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Capítulo 18.3: Camino a la celebración

Por el evento escolar reservamos el hotelito de las montañas solo para las brigadas de tercer año por lo que no había otros visitantes en el local y se dieron habitaciones compartidas para cinco personas. Por suerte o no tan así, yo organicé los listados de las aulas con la profesora. Danna, Vanessa y dos chicas más con las que no tengo relación, eran las que compartirían habitación conmigo, Lucía y Samantha se llaman, pero no me interesan, lo importante es que no son conflictivas.

Cuando llegué al cuarto era más pequeño de lo que pensé, se notaba que las camas no debían estar ahí. El espacio para caminar era muy estrecho entre cada una y solo había un armario para guardar todo. Las paredes eran de un color caoba que dejaba ver la madera en ellas, diría que, más que descuidado, trataba de mantener ese aspecto campestre. Yo solo sé que nos van a comer los mosquitos.

—Annie, tú para la ventana, yo en el centro y Vane al lado —dijo Danna dejando su mochila en la cama con una sonrisa.

—Danna "Soluciones rápidas" te llaman —dijo Vanessa quitándose las botas negras que traía y se empezó a poner unos deportivos.

—No tienes que apurarte, los deportes comienzan en una hora y media más o menos —comenté al ver a Vanessa.

—Sí, pero quiero salir a correr primero, observar el sitio y tomar aire, este lugar sin tecnología me va a volver loca.

—¡¡Ahora que lo dicen es verdad, un fin de semana sin redes sociales!! —Danna se dejó caer en la cama—. Yo tengo sueño, esto de levantarme temprano no es lo mío. Hilda -su sirvienta personal- me levantó a las cinco de la mañana.

—Descansa, Danna, organizaré las cosas mientras y creo que saldré a caminar, Vanessa tiene razón, no estaría mal conocer un poco el sitio, se ve relajante.

—¿Quieres que te espere, presidenta? Así vamos juntas.

—Bueno... —Lo dudé, pero Danna me miró como pidiéndome que fuera, claramente ella quería que nos lleváramos bien —. Está bien, puedo ir, no tengo algo que hacer en ese tiempo si Danna dormirá.

—Las estaré esperando dormidita, en mi sueño seguro salen las dos. —Parecía un gato acurrucado en las sabanas.

—Sí, nos vemos luego entonces, Danna. —Dejé mi mochila en la cama cerca de la ventana y salí con Vanessa a correr.

Fuera estaban los profesores y algunos alumnos organizando el área para las pruebas de resistencia y velocidad, algo así como un campo de carreras preparado de unos cien metros.

Vanessa iba a mi par, pero sentí que lo hacía solo porque lo deseaba, yo con esta velocidad ya estaba cansada y ella aún se mantenía serena, algo que por excelencia debía tener la chica con mejores notas en deportes.

La vista era hermosa, la residencia tenía un espacio sin árboles alrededor que luego se volvía un bosque bastante atractivo, pero, ¿no es peligroso? Podríamos perdernos. Sin embargo, Vanessa seguía corriendo hacia dentro, yo solo le seguía.

—¿Estás segura de seguir por aquí?, podemos perdernos.

—No te preocupes, he venido antes, me conozco el camino, Dévora —sentencia.

El corazón se me quedó atascado en mi garganta y detuve mis pasos en seco, aun así, trate de buscar una salida a este muro.

—Creo que te equivocas, Dévora es mi hermana mayor —dijé con toda la seguridad que pude.

—No voy a decirle a nadie, puedes contarme, he visto fotos donde sales con una peluca. Mi hermana habla demasiado de ti, tanto como una cotorra. Solo que ahí eres rubia y no tienes los ojos azules, pero es normal para las personas que trabajan en clubes nocturnos. La única tonta que no lo hace es Julia.

Suponer que el nombre de Julia hacía referencia a Susana no es difícil, pero ¿tenía que ser hermana de Vanessa? ¿En serio?

—Repito, es mi hermana, no soy yo, no tengo por qué trabajar en un club nocturno. —Mantuve la calma tratando de responder tranquilamente.

—Tus motivos no los sé, pero no hagas llorar más a mi hermana, presidenta, aléjate de ella si no buscas algo serio... —Hizo una pausa antes de seguir—: Claro, si no eres tú, díselo a tu hermana. —Me miró y siguió corriendo, demonios, creo que no me creyó.

Seguí mi camino detrás de ella, esta vez algo me molestó y aumenté mi velocidad tratando de llegar a su par, pero no pude, mis piernas y mi aliento no eran lo suficientemente buenos para alcanzar a la mejor atleta de nuestro año. Terminé por quedarme atrasada cuando pasábamos por el lago, Vanessa, por su parte, no se detuvo.

—¡Vanessa! ¡Espera! —Mi voz apenas salía, así que opté por sentarme en el suelo y observar los rastros luminosos que dejaba el sol sobre el agua—. Maldita, maldita mi suerte. Espero que no le diga a Danna. —Clavé mis ojos en su espalda mientras se alejaba para luego reclinar mi cabeza.

—Annie. —una voz me llamó.

Miré hacia los lados buscando quién podría ser, pero no parecía haber nadie.

—Mejor me apuro. —Me levanté dejando una última mirada al lago y comencé a correr detrás de Vanessa, la cual más adelante se había detenido a esperarme.

Cuando regresamos de la carrera me senté en el portón del hotel a ver cómo terminaban de ordenar las cosas, se veían bastante bien, como pequeñas hormigas que llevan todo a su lugar para preparar el próximo escenario de esta obra de teatro.

Oh! ¿Dónde está mi Héctor? Quiero verlo antes de empezar a correr en serio.", eso pensé, pero no lo vi, así que decidí caminar por las afueras, buscándole.

Llegué a la parte trasera del hotel y lo vi limpiando sus manos en un lavadero algo viejo, parecía que estaba ayudando hace unos segundos a preparar las cosas. Iba a acercarme, pero Carlota llegó corriendo donde estaba él, para llevarle una toalla.

—¡Profesor Héctor! —Le llamé, interrumpiendo su escena solitaria.

—¿Annie? ¿Pasa algo? ¿Ya estás lista para correr? —Dijo mientras se secaba las manos.

Carlota me miró y sonrió de forma tranquila. Me molestaba lo hermosa que era, sus ojos afilados, su cabello rubio con los bucles era perfecto, pero lo peor fueron sus ojos azules.

—Estaba calentando con Vanessa, te vi y pasé a saludar. —No sonreí, me era imposible hacerlo delante de esta extraña.

—Espero que te esfuerces en los exámenes, ya terminamos de montar todo, luego empezaremos a llamar por orden.

—Presidenta del "grupo A", la profesora Anna te estaba buscando, la vi hace un momento —dijo Carlota interrumpiendo. Sí, en ese momento, pude ver la carta que escondía en su otra mano.

—Vaya, parece que será así. Mejor me voy entonces, Héctor. —Omití la palabra profesor—. Nos vemos después.

Traté de sonreír, pero no pude, solo me alejé sin querer ver más esto.

Me retiré a mi habitación y entré en puntas de pies para llegar a mi mochila, me encontraba un poco alterada, así que saqué el frasco de pastillas y tomé una; luego cuando lo agité noté que no había más ahí, era la última.

—Demonios, se me olvidó pasar a por las nuevas —maldije en voz baja.

Danna se despertó y guardé rápido el frasco en la mochila—. Annie, ¿ya llegaron? —Se frotó los ojos con el dorso de la mano.

—Sí, deberías vestirte, ya terminaron de preparar todo para la competición, ¿vamos? —me levanté rápidamente, alejándome de la mochila.

—Voy a cambiarme rápido y voy. —Bostezó—. Tuve una pesadilla. En ella Antonio venía a buscarme para matarme —dijo en voz baja.

—Eso no pasará Dann, tranquila.

—¿Cómo estás tan segura? Podría volver.

—Yo realmente creo que después de tantos días ya está muerto.

La piel de Danna se erizó, fui capaz de verlo, sus ojos se cristalizaron un poco y se fue al baño a cambiarse sin decir palabra. Ella lo ocultaba, pero yo lo sabía, desde que él desapareció su sonrisa ha estado más apagada, pero prefiero no preguntar, algo le pesa de ahí. Si no habla, no puedo hacer nada.

¿Danna, qué no me has contado? Da igual qué, sería capaz de perdonarte todo.

Las actividades deportivas tomaron prácticamente todo el día, hasta las cinco de la tarde no fue que terminamos de hacer cada uno de los requisitos del examen. Danna casi suspende la carrera, ella odiaba cualquier cosa relacionada con el ejercicio físico; por otra parte, Vanessa se destacó en cada actividad que realizó. Yo solo mantuve mi calificación alta sin llegar a ser la sobresaliente, y así estuvo bien. Pudo ser mejor, sin embargo, no podía apartar mis ojos de Héctor y Carlota, la cual no se alejaba de él; para empeorar las cosas, ya debió de haberle entregado la carta.

Además, tenía un pequeño problema y este era que no tenía más pastillas en el campamento, así que debía tratar de evitar cualquier fuente de estrés, cosa que se ponía difícil. Dévora, debo ver a Dévora y calmarme.

Salí del área y fui a mi habitación a bañarme para ir a cenar en grupo, el comedor estaba lleno de estudiantes que desembocaba en un ruido inmenso.

Me senté al lado de Danna compartiendo mesa con Vanessa y Nathaniel. Tenía el estómago cerrado, solo podía mirar a mi amiga y quería apartarla de estos dos, saben demasiadas cosas que no quiero que ella conozca; saben de Dévora, por suerte no saben lo que es.

—¡Annie! —Me despertó la voz de Danna mientras tocaba mi mejilla—. Estás en las nubes.

—Perdona Dann, estoy un poco distraída.

—Mmm, hablábamos de la fiesta de mañana en la noche junto al lago, ¿vas a ir? Claro que sí, ¿no?

—Si ustedes van, yo voy. –No tengo el cuerpo para fiestas ahora, pero no quiero dejarlos solos.

—Estaría raro verle en una fiesta, la presidenta no tiene aires de gustarle esas cosas, es más aburrida —dijo Nathaniel, últimamente no se limitaba tanto con las palabras en nuestro grupo.

—Yo creo que sí, que le gustan —expresó Vanessa tomando una cucharada de arroz y carne, sentí su mirada a forma de verdugo sobre mí, no la juzgo, ella no entiende ni entenderá por qué oculto esto.

—No me gustan mucho, pero iré, es el último año juntos después de todo. —Cerré la plática y me levanté de la mesa—. Voy a bañarme, tengo dolor de cabeza y no me siento bien desde la carrera.

—Ann, mañana va a ser un gran día —comentó Danna, ella sabía que concurriría mi cumpleaños, pero ¿realmente sería un buen día?

—Lo será Danna, lo será —fue lo último que dije antes de ir a mi habitación a bañarme y dormir.

En plena madrugada empecé a soñar con mi infancia, esa etapa oscura que me persigue a cada sitio que voy. Me era imposible conciliar el sueño, así que me levanté y dispuse a caminar por las instalaciones de este hotel tan modesto. Salí con la camisa de Héctor puesta, era mi prenda favorita para dormir, a pesar de que ya había perdido su olor, seguía siendo mi objeto más preciado.

Deambulé por los pasillos sin un rumbo fijo hasta que llegué al ala de los profesores. Ellos normalmente no compartían habitación, así que busqué la que debía ser de Héctor por la lista que tomé y llamé a la puerta sin respuesta.

—¿Estará dormido? —Repetí los toques y la entrada se abrió.

—Ya casi es media noche. —Pude ver su rostro asomarse por la rendija que se creó, parecía que aún no había intentado dormir. Pude ver su laptop abierta sobre la mesa y la carta cerrada al lado.

—¿Te interrumpo? —dije sonriendo para percibir cómo su mirada fue hacia la camisa que portaba.

—¿Aún la usas? No, estaba revisando unas cosas, Annie, no puedes venir a esta hora, me meterás en problemas.

—Si me dejas pasar habrán menos posibilidades de que alguien nos vea. —Le sonreí levemente—. En tres minutos es mi cumpleaños. Como regalo, déjame iniciarlo contigo.

Lo dudó un segundo, pero abrió más la puerta y me dejó pasar, antes que eso se adelantó hacia su computadora y cerró la tapa, sin dejarme ver qué había en la pantalla.

—No te puedes quedar tanto tiempo ¿No podías dormir?

—Quería iniciar mi cumpleaños despierta —mentí y me fui a sentar a su cama, le hice señas para que viniera, pero se quedó cerca de la mesa de la laptop—. Bueno, realmente varios recuerdos molestos evitaron que lo hiciera, no tengo por qué mentirte; en el fondo, odio los cumpleaños.

—¿Qué tienen de malo esas fechas? Celebras cuando naces. —No vino a mí.

—Es que... —Tomé aire y me decidí a hablar—. Mi padre mató a mi madre en su cumpleaños, desde entonces en este tipo de fechas recuerdo todo eso, siquiera sé dónde la enterró, sigue dada por desaparecida.

Hizo silencio un segundo y se acercó a mí, rompiendo la muralla inicial.

—Lo siento, Annie. —Se sentó a mi lado—. A veces, quisiera poder cambiar esas cosas de tu vida.

—Es imposible, no te preocupes; con el tiempo creo que aprendí a lidiar con ello. —Me dejé caer en sus piernas, mirando hacia arriba, hacia sus ojos, luego estiré la mano hasta su mejilla—. ¿Y tú? ¿Qué te atormenta estos días?, estás más irascible.

—Cosas viejas, ya las sabes, no te preocupes por eso, solo es un poco de mal humor. —Sintió mi caricia y colocó la suya sobre ella. Esa sensación la adoré, la de nuestras manos superpuestas.

—Me gusta esto, estar así contigo. —Sonreí levemente.

—Annie...no sigas por ahí.

—¿Seguir por dónde?, no he hecho nada.—Mantuve la mirada en sus ojos con una vista cansada.

—Yo te gusto, ¿verdad?

Hice unos segundos de silencio y luego asentí, dejando de reservar esto como si estuviese mal.

—Sí, no lo he ocultado, tú me gustas Héctor.

Él no respondió, solo se quedó mirándome desde su lugar, huyendo de sus pensamientos, se le nota.

—Yo te amo Héctor, demasiado —repetí tras su silencio.

—No te hagas más daño con ese sentimiento, Annie. Es mi culpa que sea así, pero no busco más. —Pasó su mano libre por mi mejilla, dejando ligeras caricias con el pulgar.

—Lo haces, tú me quieres también, me necesitas —dije cerrando un momento los ojos.

Él de nuevo hizo silencio durante unos segundos, pero respondió—. No de esa manera, es más familiar, como una hermana.

Me reincorporé y acerqué hacia el rostro de él, manteniéndole la mirada para que se le hiciera difícil escapar, aunque también era una trampa a mi persona.

—Repítelo —le reté.

No dejó de ver mis ojos azules, sentía cómo dudaba, sabía que todo lo que le frenaba era la idea de que para él soy esa hermana que perdió, donde soy una necesidad y una dependencia.

—Annie, tú eres como una hermana —dijo mientras intentaba mover el rostro, pero mi mano en sus mejillas evitó que lo hiciera.

—Soy Annie, no soy tu hermana. Bésame una vez, si no sientes nada lo entenderé. —Soné tan segura como pude, ocultando por dentro lo asustada que estaba de poder perder.

—Annie... —Dejó salir mi nombre mientras rozó mi nariz con la suya.

—Héctor, te amo, te amo, te amo —repetí mientras disfrutaba de esta cercanía, estaba por segundos en el cielo.

La alarma dio las doce de la noche y como si de una cuenta regresiva se tratará, él eliminó el espacio que separaba nuestros labios en un beso.

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