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Ya recuerdo

Megumi corría por todo el lugar, un lugar donde llamó una vez hogar, pero ahora estaba corriendo para salvarse.

Se escuchaba los gritos de batalla, los hechiceros luchaban entre sí.

Su alfa también estaba luchando.

Su cuerpo temblaba, tenía miedo, no. No tenía miedo.

Sentía terror puro.

Saber que puede perder la vida en cualquier momento por el simple hecho de ser el omega de Sukuna, era un asco total.

Se tocó el vientre inconscientemente, era una costumbre que hacía desde sus primeros meses de embarazo.

Tenía ya 6, se sentía feliz, pero ahora solo lo consideraba un peso de más

Correr y estar embarazado, no es una linda mescla que digamos.

Le dolía los pies, llevaba corriendo mucho tiempo.

— Pero que tenemos aquí — Decía un hechicero alfa, se estaba acercando lentamente al pelinegro.

Megumi solo le gruñia en advertencia.

— No puedes pelear y menos en el estado en que estás — Dijo el hechicero señalando el vientre del Omega.

— No te tengo miedo.

— Pero deberías — El hechicero uso una técnica de fuego, mientras apuntaba al omega — Adiós.

Y lanzó las llamas.

Fushiguro despertó sudoroso y temblando, después de cumplir 5 meses, tenía horribles pesadillas, siempre era la misma.

Él corriendo en una gran casa, una pelea creciente, un hechicero atacandolo y luego nada.

Siempre se despierta cuando las flamas lo iban a tocar.

La sensación del miedo era tan real que Megumi duda que fuera un sueño.

Tal vez era una visión, pero descarto la idea cuando recordo lo que vestía el hechicero que lo atacó.

La vestimenta de ese hechicero era demasiado antigua comparada a la ropa de la actualidad.

O tal vez solo sea algo de su subconsciente o algo por el estilo.

Respiró profundamente para calmar los latidos de su corazón.

Salió de la cama, camino un poco y se vio en el espejo.

No le gustaba lo que veía.

Él, con un vientre de cinco meses, se sentía tan mal.

Porque salió de su habitación esa noche.

Porque

No sabía porque, pero tenía ganas de llorar en ese instante.

Y lo hizo

Pequeños cristales salían por sus ojos azules.

Se estaba hundiendo en su tristeza, cuando alguien toca la puerta.

Se limpio las lágrimas con la manga de su suéter y camino hasta la puerta y abrirla.

Del otro lado estaba Sukuna.

Como lo sabía

Las marcas y el aroma a chocolate amargo con granada.

Sus mejillas se calentaron y una pequeña sombra de una sonrisa aparecía en sus labios.

Porque se sentía así cuando la maldición estaba tan cerca de él.

Porque tenía la necesidad de tocarlo, abrazar y besarlo.

Sacudió su cabeza para borrar esas ideas absurdas.

— No puedes dormir, Gumi — pregunto Ryomen, se había dado cuenta en esas semanas que Fushiguro se despertaba al medio día y se miraba más decaído.

Y ni hablemos de su energía maldita, ya que era casi nula.

Pudo darse cuenta de los patrones de Megumi y el bebé.

Fushiguro duerme en el día para absorber energía maldita de los demás, ya que en el día hay más hechiceros, mientras en la noche despierta cuando no hay energía que absorber.

Pero como no duerme de día y parece que tampoco de noche, él bebé ahora absorbe la energía de su madre.

— Estoy de maravi- — fue interrumpido por un bostezo.

— Necesitas descansar.

— No puedo.

Sukuna lo vio fijamente, Megumi estaba cansado pero también notaba por su aroma que había estado asustado y también triste.

Su lado alfa actuó antes que él se diera cuenta.

Abrazo a Fushiguro.

El pelinegro se tenso en sus brazos, para luego relajarse.

Sus párpados pesaban, quería dormir, estar con Sukuna lo relajaba, lo hacía sentir seguro y protegido.

— Ve a tu cama, Gumi.

El pelinegro solo asistió con la cabeza, estaba por irse a su cama, cuando por poco y cae.

— Estás demasiado cansado, Fushiguro.

— Megumi — dijo el azabache — Me gusta como dices mi nombre.

Lo había dicho inconcientemente, estaba más dormido que despierto.

Sukuna sonrió con triunfo al mismo tiempo un pequeño sonrojo se apoderaba de su rostro.

Fushiguro llegó a su cama y se recostó, sus ojos se cerraban nuevamente, Sukuna estaba por irse cuando el omega toma su mano.

— Te puedes quedar un rato más, es que tu aroma me relaja — explico el azabache.

— Claro — fue lo único que dijo Sukuna

Se recostó al lado de Megumi, quería darle su espacio al omega, pero Fushiguro no lo permitió

Abrazo a Sukuna como si abrazara a una almohada.

— No te heches la culpa — dijo Megumi.

Sukuna curioso y confuso se quedó viendo al omega.

— Lo que paso en casa no fue tu culpa — seguía narrando Fushiguro — No sabías que atacarían esa noche, no te heches la culpa de que haya muerto.

Sukuna se tenso al instante, ahora sabía a lo que se refería Megumi.

— Pero la venganza no es la mejor solución.

— Se que hice una estupidez — dijo Sukuna.

— Lo hiciste, pero eso no significa que te odie, tú intentaste protegernos, tranquilo.

Ryomen solo asistió con la cabeza.

— Y también sabía que eras tú.

— De que hablas — pregunto Sukuna.

— De la noche en la fiesta de los chicos — respiró profundamente Megumi — Tú aroma siempre lo recordaré a pesar de reencarnar, fue mutuo lo de esa noche, no te tomes toda la culpa, porque también fue mía.

— Estabas en celo.

— Pero aún así salí, aún asi, decidí estar contigo — Luego un pequeño ronquido salió de los labios de Fushiguro.

Megumi no había hablado sino, el que hablo fue su omega.

Que siempre a recordado a su alfa a pesar que reencarne mil veces.

Siempre a recordado el olor a chocolate amargo y granada característicos de Sukuna.

Y ese bebé que tiene en su vientre en esos momentos es el mismo que perdió hace mil años atrás.

El omega interior de Megumi salta de emoción, a conseguido lo que perdió en el pasado.

Y espera que eso no cambiará.

Perdón por no actualizar pero el Angstruary y el colegio no me a dejado publicar.

Espero que les haya gustado esta pequeña interacción de la pareja y hayan entendido el error de Sukuna en el pasado.

Sin más

Besos Mágicos y Abrazos Peligrosos La Autora

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