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Capítulo 11: Dependencia

Regresaba de la escuela tras mi primer día dando clases allí, realmente me preocupó, como si fuera un augurio, que fuera justo cuando dan a un alumno como desaparecido. El ambiente estaba bastante pesado y aun así me esforcé por dar las clases, por fin tenía el trabajo que quería, cada día me acercaba más a mis objetivos. Fue de las primeras veces que vi mi vida reconstruirse tras "aquello".

Cuando llegué a mi piso sentí los gritos de alguien conocido, y a las personas rodeándole como espectadores en un circo para ver qué hacía. Realmente odio a la mayoría de los que habitan en este edificio. Se ahogan en su propia miseria y si pueden hunden a los demás con ellos.

Hoy es como ese día que recién me mudé, eran los gritos de la misma chica a la que nadie se atrevía a ayudar, nadie ponía un pie en la vida de otros; aquí, si no era para burlarse o reírse, nadie ayudaba. Me parecía una parodia absurda del mundo, donde hechos para vivir en sociedad podíamos llegar a matarnos entre nosotros, irónico. Me molesté con la persona que grababa, tuve ganas de romper el teléfono ahí mismo, pero sería buscar más problemas.

Cuando por fin logré rebasar al grupo de personas y llegar hasta ella, debo admitir que me asusté. Esa chica en el suelo llorando y arañando sus propios brazos, alegando ver cosas sobrenaturales. Yo no sabía qué pensar sobre ello. Realmente creí que estaba loca, pero eso no sería un impedimento para ayudarle, al final, me recuerda a mi pequeña hermana.

Me acerqué a ella y a pesar de los golpes la logré cargar y llevar a casa, apartándola de la vista de las personas, quería cerrar esa escena de circo. Sentí el sabor a hierro en mi boca tras uno de sus golpes. Si Annie estaba loca sería entendible, había pasado por cosas que no todos hubieran podido aguantar ¿Lo mínimo que puedo hacer no es frenar un poco su dolor? ¿No es así? Mi miedo es que siempre que termino ayudando a alguien las cosas suelen salir mal.

En la casa seguía con su actitud rara, no sabía qué hacer, así que cuando fui a por un vaso de agua le di algo pequeño para que pudiera dormir, eran los mismos que usé por un tiempo, pero ya no los necesitaba. Por suerte se quedó dormida como un bebé. Aproveché y recogí todo en casa, guardé el desorden y me dio tiempo a salir a buscar algo simple para la cena. Cuando miré mi billetera me alcanzaba para poco, pero unos espaguetis debería bastar. Los puse a hervir y la tina a llenarse, luego hablé por teléfono con Violeta, mi novia.

Recientemente empezamos a salir de nuevo. Habíamos roto tras el incidente que tuve, pero se dignó a darme otra oportunidad, aunque aún pienso que no cree en mí, da igual cuanto lo jure, siento que muchos me ven aún como un asesino. A pesar de no ser encontrado culpable de ese incidente, me arruinó la vida y terminé por mudarme acá, a este apartamento que es el fin del mundo. De cualquier manera, que me acerque a Annie tampoco le ayuda a creerme, pero juraría que no tengo malas intenciones.

He de decir que está reacia a que ayude a la chica que duerme en mi sofá, cree que a pesar de ser una adolescente tiene algún tipo de interés en mí, pero realmente no he llegado a ese pensamiento por mi propia cuenta, y aunque lo fuera, tengo miedo de quitarle mi apoyo. Siento que nadie más hubiera concedido pararla en el pasillo y a la vez pienso que la hubieran alentado. Me preocupa quién pueda tenderle la mano si no lo hago. Me preocupa cómo estará si desaparezco; sin embargo, una dependencia también sería mala.

Me acerqué a ella y le cubrí el cuerpo con una manta, parecía tener una combinación de frío con pesadillas. Pobre chica, trataba por todos los medios de no tenerle lástima, pero se me hacía difícil, al final, no lograba encontrarme con ella en una situación que pudiera decir: Sí, por fin, sonríe de verdad.

Dejé escapar un suspiro y regresé a la cocina, pero prácticamente al hacerlo ella despertó, por poco me pilla mirándole mientras dejaba volar mis pensamientos.

La conversación fue breve, pero le dirigí al baño, espero que pueda descansar bien allí, al menos siempre he encontrado relajante despejar la mente en la bañera, quisiera que lo encuentre igual.

Continúe cocinando y la escuché hablar un momento sola, más bien fue un ligero grito, como que esperara o algo así, era su voz, supongo que esté dejando salir lo que piensa, será mejor no darle muchas vueltas.

El silencio en el baño continuó por unos minutos, hasta que sentí un ruido y no pude evitar correr a ver qué pasaba. Fui a abrir la puerta, pero recordé que ese espacio era ahora el suyo personal, no sabía en qué condiciones estuviera, debía ser respetuoso con ella.

Cuando me dio el permiso de entrar procedí a ayudarle, debo admitir que me costó redirigir la vista a sus ojos, al fin de cuentas, no note cuánto había crecido su cuerpo estos años... La conocí siendo una niña de catorce años, y ese pensamiento debía mantenerse en mi cabeza. Sí, levante la mirada y trate de no incomodarla, no necesitaba problemas, solo poder descansar.

La cargué y sentí su espalda mojada en mis brazos, mis dedos rozaron la base de sus pechos, y en el otro sus muslos, evité pensar lo más que pude y en vez de llevarla al cuarto la deje sobre el retrete, debía soltarle rápido.

—¿Dónde te duele? —fue lo único que pregunté sobre el dolor de su pie, aún así sentí que la respuesta fue vaga, creo que no quería preocuparme.

Juraría que está haciendo a propósito lo de su escote, lo está resaltando. Le di su espacio y terminé por esperarla mientras servía la mesa, no podía sacar de mi cabeza la silueta de sus curvas, pero no, no debía pensar en eso, es solo una adolescente, y debes cuidar eso.

Me provoc ternura y risa verla con el pijama ancho, después de todo mido 1.89 metros y ella alrededor de los 1.65, es normal que le quedara grande, todavía debía crecer unos centímetros más, es muy joven.

Me quedé viéndola comer, el corazón en el pecho se me encogió cuando la observé llorar. Por un momento pensé que estaba triste, que algo la había incomodado, pero no fue así, sus labios tenían una ligera curvatura de felicidad. Realmente, mientras más sufrida es la vida de una persona, más feliz se siente incluso con las cosas más pequeñas, he creído eso, pero cuando logre lo que quiera se quedará insatisfecha y querrá más, está bien, es simple, es humano.

Tal vez me excedí, pero no pude evitar llevar mi mano a su cabello y acariciarlo mientras la veía comer, sentía que debía abrazarle, pero esto era lo más que me dejaría cruzar la línea.

—Espero que lo disfrutes, Annie —dije mientras deslicé la mano a su mejilla y sequé una de sus lágrimas con el pulgar. Como saliendo de mi hechizo, pude probar la comida.

"Me gustaría ser capaz de verte más veces de esta manera, con un rastro de alegría en tus ojos", ese fue mi pensamiento ante esa imagen.

Ella decidió fregar los platos, no me atreví a decirle que no, siento que fue su forma de tratar de agradecer o poner algo de su parte en el día. Mientras lo hacía me fui a fumar al balcón y observar la calle mientras mis pensamientos volaban por todos lados, a pesar de que todo me iba relativamente bien, no podía evitar sentirme mal por esa chica, no podía evitar empatizar con su dolor.

—Héctor —su voz en mi espalda me despertó de mis pensamientos y me volteé a verla.

—¿Ya terminaste? —Lancé el cigarro hacia afuera, como evitando que me viera hacer eso, me llegaba a sentir hasta culpable de fumar en su presencia.

—No tenías que tirarlo por mí —hizo una pausa y prosiguió mientras se adentraba en el balcón. Este era pequeño, a duras penas estaba bien una persona, pero no llegaba a ser incómodo—. Ya terminé ¿Sabes?, me gustan los balcones de estos apartamentos. —Levantó la vista hacia la ciudad del frente.

—¿Por qué? —A mí me deprime el panorama que se puede obtener de los vecinos, por ejemplo, allá abajo, si haces un poco de zoom con la vista, podrías ver a dos teniendo sexo en la oscuridad, juraría que se está ejerciendo la prostitución.

—No ahí, sino hacia allá. —Estiró la mano hacia mi mentón y lo levantó un poco, sus dedos eran suaves y delgados, a la par que fríos—. Mira el cielo, puedes verlo brillar desde aquí. —Regresó la vista hacia mí, pude sentirla mientras me hablaba—. Me hace sentir pequeña y que las cosas que pasan no importan. Aunque sinceramente no quiero verlo ahora, porque si me importa esta vida, aunque intente fingir que no.

Estuve escuchándola y observando el cielo, pero a diferencia de lo que ella decía, lo vi hermoso y solo eso, un espacio al que no le debía el pensar más, solo estaba ahí para recordarnos que debemos centrarnos en lo que tenemos a mano.

—Annie, me recuerdas a mi hermana... —No sé por qué dejé escapar esas palabras, pero si quería que ella me dijera cómo se sentía debía hacer algo parecido, al final, jamás la dejé entrar a mi vida.

—¿Tienes una hermana? —Se notaba la curiosidad en sus ojos. Sí, puedo afirmar que era algo que ella no sabía.

—"Tenía" —la corregí y mantuve mi vista en el cielo antes de seguir—: sé... suicidó por el bullying que le hacían en el colegio. Nunca pude hacer nada por ella, me ocultaba todo —las palabras me costaban, pensé que no, pero seguían atascadas en mi garganta, a fin de cuentas es algo que me dolió mucho y aún lo hace.

Annie solo me miraba sin saber que decir, pude notar cierta ansiedad en sus ojos con algo de tristeza.

—Lo siento, Héctor... —Colocó sus delgados dedos sobre mi espalda y eso hizo que continuará hablando.

—Era profesor en su escuela y nunca me di cuenta de que eso estaba pasando. Fui un hermano pésimo. —Por primera vez bajé la cabeza para respirar, pero no saldrían de mí más lágrimas por ese tema, al fin de cuentas ya lo había llorado por cuatro años.

Llevé mi vista al rostro de Annie y esta se acercó a mí. Deslizó sus brazos por mis costados y formó un abrazo pegando su rostro en mi pecho.

—Gracias por ayudarme siempre que puedes —ella dijo esas palabras y sentí como algo se rompía en mí, sentí que era lo que debía hacer ¿Pero estaba bien?

Annie se dio cuenta de por qué la ayudaba tanto. De cómo pesaba y trataba de arreglar con ella mi propio sentimiento de culpa y parecía no importarle, al final, es obvio que se hizo dependiente de esto.

"Debo parar esta dependencia", eso pensé, pero terminé correspondiendo su abrazo.

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