Capítulo 22.3: Feliz noche de cumpleaños
Annie y Héctor terminan de cenar entre risas y recuerdos, los cuales no duelen gracias al apoyo que se dan entre ellos.
—Estuvo delicioso, realmente no puedo creer que Danna hiciera esto o lo preparara —dice la chica.
—Parece que piensa mucho en ti, me habló en la tarde luego de dejarte en tu habitación, me dijo que sería algo por tu cumpleaños, aunque creo que inicialmente tenía pensado venir ella acá o algo así.
—Puede ser, es que hoy fue que le hablé de mi interés en ti, bueno, lo vio en la plática del bosque. —Se levanta de la silla para caminar a la par que lo hace él y el mayordomo se dispone a recoger la mesa.
—Creo que Carlota también se dio cuenta de que podríamos tener algo. —Se decide a decir.
—Carlota sí, lo sabe, dejo hablar con ella luego —Hace una pausa y le mira a los ojos tras procesar lo que él dijo—. ¿Podríamos tener algo?
—Ahora no, en este momento no. —Pero contradice sus propias palabras tomando la mano de la chica.
Corresponde el agarre mientras piensa en qué debe hacer referente a la situación de Carlota, ya que con abrir la boca y ser creída sería capaz de arruinar mucho de lo que había construido con dificultad.
—¿A qué hora debemos volver? —Expresa Annie, llegando a la piscina de la parte trasera de la casa. Esta es cuadrada, de forma sencilla e iluminada por varios focos con formas de flores.
—Son las diez de la noche, así que aún quedan dos horas más o menos. Debemos salir antes de las doce para llegar con calma a los dormitorios sin que regresen los demás.
—Tenemos tiempo entonces. —Suelta la mano de Héctor y comienza a quitarse el vestido dejando ver su ropa interior de color negro, esto la hace parecer más pálida.
Se logra ver a detalle varias heridas cicatrizadas en su piel, como las tres peculiares de la espalda. Cuando ella baila mostrando de más mientras es Dévora, suele cubrirlas con maquillaje.
—Annie, cúbrete. —Mira a otro lado.
—Imagínatelo como si fuera un simple traje de baño. —No aparta la mirada de él—. ¿O es que te molestan las marcas?
—¿Marcas? —Regresa la vista hacia ella para observar las cicatrices expuestas—. No, ellas no me molestan, es que estás enseñando todo.
—No tiene nada de malo entonces. —Se lanza al agua para salir luego deslizando las manos por su cabello, dejando despejado el camino recto hacia sus fríos ojos azules—. Ven, no haré nada malo, ni que tú no quieras, solo deseo disfrutar un poco mi cumpleaños.
Héctor deja salir un suspiro, pero termina accediendo a su petición. Comienza a retirar su traje empezando desde la corbata para pasar al resto. Se queda expuesto su cuerpo, solo cubierto por el bóxer que trae de color gris. Annie no aparta la vista de él mientras entra junto con ella.
—Hacía años no me bañaba en una piscina. —El agua a ella le llega al pecho.
—Yo igual, aunque me gustaba más el mar, donde vivía antes estaba cerca —comenta él y se para delante de ella por poco espacio.
—Nunca he visto el mar ¿Es como en las películas? —Su voz está calmada, aún así no deja de ver los labios de Héctor.
—Es mejor, tal vez deberíamos ir un día, te gustará nadar ahí. —Nota dónde está la mirada de la chica y suspira levemente.
—Tendrás que enseñarme, porque no sé. —Se encoge de hombros.
—Tendríamos tiempo, supongo que podría enseñarte, no es difícil. —Camina hasta la espalda de ella—. Ven, te ayudaré a flotar.
—¿Eh? ¿Cómo? —Levanta la cabeza mirando hacia detrás en diagonal para seguir su rostro.
—Ven, acuéstate. —Coloca una mano en su espalda cerca de la nuca y otra en su cintura baja—. No te vas a hundir, tranquila.
—Está bien, pero no me sueltes, ¿vale? —Levanta una de las piernas del suelo y se recuesta, no es hasta que siente bien la presencia de su soporte que se atreve a levantar el segundo pie.
—Relájate, estás tensa. —Le dedica una sonrisa—. No te vas a hundir, confía en mí, no hables.
Annie dirige la vista a él un momento y sonríe, luego trata de relajar el cuerpo abriendo un poco los brazos y disfrutando esa sensación tan parecida a volar. Se desvía al cielo centrándose en la luna que asoma tan radiante. No puede evitar curvar sus labios para bien y cerrar los ojos, dejándose disfrutar de la tranquilidad.
Se siente bien, en paz. Tiene mil y un problema interno a la par que no ha podido toparse con el asesino de su madrastra aún, tantas cosas que solucionar y por un segundo se esfuma.
"Annie", la voz de Zack pasa por su cabeza. "Estás dejando pasar el tiempo, déjame terminar lo que empecé", la chica pierde el equilibrio sumado a la respiración agitada y comienza a patalear sintiendo que se ahoga.
—Calma, calma, Annie, no he quitado las manos, tranquila. —Héctor la acerca a él al ver su estado, pero ella se reincorpora de golpe.
—Yo...yo estoy bien. —Lo abraza.
—¿Qué sucedió? —No quita las manos de su espalda, logra sentir con los dedos la presencia de esas tres cicatrices y no pregunta.
—Yo no puedo hablar, fue solo que me dolió la pierna, sí, fue eso. —Pega la frente al pecho de él.
—Sea lo que sea no está, calma. —Acaricia su cabeza.
—Héctor, entiendo ahora por qué Dios me odia —dice levantando la vista, se le nota la preocupación en los ojos.
—Dios no te odia, nadie tiene que juzgarte. Ey. —Sube las manos al rostro de ella forzándola a mirarlo—. Tampoco te mereces lo que pasa, nunca te creas eso, da igual qué te digan.
—Me lo merezco todo, debieron golpearme más. Héctor, soy un monstruo...lo soy. —Comienza a llorar y muerde sus labios para no hacer ruido, en el fondo siente que ni eso merece.
—No lo eres Annie. —Esos pensamientos en la chica levantan sus señales de alarma, por la mente del hombre solo pasa la posibilidad de que ella se atreviera a terminar con su propia vida por este pensamiento y no soportaría que se repitiera ese infierno—. Nadie tiene derecho a golpearte, ni a dañarte, es culpa de esas personas. Incluso si hicieras algo malo. —Besa la frente de ella—. Los humanos siempre son egoístas, no esperes encontrar uno completamente bueno, uno que no esté manchado, querida. Solamente sé feliz como sientas que debes serlo.
Se decide a hablar aún con el miedo—. No, tú eres bueno.
—Yo soy humano, yo también me equivoco. —Baja una de sus manos a la cadera de la chica y la acerca más a su cuerpo, pueden sentir la piel del otro sin nada en medio—. Me he equivocado muchas veces.
—Siempre has hecho lo mejor que puedes, te veo esforzarte. —Su corazón se agita, la presencia le hace distraerse.
—¿Crees que estoy haciendo bien? —Acerca el rostro hacia ella quedando a un centímetro, pueden sentir sus respiraciones—. Tengo una pequeña obsesión contigo donde necesito inexplicablemente que seas feliz y no te toquen o me molesto, aunque sé cómo empezó.
Cambia la vista hacia sus labios y luego la sube a sus ojos—. Eso es porque te recordaba a alguien especial para ti, solo eso...
—Sí, así empezó, pero eso no quita que tengas dieciocho años y me lleves a este punto, haciéndome dudar de dejar todo, joder. Te veía como una niña, esto no puede ser.
—Ya no soy una niña, Héctor, he crecido. —Roza sus labios y puede sentir como la mano del hombre aumenta el agarre en su cintura—. No haces nada malo. —Abre un poco la boca, es demasiado tentadora esa cercanía.
—Debemos esperar, espera a que hable todo primero. No quiero que si empezamos algo quede como un engaño. —Se nota el esfuerzo que hace por no besarla.
—A mí no me interesa. No me pidas que me controle, no puedo y tú tampoco —agrega lo último al sentir algo duro pegado a su vientre.
—Hagamos esto bien, Annie. —Con lo que queda de su fuerza de voluntad baja la cabeza hasta el cuello de ella y apoya la frente ahí sin soltarle.
—¿Es normal que esto me haga feliz? —Dice ella, llevando la mano a la cabeza de él, acariciándole.
—Si lo hago quiero que sea bien, no te mereces que inicie así. —Deja un beso en su cuello en su intento de controlarse.
—Me gusta sentir tu cuerpo así, cerca del mío, Héctor. Si pruebo este cielo te juro que no lo voy a soltar, nada en este mundo me hará soltarlo, ni la culpa, ni lo que deba hacer.
—Lo mejor será que salgamos del agua. —Sigue sin soltarla y hablando en su cuello, la presencia de su miembro no disminuye.
—Se siente tan bien saber que estás así por mí. —Sus palabras salen a modo de susurros.
—Me lo estás poniendo difícil —responde el hombre.
—Solo tienes que separarte, pero no quieres. Si no eres capaz de hacerlo, no esperes que yo lo haga, porque no desaprovecharé ni la mínima oportunidad que tenga. —Sonríe de manera juguetona y zafa el abrazo para soltar su sostén en la espalda dejándolo caer.
—Annie, por Dios, no hagas esto más difícil para mí.
—Solo es difícil porque no cedes. —Pega sus pechos a él, volviendo a cubrir su espalda —Héctor, por favor, bésame.
El hombre comienza un camino de mordidas por su cuello hasta su boca para llegar a un beso pasional. Toma los muslos de Annie con sus manos sin aumentar la distancia en sus labios y ella rodea con las piernas su cintura. Los pechos expuestos de la chica son demasiado tentadores para él, por lo que lleva una de sus manos hacia estos y lo acaricia. Sin embargo, la mezcla de excitación y deseo es rota por el sonido del teléfono celular del hombre, lo que hace que se rompa la cercanía entre ellos y él se aparte de golpe.
—Vamos fuera...perdona por esto.
—Héctor, no tienes que parar. —Va a acercarse a él.
—No —dice de forma rotunda—. No quiero empezar esto así contigo, no mientras tenga pareja.
Él se apresura para salir del agua, sin haber realmente disminuido la excitación en su cuerpo.
Annie hace silencio y se cubre los pechos con una mano mientras le observa. No es capaz de entender por qué lo hace, sin embargo, piensa que él tendría sus motivos. Se decide a salir de la piscina y toma su ropa para vestirse a pesar de mojarla un poco por la humedad de la ropa interior.
Se le nota preocupada ante el rechazo de Héctor de acceder a su cuerpo; según las experiencias e historias de Dévora, no se podían resistir a este tipo de cosas los hombres, lo que le hizo regañarla varias veces, y es consciente de que él se siente atraído.
Héctor revisa la pantalla del teléfono y deja estar la llamada, es Violeta, pero no se atreve a contestar en este momento. Va donde Annie, que está sentada en la silla, pensativa, y se agacha delante de ella.
—¿Por qué tienes esa cara?
—No lo entiendo, deberías haber aceptado...
Héctor deja escapar un suspiro ante la situación.
—Tienes razón, ya hice mal, pero no quiere decir que deba seguir, y tampoco que esté bien para ti. Si un idiota se te acerca estando en una relación a aprovecharse de ti, le golpearías con fuerza, así que trato de evitar ser ese idiota. —Toma la mano de ella y le mira a los ojos desde abajo.
—¿Es una forma de cuidarme? ¿O algo así?
—Me estoy esforzando por respetarte. —Se levanta—. Volvamos al campamento, será mejor que no se haga más tarde.
—Héctor, tú...¿Realmente dejarías a tu pareja por mí? —El miedo la come al decir esto.
Él demora un momento en responder, pero se decide, siente que le debe esa explicación.
—Antes de Violeta volver conmigo estuvo con alguien más, un viejo amigo de ambos, él vino a hablarme y me contó algunas cosas. Puede que ese niño sea o no mío, pero si lo es, quiero cuidarlo, por eso las discusiones, ella niega que tuvo algo con él mientras estábamos juntos y él lo confirma. No sabría a quién creerle.
—¿Tú no amas a Violeta y te atas ya por ese bebé? Creo que lo que tienes con ella es que extrañas algunas cosas de tu vieja vida y te atas. —Lleva la mano a la mejilla de él.
—Tal vez... Pero no quiere decir que vaya a dejar al pequeño... —Ya no puede volver a su vieja vida y en el fondo lo sabe, al final, poco a poco sería parte de ese edificio, y la guía es la muchacha que tiene delante.
—Héctor ¿Todo lo que te separa de mí es ese bebé? —Annie sonríe levemente.
—Sí, hasta que no sepa la verdad no quiero meter más la pata.
El "sí" resuena de forma fuerte en su cabeza junto a las palabras de Zack: "Solo déjame hacerlo, Annie, y enterraré el cuerpo de esa mujer junto a los otros tres cadáveres, mamá cuidará sus descansos".
—Todo estará bien,Héctor —dice con suma tranquilidad—: todo va a salir bien.
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