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Capítulo 22.2: Feliz noche de cumpleaños

Danna se dirige al campamento con su habitual sonrisa y lo primero que hace es buscar a Carlota con la mirada. El sitio se encuentra decorado por cuatro hogueras y la música nace desde una bocina portátil que había traído Cristian. Algunos andan con sus vasos en la mano y hablando de trivialidades, otros bailan y el resto cuenta historias en las fogatas.

"¿No se atrevió a venir? Oh, ahí está", piensa luego de verla hablando con otras dos chicas y se acerca al grupo con alegría mientras escucha su conversación.

—Está loca en serio, me tomó por el cuello. —Se nota la molestia en su voz.

—¿No estás exagerando? No tiene por qué hacer eso, además, siempre ha tenido buena fama en la escuela, Carli —responde una de cabellos castaños y cortos.

Parecía estar contando lo sucedido en la tarde hasta que siente una mano en su hombro, la de Danna.

—Presidenta Carlota, ¿puedo hablar contigo un momento? Tengo una duda sobre algo y solo usted me puede aclarar ello, por favor. —Pone una mirada triste.

"¿Ella sabe el monstruo que tiene por amiga? Pobrecita, con lo inocente que es", son las palabras que cruzan por su mente antes de hablar.

—Está bien, de todas maneras es mejor que hable contigo antes de que estés en peligro.

—Deja eso Carli, la vas a asustar, no riegues esas cosas —dice la amiga de Carlota.

—No, no estoy bromeando, ¡de verdad! —llevaba todo el día hablando de lo que había ocurrido, pero es demasiado extraño para ser creído.

—Presidenta, es urgente. —Le mira sonriendo y con su usual brillo en los ojos.

—Luego vengo, chicas. —Se aparta del lugar con Danna, la cual se asegura de que no hayan oyentes en su conversación.

—¿Puedes decirme lo que pasó? Estoy preocupada —dice Danna en voz baja, dejando ver en su rostro las palabras que salen.

—Escúchame, pero tienes que creerme, tu amiga está loca, ella me tomó por el cuello y levantó solo porque le dije que se alejara de alguien, incluso amenazó con matarme, parecía fuera de sí —expone la chica tomando a Danna, alertándole.

—¿Hizo eso? —Se nota preocupada—. Pero Ann es un amor. —Se lleva la mano a la mejilla y luego a sus labios.


—Por tu bien, aléjate de ella, puede que te haga algo malo, no me sorprendería que fuera el asesino que anda despellejando gente. Su mirada... —Hace una pausa—: Su mirada no era normal.

—¿Eso crees...? —La chica deja ver preocupación.

—Sí, hago esto para alertarte. —Enseña las marcas de su cuello—. Tiré fotos, iré luego a denunciarle.

Danna pone la mano sobre la muñeca de Carlota y empieza a sonreír suavemente.

—No hagas eso —comenta la de los ojos esmeraldas.

—¿Tú has escuchado lo que he dicho?

—Sí. —Mantiene la sonrisa.

—¿No te da miedo?

–No. —Le empieza a inquietar a la otra chica—. ¿Qué clase de amiga sería si no la conociera bien? Las amigas deben saber todo de la otra, aunque en eso estamos trabajando. Aun así, estás desvariando, Carlota. —La sonrisa dulce ahora repugna un poco.

—No sabes nada Danna, estoy hablando en serio. —Cruza los brazos.

—Yo también y no dirás nada de lo que viste de ella, o lo que crees que viste. —La sonrisa amable da escalofríos a la piel de Carlota.

—No eres nadie para obligarme —responde la amenazada.

—Al contrario, sí soy, soy una Karlsson y su completa heredera, actualmente estoy administrando el centro comercial donde trabajan tus padres —expone con alegría, pero dejando ver el objetivo.

—¿Estás bromeando? —Se le notaba molesta.

—¡Claro que sí! Es solo una broma y lo seguirá siendo mientras ignores este tema que has imaginado, además, también la escuela y tu casa pertenecen a mi familia. —Junta sus manos—: y porque será lo mejor para todos, lo mejor para el futuro de tu sangre y tuyo, me aseguraré de arruinarles si te atreves a ponerle un dedo arriba o incomodarla.

—Eres una psicópata. —Sigue molesta, pero entiende el peso y la realidad de lo que la chica puede hacer.

—No, no lo soy, sí siento empatía y justo por esto les cuido, les quiero. Solo sigue con tu vida, no te pasará nada si te mantienes tranquila, no soy agresiva, y sí, todo esto fue una amenaza. —Se aleja de ella y le despide con la mano—. ¡Gracias por los consejos presidenta, espero que los míos le sirvan!

Va donde Vanessa como si nada hubiese pasado, esa rubia que esconde demasiado.

¿Cuánto realmente conoce Danna de Annie? ¿Hasta qué punto es capaz de llegar su cariño?

Carlota la observa marchar y la rabia le consume por dentro, quiere hacer algo contra ellas, pero no sabe qué y hasta qué punto llegarían.

—Tal para cual...

¿Si Danna se atrevía a hacer aquellas locuras por su amor hacia Vanessa, hasta qué punto sería capaz de llegar por la persona que realmente debió llevar el nombre en aquel tabloncillo que dejó en el árbol? Por su mejor amiga. ¿Sería una opción acosar a Annie de igual manera?


Annie avanza en el automóvil por la carretera del bosque, revisa su teléfono buscando si hay señal. Cada vez está más nerviosa por no saber el destino final, pero confía en Danna.

—¿Puedo saber a dónde vamos? —Expresa la joven.

—La señorita dijo que sería una sorpresa, señorita Annie —responde el chofer.

—Vamos, puedes decirme, no le diré. —Habían mejorado su relación por el tiempo que la chica se estuvo quedando en casa de los Karlsson.

—De cualquier manera ya llegamos. —El auto parquea frente a una casa de campo bastante bonito, pero pequeña. En la entrada está el apellido de la familia de Danna.

—¿Se puede saber para qué estoy aquí?, si Danna no vino no tiene sentido.

—Puede bajar, señorita, dentro le espera su regalo. —El hombre se baja del carro y abre la puerta de la joven.

Annie apoya el pie, pero le duele un poco, así que el chófer le ayuda a llegar a la entrada de la casa y en vez de ir por allí rodean el jardín hasta el patio.

El lugar está bellamente decorado, varios faroles alumbran el espacio oscuro a la par que la luna. Hay varios arbustos de rosas rojas y en el centro una mesa preparada para dos comensales. Un hombre vestido de traje porta un violín en mano y lo hace sonar de forma sumamente agradable. Lo más impresionante es encontrarse a Héctor allí, con un traje color blanco y el cabello perfectamente arreglado.

—¿Qué haces aquí? No deberías estar —dice la chica sin comprender la situación.

—Feliz cumpleaños Annie, no me había olvidado de ello. —Indica desde el lado de la mesa preparada—. Te ayudo a llegar. —Va hasta ella para guiarla a su asiento, ayudándola—. Danna insistió en que te gustaría esto como regalo, debo admitir que preparó casi todo.

—¿Pero por qué viniste? ¿Es una cita o algo así? ¿Una cena? —Se sienta con cuidado, a lo que él responde yendo hacia su puesto.

—Algo así, quiero que pases una linda noche en tu cumpleaños, al menos hacer esta parte agradable. —Le dedica una ligera sonrisa.

—Seguro que sí, lo será. —No puede evitar sentirse sentimental cuando escucha sus palabras acompañadas del sonido de la música—. Pensé que iba a ser un mal cumpleaños.

—En gran parte fue mi culpa, lo reconozco.

—No es tu culpa Héctor, tú tienes tu vida y sé que trato de meterme en ella de todas las formas posibles, pero me es difícil dejarte ir, porque desde que te conozco fuiste y eres ese pilar en el que siempre me apoyé para sobrellevar todo.

—¿Sabes?, sea cual sea el resultado, no te voy a dejar sola, Annie, lo reconozco, me es difícil dejarte y si te pasa algo no puedo controlarme de la mejor manera. Tu pie, el hombre del autobús, no quiero que te pasen cosas así.

—Eso lo dices porque eres muy amable. —Baja la vista a la mesa y en ese momento un camarero les sirve el entrante.

—No, no creo que sea simple amabilidad, porque sí sentí con aquel beso, comprendo que me gustas e importas.

—Creía que sí, pero en el fondo no pienso que puedas amarme, que alguien pueda.

—Sí pueden, Annie.

—No, nadie nunca amaría a un desastre como yo, el mundo me arruinó demasiado y creo que no puedo con todo esto. Héctor, soy demasiado débil. —Se llenan de lágrimas sus ojos mientras levanta la mirada para hacer contacto con los suyos.

—Annie, nunca te eches a menos, no te dejes llevar por tu pasado, todo va a cambiar, nada es para siempre, ni lo malo. —Coloca su mano sobre la de ella—. No llores más. —Limpia una de sus lágrimas con el pulgar.

—Todo se derrumba, solo quiero sonreír, que me mires, ser feliz, nunca he deseado ser un superhéroe, o tener fortuna, solo quiero una familia cariñosa, a mi madre, un hermano que me cuide, ser fuerte...y a ti.

El hombre lleva la mano al cabello de la joven y acaricia su cabeza.

—Tienes una hermana, a Danna, esto no lo haría alguien que no le importes, bueno. Yo he tratado de cuidarte, creo que lo he intentado todo este tiempo, aunque nos llevó a un punto complicado. Por lo demás, ya nada de eso va a ser igual. Nadie te va a poner una mano arriba de nuevo —argumenta Héctor.

—Ustedes se irán, lo sé —dice suavemente—: sé que no entiendes por qué lo digo.

—Olvida las preocupaciones, también olvidaré las mías por hoy, perdona el sabor de la comida, la terminé preparando yo porque el chef no llegó.

La chica niega con la cabeza.

—Es mejor si la hiciste tú.

—¿Entonces tu deseo es tener una familia feliz?

—Sí, es ese.

—Eres un amor.

Las mejillas de la chica se llenan de un rubor notorio, nunca él le había dicho eso.

—No lo soy.

—Lo eres, come anda —dice viendo la crema de queso en la mesa.

—Héctor, ¿por qué no sales conmigo? Quiero ser tu pareja.

—No es posible, Annie, no ahora.

—¿Sí Violeta no existiera, estarías conmigo? —Pregunta ella tomando la primera cucharada de la crema.

—No creo que eso cambie o no algo, quizás en este punto sí, pero no en el pasado. Violeta, quiero saber primero bien sobre el tema del bebé, quiero averiguar si es mío o no, no quiero meter más la pata.

—Es tu paso a la familia feliz que siempre deseaste.

—Sí, pero no hablemos de eso, no quiero arruinarte la noche, sé que el tema no te gusta.

—No lo hace, sin embargo, quiero saber todo de ti. En el fondo me alegra saber que sientes realmente, aunque sea un punto complicado.

—Vi que eres la presidenta de tu clase y estás entre las mejores notas —agrega él cambiando de tema—. Puedes tratar de buscar una buena universidad.

—Sí, era el sueño de mi madre, que lograra ser independiente, ella siempre me cuidó de todo, se esforzaba tanto, realmente la admiraba, incluso si no había logrado terminar los estudios o cualquier cosa. Su único error fue mi padre.

—¿Cómo era ella? —Indaga más en la vida de la chica.

—Me parezco a ella físicamente, le gustaba mucho ayudarme con las tareas, aunque en ese tiempo le decía que era tonta porque no podía hacer algunos cálculos de mi año. —Se ríe dejando ver que es un lindo recuerdo—. Ella al final se sentaba al lado mío y aprendimos juntas, le trataba de enseñar.

—Parecía una buena mujer. —Agrega él, disfrutando de las expresiones de la muchacha al contar la historia.

—Le hubieras gustado, aunque me hubiera jalado la oreja si se entera de la edad.

—¿Desde cuándo te gusto?, y sí, es bastante, son nueve años, casi diez.

—No me importa esa diferencia, cuando pasen los años no se notará, y diría que desde que abriste la puerta de mi casa. —Ambos comen y se dan el tiempo para responder.

—¿A primera vista? —Pregunta curioso.

—No, no creo que sea tan simple como ser amor a primera vista, creo que fue porque me salvaste, sentía que mi morada era un pozo en el cual la salida estaba cubierta por madera y no entraba la luz, la base de este se estaba llenando de agua y yo a punto de rendirme, cuando sentí que tocaste la puerta, a ustedes, por ello fui capaz de levantarme del suelo. Héctor, eres esa luz que estaba a la salida del pozo, de hecho, hasta ese punto fuiste la primera persona que me defendió, además de mi madre —le confiesa Annie, a veces perdiendo la voz.

—Creo que lo imaginé... —Mantiene la vista en la chica.

—Lo sé, lo sentí aquel día en tu casa. ¿Yo para ti qué soy?

—No eres mi hermana, no tengo esa clase de sentimientos de hermandad por ti, ya lo entiendo, por ello ando confundido. Solo sé que no quiero que te pase nada malo, quiero cuidarte y no dejar que te toquen, pero por ser Annie, no otra persona.

Una sonrisa se dibuja en el rostro de la joven, era algo que ansiaba escuchar.

—Creo que a pesar de todo me gusta este cumpleaños.

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