—¿Quién eres en realidad?

Los dos chicos pálidos, de contextura delgada y ojos felinos lo miraron, uno de ellos estaba aterrado y el otro veía la escena con tristeza. Jimin trataba de alejarse de ellos, seguía sin creer lo que ocurría frente a él y lo único que podía hacer era darle un vistazo a sus memorias.

Él.

Su cabello oscuro.

Su sonrisa.

Aquellos ojos felinos que había buscado tantas veces entre la multitud.

Su olor cítrico.

Su piel, tan blanca como la nieve.

Sus manos, grandes y con dedos largos que siempre ocultaban las suyas.

Su voz, suave y ronca, esa voz que dijo tantas veces su nombre.

Cerró los ojos, tratando de eliminar cada uno de los recuerdos que llegaban a su mente. Esos mismos recuerdos que le impedían irse, esos mismos que le susurraban una verdad a media.

—¿Qué te hice yo para que juga...- no, para que jugaran conmigo?

Y allí, frente a él, se encontraba el que consideraba el amor de su vida. Y junto a él, una persona que llevaba el nombre y la identidad, de aquel que amó alguna vez.