Capítulo 22.1: Feliz noche de cumpleaños
Annie logra calmarse de a poco con la presencia de Dévora, aunque sigue conmocionada por todo lo que ha pasado. Está unos diez minutos abrazando sus piernas pensando hasta que se rinde y acuesta en la cama tratando de conciliar un poco el sueño y descansar. No logra dormir y, cuando está cerca de conseguirlo, las pesadillas no le dejan mantenerlo mucho tiempo. Solo se rinde cuando llegan Danna y Vanessa al cuarto alrededor de las seis de la tarde.
—¡Annie! —Danna entra con un pastel de cumpleaños que tiene una vela dorada encendida—. ¡Feliz cumpleaños! Logré que me trajeran tu pastel —dice con una sonrisa.
—No tengo mucha hambre. —Se encuentra cubierta por las sábanas hasta el cuello.
—¿Estás bien? Ven, vamos a soplar las velas. —Deja el pastel en la mesita de noche y lleva la mano hacia la frente de ella—. ¡Ann, tienes fiebre! —comprueba su propia temperatura para asegurarse.
—¿Sí?, no me había percatado. —dice con la voz apagada.
—Será mejor que vayas a enfermería o tomes algo para la fiebre.
—Iré a ver a Cristian, él suele tener más pastillas que una anciana, a lo mejor lleva algo para esto —comenta Vanessa y se dispone a salir de la habitación.
—Ann, buscaré agua fría en toallas, pero no te tapes tanto, es malo que calientes más tu cuerpo —agrega antes de levantarse de la cama a buscar las cosas, aunque regresa un segundo a apagar la vela.
Annie solo cierra los ojos huyendo de lo que escucha, lo que había sucedido recién fue una carga mental enorme para ella, al punto de afectar negativamente su cuerpo.
Abre los labios como balbuceando algo—. Debo hablar con Carlota.
Danna regresa rápidamente con la toalla donde ella y un recipiente con agua del grifo, fría—. ¿Decías algo, Ann? —Exprime el pañuelo y lo coloca luego en la frente de su amiga.
—Debo hablar con Carlota, estuvo aquí. Quiere decir lo de Héctor.
Danna no sabe mucho y no había podido intercambiar sobre el tema, pero aún así capta a lo que se refiere su amiga.
—¿Quieres que hable yo con ella? —Apunta en un tono suave.
—¡No! —Aguanta el brazo de Danna con la fuerza que podía—. Tú no, Dann, no vayas, ya luego hablaré yo.
—¿Tanto te importa eso? ¿Qué te puso así? Debes reposar por ahora hasta que te cures, no hagas esfuerzo, ¿vale?, estaré aquí. —Toma la mano de Annie y besa el dorso de esta mientras siente que la cuida—. Así que tranquila.
—Gracias, Dann. —Abre los ojos para verla y se nota cómo estos están rojos de haber llorado.
—Annie, sea lo que sea que te preocupe...cuenta conmigo, por favor, ¿sí? —Se queda dubitativa unos segundos y abre los labios, decidiéndose a dar el primer paso—. Yo grabé ese video, el mío y de Vanessa. Haría cualquier cosa para tenerla, así que vi esa como una buena oportunidad, por eso estoy tan preocupada por la desaparición de Antonio, siento que fue culpa mía y le arruiné la vida. —Cierra los ojos aguantando para evitar que se le cristalicen—. Puedes hablar, hay poco peor que eso, confía en mí.
Annie la mira y la imagen de pureza que tenía de Danna se fragmenta, no pensaba que ella fuera capaz de eso, sin embargo, no podía juzgarle, sería una hipócrita de hacerlo.
—Dann, si hay cosas peores, yo... —Sus palabras son interrumpidas por la llegada de Vanessa a la habitación.
—Encontré esto. —Le alcanza la tableta a Danna, una de ibuprofeno—. Traje agua también.
—Gracias Vane. —Ayuda a Annie a sentarse mientras le sonríe de forma dulce y pura como siempre hacía—. Venga, toma esto.
Annie se reincorpora en la cama y bebe el agua del vaso con la pastilla—. Estaré bien en un rato, no tienes que preocuparte tanto, Dann.
—¡Claro que vas a estar bien! Pero descansa, sea lo que sea, míster Danna lo solucionará. —Trata de calmarla con esas palabras. ¿Realmente Danna podría ser capaz de arreglar algo de lo que le preocupa a la chica?
—No tienes que hacer nada, gracias por el pastel. —Mira aquella masa de azúcar y glaseado perfectamente decorada—. Hacía años no me daban un pastel de cumpleaños —deja salir estas palabras gracias a la fiebre.
—Entonces amarás el regalo que te tengo. —Toma el vaso para alejarlo de Annie y está pudiese volverse a acostar—. Procura mejorarte, porque si no, no vas a poder tenerlo. —Se cubre los labios con la mano ocultando una sonrisa pícara hecha a posta.
—A saber qué habrás hecho, pero lo esperaré, un regalo tuyo debe ser algo bueno. —sonríe levemente y sostiene la mano de Danna de vuelta, cerrando los ojos hasta quedarse dormida.
—Vas a amarlo. Creo que esta vez lo sé mejor. —Se va a levantar, pero se detiene para quedarse con la mano de Annie, por lo que toma su teléfono y manda una serie de mensajes—. De algo tiene que servir tener dinero.
—Estaré fuera, Danna —les dice Vanessa, luego de ver toda la escena que tenían las chicas, siente que sobra un poco ahí.
—Te veo en la noche en la fiesta Vane, me quedaré a cuidar a Annie por ahora hasta que esté bien. Al final para eso estamos los amigos, para cuidarnos pase lo que pase y más a ella que es como mi hermana. —Mira el agarre de sus manos.
—¿Se conocen hace mucho? —Dice antes de salir por la puerta.
—Hace solo tres años, pero por algún motivo, siento que tenemos algo especial, un sentimiento mágico, como si la conociera de antes o pudiéramos aceptarnos más allá de la primera imagen. —Llena el diálogo con risas—. Lo creo así, Vane, es difícil de explicar.
Vanessa no entiende mucho lo que dijo la chica—. Tres años es poco tiempo para conocer a alguien, creo que no la conoces tan bien. —Sale de la habitación dejando esa pequeña semilla.
Danna se queda a solas con Annie, llena de preocupación, aunque determinada a cuidarla.
—Ann, se sincera conmigo. Soy tu mejor amiga, somos importantes para la otra. —Levanta sus manos tomadas y vuelve a besar el dorso. Ella sabe que no está siendo escuchada o ¿tal vez sí?
Annie durmió durante dos horas haciéndose las ocho de la noche. Cuando despierta, Danna está a su lado con la cabeza recostada en la cama, sin soltar su mano, durmiendo.
—¿Estuviste aquí las dos horas? —Murmura en voz baja.
—Despertaste... —Se frota los ojos con la mano libre. El pastel sigue al lado de la cama, con la vela apagada.
—Sí, me siento mejor. Pude dormir relativamente bien al final. —Mira sus manos entrelazadas.
—Eso es bueno, porque tienes que vestirte. Tengo preparado tu regalo de cumpleaños. —Sonríe maliciosamente otra vez a posta.
—Me da curiosidad, pero a la vez, ahora me preocupa un poco qué planees —expone con sinceridad.
—Nunca haría algo que piense que sería malo para las personas que quiero —responde Danna nerviosa—: y sé que te va a gustar.
—Tal vez no suene cierto, pero confío en ti Dann, solo tengo miedo. Dame tiempo, ¿sí?, algún día te lo contaré.
Su mejor amiga le mira durante unos segundos y luego niega con calma—. Tómate tu tiempo, ahora vamos a vestirte.
Suelta su mano por primera vez y levanta un vestido rojo que antes no estaba sobre su cama, parece haber llegado ahí en el tiempo que Annie dormía.
—¿Es para la fiesta? No creo sentirme bien —se sincera Annie.
—No, no es para esa fiesta, tengo otros planes para ti, mi querida Ann. —Enseña una bolsa de maquillaje.
—¿Y esos son...? —Da paso a que su amiga completara la frase.
—Es un secreto hasta que se haga, pero Danna es tu hada madrina. —Se ríe—. Mejor que el hada de los escondites.
—Ahora que lo pienso, ese chico te delató. —Se levanta de la cama y nota que su cuerpo está empapado en sudor.
—Primero al baño, que así no se puede celebrar un cumpleaños. —Se coloca detrás de ella, haciéndola avanzar hacia la ducha de la habitación, sin prestarle atención a su comentario.
—Ya voy, ya voy, calma —dice mientras Danna la deja sola en el baño tras cerrar la puerta.
Pasado un tiempo Annie sale y su amiga le arregla el cabello, también le maquilla con tonos suaves y un delineado perfecto. Lacia su cabello y crea pequeños bucles en las puntas, dándole vida.
—Listo, ahora solo falta ponerte el vestido —dice, satisfecha.
—¿No crees que es mucho? —Se mira en el espejo roto. Está hermosa, aunque piensa que esto es algo que haría Dévora. Sin embargo, los tonos del maquillaje eran diferentes al rojo de su contraparte.
—¡Claro que no! Es perfecto, eres perfecta. Solo que no te arreglas mucho. Vamos a por el vertido. —Va a la cama, toma el traje y lo entrega a su amiga.
—Sería raro que me vieran con esto por aquí, estoy segura de que no pega con el lugar. —Se lo coloca al frente tratando de tener una vista previa.
—No lo dilates más y póntelo, solo confía en mí.
Annie hace caso y se viste con aquella tela escarlata, parece ser bastante caro y detallado, algo que se podría permitir la familia de Danna. Posee diseños sencillos careciendo de tirantes y la falda llega hasta las rodillas, presenta una abertura a lo largo del muslo dejando ver un poco su pierna y en la parte superior tiene un cuello de uve.
—Dios, hermosa —Danna lleva las manos a sus mejillas sonriendo—. Con esto sí que sí.
—¿A dónde vamos? No te has vestido.
—Yo no voy, yo solo hago los arreglos, mi querida Ann. —Se pone la mano en la mejilla y va al escaparate a buscar unos zapatos a juego—. Estos son perfectos, pero sin tacón por la torcedura. —Se agacha y los coloca en el suelo delante de su amiga.
Annie introduce los pies en las zapatillas apoyándose en el hombro de Danna y termina de completar su conjunto.
—Dann, yo realmente creo que lo que necesito es descansar un poco.
—Tonterías, hazme caso, verás que será bueno.
Abre la puerta del pasillo y como esperaba la joven, no hay nadie, todos están para el bosque y los profesores hacen de oídos sordos al movimiento en estas actividades. Ya que saben de la celebración, por lo que a los alumnos no les es difícil salir del edificio sin contratiempos. A pesar del marcado camino al bosque, Danna lleva a su amiga a la entrada del campamento, donde un auto negro bastante nuevo y que denota poder económico le espera.
—¿Dann? —Dice Annie al verlo.
—Confía en mí ¿Sí? Solo diviértete, es tu cumpleaños Annie. Recuerda que te quiero y eres importante para mí. —La chica sonríe con cierta inocencia en la mirada, una inocencia algo torcida en ella.
—Está bien, pero ¿puedes decirme a dónde voy? —Expresa mientras el rostro conocido del chófer personal de Danna abre la puerta del auto.
—Es un secreto, feliz cumpleaños, querida amiga. —Le despide con la mano mientras se monta la otra chica en el vehículo. Una vez que se cierran las puertas y se puso en marcha, borra la sonrisa y agrega en voz baja—: Esto no será difícil. —Se empieza a reír y camina hacia el campamento tarareando—. Ann, no soporto que me escondas estas cosas, ya me sinceré. Espero que tú lo hagas, aunque aún queda tanto por decirte.
La rubia levanta la mirada a la luna llena del cielo y avanza hacia el punto de reunión del bosque a su ritmo. Va tarareando una vieja canción de cuna.
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