Capítulo 16: El deseo de un error
Dévora sale del hospital dejando de lado el tema de Danna y Antonio, lo único que le importa en este momento es encontrarse con Nathaniel. Coloca los audífonos en sus oídos y pone una serie de canciones de "Halestorm", empezando por White Dress.
Camina las doce cuadras hasta el punto de encuentro mientras observa todo a su alrededor, se siente extraña de poder ocupar el cuerpo bajo la luz del sol. Su rostro denota cierta felicidad a pesar de todas las preocupaciones de estos días. Se detiene frente a una vitrina de una tienda y ve sus cabellos negros sin nada rubio cubriéndolos.
—No me gusta esta forma tan lacia, le faltan ondas, ni esta ropa tan des arreglada —dice mientras piensa hacia dónde se dirige—. Mejor ocupo uno nuevo.
Usa el dinero que había ganado de sus actividades nocturnas para salir con un vestuario bastante simple, pero que denota lo cuidado de su imagen. La blusa es de color blanco y el pantalón color crema que combina con los zapatos. Un collar sencillo adorna su cuello y a falta de pelucas suelta su cabello de la coleta que le amarra para adornarlo con unas gafas blancas a modo de cintillo. Luego se pone sus lentes color ámbar, los que solía llevar al club. También, por algún motivo, compra un paraguas negro.
"Así está perfecto", piensa y sigue su camino hasta llegar al bar "All Blue" que se encuentra cerrado aún por el horario. Se acerca a la puerta y la va a tocar cuando esta se abre primero dejando ver a Nathaniel del otro lado.
Lleva su habitual abrigo de mangas largas oscuro, el cabello despeinado con sus ondas negras como sus ojos y las ojeras de no haber dormido bien la noche anterior. Todo en él parece negro, salvo su pálida piel, la cual siempre apartó de la luz.
—¿Ahora eres adivino? —dice la mujer.
—No, te vi llegar. ¿Usarás el cabello así delante de mí? —Su mirada recorre el pelo de Dévora, el cual carece de sus tonos brillantes.
—Ya no tengo que ocultarlo más ¿O sí? Pero no hablemos acá, invítame dentro. —Le dedica una sonrisa juguetona.
Nathaniel abre la puerta dejándola pasar dentro del bar, el cual está solo ocupado por una mujer, que aparenta unos cuarenta años, limpiando. Es bastante espacioso y cuenta con una gran variedad de botellas en su stock. El sitio parece barato a pesar de todo, tal vez por la decoración sencilla.
El joven empieza a caminar, pero Dévora se pone a su lado como si ya conociera el recorrido que él va a tomar. Ambos suben por una escalera al segundo piso que da a una sala de música. Esta tiene aproximadamente unos diez metros cuadrados, está insonorizada y acompañada de una batería y guitarra azul metálica, colocada junto a la mochila del chico.
—¿No vendrán tus amigos hoy? —dice ella dejando el bolso en el asiento de la batería.
—No, están ocupados. —Nath cierra la puerta—. ¿Vas a decirme la verdad o a seguir mintiendo?
Dévora cruza los brazos y le mira con una sonrisa suave en sus labios.
—No te puedo decir lo que deseas saber.
El chico levanta una ceja, molesto, algo parece irritarle—. Dímelo directamente ¿Tú estás jugando conmigo?
—No, no lo veo así, solo que no vas a entenderlo. —Da un paso hacia él.
—¿Qué no voy a entender? ¿Qué me ignores? Pareces otra persona en la escuela.
—Es que ella no soy yo, te estás equivocando de persona. —Acomoda el abrigo de Nath en el cuello—. Ella es mi hermana pequeña ¿O te olvidas que tengo veintitrés años?
—No tiene sentido, Annie no tiene hermanos, ya lo investigué —dice sin dudarlo.
Dévora acerca sus labios al oído de él sin dejar el juego en su camisa.
—¿Ahora la acosas...? —Hace una pausa—: Más —agrega.
—Claramente, si tiene que ver contigo, sí. —Toma el brazo de ella por la muñeca sin hacerle daño—. Obviamente, si me encuentro a alguien idéntico a ti lo voy a investigar, así que dime otra cosa más creíble. Llevas años sin querer aparecer y te encuentro tiempo después en mi escuela ¿Qué quieres que haga?
—No te miento, sí lo es, solo que soy hija de su padre con otra persona, una mujer que no estaba loca para dejar y criar a su hija con ese hombre. —Deja un beso en su mejilla.
—No te creo —dice él y ella le empieza a ver a los ojos dejando el rostro cerca.
—Puedes creerme o no, pero sí es cierto que no tengo que ver con Annie, seguiré estando aquí, vendré a verte. —Sube la mano que él no agarra a su mejilla y sonríe.
—¿Qué tan difícil puede ser aceptarme? ¿Te avergüenzas o algo? —Se le ve molesto, pero no expresa casi emociones, aún así deja estar la mano de ella.
—No, solo que no puedo tener cosas serias, Nath, no puedo permitirme eso, así que deja de seguirme, ya habíamos hablado esto.
—No quiero, yo te quiero Dévora. —La toma por la cintura.
—Justamente por eso no puedo, va a ser un lío luego. —Intenta apartar el rostro un poco de él.
—No lo digo de broma, incluso si bailas ahí me seguirás gustando, solo me duele que me ignores así. —La acerca ante su distancia.
—Solo te pido eso, no te acerques a mi hermana, si me haces caso no me iré. —Se queda viéndole a los ojos—: y no le hables de los espejos, niégalo todo, sea lo que sea que te pregunte.
—Negaré lo que sea, pero quédate conmigo. —Roza la nariz con la de ella —. Eres todo lo que tengo Dév, y lo sabes, desde niños.
—Tengo más cosas que cuidar Nath, no solo tú. —Mira sus labios y luego sube a sus ojos—. No me lo hagas difícil, tú no.
El chico junta sus labios con los de ella en un beso suave, el cual Dévora no puede evitar corresponder de la misma forma. Este va cobrando intensidad incorporando sus lenguas al juego, pero ella se separa con dificultad y la respiración algo agitada.
—No, que contigo es difícil pararlo luego —dice la chica.
—No tienes que pararlo, solo debes dejarlo ser.
—Si quiero esto, tendría que hacer cosas muy difíciles Nath.
—Lo que sea que hagas te apoyo, haré lo que sea por ti, solo dilo.
Dévora lo duda un momento para terminar negándose a su propuesta y se aparta hacia la salida liberandose de la mano de Nathaniel.
—Te quiero, imbécil, no te metas en líos —dice abriendo la puerta—. Por cierto ¿Estás bien? Tuviste un choque fuerte con el automóvil.
—¿Qué choque? ¿De qué hablas? —dice él levantando una ceja.
—Olvídalo, ya entiendo, solo no te acerques a Annie y seguiré viniendo a ti.
—No me gusta esta situación, lo sabes ¿Verdad?
—Ya, a mí tampoco, pero es lo que hay —es lo último que dice antes de salir del lugar.
La chica se va del bar y comienza su caminata por la calle, esta vez no ve esa luz solar con alegría, pues recuerda que su cuerpo es algo prestado, que no es suyo y jamás podrá hacer una vida ahí completamente sin robárselo a Annie.
Se coloca sus auriculares y sigue avanzando con la cabeza en alto, incluso podría pensarse que ella llega a ser más alta por su postura, características que le dejan anunciar una edad mayor. Sigue caminado mientras varios recuerdos inundan su mente, recuerdos que la tientan a tomar completamente el cuerpo de su compañera.
Annie siempre le dio completa libertad a Dévora en las madrugadas, ella al fin de cuentas era su ángel guardián, tuviese los defectos que tuviese. Una de esas noches, cuando tenía quince años, conoció a Nathaniel. El joven había huido de casa tras ciertos problemas y se encontró con Dévora, en ese tiempo ella solo se juntaba con algunas pandillas o trataba de colarse en bares alegando una edad superior que no tenía cómo demostrar. ¿Cómo se conocieron? Algo completamente fuera de lo normal y nada agradable.
La chica fue expulsada de la cola del bar "All Blue" por ser menor de edad, pero eso no le iba a detener de entrar al sitio, al final solo podía llenarse de vida en las noches, solo podía vivir en ese horario.
Colocó el cesto de basura bajo la ventana del baño, se trepó en este para ver al interior y colarse por ahí. Sin embargo, lo que vio fue a Nathaniel llorando frente al espejo, parecía hablar con este y recriminarse montón de cosas, como muchos han hecho cuando padecen de depresión, tratando de hundirse más.
—Oye, pss, tú, hazme caso. —Le lanzó una bola de papel desde la ventana corrediza.
Nathaniel le miró aún con los ojos llorosos y se los limpió corriendo, no esperaba que alguien fuera a verle en ese estado.
—¿Tú quién eres? —le contestó el chico de mala forma.
—Eso no importa ¿Puedes ayudarme a entrar? —Estiró la mano.
—No puedes entrar por ahí, paga la entrada. —Dejó de verla.
—No tengo dinero, ayúdame, anda. —La tapa del cesto se rompió debajo de ella y se aguantó solo de los bordes—. ¡Oye, ayuda!
Sin embargo, él no se movió y Dévora terminó cayendo en la basura.
La chica se paró allá dentro y olía como el demonio, se quitó un poco la suciedad y trato de salir, pero no podía, así estuvo unos cinco minutos hasta que se dejó caer pegada al borde del cesto para que esté se volcará.
Con la cara hacia el suelo y llena de suciedad, levantó la vista y vio los zapatos del chico de antes delante de ella, parecía menor de edad ¿Por qué estaba dentro del bar?
—¿Me vas a ayudar ahora? —dijo la chica y él le tendió la mano para ayudarla a pararse.
—Tú eres tonta ¿Eh?
—No, fue la mejor opción que vi, pero ya así no puedo entrar, otra noche perdida ¿Por qué llorabas? —Le ganó la curiosidad.
—Eso no se le pregunta a un extraño.
—Al contrario, justo como soy un extraño ¿Qué más da si me lo dices? Que te juzgue o no, no importará —dijo la chica ya fuera del basurero caminando hacia la otra esquina del callejón, la música de dentro se escuchaba un poco ahí.
—Puede ser. Aún así. —La miró de arriba bajo—. ¿Por qué querrías escucharme?
—Me gusta escuchar las vidas de los demás.
Tomó la mano de él llevándole al escalón de una de las casas y se sentaron allí. No parecía haber tráfico de personas por ese sitio oscuro.
El chico lo dudó un poco hasta que decidió hablar.
—Hace una semana pasó algo grave y tuve que mudarme acá.
Ella solo le escuchó en silencio.
—Un accidente y pues. —Levantó su pantalón, allí ella pudo ver que le faltaba una pierna al joven, lo que traía era una prótesis—. No fue lo único que perdí realmente.
La chica colocó la mano en su cabello y lo acarició de forma suave—. Debió ser duro.
—Sí, eso dicen todos ¿Pero de qué sirve que lo digan? Nadie regresa.
—Tienes razón, las personas no regresan... —Siguió acariciando su cabello.
Esa noche Nathaniel habló todo, se desahogó con aquella desconocida. Al final, él estaba en esa fiesta porque era la casa de sus tíos, los dueños del bar, y recientemente se mudó a vivir con ellos tras la muerte de sus padres.
Estuvieron allí varias horas, hasta que faltaban minutos para la salida del sol, marcando el inminente fin del encuentro.
—¿Y tú? Háblame de ti, algo —dijo el chico.
—¿Yo? No sé qué decir, nadie nunca me ha preguntado sobre mí —contestó Dévora pensando.
—Pues yo pregunto, dime algo de ti.
—Es inútil que preguntes por mí.
—¿Por qué?
—¿La idea no es ser desconocidos?
—Sí, pero igual quiero saber tu nombre, yo soy Nathaniel. —Le extendió la mano dejándole entrar a su vida.
Ella dudó un segundo hasta que se decidió a tomarla—. Yo soy Dévora.
—¿Dévora? ¿Sabes que lo pronuncias mal? Se dice Deborah. —Le corrige su propio nombre.
—Sí, pero así es más como yo, algo que está mal, un error —dijo eso y miró al cielo, el sol estaba asomándose—. Me pasé, debo irme.
—¿Eh? ¿Por qué?
Ella mintió—. No puedo recibir luz solar, estoy enferma.
—Eso no existe.
—Sí, existe, mira más películas. ¡Adiós Nathaniel! —Respondió mientras corría para irse, debía devolver ese cuerpo prestado.
—¡Espera! —Ella no respondió y se fue luego de eso.
A la noche siguiente él la esperó en el mismo callejón para verla y ahí apareció la chica, esperando encontrarlo. Con el paso de los meses se hicieron amigos y un poco más que eso. Dévora hizo su primer conocido real y Nathaniel desarrollo la manía de dormir de día. Sin embargo, la joven dejó de ir a verlo cuando él se atrevió a besarla.
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