La malevolencia
Seijuuro odiaba con cada fibra de su ser al príncipe heredero del reino Clevcamp, quien era un hombre sin chiste, poco agraciado y por supuesto, cegado de poder.
Había usurpado el poder mediante asesinatos y misterios poderes sobrenaturales, o al menos esos eran los chismes de los que se hablaban. Su propio pueblo; Rakuzan, aunque pequeño estaba lleno de todo lo necesario para prosperar. Sin tan solo el reino de Clevcapm no amenazara con invadirlos cada que se le venía en gana al principucho.
Seijuuro y su consejo debieron tomar medidas y como tales, decidieron; primero, enviar vasallos en son de paz. Mismos que fueron devueltos en partes. Luego, una especie de contrato matrimonial con alguna dama de alta alcurnia, la chica enviada fue solo devuelta con el corazón devastado, un poco de lavado de cerebro pues decía amar al principe y estar dispuesta a ser concubina, puesto que el susodicho ya se hallaba comprometido.
Así que tomaron la drástica idea de enviar a alguien para hacer "el trabajo sucio" desde las sombras. Acabar con el reinado ese insidioso príncipe y su prometida.
A pesar de que el consejo se nego a que fuera el mismo, algo en su alma le dijo que así fuera.
Fue fácil colarse entre las filas de los guardaespaldas, más concretamente a los de la princesa prometida.
Pronto supo que en realidad era ella la heredera al trono, pero debido a su condición de mujer, se le habia otorgado el reinado regente al príncipe de una familia solo un escaño debajo en alcurnia con quien planeaban casarla en cuanto tuviera esta la mayoría de edad. Para lo cual faltaba solo un año.
Pasaron meses y meses, Seijuuro aguardaba la información necesaria para dar el golpe de estado en la fecha adecuada.
Vio a la princesa lo suficientemente cerca como para custodiar su recamara por las noches, mismo lugar donde la escuchaba llorar por su desdicha, la cual era; obviamente, el príncipe y su correría tras las damas de la corte, tras la chica del reino vecino que volvió destrozada por ser separada de su "amor" y por el hecho de negarle a tomar decisiones en su propia vida.
—Sabe algo Akashi-san— le dijo una noche tras la puerta —El día prometido llegará pronto y ese día, solo ese día, decidiré por mi misma mi destino—
De alguna forma le parecía extraño ese cambiar de parecer. Siempre le había visto tras el pincipucho ese, mendigando sonrisas, algo de tiempo. Era patético.
Llego entonces la fiesta prometida. La ceremonia fue de lo más pomposo. Mientras el pueblo sufría de carencias, la élite príncipesca bailaba, bebía y desperdiciaban comida.
Sin embargo; ese día fue de lo más extraño. La princesa Kouki se veía apagada, podría asegurar que; a pesar de estar presente, no lo estaba.
Seijuuro sentía al estar a su lado una especie de desconexion sin igual. Como si fuera solo un saco de carne que deambulaba solo por deambular. A Seijuuro por supuesto no le importaba lo que le sucediera, puesto que el plan era terminar también con su vida para hacerse de Clevcamp para anexarlo a Rakuzan como un solo reino.
Ya todo estaba calculado, el reparto de vienes, las ejecuciones de aquellos corruptos, familias completas que serían despojadas de sus vienes, tierras, riqueza, para repartir a sus verdaderos dueños. Se había estado plantando la semilla de la revolución en algunas mentes dispuestas, que estaba hartas de los abusos y engaños.
Mientras el plan era llevado a cabo; del cual se suponía debían incendiar el palacio principal, Seijuuro perdió de vista a la princesa.
Las llamas pronto devoraron medio palacio, así que no le tomó importancia. Fue en busca del príncipe que; como pensaba, intentaba salvar su pejello de los aldeanos embravecido, usando a quien estuviera en su camino como escudo, entre ellos, a la princesa.
Seijuuro no tardo en darle fin a la patética vida.
Estaba extasiado, su sangre hervía por el placer de la lucha y de la victoria. Entonces; por los grandes ventanales rotos del vestíbulo del palacio, pudo ver a cierta princesa correr por su vida.
No tenía sentido, estaba seguro que la princesa había sido lanzada a las llamas. No había forma de que sobreviviera a tal muerte.
No dudo en seguir a quien corría por la oscuridad. Lo hizo con tranquilidad, usando sus técnicas de espionaje, ocultándose entra las sombras oscuras de la noche. Le vio correr desorientada, caer al suelo y quedarse mirando las estrellas como quien ve por primera vez algo en su vida.
Era realmente extraño para Seijuuro, pues su corazón latía con un desenfreno inusitado, su cuerpo, su piel, los latidos de su corazón vibraba por acercarse. Fue entonces que piso una maldita rama.
El tiempo que; por instinto tardo en ver lo que había pasado, fue lo que uso la princesa para huir de quien no sabía le seguía.
Puso ver con su agudizada vista, el vestido antes dorado que portaba medio chamuscado por un costado, la piel trigueña manchada de tizne, su largo cabello castaño lleno de basura, ojarazca y unas cuantas flores. La siguió hasta que pudo acorralarle contra el piso, notando con placer que; aunque no igualada, tenía la fuerza suficiente para darle pelea.
Entonces realizo en su conciencia el hecho de que todo este tiempo había sido engañado. La princesa realmente no lo era.
Bajo su cuerpo se encontraba un bonito chico de cabello largo. Un chico.
La ropa que portaba por supuesto era la de la "princesa" pero no era eun ella sino que un el.
—Príncipe Kouki, soy yo, Akashi Seijuuro —
No sabía si Kouki estaba consciente de cómo se veía, pero ciertamente no era una mala vista. Su voz al llamarle por su nombre encendió una llama que pocas veces permitía se alzará.
Seijuuro nunca sintió ningún tipo de libidinez para con "la princesa" pero este Kouki era diferente. Otro cuerpo, otra alma, no lo sabía. Lo que sí tenía claro era que le devoraría.
—Perdone a este por no protegerle como debía, aceptará cualquier castigo— le dijo a modo de ganar su confianza, lo que no espero fue la respuesta.
No esperaba que sus planes fueran tal y como lo había esperado, pero ciertamente tomaría lo que se le ofreciera.
No dudo en tomar a Kouki por la cintura, ponerse en medio de sus piernas y besarle hasta quitarle el aliento. Los dulces sonido salidos de esos carnosos labios le tenían al borde de la locura.
—Mi querido príncipe, acepto su propuesta— le dijo al oído. —Yo no provengo de su pueblo, en mis tierras tomamos el compromiso de una manera diferente, espero me comprenda—
Seijuuro agradeció el poco conocimiento que estaba seguro poseía Kouki e iba a tomar ventaja de ello.
Metió ambas manos por debajo de sus muslos, le abrió las piernas y; acomodándose en medio de estas, aplasto su cuerpo para que sintiera bien lo que había provocado ese pequeño beso.
—Aka-Akashi-san... yo... yo nunca...—
—No te preocupes Kouki, déjamelo todo a mi—
Seijuuro le beso de nuevo, llevando sus manos a la piel desnuda bajo la falda, ambas manos amazaron el jugoso trasero escondido bajo las capas de tela, orgulloso de saberse el primero y el único en hacerlo. Ese simple beso había dejado si aliento al castaño, constatandolo cuando se separaron y la luz de la luna baño en rostro del chico.
Kouki tenía el cabello revuelto, la falda levantada hasta la cintura, sus piernas abiertas mostrando una diminuta ropa interior, alzada en donde su miembro se medio ocultaba, si tuviera más luz estaría seguro que vería sus mejillas sonrojada y eso le calentó más.
—Que lindo mi señor — le dijo Seijuuro —Pero estos no serán necesarios—
No dudo en usar su fuerza, arrancando la fina tela del cuerpo del castaño, con amabas manos elimino la pechera que abrazaba su piel, dejando toda la tela como una improvisada cama que le protegía del césped húmedo del rocío. Kouki intento cubrirse, pero con rapidez Seijuuro se lo impidió.
—No, no, no. Mis tradiciones dictan que debo inspeccionar cada parte de mi consorte, aprender como se ve cada centímetro de piel que ahora es mia—
A Seijuuro seriamente le dolía la entrepierna, su saliva se espesaba por las ganas de sentir la piel canela entre sus dientes, lamerla y marcar cada parte expuesta. No sabia ni lo que salía por sus labios, pues iba inventando al hilo lo que decía con tal de observar al castaño tímido como lo tenía.
—Vamos Kouki, muéstrame ese jugoso trasero tuyo, que ahora es mio—
Seijuuro terminó de arrancar partes de las mangas que aún ataban a Kouki al vestido, haciendo que este diera la vuelta y se presentará a sí mismo. Mientras lo hacía, Seijuuro lanzó su gabardina al suelo, para hacer un poco más acogedor el espacio. No sé suponía que sería a sí su primera vez con Kouki, ni siquiera estaba previsto que le tomara. La política y sus consecuencias podían esperar mientras tomaba a su futura esposa y reina.
Lanzó su camisa a un lado y desabrochar su pantalón, bajándolo hasta las rodillas, solo con su ropa interior presionando su ereccion. Kouki yacía con el trasero en alto, su pene parecía receptivo por el placer de unos cuantos besos, su agujero virgen listo para ser tomado. Seijuuro se irguió sobre la espalda se castaño, tomándolo de la cintura mientras fingía empujones con sus caderas, encontrando su piel aún vestida, con la desnudez, de Kouki.
—Es tan hermoso mi príncipe, que honor es ser su esposo— le dijo al odio cuando por fin le cubrió con todo el cuerpo.
Mientras besaba su cuello, omóplatos y espalda, Seijuuro tanteaba esa pequeña entrada con sus desos que; prevenido, había llenado de su saliva. Kouki no dejaba de gemir placenteramente, atrapado como estaba bajo su cuerpo, era poco lo que podía moverse.
Seijuuro sentia que su pene no podía esperar más, por lo que se irguió bajo su ropa interior y presiono la punta de su pene en el pequeño agujero medio estirado.
—Mi querido príncipe Kouki, de ahora en adelante me pertenece solo a mi, serás mi reina y yo tú rey, sin importar de donde sea que provengamos, ¿Lo acepta? —
Kouki lado su rostro, iluminado por la luna y las estrellas se veía incluso como un hada del bosque, su cabello enredado y pegado a su frente por el sudor, habló con decisión.
—L-Lo acepto, lo acepto... Seijuuro—
Con la mención de su nombre con esos labios hinchados y tono de voz sugerente rompieron lo poco que sostenía el dique de su lívido y locura. Kouki grito cuando lo embistió de un solo golpe, apretando las caderas con fuerza, Seijuuro levando la cabeza al cielo, aguantando un orgasmo bien merecido por la sensación de la estreches del interior de Kouki.
No dudo ni un segundo es seguir embistiendo con fuerza, saboreandocel interior de Kouki, llenándose de los sonidos de placer que salían de esos labios, viendo las lágrimas que se perdían entre los jirones de su ropa.
—Eres mio, de ahora en adelante solo mio—
Kouki gritaba afirmaciones, su agujero húmedo y apretando cada vez más. Seijuuro levanto su mano en alto y no dudo en bajarla con fuerza. Con el primer golpe vino más presión y su pene no soporto más, derramándose en el interior con fuerza, hasta casi dejarlo mareado de un placer nunca antes sentido.
Kouki lloraba e hipaba con fuerza, pero era debido a un placer nunca antes sentido que le volvía loco. Su felicidad se potenció cuando noto la propia simiente de Kouki bajo su cuerpo, mismo que temblaba aún del placer sentido.
No pudo evitarlo, Seijuuro sonrio cuando su pene cobro vida nuevamente.
—¿Te gustó, Kouki? —
—Se sintió tan bien... Sei... muy bien—
Kouki fue lanzado sobre su espalda, grito por la conmoción pero rápido fue remplazado por el gemido de placer más excitante que podría haber lanzado nunca, Seijuuro esperaba poder escuchar más de eso.
—Se está tan bien en tu interior, te tomaré hasta que me des un heredero—
Seijuuro no sabía si eso era siquiera posible, pero la perspectiva de imaginar a un Kouki cargando en un vientre hinchado un hijo suyo lo volvió loco de placer. Arremetió contra el agujero aun estirado y húmedo, besando descontroladamente a Kouki, mordiendo y marcando después la piel de su cuello, sus hombros, su pecho, molestando con sus labios esos pequeños pezones, estirándolos con sus dientes y succionado cada que escuchaba un gemido especialmente largo.
No podía dejar de mover sus caderas, derramarse en el interior de Kouki cuando su fuerza no fue lo suficiente para aguantar la forma en que se apretó cuando Kouki alcanzó su propio placer.
Kouki jadeaba indefenso y cansado, pero eso no detuvo el hambre de Seijuuro, no podía detenerse.
La luna estaba en su punto más alto, el sonido de sus caderas chocando las de Kouki resonaban en el bosque, los gemidos de Kouki eran los mejores sonidos a escuchar en una noche como esa. Seijuuro había ganado contra el príncipe de Clevcamp, tenía un apuesto príncipe heredero bajo su cuerpo, quien gustosamente se había entregado en cuerpo y alma.
No le importaba como era que se habían vuelto de esa forma las cosas, si su premio era disfrutar de Kouki, reinar con justicia y ganar como el Akashi que era, pues que así fuera.
El alba los atrapó cuando Seijuuro se derrama dentro de la suave boca de Kouki, sus lágrimas bajando por esas rosadas mejillas, su piel brillante por el sudor y viéndose maravillosamente desnudo, largas cuerdas de su semem bajando de ese agujero ahora suyo, donde estaría por siempre.
Noto una extraña marca a un lado de la pelvis de Kouki, una marca rara que había visto solo una vez en un libro antiguo de hechicería. Quien sabe, quizá eso algún día le diera la respuesta a la conexión extraña que ahora sentía con "el príncipe Kouki" ahora sería su emperatriz en el prospero reino en Rakuzan.
Envolvió a su castaño con su gabardina, le tomó entre sus brazos después de adecentarse un poco y camino hasta donde había pactado con los partidarios de su lucha. No se preguntaron nada cuando le vieron llegar, con esa sonrisa malévola que le caracterizaba cuando ganaba algo.
Pronto, muy pronto, se las arreglaría para conquistarlo todo, con Kouki para siempre a su lado.
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