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La Guerra

 Este mundo necesita ser salvado.

¿De verdad somos los suficientemente fuertes como para lograr nuestra libertad?

Todos tenemos miedos y debilidades, por eso buscamos ser salvados.

Muchas de nuestras acciones, inconscientemente, son hechas con el fin de que nos salven, para otros, la salvación puede ser salvar a otros, mientras que otros, buscan, esa salvación.

Todos somos débiles, por eso dependemos de personas. Buscamos, arraigadamente, sobrevivir en este lugar devastado y con pocos salvadores, intentando ser aquellos salvadores en un mundo sin salvación.

Vivir significa temer...

Perspectiva de Rastus.

Este lugar se había convertido en una futura devastación.

Un lugar sin su querido gobernante poco a poco irá destruyéndose, desintegrándose esos cimientos que habían sido construidos.

Parecía imposible de creer, pero frente nuestro estaba nuestro enemigo; un ser que tanto adorábamos, era ahora, un monstruo.

Un ser celestial, con largas alas emplumadas, blancas y hermosas, inimaginables frente a su hermosura y esa bella sonrisa llena de bondad.

Un Ángel.

—Todos en algún momento deben presenciar la guerra— Dijo el Ángel, levantando su varita de oro y gemas— Qué tu muerte sea rápida.

Unas runas comenzaron a aparecer alrededor del bastón del Ángel, provocándole un profundo terror a Stella.

Stella: Por nuestra única y salvadora, madre y omnipotente Diosa, protégenos de los que nos quieren hacer daño.

Con unas palabras rápidas, Stella lleva sus manos hacia su cabeza, creando un aro con sus dedos, alrededor de sus cuernos.

El hechizo del Ángel impactó con la malformación del aire, un miasma de oscuridad, haciendo de escudo.

Stella: ¡Manténgase detrás mío!— Exclamó, llena de terror, tiritando y esforzándose por mantener esa maldición.

—La guerra comenzará y solo los fuertes sobrevivirán al cataclismo de los Dioses— El Ángel hizo una reverencia frente a nosotros y agitó sus alas, retomando su vuelo a gran velocidad.

El Ángel desapareció entre las espesas nubes, dejando que Stella bajara sus manos, cancelando la maldición.

Sin embargo...

Habíamos perdido...

¿De verdad ese Ángel nos tendría tanta piedad como para irse?

¿Esa sonrisa llena de satisfacción la consiguió con solo asustarnos?...

No...

Con solo ver a Pólux caer en sus rodillas lo comprendí...

Comprendí que volveríamos a presenciar la muerte...

Esta vez de una forma más rápida...

Y esta vez...

No estábamos juntos, nuestros mejores amigos...

No volveríamos a tener el mismo destino...

Tristán: ¡PÓLUX!— Rápidamente se arrodilló para asistirlo.

Pólux tocaba su corazón, enterrando sus uñas en su piel, forzando su expresión serena y fuerte a una llena de dolor...

El hechizo del Ángel había impactado en Pólux, generándole a Stella que llevara sus manos a su cabeza, tiritando y mirando lo que había causado, arrepentida por su mortal error...

Tristán: ¡Ey, cabrón! ¡No te vayas a morir tan rápido!— Quitó la camisa de Pólux, observando lo que le había pasado.

Una pequeña masa había sido implantada en el pecho de Pólux, esta masa palpitaba y como si fuera un árbol, unas raíces reforzaban su permanencia. Esta masa tenía un color oscuro, con unas venas que palpitaban, era diminuta, pero ni el esfuerzo de Tristán por quitársela con sus uñas daba resultado...

Solo había sangre recorriendo por el pecho de Pólux y su piel magullada por los esfuerzos de mi amigo. Solo resistía el dolor con toda su voluntad, hasta parecía que dejó de sentir el dolor, porque con cada segundo, la expresión de él se iba apagando...

Stella: Esto... e-esto es toda mi culpa... si tan solo lo hubiera hecho bien no estaríamos pasando por esto...—Jalaba de mi ropa, rogando por un perdón, alterada de gran por su arrepentimiento.

No es culpa de nadie...

Pólux no ha muerto, solo está inconsciente.

Todavía respiraba...

Rastus: No es tu culpa— Apoyé mi mano en su hombro, para calmarla, pero debía tomar una decisión rápido— ¡Tristán, móntalo a la carreta, nos vamos a toda velocidad al Reino!

Llevé mis manos alrededor de la cabeza de Stella, dándole un abrazo.

Rastus: Si no estuvieras aquí habríamos tenido un peor destino. Tú nos diste una oportunidad, de vivir un tiempo más.

Las lágrimas de Stella comenzaron a deslizarse por su pálido rostro, tomé sus manos y la guíe conmigo a la carreta.

Tristán: ¡Nos vamos!— Gritó, mientras acostaba a Pólux en un lugar de la carreta que estaba llena de minerales en grandes sacos.

Al verlo seguro, arremetí con la cuerda a los muslos del caballo, comenzando a galopar lo más rápido que podía.

Stella había recuperado el valor y se había acercado a Pólux.

Tristán: ¿Puedes saber qué le pasa?— Preguntó, desesperado.

Ante tal petición, Stella acercó sus manos a la masa de que tenía Pólux en el pecho, intentando concentrarse a pesar de los bruscos movimientos de la carreta con las piedras que se atravesaban por las ruedas.

Stella: Es difícil creer esto... ¿Cómo es posible que un Ángel pueda usar una maldición?...

Tristán: ¿Una maldición?

Stella: Es una patología... que se crea a partir de un fenómeno del infernal abismo, pero es extraño, para poder manifestarla se necesita de un conjuro y además ser apto...

Rastus: ¿Ese Ángel no llevaba un bastón?— Agregué, intentando también ser lo más rápido en mi conducción.

Stella: No puedo entenderlo... ¿Por qué un ser de luz está usando magia oscura?... ¿Por qué alguien usaría las mismas armas que su enemigo?...

En medio de esa pregunta me imaginé muchas cosas...

Al final solo llegaban a una misma respuesta...

Rastus: En mi mundo escuchaba mucho la metáfora que decía "Si quieres vencer a un monstruo debes convertirte en uno"...

Tristán: La guerra... —Respondió con una voz temblorosa...

El principio de los tiempos...

Algo de lo que nunca podremos huir...

Lo que nos atormenta día y noche...

Y algo que hace divertir y temblar a los Dioses...

La guerra...

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Perspectiva de Amelia/Phoenix.

En medio de mi profundo sueño, unas pesadillas comenzaron a invadir mi cabeza, solo veía un ingente Dragón, devorando todo a su paso, siendo el mismo el apocalipsis de este mundo...

Todo, absolutamente todo, era quemado a su paso, como si el mismo fuera el que crearía un mismo mundo...

En mis pesadillas salía una mujer, una elfo, con el símbolo de Guardiana en su vientre, naciendo a partir de los rayos de luz; el agua y la tierra. Siendo esta la primera habitante en volver a tocar esta tierra devastada por las infernales llamas del dragón.

A partir de su inmenso poder volvieron a nacer pequeños seres, creados a partir de los elementos, todo partiendo de dos elementos primordiales, la luz y la oscuridad...

En ese entonces, el tiempo pasaba rápidamente, mostrando pequeños lapsos de los anteriores sucesores de la marca del Guardián de la magia, viendo nacer a seres que trascendieron con un inmenso poder, capaces de hacer cosas que solo un mismo Dios puede hacer...

Hasta que llegó la última sucesora, una Elfa, con un cabello corto, con su rostro quemado y un brazo inexistente, levantando con su magia las antiguas murallas de un pequeño palacio... naciendo de allí un sueño particular...

Al lado de la elfo estaba un ser alto, con varias extremidades, y una tés bastante pálida, mirando con una expresión bastante disgustada.

Este ser tenía una cola ancha y peluda, generando de allí unos finos y pegajosos hilos, que le daban forma y resistencia a los bloques que se convertirían en el inicio de un Reino.

El Reino de la Reina Maga...

Una Reina que quería abdicar la maldad de este mundo...

—Deja de abrazarme de esa manera...— Un pesado suspiro hizo que se movieran los mechones de mi cabello— Vas a hacer que te ganes un destino peor que los que están en mis capullos.

Apenas podía escuchar una dulce voz, esas caricias en mi cabeza me llevaban nuevamente al mundo de mis sueños y, esos suaves pelos que hacían de almohada era de lo mejor que se podía sentir en todo mi trayecto en este mundo.

—Mi lady, parece que está haciendo enojar mucho a la señora Saya...

Muchas palabras que quieren alterar mi sueño provenían de la decepcionante realidad...

—Maldita elfo, si no dejas de tocar mis brazos de esa manera te despertaré de un buen golpe...

¿Qué es más decepcionante? ¿Que tu helado se caiga o que te levanten a punta de amenazas?...

Abrí mis ojos, encontrándome con la profunda oscuridad y apenas una tenue luz, iluminando el espeso abismo de la oscuridad y... encontrándome con una persona, con venas dilatadas en su frente, mirándome con esos ojos morados, pero eran aún más tenebrosos al ver que esa esclerótica que en general es blanca, en ella es negra, como si un mismísimo demonio te observara.

Amelia: Extrañaba esa forma tan romántica como me miras, mi querida arañita.

Saya: Sigue hablando y esta vez si te bajas del carruaje.

Amelia: No me haga tal maldad, mi señora arañita— Me levanté al son de mis palabras.

Me di cuenta de que estaba durmiendo sobre las patas que cumplían la función de piernas de Saya y estaba manoseando un poco ese pelaje de una de las patas de ella.

Nao: ¿Se encuentra mejor, mi lady?— Una preocupada elfo se acercó a mí, para peinar con sus manos mi cabello.

Amelia: Sí, quiero que compres esa almohada donde reposaba mi cabeza.

Nao: ¿Eh? ¿Cómo quieres que compre la pierna de la señora Saya?

Amelia: Arráncasela.

Saya: Ni en tus sueños...

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