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Reencuentro

Abrí mis ojos, viendo el techo del palacio. Levanté mi torso, para luego acercarme a la orilla de la cama, siendo asistido por Laila, que seguía preocupada por mí resiente desmayo.

Mis ojos eran aún más pesados y mi cabeza no dejaba de dar vueltas. Era difícil comprenderlo, pero mi mente comenzaba ser todo un desastre, era como si dos personalidades comenzaran a dar vida en mi interior, la de Helena y la mía, era hasta difícil comprender mis palabras, mi propia identidad comenzaba a ceder frente a la de Helena.

Laila: Deberías seguir durmiendo— Frente a su preocupación, me cubrió con la cobija que tenía en sus piernas, dejando en la mesa de su lado, dos agujas con hilo; donde hilaba lo que parecía ser una bufanda— Sigues muy pálida, parece que Astaroth al separarse de tu cuerpo perdiste mucho poder que ella te transfería.

Amelia: Parezco con anemia, pero anemia de maná...— Intenté reír frente a mi chiste, pero el dolor de cabeza no me permitía— Parece que tienes el mismo habito de Saya.

Laila: Si, después de todo, es mi maestra, me enseñó a pelear y también a hilar.

Amelia: Si estuvieras en mi mundo te dirían que pareces una ancianita.

Puse los pies sobre las frías tablas de madera que conformaban el suelo, haciendo un gran esfuerzo para levantarme de la cómoda cama, hasta lograrlo y estirar todo mi cuerpo.

Laila: Parece que te vas a desmayar...— Dió un largo suspiro y se acercó a mí, sosteniendo mi mano y llevándola a su hombro— Apóyate en mí, conociéndote sé que no puedes quedarte quieta.

Era como si creyera que todavía Helena seguía viva, pero yo soy Phoenix, no su querida prima.

Amelia: Sabes que no soy Helena...

Laila: Lo sé, pero parece que todavía vive dentro de ti, el solo verte, levantándote con esa motivación, hace que me recuerdes a ella.

Era cierto, había unos aspectos que comenzaban a cambiar en mí, como el hecho de ser más enérgico o el hecho de ser más amistoso, eso era algo que no presenciaba en mí. En mi antigua vida era una persona más, era serio y sin tanta motivación para hacer cosas que me dijeran... mientras que ahora, parezco como una estrella.

Helena parece que es de esas personas que es imposible dejar de ver, era como si ella te mostrara un camino a tu sendero lleno de oscuridad, como si fuera una pequeña estrella en el oscuro espacio.

Amelia: Puedes comenzar siendo mi novia, y, si en un futuro lejano seguimos amándonos podemos casarnos y luego criar a nuestros hijos. ¿No te parece emocionante mi propuesta?

Laila comenzó a reír.

Laila: Definitivamente eres Helena, siempre escuchaba eso de ella, no te imaginas lo romántica que era. Bueno, dejemos esas cosas, creo que tienes cosas que hacer aquí— Dijo, mientras iba a la puerta de la habitación— Oigan, Amelia ya está despierta, vengan a vestirla.

El Ángel volvió a mí y comenzó a caminar junto a mí, tomadas de la mano.

Laila: Por cierto ¿Hasta cuando piensas dejarme esperando? Quiero ver tus alas...

El Angelical rostro de Laila mostró una tierna expresión, ese tierno puchero deslumbró mis ojos como si mirara al sol.

Amelia: Lo haría si pudiera...

Laila: Puedes, tus alas son parte de ti, solo muévelas, así como mueves tus brazos puedes mover tus alas.

Amelia: Pero en principio no tengo alas ¿No ves mi espalda? Está super linda mi espalda, que eso quede claro, pero no hay ningún rastro de alas.

Laila: Si hay, solo tienes que centrarte. Recuerda quien eres, tu personalidad está todavía controlando todo tu cuerpo, deja que la personalidad de Helena controle tus alas. Solo Helena puede tener esas dos diferentes alas.

Es fácil decirlo...

¿Cómo hago para que Helena controle sus alas?

Laila: Concéntrate, busca a Helena en tu interior, así como hablabas con Astaroth puedes hacer lo mismo con Helena.

Amelia: Está bien, está bien— Suspiré y llevé mis manos a mi cabeza, frunciendo mi ceño y concentrándome— Ammm, Helena ¿Dónde estás?... Helenita... Acude a mi llamado...

Laila: ¿Qué haces?— Una expresión de angustia invadió su rostro.

Amelia: Lo siento, no soy lo suficientemente esquizofrénico...

Laila: Concéntrate— Golpeó con su puño mi cabeza suavemente.

Como si me lo ordenara, cerré mis ojos y me concentré en la profunda oscuridad de mi interior.

Era extraño pensar en que hay personas que temen cerrar sus ojos, ya que pueden verse a sí mismas y ese es su gran miedo...

Parecía que podía hacer lo mismo...

En medio de esa oscuridad veía una pequeña luz, con un tono azul, solo era una pequeña esfera, pero era claro que era Helena.

Levanté mi mano, con el fin de que la pequeña esfera me aceptara.

Parecía que no sería fácil, solo se acercaba y daba vueltas a mi alrededor, como cuando estás con un perro, cuando quieres que él te acepte; así parecía Helena, un pequeño cachorrito, tímido, pero solo esperé.

La pequeña esfera reposó sobre la palma de mi mano, siendo esta la aceptación de Helena hacia mí.

Laila: ¡Lo lograste!

Abrí mis ojos y miré a mis alrededores, era realmente increíble.

Ver dos grandes alas que tapaban mi vista me hacía sentir como alguien completo...

Una ala, oscura y sin plumas se posaba a mi izquierda y una ala emplumada, blanca y reluciente posaba a mi derecha. Y no pesaban, después de todo eran parte de mí, representaban lo que es Helena.

Amelia: ¿Vas a volver a llorar?...

Al magnificarme con mis alas miré como Laila estaba a punto de derramar unas lágrimas... no podía creer que este Ángel tan poderoso llorara tanto.

Amelia: Ya, ya, no tienes porque llorar, aquí estoy... mi querida prima...

Le abracé, cubriendo todo su cuerpo con mis alas.

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Saya: Te elogio, por fin te ves como alguien decente.

La araña detallaba cada parte de mí, el hecho de verme en un elegante vestido de clase alta, de colores oscuros como a ella le encanta y sumado a mi nuevo cabello, negro y blanco, y, mis alas, también una negra y una blanca, hacían una combinación bastante vistosa para el ojo.

Amelia: ¿Quieres decir que me veo linda?

Saya: No, te falta demasiado. Si quieres verte linda tienes que ser como yo y todavía te falta mucho para eso.

Vaya narcisismo...

Nao: Yo digo que te ves perfecta mi Lady, eres la persona más hermosa de este planeta.

Amelia: Gracias Nao, como siempre haces que quiera llorar...

Esas simples palabras antes no hubieran hecho mucho efecto en mí, pero ahora, con la personalidad de Helena tan remarcada en mí, hace que esas palabras me provoquen una sonrisa.

Laila: Una lástima que el Rey no quiera verte... Si yo fuera un hombre estaría encantado de ti, ni yo me comparo frente a ti.

Amelia: ¿Lo dices en serio? ¿Alguien tan linda como tú me está diciendo linda? ¿Qué eres? ¿Una mentirosa o alguien muy sincera?...

Laila: ¿Eh? Pues, no te preocupes por eso, solo recuerda que somos familia, tenemos muchas facciones iguales.

Amelia: Entonces admites que no soy más linda que ti...

Laila: No... no es eso...— Tose, dándole valor a sus siguientes palabras— Para mí siempre serás la número uno.

Sonreí y de le di un rápido abrazo a mi prima.

Ahora, el principal problema era el Rey, necesitaba verlo. Quería preguntarle muchas cosas y, una de esas cosas era si conocía algo de la Resurrección... aunque puede que no sepa nada, ni Saya que era gran amiga de la Reina Maga sabia algo, por lo que el hijo de ella puede que tampoco sepa algo.

Amelia: En fin ¿Qué le pasa al Rey?

Laila: Está encerrado en su cuarto, creo que le dió miedo verte, después de todo tienes la misma marca que su madre.

Amelia: ¿Tanto le teme a la Guardiana Maga?

Laila: Tal vez tenga un trauma... nada le ha salido bien desde que su madre murió.

Saya: Es un inútil. Alguien más debe tomar las riendas de este reino.

Laila: Si... por eso deberías hacerlo tu, maestra— Se refirió a Saya— Tú tienes el poder para gobernar.

Saya: No digas tonterías, no quiero hacer algo como eso, además de que no soy apta— Sus ojos se enfocaron en mí, como si me dijera que yo soy apta para gobernar— Dejemos esas cosas, debo hacer unas cosas. Las veo en la noche.

La Guardiana de las Dagas comenzó a caminar por los pasillos, junto a su súbdito.

Laila: Nunca cambia, a pesar de tener sus largos años... Bueno ¿Quieren ver el Reino? Hay cosas muy interesantes.

Nao: ¿Es seguro hacerlo? mi Lady todavía sigue débil.

Laila: No te preocupes. Yo la protegeré.

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Un Reino distinto, donde todo era bastante hermoso. Ahora solo quedan los restos de una distópica felicidad, miedo e infelicidad son las dos cosas que representan este lugar.

Por suerte en poco tiempo habia podido controlar mis alas. Por precaución mis alas volvieron a desaparecer; sin embargo, mi aspecto tan diferente a los demás Elfos era bastante llamativo para los demás seres que estaban a nuestro alrededor.

Un Alto Elfo, con un cabello totalmente blanco era lo común, así como Laila, con su cabello totalmente blanca, en cambio, ahora mi cabello blanco de antes era ahora también negro hasta la mitad.

No había nada que pudiera hacer, solo ignorar las miradas de los seres que caminaban a nuestro lado. Parecíamos famosos, hasta Nao no dejaba de soltarme la mano con lo nerviosa que estaba y Laila sostenía mi otra mano por simples celos a Nao...

Laila: Hay cosas que una sirvienta no puede hacerle a su amo, una de esas cosas es lo que haces...— Una pequeña chispa salía de entre los ojos de Laila al mirar a Nao.

Nao no le respondió, sabía que no podía contestarle a su superior. Es difícil comprender a las mujeres...

Amelia: ¿No me dijiste que iba a haber cosas interesantes aquí?— Miré a Laila.

Laila: Pues... ¿Alguna vez no te han preguntado "Quiero que me muestres lo mejor de tu ciudad" y tu, por simple inercia dices que tu ciudad es maravillosa y en realidad tu ciudad es un asco donde nada es divertido y estás tan cansado de vivir ahí que quieres mudarte pero no puedes? Y, en medio de esos pensamientos dices ¡"Quiero irme a otro país a vivir"!, pero recuerdas que si te vas a otra parte (Que además de ser pobre) Dices que estoy cómodo donde vivo y...

Amelia: Ya me quedó claro.

Laila vuelve a tomarse un respiro luego de desquitarse un poco.

Justamente recordaba un momento en mi vida donde una persona me dijo eso mismo ¿Quién era el que me había dicho eso? Ah, lo recuerdo. Rastus, uno de mis amigos una vez me dijo algo como eso cuando llegó a mi ciudad.

Como no sabia que mostrarle lo llevé a una Iglesia y le dije "Ningún lugar es tan divertido como la casa de Dios". Desde ese entonces dejó de hablarme por un tiempo...

Siempre que pienso en ellos siempre digo "¿Qué estarán haciendo?", hasta quisiera gritar y decir "¿CÓMO PUEDE SER QUE NO HE PODIDO ENCONTRARLOS?", ni de sus madres se escondían tan bien cuando perdían los exámenes.

A veces el destino puede ser decepcionante...

—Oh, lo siento...— Un hombre despistado casi choca conmigo, hasta que se dio cuenta— Debo tener más cuidado.

Amelia: Está bien, no te preocupes.

—Bueno, si me disculpan— El hombro hizo una leve reverencia y volvió a retomar su camino.

Laila: Qué gente más rara, se puede estar preocupado pero no a tal nivel que ni ves por donde caminas.

Puede ser cierto, pero aquel hombre, cabizbajo, y con un aura de depresión me llamó la atención.

El simple hecho de recordar su voz me detenía, a pensar solo en él.

Era una voz que conocía.

Ese hombre era un humano, llevaba unas ropas sucias y caminaba lento y sin rumbo. Apenas podía verle el rostro por su cabello tan largo y sucio, pero había algo que podía reconocer fácilmente.

Esa postura, encorvada y ese cabello, encrespado y oscuro, con su rostro con unos cuantos granos. Solo podía significar una persona...

Amelia: ¿Rastus?...

Dejé salir ese nombre de mi boca, sin pensarlo, mencioné el nombre de mi amigo, al que me recordaba ese hombre...

Y... al decir ese nombre, el hombre levantó su rostro y me miró con sus ojos grisáceos y con ojeras.

No respondió... solo me miró, para luego ver a Laila, frunciendo su ceño, con una expresión llena de ira.

Laila: ¿Lo conoces?— Se refirió a mi.

Amelia: Eso... creo...

Era imposible no reconocerlo... solo podia ser una persona, era Rastus un gran amigo, que me acompañó a la muerte...

Solo podia ser él...

Y...

Por fin lo habia encontrado...

Solo que... era la primera vez que lo veía tan enojado, no era el mismo...

Amelia: ¿Eres Rastus... no es así?

Rastus: ¿Y que si lo soy?— Respondió cortantemente.

Nao: Oye, cuida tu manera de hablar. Estás frente a mi señora.

La expresión de Nao también mostró hostilidad, pero rápidamente la detuve con mi mano...

Amelia: Déjenme a mí y a él a solas.

Laila y Nao se irritaron frente a petición, pero Rastus sintió un poco de terror en mis palabras.

Rastus: ¡No he hecho nada!— Golpeó mi mano levantada y dio unos pasos hacia atrás.

Amelia: Háganlo. Es una orden.

Con una mirada fría, ellas aceptaron con preocupación.

Laila: Es peligroso Helena...

Amelia: ¿Vas a llevarme la contraria?

Al final aceptó y caminó junto a Nao, sin perderme de vista, alejándose de nuestros...

Rastus: ¡No harén nada de lo que digas, maldita escoria!

¿Cómo podia ser que una persona tan bondadosa me mirara con unos ojos tan hostiles?

¿Qué pasó mientras no estaba?

Tal vez sea por esa profecía sobre Pólux...

Amelia: ¿Conoces a Phoenix?

Rastus: ¿P-Phoenix?...— Su boca tembló y sus ojos se cristalizaron— ¿C-Como no recordar a mi gran amigo?

Amelia: Vayamos a un lugar donde nadie nos escuche.

Rastus asintió y comenzó a caminar, llevándome atraves de los callejones del Reino.

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