La verdad sobre mí
La luz del sol comenzó a teñirse de negra en medio de los callejones de la ciudad, putrefactos y llenos de eses, junto a seres esqueléticos; con vida, suspirando por un poco de comida.
En la oscuridad, una luz rosada comenzaba a tomar poder, proviniendo debajo de mi túnica, desprendiéndose desde la marca del Guardián de la magia.
Con cada paso este callejón comenzaba a tomar una forma tenebrosa. Telaraña, era la principal causa del terror. Mientras más mi marca comenzaba a brillar, esta telaraña comenzaba a notarse en el suelo, los techos, ventanas, puertas y en consideración, personas, envueltas en esos sacos hechos de telarañas.
Parecía que estaba entrando en la boca del lobo.
Consideré crear un incendio, pero eso era incitar al enemigo a un ataque...
—Mi señora, te esperan— Exclamó un ser encapuchado, frente a mí.
En el fondo del callejón, donde el sonido de nuestros pasos apenas se escuchaban, frente a un mordisqueo tronador, había una casa; lujosa y rústica, a comparación de las que había en toda la ciudad.
Telaraña era lo principal para la vista, pero el color oscuro del roble, y, esa casa que parecía una mansión, con puertas anchas y altas, parecían el hábitat de un ser monstruoso, tan grande que podía superar dos veces mi altura.
—Esta es la mansión de la princesa— Comentó el ser encapuchado— Espero que no le tema, puede ser un poco diferente a los demás.
Sin expresión alguna, el ser encapuchado dijo. Para comprobarlo, mi marca estaba en su máximo brillo y su máxima calidez, como si se sintiera el abrazo de un ser querido.
El ser encapuchado abrió las dos grandes puertas, rechinando con su abrir, dejando desprender ese olor extraño del interior.
Caminando en la mansión se podía ver lo de siempre; telaraña, pero era diferente, formaba figuras, telas hermosas, tapaban las ventanas, tapetes suaves y con diseños particulares residían a nuestros pies.
—Parece que la Guardiana por fin apareció.
Una voz, elegante y refinada, hizo su interpretación en el interior de la sala, proviniendo de la criatura que comía en el comedor.
El ser encapuchado de una ovación hacia su señora se retiró, dejándome a mí y a este ser extraño a solas.
—Puedes sentarte, no soy de comer a deshoras.
Eso no ayuda mucho...
Como dijo, moví un taburete y me senté, a tan solo un medio metro de distancia entre nosotras.
Llevó un pañuelo a su boca y se limpió la sangre que se esparcía por sus labios, dejando con su otra mano el tenedor sobre el planto, conteniendo trozos de lo que parecían ser carne...
Miré su rostro, era pálido y con unos ojos poderosos y filosos, grandes y hermosos, con un iris morado y una esclerótica ennegrecida. Su cabello llegaba hasta el suelo, se veía liso, brillante y morado. De su boca sobresalían lo que parecía ser unas garras, igual a una araña y era realmente aterrador.
Al sentir mi mirada, abrió su boca, dejando ver esa infinidad de colmillos y ocultando detrás de sus mejillas esas garras, volviendo a una apariencia normal de un humano.
—¿Podrías dejar de mirarme? Por lo menos puedes presentarte, no seas molesta y maleducada.
Amelia: No... solo estaba impresionado.
—No hace falta que lo digas, he escuchado esa palabra miles de veces.
Amelia: No... solo pensé que eres muy atractiva.
De verdad que lo era, pocas veces se logra ver a una mujer que parece realmente una villana, tan aterradora, pero hermosa y sexy.
Lo más impresionante eran sus seis patas o manos, con espinas por todo su brazo y con pelaje; oscuro, pero con toques grises y con unas uñas largas en sus manos, pareciéndose a unas garras.
Sin pensarlo dos veces llevé mi mano a una de sus patas, necesitaba tocar esos hermosos pelos, tan relucientes y al parecer suaves.
Toqué su mano y ella al instante mostró inconformidad, pero era realmente delgada, suave y de un tacto áspero. Eso no evitó que llevara esa misteriosa mano a mi rostro, moviéndola de arriba abajo, sintiendo esa palma que era suave para mi mejilla.
—De verdad que todas las Guardianas son iguales, y yo que le supliqué a los Dioses que no me trajeran a una tan curiosa e inocente, pero parece que los Dioses solo escucharon mis lamentos...— Dijo la Arácnida, tocándose su angustiado rostro con una de sus manos.
Esto era realmente impresionante, esa suavidad y olor tan degustable para el olfato era adictivo, no tardé en llevar uno de sus dedos a mi boca, evitando tocar esa filosa uña con mi lengua.
—Saca mi dedo de tu sucia boca— Me amenazó, mostrándome las garras de sus seis patas y los colmillos de su boca.
Hice lo que dijo, y luego la miré con obediencia, sentándome educadamente y sonriendo como una buena niña.
—Pareces la encarnación de la Reina Maga, la primera vez que la vi me sacó que quicio y la primera vez que te vi también me sacaste de quicio...— Se recompuso la Guardiana de las Dagas en su silla, acomodándose esa cola masiva.
Amelia: De seguro fue muy buena persona esa Reina— Sonreí.
—Olvídalo... solo para asegurarme, dime ¿Cuál es tu objetivo?
Amelia: Revivir a Cristo Rey.
—¿No bromeas?— Suspiró la Araña— Además quien es Cristo... olvídalo.
Amelia: De veras que quiero hacerlo.
—Mejor te hubieras quedado callada y me hubieras evitado el cansancio— Volvió a suspirar, pero con más fuerza— Tienes una idea realmente imposible como la anterior Guardiana.
Amelia: ¿Qué deseaba la anterior?
—Acabar con la maldad en el mundo.
Eso sí... es realmente imposible...
—Olvidémonos de esas cosas tan poco educadas, todavía tengo un poco de tiempo como para educarte y sacarte de esas ideas hechas por el Dios de la vergüenza.
Con su mano acarició mi cabello blanco, haciéndome sentir como alguien pequeño a quien enseñar.
Amelia: Espero que no me envuelvas en una telaraña y me pongas a sufrir hambre...— Me susurré a mí misma al darme cuenta de que era una mala idea decirle eso.
—Me presentaré entonces, ya que parece que nos llevaremos bien de ahora en adelante— Dijo, mostrándome sus garras, advirtiendo que no le llevara la contraria— Me llamo Saya, soy la Guardiana de las Dagas, y también soy una Arconte de nuestra Diosa.
Amelia: ¿Arconte? O sea que un protector de la tierra... pero ¿No podías decirle a la Diosa que te diera un poco más de pecho? Pareces una tabla.
Saya: ¿Dijiste algo?
Amelia: Nada, nada, solo ¿Cómo es que tienes el cuerpo de una araña?
Saya: Nuestra Diosa me dio el cuerpo de uno de los defensores más fuertes en esta tierra; la Araña, ella es la que controla la sobrepoblación de insectos, y, por eso, ahora yo soy la que controla la sobrepoblación de los seres fantásticos de nuestro plano terrenal.
Amelia: Ya veo... y... ¿Quién es nuestra Diosa?
Saya: Vaya, que no sabes nada, ni siquiera sabes quien es la que te dio vida. Bueno, al final te estoy educando. Nuestra Diosa es la Diosa de la superficie, muchos la consideran la Madre Tierra y otros la Diosa de la naturaleza.
Amelia: Recuerdo que una Ninfa llamada Lishia me dijo algo sobre esa Diosa.
Saya: Bueno, como puedes ver en tu vientre, eres una Guardiana y perteneces a la Trinidad, un grupo creado por nuestra Diosa para protegerla de la vanidad de los Dioses del cielo y del infierno.
Amelia: Entiendo... pero hay más cosas que me molestan ¿Por qué es que fui elegido?
Saya: Parece que tu alma refleja una buena respuesta a la moral del mundo o también porque eres neutral, no posees un apego por el bien ni el mal.
Amelia: Ya veo...
Saya: ¿Alguna otra pregunta?
Amelia: Si... tengo todavía muchas, sobre mi reencarnación o sobre que soy un sacrificio.
Saya: Es mejor que no sepas esas cosas todavía, puede generarte algún sentimiento que te impida continuar con tu vida habitual...— La araña me miró y decidió contarme un poco— Solo te puedo decir que la Reina Maga, la anterior Guardiana de la Magia, tuvo que cumplir con su sacrificio y por eso desapareció de este mundo.
Amelia: Es difícil entenderte sin más información...
Saya: Solo eso te puedo decir— Terminó, levantándose de su silla, mostrando esa gran estatura, como si me ganara por una cabeza más— Parece que la ciudad está teniendo problemas y parece que es por tu culpa.
Amelia: ¿Mi culpa?
Saya: Sígueme sin decir ni una palabra.
Un ser encapuchado se acercó a Saya y le ayudó a ponerse la falda, que tapaba la cola o en teoría, el abdomen de una araña, donde generan la telaraña, ese cúmulo redondo de carne, peludo y oscuro, como si fuera el ano de una persona.
Saya, caminaba en sus dos pies o dos patas que cumplían esa función, y, debajo de su ropa elegante, ocultaba sus demás patas, esas dos patas que la harían verse rara frente a otros seres que solo tiene sus dos brazos y sus dos piernas.
Amelia: No sé si eres tímida o muy cautelosa.
Saya: Educada, eso soy, no como la Elfa que tiene ese lindo cabello blanco lleno de polvo y basura, ni siquiera cuidas tu cara, ni ese precioso cuerpo, ni ese modesto cuerno, hasta eres perfecta frente a todas las criaturas que existen en este planeta, pero viéndote, tan maloliente y poco vanidosa te hace ver como alguien normal y fea. Ojalá fuera así de linda como tú, no tendría que moverme de mi telaraña si quisiera.
Amelia: Espero que me ayudes a verme linda, mi señora— Le seguí la corriente.
Saya: Hasta te ves asquerosa cuando mientes.
...
Tan solo la seguí, fuera de la mansión, con ese ser encapuchado.
Esperando ese acontecimiento que me hará nuevamente lamentarme...
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