Capítulo 15: De la mano de lo injusto
Annie sale de la cafetería hacia el hospital lo más rápido que puede sin mirar atrás, toma el autobús, ya que queda a dos paradas su punto de destino. Se arrima a una esquina para poder aguantarse en el trayecto.
Su teléfono comienza a sonar en el bolso, la chica solo mete la mano con la incomodidad de tanta gente apretada y contesta sin mirar la pantalla.
—Sí ¿Quién es? —responde.
—¿Presidenta? ¿Está bien? —Es la voz de Nathaniel, suena inquieto—. No contestó el mensaje, así que me preocupé ¿Es la presidenta?
—¿Se puede saber por qué finges que te interesa que esté bien? —Annie muerde su propio labio por la molestia y chasquea la lengua antes de agregar—: Sé que solo te interesa que el cuerpo esté bien para Devora, pero deja de molestarme.
—¿De qué hablas...? ¿Sabes de Dev y yo? —El tono del chico se siente algo diferente, como curioso—. ¿Entonces podrás explicarme?
—¿Explicarte qué? Maldito psicópata —Annie nota que las personas empiezan a mirarla por su conversación.
—¿Podemos encontrarnos y hablar? Siento que tienes una imagen rara de mí, no te entiendo ¿Por qué actúas siempre diferente? ¿Por qué me ignoras? ¿Es por irte a ver? —A pesar de la preocupación, se le nota molesto dejando ver una ligera ira interna.
—Porque tú... —Mira a las personas un segundo y cambia lo que iba a decir—. Hablamos en otro momento, de preferencia en un lugar público, estoy ocupada ahora.
La chica cuelga el teléfono luego de decir eso. El transcurso sigue normal hasta el hospital, se baja unas cuadras antes y las camina. Se queda pensativa sobre las palabras de Nathaniel, pero solo cierra los ojos como tratando de no pensar en eso, tiene un objetivo delante, y es lo principal: obtener toda la información posible del asesino que se coló en la casa con la meta de obtener sus ojos.
Pasa a comprar unas flores rojas primero y una tarjeta para desearle a Antonio que se recupere. Debe cumplir el papel de representación del aula.
El hospital tiene su usual olor, una mezcla entre alcohol y medicamentos con un aire frío a la par que agobiante, como ellos suelen ser.
—Buenas, Soy Annie Silva, vengo a ver a Antonio Cárdenas, en representación de su aula, soy la presidenta de la clase. —expone la joven parada frente al mostrador.
—¿Puede dejarme su identificación un segundo? —dice el anciano que atiende la recepción, es curioso ver un enfermero de esa edad y sexo.
—Tenga. —Le da la identificación luego de buscarla un rato en el bolso.
El hombre la revisa anotando sus datos en el libro de visitas para luego indicarle la habitación con calma.
—Es el tercer piso, sala doce. —Le devuelve la identificación.
—Gracias. —Annie guarda el documento para alejarse del lugar obedeciendo la indicación.
Mientras toma el elevador hacia el piso de Antonio siente que una voz conocida le llama.
—¡Espera! Detén el elevador. —Una pelirroja de rasgos suaves y cierto busto voluminoso se acerca a ella de forma rápida.
Annie presiona el botón para detener las puertas y así darle tiempo a que llegue, aunque termina por arrepentirse al ver quién es. La chica que acaba de subir es Julia, aunque ella la conoce mejor como Susana.
—Gracias por detenerlo. —Observa a Annie unos segundos y luego aparta la mirada como si estuviese haciendo algo indebido.
—No hay de qué. —El arrepentimiento de haberlo detenido crece, debe evitar que le reconozca. Trata de no hacer contacto visual con ella, pero es difícil que se dé cuenta, después de todo portaba una peluca y lentes, ropa completamente diferente cuando la veía, sin olvidar que no tiene la misma personalidad de Dévora.
—Siento que te he visto antes —dice Julia mirándole, se ve tierna, solo alcanza el metro sesenta.
—No, no creo, es la primera vez que nos vemos. —La mira de frente dejando ver el azul profundo de sus ojos, a la par que peina sus propios cabellos negros para resaltarlo.
—Juraría que sí, bueno, el pueblo no es tan grande, pude haberte visto por ahí. ¡Oh! Casi no marco mi piso. —Presiona el que está sobre el de Annie, el área de maternidad. El piso marcado da paso a la curiosidad de la chica, pero no tiene tiempo de reparar en ello.
La imagen del espejo del elevador se independiza y Annie trata de ignorarlo, ella deja de reparar en Julia y dirige la vista al frente, también tratando de no ver a su propio reflejo, a Dévora.
—He de decir que ella me agrada bastante —dice Devora desde dentro del espejo—. No le mires mucho, podría reconocerme, al final fuimos pareja un tiempo... Si lo piensas bien, ella también fue tu novia tres meses, Annie.
—Cállate... —Responde bajito.
—¿Eh? ¿Dijiste algo? —pregunta Julia, pero Annie la ignora.
Oportunamente, se abren las puertas como paso al escape de esa tensa situación y Annie sale del elevador en el piso que le corresponde.
Julia se le queda viendo cuando se va y suelta un suspiro, como si se sintiera mejor de que ya no esté en el elevador.
Cuando pierde de vista a Julia, Annie dirige la vista a las flores que lleva y se detiene en medio pasillo por si viene alguien más.
"¿Tus conocidos me andan persiguiendo hoy? Dos de dos, al menos los que conozco", piensa.
Sigue caminando hasta llegar a la habitación de Antonio y dispone a esperar a alguna enfermera o alguien que pudiera dejarle ver que la habitación esté vacía, necesita hablar a solas con él, sino, sería más difícil.
Unos policías se acercan a la puerta de forma oportuna, no tienen que ver con el hermano de Danna, parecen otros. Estos llaman a la madre fuera para tener una plática con ella, pero parece molesta con esto. La mujer se ve bastante demacrada, tiene varias vendas en sus brazos y su rostro está decorado con unas ojeras que denotan lo poco que había conseguido dormir tras esa noche, y no es para menos.
Annie se acerca un poco a ellos para tratar de entender sobre qué hablaban, pero no logra escuchar mucho, así que entra a la habitación para no perder tiempo, con cuidado, cerrando la puerta.
—¿Antonio? —dice ella buscando un florero para poner las pocas flores con la tarjeta. Por suerte hay uno simple, aunque ya está usado, las junta en ese pequeño espacio.
El chico descansa en cama con el abdomen lleno de vendas y una máquina controlando sus constantes vitales. Podría decirse que se encuentra estable, realmente corrió con suerte.
—¿La rarita? —Le cuesta un poco hablar aún—. ¿Qué haces aquí?
—Vine de parte de la clase. —Le entrega la tarjeta—. Quiero saber cómo estás.
En un pequeño espejo de la habitación se ve Dévora la cual habla y solo Annie le escucha.
—Sé amable y logra empatizar, tócalo cuando puedas y menciona tu situación, debe sentirse cómodo. —Le guiña el ojo.
Annie trata de ignorarla y centrar su atención en Antonio, pero confía en Dévora, era demasiado buena manipulando a los demás, al menos, usualmente lo es.
—Ya, supongo que es normal que estén preocupados... —La mira.
—Debió ser horrible... —Presta atención a Dévora un segundo y luego toma la mano de Antonio con sumo cuidado, tratando de hacer un contacto físico —. Entiendo cómo te sientes.
—Eso es imposible, dímelo el día que te pase algo así ¡Ja! Me tienen cansado con esto. —Hace una leve mueca como si le doliera el esfuerzo —. Todo el día ha sido así, no saben nada.
—Se metieron en mi casa anoche, y se cree que fue el mismo, mató a mi madrastra, la quería y pues...es triste. —Dévora se señala sus propios ojos como indicándole a Annie que llore, que lo hiciera. Esta deja los parpados abiertos sin pestañear, tratando de hacerlo natural hasta que van mojándose por la incomodidad.
—Ey...perdón, no sabía... —Corresponde el agarre de la mano de Annie al verla así—. Joder, te daría un consejo, pero no sé ni qué hacer conmigo.
Antonio no parece un mal chico realmente. Annie se limpia los ojos con la mano libre y trata de dedicarle una sonrisa falsa y leve siguiendo los consejos de su contraparte.
—No puedo ni pisar mi propia casa, tengo miedo de dormir ahí —dice la chica.
—Sí, mi madre me dijo que no puede ni pisarla, se siente observada; no logro olvidar esa noche por mucho que trate y me incomoda saber que me va a venir una y otra vez en sueños, me molesta. Menos mal que esa persona intervino.
—¿Eh? ¿Esa? —Annie trata de hablar normal—. ¿El hada de los escondites que dijo la directora?
—Sí, ella salvó a mi hermano, pero antes de desmayarme encerraron al asesino en el cuarto de mi hermanito. No pude ver bien quién era, pero se acercó a mí y tomó con su guante la sangre del suelo dibujando una cara sonriente en la puerta, luego me volteó dejando la parte de mis heridas hacia arriba...
El pulso de Annie se acelera, no esperaba escuchar algo como eso ¿Qué hacía su acosador ahí?
—Pero ¿Pudiste ver su cara?
—Sí, aunque estaba media borrosa y entre la oscuridad de la noche fue difícil, solo recuerdo algo de esa persona, muy claramente.
—¿Qué fue? —La chica le mira como si esa fuera la oportunidad que necesita.
—No te puedo decir, rarita, no voy a delatarle, me salvó la vida, y a mi madre también.
—¿Por cómo le pasó al hada...? —Necesita saber más.
—Exacto, por culpa de mi hermano, ahora también le quieren encontrar. Pero sí tienen delitos como invasión de propiedad privada y demás.
—Supongo que tienes razón. Oye, del asesino ¿Viste algo?
—Era un hombre, puedo asegurarlo por su cuerpo y fuerza, parecía entrenar bien. Tch, deja de estar averiguando de esto, te vas a comer mucho la cabeza.
—¿Eh? No lo haré, tranquilo, es solo que necesito saberlo; necesito saber quién fue, sé que me entiendes, no sé cómo voy a poder cerrar los ojos hoy sabiendo que un loco quiere mi cabeza.
—No te pongas a investigar, rarita, deja esto a la policía. —Suelta su mano—. Quiero dormir ¿Puedes irte ya? Hablé de más.
Lo duda un segundo, pero se levanta y anota su número en un papel, el cual pone al lado de la cama de Antonio.
—Si quieres hablar de esto, puedes escribirme, te escucharé ¿OK? —Trata de imitar la sonrisa de Danna, pero no le sale, solo una falsa.
—Al menos sonríe bien si lo vas a hacer. Tch, dímelo directamente, necesitas hablar con alguien y desahogarte tú.
La chica no esperaba precisamente eso, pero es la mejor justificación que encuentra, hacerse la víctima no sería algo difícil y le da acceso a lo que necesita, cercanía con Antonio.
—Está bien, lo acepto. —Hace una pausa y se va a la puerta—. Mejórate.
Ya afuera la madre del chico está en el suelo llorando con los policías. Annie no sabe que le habían dicho, pero no parece ser algo bueno. La mujer pasaba del enojo a la preocupación.
—¡¡MI HIJO JAMÁS HARÍA ESO!! —Son las palabras que alcanza a escuchar Annie.
La estudiante va al baño de mujeres, su cuerpo se está llenando de un insoportable mareo. Se asegura de que nadie esté ahí y procede a hacerlo, se enjuaga el rostro con agua fría y mira el espejo, necesita hablar con Dévora.
—Dímelo...
—¿Decirte qué, Annie?
—Todo lo que sabes de esto, de Nathaniel, del asesino, de la carita sonriente ¿Qué hacía Danna ahí? —Pone la mano en el espejo.
Dévora mira su gesto y mantiene la mirada en sus ojos.
—No sé todo, solo algunas cosas, sé dos de esas cuatro que quieres averiguar —Pone la mano junto a la de ella en el reflejo.
—¿Solucionarás lo de Nathaniel? ¿Cuál de los otros sabes?
—Sí, lo solucionaré por ti, y no, no puedo decirte sobre lo otro, no te conviene saber.
—¿De dónde le conoces? ¿Del mundo de los espejos? ¿Es de tus amigos?
—No te dejes engañar, solo te pido eso.
En ese momento Annie ve como si estuviera dentro del espejo, habían cambiado lugares.
—Yo me ocuparé de esto por ti, Nath no te va a hacer nada, pero tienes que confiar en que no va a hacerlo. —Saca el teléfono y marca el número de él.
—¿Cómo sé qué no te irás con él y me dejarás aquí, Dev? —Pregunta con miedo y esperanza, ella es su principal apoyo.
—Porque contando esta vez, pude haberte traicionado cada día desde tus catorce años y no lo hice —dice convencida.
Annie deja de responder, se queda dormida en ese espejo.
Nathaniel contesta el teléfono—. ¿Presidenta?
—No, soy yo, necesito verte, imbécil.
Se escucha un suspiro desde el aparato—. ¿Te veo donde siempre?
—Sí, estaré en veinte minutos.
La llamada es cortada y Dévora se estira en el cuerpo de Annie unos segundos para luego sonreír frente al espejo y terminar por dedicarle unas palabras.
—No vas a ganar, ni te lo imagines, no puedes conmigo.
Recoge su cartera y sale del baño con un aura completamente diferente.
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