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Capítulo 24: Las letras blancas

Annie mira los nombres de las víctimas en los post-its amarillos, están escritos cuatro en estos. Las únicas coincidencias entre ellas son los ojos, todos azules, a excepción de su madrastra, aunque al final fue una víctima inesperada, ¿por qué tanto afán con ese color? Algo debe tener, algo significa, ¿pero qué?

—¿Le recordará a alguien los ojos azules? —Se pregunta a sí misma, observando las líneas de nombres a los lugares de la ciudad junto a las partes del cuerpo que les faltaban.

Todavía no tiene sospechosos claros, cuenta con todos los que están a su alrededor. Solo sabe que es alguien con acceso al parque, a la familia de Antonio, a ella, a la pastelería junto a la comisaría y al mini cine. Estos son los puntos de las tres víctimas. Mira una y otra vez las notas que tiene colgada en la pared tratando de encontrar algo, la mayoría de pistas que tiene son circunstanciales y descartes, existen demasiadas personas en el pueblo como para definir una.

Primeramente, sospecha de todos y cada uno de los habitantes de su edificio, Héctor no fue una excepción hasta que convivió la noche del asalto con ella, y que si realmente quisiera sus ojos la hubiera matado hace tiempo, también sabía que no estaba en su casa esa noche como para haber cometido un error.

De segundo trata de pensar el por qué. ¿Qué quiere lograr el asesino con esto? ¿Qué busca? ¿Hasta qué punto le satisface y qué le provoca?

—¿Quieres que te lo explique yo? —Annie mira al espejo y está Zack jugando cartas con Anastasia.

—¿Qué están haciendo ahí? —Dice la chica apartando la vista hacia el espejo.

—Siempre estamos aquí, ¿no es cierto, mamá? —Dice Zack sin dejar de mirar las cartas, las cuales están difuminadas, como si el juego no tuviese sentido, solo es un escenario que interpretan en su cabeza.

—Claro hijo mío. —Acaricia los cabellos de Zack como una buena madre, todo esto tiene lugar dentro del espejo o quizás en la mente de Annie.

Zack y Anastasia, a diferencia de Dévora, no lucen igual a su portadora. El primero es mayor que Annie en tamaño, de piel pálida y ojos negros, sus rasgos parecen los de ella llevados al sexo masculino, como si se tratara de un perfecto hermano mayor. En cambio, Anastasia porta exactamente las mismas características físicas de la madre de "ambos", la misma mujer que murió hacía años.

—Ustedes no saben quién es, no se metan en ello. —Apoya Dévora las manos en la mesa donde juegan.

—Dévora, siempre nos aguas la fiesta, solo queremos ayudar a nuestra pequeña, somos una familia feliz —dice Anastasia.

Annie solo ve la imagen y se muerde las uñas.

—Cierto, debo ir a por la medicación —les dice.

—Hermanita, si vas nos harás más difícil salir, nos extrañarás. Además, todos te lastimarán si no estoy presente, yo solo te protejo. —Para decir esto, Zack deja de ver las cartas en blanco y mira a Annie, se levanta de la silla y se acerca al espejo colocando la mano en el lado interior del cristal, pero Dévora le aguanta por la muñeca.

—Lo mejor es que vayas a por las pastillas, y recuerda la cita con la doctora García, tenían que verse al regresar para el diagnóstico —dice la rubia.

—¿Para qué la va a ver? Si va a mentir, una y otra vez. —Zack se empieza a reír—. Al final, nada de lo que ocurre en el mundo de los espejos vas a poder contarlo, porque nadie te va a aceptar. Hermanita mía, ven con nosotros.

La respiración de Annie se acelera, toma su bolso y sale de la habitación con un portazo, ya que desgraciadamente le cree. ¿Quién sería capaz de aceptar a alguien tan rota y llena de maldad? ¿Quién se quedaría a su lado si se sabe la verdad? Es mejor ocultarlo todo.

La chica se marcha a prisa de su casa con la receta en mano estrujada por el nervio. Siente que todos la miran, aunque pudiera no ser así, avanza con la mayor prisa que puede mirando a los lados, tratando de que no le vea mucha gente.

Sin embargo, en uno de esos movimientos de cabeza hacia detrás, casi choca con un póster de luz, pero en su lugar lo hace en una superficie blanda, la mano de Xavier.

—Cuidado, vas muy rápido. —Retira la mano, esta ya porta un nuevo tatuaje. Tiene el gusto de poner el nombre de escritores en su cuerpo, ahora es el de Lovecraft.

—¿Eh? Nada, es que ando un poco despistada, es todo, acabo de llegar del campo y demás, también que robaron la casa, solo eso. —Habla, fingiendo normalidad, descuidadamente le quita mucho peso a sucesos negativos, al final un robo no es algo que pase cotidianamente.

—Vaya, andaría peor incluso, es bueno que lo lleves así. ¿Cómo sigue tu padre? Está circulando la noticia por el barrio últimamente, la de su accidente. —Pueblo pequeño, infierno grande.

"Annie, no necesita comprarlas, ven con nosotros; sabes que nos necesitas, somos tu familia", escucha la chica en su cabeza y no le responde a Xavier.

—¿Annie? ¿Estás bien? —Dice el hombre ajustando sus gafas, parece todo un ratón de bibliotecas, incluso la tinta en su piel da a entender eso.

—Sí, perdón, es solo que...estoy un poco ida. Mejor me voy, no te demoro más. —Le pasa por el lado buscando la farmacia lo más rápido que puede, es como si mientras menos le faltara para llegar, más ansiedad le diera. Debe salir ya de la presencia de Zack, necesita esa medicación, desea mantener lo más normal posible su vida.

Xavier se le queda viendo marchar, pero no le dice nada, siendo sincero, no le interesa tanto como para detenerla, ¿Para qué ser hipócrita?

Annie arriba a la farmacia y pide su medicamento, hasta el último momento Zack se refleja en el cristal de la tienda yendo a su paso mientras mantiene la mirada sonriente.

A la chica no le da tiempo a la tendera a terminar de cobrarle cuando se toma la pastilla usando, para deslizarla por su garganta, solo la saliva. Observa el vidrio por unos diez minutos, lo cual desconcierta a la vendedora, hasta que desaparece el otro reflejo y queda el que debería tener cada persona, su propio rostro sin desfases.

—Oh, por Dios... —Se pone la mano en el pecho y camina hacia la consulta de su doctora, según el tiempo de camino llegaría unos cinco minutos tarde, pero era necesario parar a por su medicación.

—Annie, bienvenida. —Ella siempre le habla por su nombre, la chica supone que quiere lograr una mayor intimidad sobre ella, pero jamás le devuelve la llamada de esa forma, solo le dice: doctora García.

—Buenas tardes, perdón por llegar con retraso, tuve problemas en casa con un robo —explica mientras se adentra en la consulta, sus ojos se van al ramo de orquídeas que está sobre la mesa, le resulta llamativo, ese florero siempre portó flores sintéticas—. ¿Un regalo?

—Sí, las dejó ayer un paciente, fue un bonito gesto de su parte. —Hace una pausa y vuelve a su asiento—. Ven, toma el tuyo. —Recoge su cuaderno de apuntes—. Dime, ¿cómo te fue tu cumpleaños? Recuerda decirme la verdad si realmente quieres avanzar en esto.

—Puedo decir que bien, ese hombre, Héctor, me invitó a una cita, pero también creo que una compañera de clases descubrió mi condición —dice sentándose en la silla.

—No es nada de lo que avergonzarse, ¿lo sabes? —Toma varios apuntes.

—Lo sé, bueno, no realmente, creo que no me van a aceptar así. —Siente el cuerpo cansado, tiene cierta somnolencia por la medicación.

—Por lo que veo has tomado bien la medicina, aunque fuera de horario, debes respetarlos. Bueno, puedes hablar con ella, de cualquier manera no es un tema que pueda compartir a la ligera esa compañera. —Se refiere a ella de la misma forma que lo hizo Annie.

—Eso creo, doctora García.

—Trata de no hacerlo tu centro de atención, céntrate en lo positivo, has tenido un buen avance estos días, dejaste de tratar con tus personalidades en el exterior. ¿O han vuelto?

Mantuvo la vista en ella—. No, solo se quedan en el espejo, Dévora me cuida.

—Eso está bien, pero debes hacerlo tú también, no depender solo de ella.

—Entiendo doctora, lo tendré en cuenta —se limita a responder solo lo que le pregunta.

—Puedes contarme abiertamente sobre tu experiencia, cómo estás llevando todo.

—Bueno, realmente me he esforzado por mejorar, pero me cuesta un poco, sobre todo el contarle a los demás, no me siento lista para ello, menos ahora que están más cerca. Por fin tengo un pequeño grupo de conocidos. —Juega con sus dedos, algo que suele hacer cuando está nerviosa levemente.

La vista de la mujer va a las manos de su paciente un segundo y regresan a sus ojos—. No tienes que contarles si no te sientes lista, puedes traerles y lo hablan conmigo delante, puedo hacer de mediadora.

—No, no creo, si pierdo a Danna o a Héctor...ceo que preferiría no existir —agrega la muchacha, reclinado su cabeza hacia el techo.

—Debes evitar la dependencia, no es correcto depositar todos tus deseos de vivir en otras personas. —Toma nota.

—Usted lo entendería, al final vio buena parte de mi proceso —dice suavemente.

—No llega a ser una justificación —apunta la doctora.

—Sí desea a otra "yo" puedo dársela. Al final esta voy a ser siempre, Dévora podría hacerlo mejor. —Cierra los ojos ante la luz de la lámpara directamente en sus pupilas.

—No es la idea, es que logres salir tú adelante. No Dévora Novikova, sino Annie Silva.

—¿Por qué? No me responda. Por ahora quiero hacerlo bien, los tengo a ellos, mientras sea así no dejaré el cuerpo, no se preocupe. —Abre los ojos y le mira fijamente.

—Debes tener cuidado con esas relaciones. —Hace otra anotación—. ¿El hombre no tenía pareja?

—La dejará por mí —expresa sin sonreír la adolescente.

—¿Estás segura?

—Héctor no me mentiría. Confío en él, normalmente cuando escucho "Kindle calm me down" pienso en él.

La doctora no insiste en ello y salta a otro punto—. ¿Y el tema de las notas con las sonrisas?

Annie decide mentir—. Se detuvieron de la nada.

Aceptar que es ella, más específicamente Zack, es quedar como sospechosa de la desaparición de los cuerpos y demás.

La doctora es creyente de que es algo de la imaginación de la muchacha, así que sigue por esa línea sin dejarle de prestar atención.

—Si regresan, házmelo saber, todo dato es importante. —En ese momento tocan la puerta—. Dame un segundo.

La mujer se levanta, dejando la agenda cerrada sobre la mesa y va a atender el llamado.

Annie aprovecha para buscar en la libreta las anotaciones sobre su consulta, pero la página se abre en la de otro paciente, "Héctor Blanco".

—¿Qué? —Dice bajito y sigue leyendo los nombres, tira foto a la página de su interés amoroso y continúa con las demás. Ella cree fervientemente que el asesino no está bien de la cabeza y alguna vez en su vida debía haber puesto los pies en el psicólogo.

—No, yo no encargué pizza, puede ponerla ahí, igual se la pagaré, pero fue un error —explica la doctora García y toma al pedido. Claramente, no lo esperaba, es algo que había organizado su paciente para poder tomar las fotos de su agenda—. Annie, ya está, fue un equivocado. ¿Dónde estábamos?

La chica se acomoda en su asiento y sigue la consulta con la mayor naturalidad del mundo, pero sin dejar de pensar en los nombres de la agenda, principalmente en "ese".

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