrando lentamente, siente que levanta su vestido de forma brusca mientras las manos sudorosas suben por sus muslos. Deja caer su cabeza y ve borrosa la silueta de alguien que le mira desde el final del pasillo, esto es lo último que aprecian sus ojos antes de perder el conocimiento.
Despierta varias horas más tarde en el callejón. Está en una esquina, sentada contra la pared y el hombre a varios metros de ella sin respirar. Su ropa no llegó a ser completamente retirada, de hecho parece colocada en su posición inicial. No tiene marcas en el rostro de los golpes recibidos que fueran muy notorios, su cuerpo está lleno de sangre y el del hombre presenta el rostro totalmente desfigurado por diferentes contusiones como si de golpes se tratara, lo suficiente para sugerir que está muerto.
—¿Qué pasó...? —Su cuerpo comienza a temblar, se lleva las manos al cabello sin poder parar y cierra los ojos, esperando que desaparezca la escena como por arte de magia—. No... No... No... —Se para con dificultad y trata de recoger todas sus cosas—. Debo... Debo salir de aquí.
Por su cabeza pasa la imagen de la silueta que vio antes de desmayarse mientras abandonaba el lugar por donde pasaba.
Annie aprovecha la oscuridad para ir corriendo a su casa, evita todos los barrios conocidos que puede. Con el miedo, la ansiedad, todo, se le olvida que anda descalza, no logra comprender nada de lo que está pasando. Los recuerdos de anoche parecen sacados de una pesadilla.
Corre por las calles evitando cualquier persona que pueda verla, esto no era difícil debido a la poca actividad nocturna que suele haber en Varenchya. Su respiración agitada es casi tan fuerte como sus pasos. Sus pies se llenan de varios raspones mientras limpia la sangre que baja por su nariz sin dejar de avanzar. El shock y miedo no le permiten siquiera llorar.
Comienza a subir las escaleras de su edificio a toda velocidad, rezando porque su padre ya hubiese abandonado la casa. Llega hasta el piso correspondiente a su pequeña morada, el quinto exactamente, y nota a un hombre sin camisa fumando mientras mira hacia el exterior por la ventana.
—¿Por qué llegaste corriendo? ¿Estás bien? —Porta el cabello mojado y las gotas caen por su cuello, dando una imagen que, si no fuese por la tensión del momento, podría derretir a la jovencita.
—Héctor... —Cuando lo ve se deja caer al suelo como volviendo a la realidad—. Te lo juro... Yo no hice nada.
Con la cercanía y la luz del pasillo, el hombre puede apreciar mejor los detalles en la ropa de la chica que hasta ahora ella misma había ignorado: la falda desgarrada, el vestido azul con manchas rojizas por todos lados, las manos teñidas de rojo, el rostro igual, los ojos con rastros de querer llorar, el cabello desarreglado, maquillaje completamente imperfecto.
—Annie... —Se acerca a ella y se maldice por no llevar un abrigo en ese momento —. ¿Quién te hizo esto? —la chica no consigue cambiar su diálogo, lo único que sale de su garganta son sollozos y negaciones sobre que la culpa la tuviese ella.
—Héctor... Dime que estoy soñando... Yo...Yo de verdad...No fui, yo no hice eso...Por favor, créeme...Yo no haría eso. —Héctor la ayuda a pararse y trata de calmarle. Duda si tocarle o no por lo aterrada que luce.
—Te creo, tú no eres capaz de una cosa así, te conozco hace años, tú no harías nada malo. —¿Realmente él la conoce? Es decir, aún no tiene idea de que se escapa por las noches a bailar al club nocturno más popular de la ciudad, aún no sabe siquiera las cosas que pasan por su cabeza, pero a diferencia de muchos, sabe que ella no es feliz.
Él se queda unos minutos cuidándola en el pasillo, se asegura de que ningún curioso les vea y mira a segundos la puerta de su departamento como esperando que no se abra.
—Annie —rompe el silencio —te llevaré a casa...Tranquila, él ya se fue, ¿Dónde tienes la llave?
La chica mantiene la cabeza apoyada en el pecho del hombre, con la mente en otro sitio. No levanta la mirada, tiene los ojos cerrados y no logra abrir los brazos para corresponder el abrazo. Ni siquiera sabe qué pensar, sigue temblando.
"¿Quién fue esa extraña sombra? ¿Por qué no me mató a mí también? ¿Por qué parecía que se divirtió atacando ese cuerpo? ¿Por qué me pasan siempre cosas que derrumbarían a cualquiera?", piensa la pobre alma.
—Están en el bolso... —dice con la voz apagada.
Él toma la llave y abre la puerta de la casa para luego volver a por ella. La carga, ya que no responden sus piernas aún y termina por dejarla en el sofá.
—Tranquila, voy a calentar agua para que puedas darte un baño...Debes de quererlo. —Annie, al ver que se atreve a alejarse de ella, le sujeta fuertemente de la muñeca—. No te vayas... No te alejes de mí, no quiero estar sola, por favor —súplica nerviosa.
—Solo iba a calentar el agua, no dejaré la casa, ahora estás segura —¿Realmente lo estaba? ¿De qué debía cuidarla exactamente?
—Sé que debes volver... —Levanta la vista observándolo. Cubre con una de las almohadas del sofá la parte más íntima que deja ver de su cuerpo, cosa que el hombre ignoró por respeto, evitando mirar—. Que estás ocupado...pero por favor, no te vayas hoy, hoy no... —No deja ir la mano ni un segundo, se puede sentir aún el temblor de su piel.
Héctor es consciente de los problemas que le puede traer para su relación el quedarse ahí, pero no se plantea el negarse a esa petición, el estado de la joven no es el mejor, la carga mental debe ser mucha y su apego por ella es incluso mayor.
—Me quedaré, solo dame un momento para avisarle.
—Héctor... —Se queda en silencio y agacha la cabeza de nuevo—. Lo siento.
—Annie, tú no tienes la culpa. —Lleva la mano libre a la cabeza de ella, por un momento parece una pequeña mascota recibiendo mimos de su dueño, pero incluso si fuese así, para ella eso no está mal.
—Te espero. —Sube la mano hacia la de él para entrelazar sus dedos y la lleva hasta su mejilla, sintiendo la caricia, en ese momento Héctor aparta la mirada de ella, y retira la mano. La sensación no se va, los dedos cálidos del hombre, por fugaz que fueran, derritió los helados dedos de Annie.
—Pondré a calentar el agua y luego iré a mi departamento...Eso solo tomará unos minutos ¿Está bien? —La retirada de su mano fue algo que no esperaba ¿Tal vez se había pasado?
—Sí, te espero, no tardes.
Héctor se aparta de la joven y va al baño para adecuarlo para su uso, pero no dejó mucho tiempo entre eso y su partida a la vivienda del frente.
—Espero que no me relacionen... ¿Y si creen que lo maté? —Abraza el cojín unos minutos en lo que espera—. ¿Tú me odias? —Palabras sin lógica para los que pudieran oírla salen de sus labios, pero para ella tiene todo el sentido del mundo —Ya no están, ayúdame, por favor.
Lleva las manos hacia los sitios donde había recibido partes de los golpes y voltea el rostro para ver su reflejo en el cristal de la ventana. Si no fuese por las manchas de sangre en su ropa, nada podría decirle que lo que vivió no fue una pesadilla, su cuerpo no porta heridas notorias.
Cuando se levanta del sofá, pisa la botella medio llena de su padre y cae al suelo al resbalar. Se queda mirándola rodar y derramar parte del líquido que tenía dentro. Luego de varias luchas internas, pero tal vez no tantas, se levanta a tomarla y permite que un buche descienda por su garganta mientras emprende su caminar hacia el baño. Revisa la hora con la mirada, son las tres de la mañana, otra noche casi sin dormir, ya los doctores le habían dicho que no era bueno para su condición.
—¿Qué más da si bebo? ¿Qué más da si muero hoy? —Se deja llevar por sus pensamientos hasta que el rostro de un chico muy similar a ella pasa por su mente y empieza a llorar.
En el baño apaga el calentador que había encendido Héctor y comienza a quitar la ropa manchada de sangre que viste hasta quedar completamente desnuda bajo la ducha. Aun así, no suelta la botella de alcohol hasta que vacía su contenido dejándola en la basura. Pone su teléfono con varias canciones de "Blackbriar", esa voz fina y con letras algo góticas de la vocalista llenan lo que bebió de su alma.
Sale del baño y vuelve al sofá, como si hubiese guardado la partida donde perdió de vista a aquel hombre por última vez. Por desgracia este no volvía y poco a poco va perdiendo el conocimiento hasta quedar dormida. Pudo ver la hora en el reloj por última vez esta madrugada, las cinco de la mañana.
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