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Cap 14 ... Confirmación


Me levanté sobresaltada, estaba incomoda en la cama. Miré el reloj de mi móvil y todavía era de noche. Volví apoyar mi cabeza en la almohada y quise cerrar los ojos. Maldición no podía. Los abrí y observé el techo de la habitación. Me di vuelta y observé el hermoso ventanal de la habitación. Me levanté busqué un cigarro lo prendí y abrí la misma. La brisa comenzó hacerse presente. Golpeaba mi rostro, cerré los ojos y escuchaba solo mi boca cerrarse y abrirse gracias al humo que entraba en mis pulmones. De golpe mis pensamientos volvieron a la realidad y me di cuenta que tenía tiempo. Si yo quería tenía todo el tiempo del mundo. Apagué mi cigarrillo y entré, me cambié con el mismo vestido que tenía en la fiesta, aunque no estaba arreglada como horas antes, tenía que encontrar la habitación de Benedict y hablar con él. Si Alice se enterara me mataría por completo, pero no podía esperar la ansiedad estaba matándome.

Salí sin tacones hacia uno de los pasillos del ala izquierda, no tenía la menor idea de dónde estaría la habitación de los otros invitados y menos la de él. Caminé unos cuantos pasos hasta que me di cuenta que en una esquina había una pareja muy cerca besándose. Pasé rápidamente cerca de ellos, aunque ni cuenta se dieron que pasaba por su lado. Seguí caminando otros pasos más, pero realmente me encontraba perdida. Me apoyé en una columna y esperé. No tenía idea de qué carajo estaba haciendo. Cerré mis ojos, comencé a escuchar unas voces cerca, los abrí inmediatamente y avancé.

- Está ebrio

- Maldición, sabía que esta boda traería problemas y más si estaba ella. - ¿de qué rayos estaban hablando?, me acerqué un poco más y pude observar quienes conversaban.

- Ahora está en el jardín. Quiere estar solo.

- No podemos siempre estar atrás de él. Es mi hermano sí, pero tiene que arreglar sus problemas.

- David eres un idiota.

- Me haces reír Steven.

- ¿Dónde diablos esta Lucas?

- Quien sabe con alguna chica.

- Vamos a las habitaciones. Están cerca del jardín, sabrá volver solo.

- A veces eres más que un idiota- comenzaron a reír. – vámonos.

Si estaban Steven y David, Lucas estaba ocupado con quien sabe quién, la única persona que podía estar en el jardín era Ben. Caminé por el pasillo hasta llegar a cada uno de los jardines, comencé a buscarlo. Pero no logré encontrarlo. El castillo en el que nos encontrábamos era muy grande. No quería que nadie me vea, quería evitar hablar con alguien.

La ansiedad estaba matándome, busqué dentro de mi sobre mis cigarros, imposible no traerlos. Eran mi cable a tierra. Prendí uno, me apoyé en una pared fría de las hermosas galerías y recordé un jardín que era oscuro pero que tenía flores blancas a su alrededor. Lo había visto pero no había tenido el tiempo para recorrerlo y sentir el aroma de las flores. La última opción era esa.

Caminé dos galerías más, y finalmente encontré ese jardín, comencé a caminarlo detenidamente sin hacer el mas mínimo ruido. Finalmente había un lago artificial donde la enorme luna iluminaba el agua. Frente a mí se encontraba una figura, en su mano una botella a medio llenar. Era él. Estaba con su camisa y su corbatín desarreglados, y su saco permanecía en un banco blanco de mármol que había a su costado derecho.

Tomó un trago de la botella y siguió mirando el lago. Me acerqué hasta sentir su aroma a menta entrar en mis fosas nasales. Estaba nerviosa, no sabía que decir, mi corazón latía a mil por segundo. Estaba paralizada. Las palabras no salían de mi boca. Esperé unos segundos que fueron eternos y por fin hablé.

- Lo siento – fue lo único que salió de mi boca. Benedict salió de su trance, miró hacia atrás, sus ojos no hicieron contacto con los míos. Se quedó en silencio. Volvió a darme la espalda, tomó un trago nuevamente y habló.

- ¿lo sientes? Habló más para sí que para mí.

- Yo... - me quedé sin palabras.

- ¿Qué haces aquí? - dijo ofuscado.

- Vine hablar contigo Ben ...

- Benedict – abrí mis ojos como platos. – no tenemos nada de qué hablar – tomo un trago – ya está todo muy claro.

- Es que lo que dije...

- Vete por favor. Déjame solo.

- Pero

- No quiero verte, te quiero lejos.

- ¿Qué dices? – no lograba articular palabra. Él se dio vuelta y clavo si mirada sobre la mía.

- Que te vayas Kate. ¿no entiendes?

- Déjame explicarte ...- me acerqué

- Aléjate

- ¿Por qué me tratas así? - el abrió sus ojos y comenzó a reír.

- ¿por qué te trato así? ¿me hablas de verdad? Deja de ser tan patética Kate y vete.

- Me importa un carajo lo que tú digas.... – dije enojada quedando frente a él. – necesito explicarte.

- Pues a mí no me interesa – sacó su vista de la mía y comenzó a caminar hacia adelante dejándome atrás.

- Ben escúchame – comencé a seguirlo. Sus pasos eran rápidos, entramos al corredor en silencio. Mi corazón latia muy fuerte, casi podía sentirlo salir de mi pecho. Sabía que la había cagado, pero estaba enojada, tenía resentimiento. Me sentía abrumada con la situación. Benedict dobló hacia la izquierda ignorándome por completo y llegó hasta una puerta muy grande cerca del final del corredor, no tenía idea donde me encontraba. Volví hablar – necesito que hablemos. Él se dio vuelta enojado y me enfrentó.

- Déjame en paz ya te dije que no quiero escucharte- su mirada era totalmente fría.

- Pues ya te dije que me importa un carajo lo que digas. - retruqué, él abrió la puerta y entró. Cuando estaba por cerrármela en la cara, apoyé uno de mis brazos e impedí que lo hiciera. – no vas a dejarme con las palabras en mi boca- grité – déjame pasar.

- Al carajo, haz lo que quieras. – me tomó del brazo e hizo que todo mi cuerpo entrara de un sacudón hacia la habitación. El caminó hacia una mesa antigua, apoyó su botella y siguió ignorándome. Yo me quedé estática por unos segundos observando la belleza que tenía el lugar donde dormía. Mis ojos volvieron a él, que comenzó a sacarse su reloj para luego seguir con sus zapatos. – Benedict escúchame.

- Ya estas acá, quieres hablar, hazlo. No entiendo que quieres decirme ya lo has dicho todo y me ha quedado claro Kate.

- Hoy – hice una pausa- cuando me besaste en el jardín. – comencé a tronarme los dedos. – volvieron los sentimientos que tenía hacia ti. Yo pensé que te había desterrado de todo. Pero me di cuenta que desde que te vi esa mañana que llegaste tarde. Quise que me besaras, que me miraras de la misma forma que lo hacías antes, que me tocaras, quería sentir tu piel. Y lo confirmé cuando sentí tus labios, sentí que volvía a ser yo, que te extrañaba. – me quedé en silencio. Benedict miraba hacia un espejo que tenía frente a él, su reflejo me miraba y yo a este, porque moría de vergüenza.

- Quieres enloquecerme ¿no es así? – fruncí el ceño, luego de mi declaración que tanto me costó, el venía a decirme eso?

- Yo ...

- Maldita sea Kate, me has dicho que no me amas, estuve toda la puta fiesta tratando de ordenar mi cabeza, porque estoy tan roto que no sé qué hacer con ella. No he hecho otra cosa más que beber, porque no soporto esta situación. Pensé que tenía controlado todo y tú ahora me dices que tus sentimientos volvieron ¿acaso tengo cara de idiota?

- Pero... que dices – dije confusa.

- Sabes que, estoy harto – se levantó de la cama, comenzó a caminar hacia mí. – harto de tus caprichos, harto de estar siempre salvando la situación, harto de mendigarte amor porque sabes bien que siempre lo hice. Estoy harto. Hace horas te dije que te amaba, y tú has tenido la desfachatez de mirarme a los ojos y decirme que ya no lo hacías. ¿Qué carajos quieres de mí? – su cuerpo choco contra la puerta principal, me tenía acorralada.

- Estas ebrio- dije

- Oh claro que lo estoy, pero quédate tranquila que las ideas las tengo muy claras. – apoyó su brazo al costado de mi cabeza. - ¿Qué quieres de mí?

- Yo ... te necesito.

- ¿necesitarme? Para luego botarme cuando quieres – comenzó a reír.

- ¿Qué es lo que ha cambiado de ti en estas horas? – dije nuevamente confundida.

- Tú- respondió serio. – la que ha cambiado eres tú. – me quedé sorprendida por su respuesta, me había dejado sin palabras. Sus ojos eran fríos, Benedict me penetraba con esos ojos azules mar.

- Tienes razón, pero no es un capricho. Mi mente mi cuerpo y mi corazón por una vez en la vida se han conectado cuando me besaste. De golpe, mi espíritu recordó todo. – me acerqué acortando la distancia, el cerró sus ojos.

- ¿Qué quieres? – rocé mi nariz con la suya. Sentía su respiración agitada.

- A ti – acorté la poca distancia que separaba nuestros labios y lo besé. 

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