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Capítulo 1: ¿Quién eres tú?

Al terminar su horario laboral, Dévora se retira a los camerinos a cambiarse, sin embargo, no extrae el maquillaje, solo cubre su cuerpo con otras ropas, como esperando no quitarse esa piel o lo que ella podría considerar; un disfraz.

—¡Dévora, espera! —le grita una de sus amigas de trabajo, Susana, una joven de cabellos rojos. Sus pechos no son algo natural, tampoco esos labios, pero es algo que definitivamente encaja en este sitio, al menos la corteza—. Se te quedaba el teléfono, ten más cuidado, últimamente es como una extensión del cuerpo, yo estaría muerta sin el mío.

—Gracias Su, es que ando con la cabeza en otro sitio, es bueno que me lo hayas dado. Debo irme. —Recupera lo suyo y apresura el paso, tratando de alejarse lo más rápido posible sin mirar atrás, sin bajar nunca la cabeza.

La otra chica intenta reanudar la conversación, pero sabe que sería en vano, no solía hablar mucho recientemente con ella y es algo que extraña. Solo se queda viendo en la distancia como toma un taxi alejándose de su campo visual.

Devora recuesta la cabeza a la ventanilla dejándose llevar por los pensamientos: "siempre has sido más viva de noche, aunque tampoco es que me haya detenido a verte correctamente en el día". Desliza los dedos suavemente por el cristal como queriendo llegar al exterior.

El auto la deja a unas cuadras de casa y le paga al chófer. Nota cómo se le queda viendo el corto de su falda, pero no reacciona de forma agresiva, solo comienza a caminar sin rumbo hasta que el auto se marcha.

La chica entra a su morada en total oscuridad, haciendo más fácil la lectura de las letras rojas del reloj digital, acaba de dar las dos de la mañana.

—Lunes...toca despertar temprano...Demonios. —Se quita los zapatos, deja caer la ropa, prenda por prenda, hasta quedar en la interior llegando a la habitación—. Hasta pronto, Devora —dice frente al espejo, retirando la peluca rubia y los lentes mientras se mira, quedando su alma al descubierto.

—Annie, buenas noches. —Al hacer esto, su larga cabellera negra hasta la cintura de un lacio extremo y sus ojos azules como el invierno quedan expuestos, dejando de lado todo lo que fue en el club.

Al día siguiente a esa noche tan común para la chica, una almohada sale volando por la ventana de la cual empezaban a asomar los primeros rayos del sol. Por suerte solo cae en el balcón de la habitación.

—Mierda...Tengo que ir a buscarla —dice somnolienta mientras cubre su rostro con las sábanas para que no le dé la luz, aún porta el maquillaje pesado de la noche anterior—. Todavía puedo dormir unos minutos más —se da la excusa a sí misma en lo que reza porque la alarma no suene o que, por equivocación, fuese aún fin de semana.

Un gato blanco y esponjoso trepa a la cama y se acurruca sobre su rostro plantando el trasero en su frente para terminar de despertarla.

—¿Pelusa? ¿Ni tú me dejarás dormir? Ya qué importa —se queja y termina levantándose, dejando al minino a un lado para cancelar la alarma que aún no suena, faltando pocos minutos para la hora fijada.

La habitación está organizada y acompañada de un estilo bastante pobre; se pueden ver pequeños indicios de desastres, como una ropa algo provocativa sobre la silla y un paquete de cigarros junto a un retrato familiar, uno bastante antiguo a juzgar por la apariencia de infante de la muchacha en la foto.

—Otra vez pesadillas. —Se frota la cara mientras camina al baño, con el gato usando el pasar entre sus piernas como un juego.

Sale con el cuerpo más limpio de allí y toma uno de los cigarros de sobre la mesa para acercarse a la ventana mirando el barrio mientras fuma. Todo es igual; se ve al cartero dejar los sobres tirados en la entrada del edificio sin importarle que existan los buzones, los gatos caminando por los aleros, delgados por la falta de alimento y una embarazada con las bolsas de compras al hombro.

—Lo mismo de siempre, al menos está mejor con el abusador de su marido muerto —le dedica estas palabras a la joven como si hablara con Pelusa.

Termina de hacer una serie de actividades, donde se encuentra prepararse un desayuno a base de comida recalentada y abrir el armario para encontrar su uniforme, un hermoso atuendo de colegiala.

—No debería faltar, céntrate —se dice a sí misma mientras comienza a vestir sus curvas con esa ropa que oculta lo que antes era una silueta llamativa. Como un ritual completo de transformación, mira la peluca rubia que hay sobre la mesa y niega con la cabeza mientras peina su largo cabello para atarlo con una coleta algo simple y descuidada.

Su aspecto es el de una persona sumamente inocente; coloca un poco de rubor rosa en sus mejillas que contrasta de perlas con la piel pálida que posee.

—Perfecto, esto otro cubrirá las ojeras ¿No crees? —Hace un silencio y agrega—. Pelusa.

Termina de hacer arreglos y se dispone a ir a clases.

Mientras Annie camina a la escuela, le toma por sorpresa la lluvia, por lo que empieza a correr cubriendo su cabello con la mochila.

—No, no, no, se va a rizar. —Lo protege como si fuera lo más importante.

Se mantiene así hasta que choca con un desconocido, bueno, alguien conocido y a la vez completamente extraño, es su vecino, ese que se caracteriza por dejarla babeando.

—Cuidado, Annie. —El hombre nota como la cabellera de ella es invadida por la lluvia de forma despreocupada, así que le ofrece su paraguas como ayuda—. No te preocupes, volveré en moto. Luego me lo puedes devolver al llegar a casa.

Ella se queda anonadada unos segundos mientras observa los ojos color miel del hombre, bajando por su nariz hasta los carnosos labios. Tiene que darse una bofetada interna para reaccionar, pero aun así se queda perdida en sus fuertes brazos y cómo desearía estar entre ellos. Sin embargo, no es precisamente por su apariencia ni los cabellos castaños y perfectamente cortados, lo ama.

La chica se sonroja ante sus palabras, por un momento deja salir lo inocente que tiene y toma ese paraguas, se llega a preguntar a sí misma "¿Por qué no soy capaz de pronunciar palabra? ¿Por qué no puedo hacer más que verlo marcharse al vehículo que le espera sin siquiera decirle para vernos algún día? ¿Quizás por los 10 años que nos separan?"

Continúa su trayectoria a la escuela, con sus auriculares puestos, camina lentamente mientras siente las gotas caer sobre la superficie protectora y disfruta el sonido. Su cabeza vaga en la excusa de usar esto para verle de nuevo.

"Debí decirle algo ¿Por qué siempre pasa eso? ¿Será por esos ojos?". Ríe para evitar sentirse tonta.

Entra al aula y se dirige al primer asiento, coloca su mochila y observa el área, carente de más humanos. Es una escuela sencilla, pero no escatima ni deja deteriorar los muebles.

—¿Viste, Pelusa? Me hiciste llegar demasiado temprano... —suelta el quejido sin esperar que alcance a alguien y manteniendo su manía de hablar sola, sin humanos cerca, una muy vieja manía.

Saca sus libretas y completa algunas de las tareas que le faltan. Mientras hace esto entra al aula el chico apartado del salón, todos le conocen así por su costumbre de usar abrigos aun cuando el sol quema la piel, por dejarse el cabello bastante largo y mantener un semblante de suma timidez al relacionarse con cualquiera. Annie le dedica una sonrisa al verlo entrar, es lo menos que puede hacer al ser la presidenta de la clase.

—¡¡Ann!! ¡Buenos días! —Corre hasta ella una jovencita muy alegre, sus ojos verdes a juego con ese cabello rubio, son hermosos, pero si se dedica a observar más, se puede notar su mochila y zapatos caros. Los disímiles pequeños detalles que sugieren una vida adinerada tras su sonrisa—. Llegaste bastante temprano. Lo siento, el chófer se atrasó por el atasco. ¿Estás haciendo la tarea? Bueno...Me atasqué en algunas preguntas, pero pude terminarlas.

—Danna, dame un segundo, déjame terminar esto, y te respondo. —Continúa mientras la plática unilateral de su amiga no se detiene, su energía es inagotable.

—Ann ¿Sabes algo de las desapariciones? Quería ir hoy a la fiesta de Antonio, pero mi hermano se opuso. Dicen que apareció otro cadáver por el parque. —El hermano de Danna es policía en este pequeño pueblo a diferencia del resto de su familia que posee una industria en "Varenchya"—. No me quiere dar detalles de ello, pero parece el tercero en este mes ¿Qué crees que pase? Nunca pensé en eso de los asesinos seriales, lo veía como cosas más de películas y series, ya sabes.

Annie le hace un gesto para que se calle un segundo y se centra en resolver el problema que tiene delante, luego de hacerlo cierra la libreta.

—Listo. Solo es otro loco más, trata de no salir mucho de noche, además, no sé qué te preocupa, te recogen y llevan a todos lados si lo pides, estarás bien.

—¿Y tú? Bueno, realmente quería lograr más libertad este año, pero con esto se están destruyendo mis planes. A veces quisiera ser. —Le mira unos segundos y se retracta de lo que iba a decir—. No, nada, solo más libre.

—Tranquila, es algo que luego extrañarás. —Juega con el colgante en forma de estrella que tiene en el cuello, era de su madre—. Ya llegó la profesora.

Las clases continúan normal, el día no se separa de lo habitual, al menos hasta la hora de salida.

Annie se queda hasta más tarde atendiendo algunos asuntos del aula, luego arregla el sitio un poco, tiene cierto TOC en cuanto al orden, le molesta ver los asientos fuera de lugar.

—Por fin, se acabaron las clases. —Se asoma por la ventana del aula, aún es temprano. Puede ver a varios alumnos hablando en los jardines del colegio—. Qué aburrido todo... Siempre aburrido —detiene su monólogo al escuchar un ruido en la puerta y se voltea. —¿Quién es? ¿Nathaniel? —Ve al mismo chico silencioso que saludó en la mañana y corre a ayudarle—. ¿Estás bien?

—Sí...Creo que sí, solo se me cayó la papelera; lo siento, estaba distraído —habla bajo, lo suficiente para que Annie le pida repetir lo que dijo.

—Pensé que se habían ido todos, no sabía que estabas aún acá.

—Yo...Bueno, te vi y quise ayudar...No te espiaba, no tiene que ver con eso... Es solo que... —Se le puede notar visiblemente nervioso—. Quería ahorrarte...Trabajo, siempre organizas el aula al salir.

"¿Eres tú?", piensa el chico.

Por la mente de Annie pasan varias ideas, ideas que posteriormente se fusionan y desembocan en una gran preocupación. A partir de ese momento es consciente de que es observada, pero a diferencia de la mayoría de las personas, esa que le sigue lo hace con mayor atención y con más frecuencia; teniendo ya la certeza de esto y que se trata de nada más y nada menos que un compañero de salón, teme que tal vez sin querer, llegase a conocer algo que ella no quiere que salga a la luz.

No obstante, luego de analizar la situación y evadir un poco sus dudas para darle un voto de confianza al chico, decide aceptar lo que parece ser un gesto amable de su parte.

—Tienes razón, siempre me quedo a organizarlo, me gusta que esté todo en su sitio, es más cómodo así, y también el silencio que hay aquí —hace una pausa antes de seguir, diciendo algo como si se escapara de sus labios—. Tampoco es que tenga un apuro en llegar a casa...

—Entiendo...Eso creo, yo...verás, ¿Puedo tomar tu número? —dice esto luego de sonrojarse completamente mirando hacia la puerta.

—¿Mi número? Todos lo tienen, lo dije cuando me eligieron jefa de aula ¿No lo tomaste?

—Yo ese día falté...No estaba bien, un pequeño problema de salud.

—Entiendo, tranquilo. —Toma un lapicero de su mochila y le escribe el número en la mano—. Es este, puedes llamar si necesitas información de alguna actividad o cosas del año.

El chico se ve algo decepcionado ante sus palabras, pero toma el número y cierra la mano. Deseaba algo más, esperaba algo más de ella.

—Sí, lo haré. Yo debo irme por ahora... Gracias por el número. —Mira por la ventana y se va del salón cubriendo su cabello con el gorro del abrigo.

Annie lo ve marcharse y recoge sus cosas tranquilamente.

"Espero que no te metas donde no te llaman. Ay, Dévora...Tampoco es que odie los días de calma", piensa sin un estado de ánimo en especial.

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