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Triste Realidad

Mis párpados pestañean rápidamente. Confundida abro y cierro la boca pero mi voz se esconde detrás de mí apretado pecho.

-Por supuesto que sí. Éramos vecinos. Yo vivía en frente...- Trato de permanecer sonriente pero la boca me traiciona. Su cara se mantiene en blanco sin reconocerme. -Estudiamos juntos...

Mi disminuida voz se debilita al aprender la triste realidad de lo que fui para el. Nadie. Absolutamente nada, cuando él, era mi todo.

Tanteó por un instante; -perdón, pero... Yo no recuerdo haberte visto antes.

-¡¿Oh?!

Mi seca garganta no me permite tragar y asiento moviendo la mano como si lo que me dijo no me doliera para nada. -Perdona, no te quise interrumpir.

Mis negros, rizos se tambalean en mis hombros al mover la cabeza en negación y esquivo la mirada de la suya retrocediendo para marcharme del lugar.

-¡Para nada! No te preocupes. ¿Quieres tomar un café? ¿Conmigo?

Como boba abro la boca sin creer lo que escucho. "¿Sí?"

La sonrisa se amplía en sus labios; -¿Me preguntas o me estás contestando?- Ríe.

La melodía me sacude y siento una corriente eléctrica bajar por mi cuerpo.

-No.

-¿No?- Frunció el ceño. Ahora parecía estar confundido.

-No, que sí.

¡Calla chica, que se va a espantar! Esos días de chiquilla me persiguen como un mal hechizo.

Me sonríe y baja la mirada a sus pies, luego a los míos. Doy un suspiro de alivio cuando recuerdo que tengo sandalias puestas pero me hice pedicura... mis uñas rojas acabadas de pintar lo saludan desde abajo.

Sus pupilas vuelven a mi mirándome de reojo-¿Qué quieres tomar?

-Un capuchino. Gracias.

Levanta la mano y con el dedo del corazón y el índice le señala a la muchacha detrás del vestíbulo que desea dos; "two cappuccinos. Thanks."

Meto las manos en los hondos bolsillos de mi chaqueta azul porque no sé qué hacer con mis manos y disimuladamente le miro el rostro. Las pequeñas pecas de sus mejillas destellan su tersa piel dorada y ansío besar cada una de ellas, como cuando era niña y lo vi por vez primera.

-¿Aquí está bien?- Pregunta señalando a una mesa frente a la ventana. Yo asiento sacando una mano del bolsillo y nerviosamente me rozo el cabello.

Una vez sentados sonríe pícaramente y extiende su mano; -ya sé que me conoces pero me gustaría hacerlo oficial,- ríe y se moja los labios con la lengua. -Sebastián. Encantado.- Guiño el ojo derecho y muero mil veces mientras se derrite mi cuerpo como lo hacen los muñequitos en la televisión.

-Marina. Un placer.- Literalmente.

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