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Capítulo 12: Negro y café

En la madrugada una mujer de cabellos cortos y cuerpo esbelto se despide de su nueva pareja, un hombre borracho, pero ahora oculto tras la máscara de padre soltero.

—Adiós cariño. —Besa los labios del hombre antes de que este se vaya a "trabajar"—: Cuídate, si viene Annie yo le abro la puerta, no te preocupes.

—Ella no vendrá hoy, debe andar por ahí con algún chico, está en esa edad —dice dejando ver un poco la falta de empatía hacia su hija; al final, siempre se quedó con esa idea de que podría no ser de su propia sangre.

—No digas eso, a esta edad hay que cuidarles —responde la mujer con cierta preocupación.

—Ya, ya, como diga. Me voy que se me hace tarde. —Besa los labios de su pareja y se marcha en la oscuridad del pasillo.

Ella entra a la casa y cierra la puerta, luego se dispone a recorrer el sitio con la mirada. Es un lugar pequeño, una sala de apenas unos cinco metros cuadrados sin color alguno en las paredes más que el blanco, uno sucio. El salón comparte espacio con la cocina, posee dos cuartos que sus puertas dan hacia la sala y para terminar, un baño pequeño.

Va hasta uno de los cuadros y revisa la foto, es de Annie y su padre cuando esta tenía unos ocho años, parece que había sido recortada ya que se puede apreciar el hombro de una mujer al otro lado de la niña.

"¿Qué habrá pasado, parece que le dueles a él? Bueno, no importa, por fin tengo una casa", piensa.

La mujer toma una manta y se tira en el sofá a navegar en su teléfono, hace esto hasta quedarse dormida.

Esa fue la última vez que sus ojos estuvieron abiertos.

Ya marcada las dos y media de la mañana, Héctor descansa en el sofá-cama de su casa; no se puede decir que llega a dormir, su mente viaja por todos los temas del día anterior.

La lluvia cae fuerte sobre aquel edificio tan manchado y los truenos le quitan a más de uno el sueño. Annie, quien ocupa la habitación de Héctor, mira hacia la ventana sobre la cual se deslizan gotas de aguas y se encuentra con su reflejo, este la mira con la misma intensidad que ella lo hace.

—Annie —siente que dice la imagen, como si Dévora la llamara.

La chica le mira aún desde la cama, sin dejar de prestarle atención, se acerca, estira la mano, pero se niega a tocarlo y la baja.

—Habla, dime qué quieres. Se sincera.

—Yo no quiero matarte, quiero que sepas eso, y no te voy a dejar aquí dentro, siempre te dejaré volver a tomar el control del cuerpo cuando salga el sol —dice el reflejo mientras los ruidos de la lluvia silencian la plática.

—¿Cómo puedo creerte? Tu compañero intentó matarme. —Lleva las manos a su propio cuello, recorriendo ese camino de asfixia que ya habían intentado varios en ella.

—Nathaniel es un idiota, pero si me dejas entrar y hablar con él puedo arreglarlo, solo dame un voto de confianza. Yo no te he hecho nada malo. Sé que quieres huir, pero no estás en posición de hacerlo ¡Annie, reacciona, ya no eres una niña!

Por algún motivo las palabras de Dévora le molestan—. Nunca he sido una niña, Dév, y eso lo sabes, nunca me han dejado serlo.

Por el impulso y molestia en sus palabras termina tocando el cristal. Ante el tacto con Dévora esta sonríe de una forma triunfante, pero no hace el cambio.

—¿Ves? Puedes confiar en mí, pude haber tomado el cuerpo ahora.

Cae un rayo y ante la iluminación se ve una figura salir con rapidez del edificio hacia una camioneta. Por algún motivo le da un escalofrío, pero la oscuridad vuelve a cubrir el terreno haciéndole difícil ver.

—¿Annie? —pregunta el reflejo al ver la desviación de atención de la chica—. Ignóralo, solo es un extraño más, hay muchos en el edificio igualmente..

—Se siente raro, por algún motivo. —Se pasa las manos por los brazos como quitándose el frío.

—Mañana déjame hablar con Nathaniel, es lo único que te pido; te lo quitaré de arriba, yo me encargo de eso —son sus últimas palabras antes de que Annie cierre la cortina dejando de ver la imagen.

"Si confío en ti, Dev, sin ti no sé qué sería de mí", piensa, más no se atreve a decírselo, tal vez en el fondo tiene miedo.

No es un secreto que de las dos, el reflejo podría quedarse con el cuerpo cuando lo desee. Ella conoce el deseo real de su compañera a fin de cuentas.

La chica sale del cuarto y se para delante de Héctor en el sofá. Se ve hermosa con el cabello desarreglado y las ropas anchas. Termina por agacharse delante del mueble para verlo de cerca, lo observa unos segundos dormir. Lleva los dedos a su cabello y lo acomoda para luego rozar con el pulgar los labios del hombre de una forma suave y atesorando el tacto.

—No sabes cuánto te quiero y necesito. —dice para posar los labios suavemente sobre los de él con cuidado de no despertarle. Aparta la cabeza rozándole suavemente la mejilla con mechones de cabello y vuelve a su habitación para intentar dormir.

A la mañana siguiente Annie se despierta y Héctor ya no está en la casa, pero le dejó una nota con la siguiente información:

"Te dejé el desayuno hecho, asegúrate de comer bien antes de irte, tengo un asunto importante que atender"

La chica guarda la nota en su bolsillo como un tesoro nuevo y se sienta a desayunar. Sobre la mesa están un pan con mayonesa y un vaso con zumo. Es poco, pero le sabe a gloria. Cuando termina se levanta para revisar la casa y en eso tocan a la puerta.

"¿Quién será?", piensa y se acerca de puntillas al mirador para saber quién es y se sorprende bastante al ver al hermano de Danna vestido de policía.

Los toques en la madera se repiten y la abre con cuidado, dejando ver solo su rostro.

—¿Daniel? —Dice con preocupación—. ¿Sucede algo?

El hombre se sorprende un poco al encontrarla ahí, su único motivo es tomar testimonio de los vecinos.

—¿Annie? Qué bueno que estás aquí, pero debo darte malas noticias entonces —hace una pausa antes de seguir—: Parece que alguien irrumpió anoche en tu casa.

Los ojos de la chica, claros como el cielo, se dejan ver más por su sorpresa y termina por abrir completamente la puerta de golpe, le preocupa poco la ropa que lleva.

No puede evitar pensar en la silueta que vio en la noche montándose a la camioneta bajo la incesante lluvia.

—¡¿Pero qué...?! —Dirige la vista a su puerta abierta en el frente y al padre hablando con otro oficial, este parece no estar borracho hoy—. ¿Se llevaron algo? De todas maneras no hay mucho que llevarse de la casa.

—Verás. —dice Daniel con cierto pesar.

—¿Hay algo más? —pregunta la chica hasta que ve cómo sacan de la casa el cuerpo de su actual madrastra.

Una de sus manos se desliza por el borde de la camilla, mostrándose, tiene marcas de amarres en las muñecas a la par que varios arañazos por lo largo. La chica se cubre la boca con la mano ante aquella pequeña imagen. ¿Si así está el brazo, cómo estaría el cuerpo?

—Eso te quería decir —añade el hermano mayor de Danna.

La chica se adelanta y pasa entre su padre y el otro policía sin darles tiempo a reaccionar, necesita saber qué demonios había pasado en su hogar. Camina descalza, manchando sus pies con cada suciedad del suelo. Nunca se sintió completamente segura en ese sitio, nunca fue un refugio, pero ahora era algo peor.

Cuando entra lo primero que ve son las manchas de sangre en el sofá, son pequeñas. La manta que la madrastra había usado estaba tirada en el suelo, dejada a mitad de camino. La chica sigue avanzando hasta la puerta de su cuarto con un mal presentimiento, y así es. En la cama de ella se encuentran las sogas aún atadas al cabezal y a la base junto a un colchón manchado enteramente de rojo.

Un perito le hace señas indicándole que salga del sitio, pero Annie la ignora, se voltea al espejo y este está con una mano con sangre dejada sobre él, es de mujer.

La chica se queda completamente ida, las voces de los que la tratan de sacar de la casa son mudas a su alrededor ante el agobio. La piel se le pone de gallina y las manos le tiemblan, se supone que esa noche ella dormiría en casa, en esa cama donde se dejó un cadáver.

El padre entra a la casa y la toma bruscamente del brazo para sacarla de ahí—. No entorpezcas a la policía, niña.

Annie no siente su voz, se deja llevar por sus jalones, completamente ida. Si su padre o ella se hubieran quedado en esa casa anoche, estarían muertos también. Ese es el pensamiento que la aleja del exterior, más la mano en el espejo ¿Espejos?, parecían seguirla a dónde fuera.

La chica sale de la casa y se recuesta a la pared, tomando aire, está así unos minutos, aún sin su padre soltarle su brazo y hablándole en vano.

—Annie ¡¿Me estás escuchando?! —pregunta el hombre al darse cuenta de que no recibía respuesta de la chica.

Ella le mira y va enfocando la vista hasta que es capaz de contestar.

—Sí, yo...anoche...anoche vi a una persona salir en una camioneta, era negra o de algún color oscuro. —La chica levanta la mano como señalando al frente, aunque no hubiese nada ahí—. Por algún motivo se me hizo sospechoso, eran como las dos o tres de la mañana más o menos.

—Dame cualquier detalle, todo es importante —le dice Daniel acercándose.

—Solo fue eso, no recuerdo más. —Mantiene su respiración agitada—. Yo estaba durmiendo y me desperté por los truenos, me asomé a la ventana y le vi, solo eso, se marchaba.

—Entonces un poco antes de esa hora pudieron ser los hechos. —Mira a la chica un momento y luego continúa hablando —. Annie, ven conmigo un segundo, necesito hablar contigo.

—Lo que tenga que hablar con mi hija lo hace en mi presencia —responde el padre con su habitual mal humor—. Bastante ya hizo la zorra esta, durmiendo en casa de ese hombre.

Daniel le mira tratando de ignorar lo que había dicho y se acomoda la gorra—. Hablamos luego entonces, es sobre Danna de cualquier forma.

—Está bien, luego te llamo, le pediré tu número. —Ya se encuentra mejor tras respirar aire fresco, bueno, si se puede llamar así el ambiente de este sitio.

—Gracias, seguiremos haciendo nuestro trabajo, ya los peritos están levantando las huellas y demás, encontraremos al asesino y podrán dormir en paz.

—Tch... —Deja salir el hombre mayor—: si fueran tan buenos no habría un loco suelto por ahí hace rato, Varenchya siempre fue un lugar seguro, está claro que no lo es desde que unos niños ricos se pusieron a jugar a los policías.

El policía que acompaña a Daniel ronda los cincuenta años y le acompaña la experiencia en el sector, también la fama de agresivo. Este, mira con mala cara al padre de Annie, el cual opta por no hablar más, es irritable, pero no desea pasar una noche en la estación de policía, eso le dejaría varias horas sin probar gota de alcohol.

—Yo...¿Puedo tomar un poco de ropa e ir a la casa de Danna? —pregunta a Daniel como esperando su aprobación.

El joven lo duda un poco, luego asiente—. Hazlo rápido, trata de no tocar nada de lo que están trabajando allí dentro.

—No tengo intenciones de tocar nada, no te preocupes, nadie quisiera tocarlo.

Annie entra con cuidado a la casa y busca en su armario la mochila con la ropa de Dévora, será más rápido echar algunas cosas ahí y así puede evitar que su padre lo registre. Ahora mismo no puede cerrar el cuarto a su voluntad.

Guarda además el dinero que gana bailando y otras cosas. La chica se pone el bolso en la espalda y voltea hacia la pared que no había podido ver de la entrada de su habitación por el revuelo, en la que se encuentra la puerta.

Unos escritos con sangre se destacan de buena manera...

"No eran Azules"

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