Reencarnación

—Ayúdame a conquistar a Megumi —decía Sukuna a Itadori. Para la maldición fue difícil soltar esas palabras, pero haría todo para volver al lado del omega. Así que después de pensarlo, tragó su orgullo para solicitar la ayuda de Yuji.
—¿No te ha bastado con arruinarle la vida? —dijo enojado el pelirosa. Ellos se encontraban en la habitación de Itadori, técnicamente Yuji estaba hablando con su mejilla derecha pero no vamos a entrar en detalles.
—No lo entiendes —replicó seguro de sus palabras, Sukuna.
—¿No entiendo que mal... —Cuando iba a terminar su oración la maldición lo interrumpió:
—Conozco a Megumi mucho antes que tú.
Eso dejó confundido a Yuji. Por lo que sabía, él fue el primero en conocerlo, Sukuna llegó unos momentos después.
—Pero si yo lo conocí primero —recordó el hechicero, con un tono ingenuo.
—Lo conozco desde su primera vida.
—No entiendo, explícate bien.
Sukuna rodó los ojos.
—Escucha bien mocoso, por lo menos sabes que es reencarnación ¿no es así?
—Claro, continúa —él sabía muy bien ya que era una teoría que antes compartía con sus amigos del Club de Ocultismo.
—Conocí a Megumi cuando yo era un humano todavía.
—¿Tú fuiste un humano? —dijo asombrado Itadori, él no pensaba que Sukuna antes fuera humano, siempre pensó que era un ser sin corazón que nació del odio de las personas.
—No sé porqué tengo esta conversación contigo, es como hablar con un mocoso pequeño, es estresante.
—¿Quieres que te ayude a conquistar a Fushiguro? Entonces tienes que aguantar a este mocoso.
La maldición suspiró profundo, ese mocoso tenía toda la maldita razón del mundo.
—La primera vez que lo conocí, supe que era la persona ideal para mí...
—Estás enamorado de Fushiguro —dijo Yuji para molestarlo, comenzó a gritar, intensificando cada vez más su tono de voz mientras Sukuna intentaba hablar, Yuji era de esos compañeros del salón de clases que gritaban cuando la parejita del salón hacía algo típico de pareja.
—¡Cállate mocoso! O ¡No te cuento nada! —advirtió al fin, en la cúspide de su paciencia, Sukuna.
—Ya, ya, cálmate. Sigue por favor quiero saber el chisme completo.
Después de un suspiro y 30 segundos exactos de silencio, la maldición habló:
—Fui un hechicero igual de poderoso que Satoru, la diferencia es que mi técnica era “las 7 lenguas de fuego”; la mayoría no me soportaba. Muchos me tenían pavor, si alguien te comparaba conmigo eras toda una mierda. Y si no me tenían pánico, tenían miedo de ser opacados, por lo que nadie deseaba acercarse o meterse conmigo. El único que nunca se alejó de mi lado fue Megumi, siempre estaba entrenando solo o conmigo; fue una gran compañía en ese entonces, fue mi omega y yo su alfa, pero falleció por una enfermedad que no tenía cura en aquel entonces.
Tomó una pausa.
—Lo último que me dijo era que no hiciera una estupidez y que nos buscáramos en la siguiente vida.
—Que hermoso — dijo Itadori con una gran sonrisa, fingiendo secarse las lágrimas —Se parecen como Romeo y Julieta.
—¿Sabes cómo terminaron ellos, cierto? —Dijo Sukuna, recordando un poco del libro, lo había tomado de la mesa de noche que tenía Megumi en su cuarto, le causó mucha gracia la razón del final de esa historia.
—Y al final murieron ustedes, ¿no? — dijo Yuji con un poco de ironía.
—Tienes un punto.
—Y si no me equivoco cometiste una estupidez ¿No es así, Sukuna? —volvió a abrir la boca Itadori.
—Sí, lo hice, y no estoy nada orgulloso —suspiró pesadamente mientras recordaba, se notaba su arrepentimiento por el tono de la voz que estaba usando —. Tuve un enfrentamiento a muerte, en aquel entonces todos los habitantes me tenían miedo, por lo que, para conservar sus vidas y no estar en peligro decidieron matarme. En la batalla fallecimos los dos, y en la siguiente vida yo reencarne como una maldición por el odio que la gente sentía contra mí.
—Eso explica muchas cosas, pero volviste a encontrar a Fushiguro en su segunda vida, ¿no?
-—Lo hice, en el tiempo en que las maldiciones gobernaban la tierra.
—Suena como un apocalipsis zombie.
— Fue así, pero con maldiciones.
Yuji solo asentía dándole la razón a la maldición.
—Entonces se reencontraron. Pero, si no estoy equivocado y si mi memoria es correcta, pensé que cuando alguien reencarna lo hace de una forma diferente.
— Así es mocoso, rencarnó varias veces como omega o beta.
—¿Y alfa? —preguntó curioso el hechicero— Fushiguro sería un gran alfa.
—Lo sé y lo fue. Su encuentro es algo interesante, no sólo había cambiado su casta si no también su género.
—Espera, ¿Fushiguro mujer alfa?, guau — dijo sorprendido Yuji, Megumi es alguien con un gran carácter, pero sería una gran líder y alfa. De eso estaba seguro.
—Sí mocoso, pero no olvides que en aquel entonces las mujeres sin importar su casta, eran tratadas como los omegas.
—Eso quiere... —Itadori pensó lo peor, en la escuela le habían enseñado que antiguamente los omegas eran tratados como objetos, los vendían o abusaban de ellos. ¡Totalmente horrible!
—Él no pasó por eso, afortunadamente nos encontramos antes — Sukuna calmó los pensamientos de Yuji, que hasta humo le comenzaba a salir de la cabeza al beta.
—Me alegro —suspiró con alivio, de suerte su amigo en aquel entonces no sufrió—. ¿Cómo era Fushiguro como chica? ¿Cómo se reencontraron? ¿Era linda? Seguro sí.
—¿Cómo es tu tipo de chica?
—Altas con un gran trasero —soltó sin vergüenza Itadori, a veces era demasiado directo y sin filtro—. Espera, ¿acaso ella era así?
—Sí, pero ten más respeto —regañó Sukuna, su recipiente era demasiado insoportable.
— ¿Entonces cómo era?, dame una descripción detallada.
—¿Por qué no lo miras por ti mismo?
—Porque no puedo —respondió con inocencia Yuji, si Sukuna tuviera un cuerpo propio le daría un zape a Itadori por la idiotez que acababa de soltar.
— Eres un inútil, mocoso. Pero tú puedes ver mis recuerdos como yo me paseo por los tuyos.
—¿¡Has paseado por mis recuerdos!?
—Tampoco es que fueran interesantes de ver, una novela es mil veces mejor.
—¡Hey!
—¿Quieres verlo o no? Mocoso —lo retó Sukuna.
—¡Claro que sí!
Itadori se sintió extraño, algo mareado. Cerró sus ojos con fuerza, pero cuando los abrió no estaba en su habitación, si no que se encontraba en una casa antigua japonesa con varias puertas, parecía un laberinto.
—Bienvenido a mis recuerdos, mocoso —le dio una "cálida" bienvenida Sukuna— Solo no ensucies el piso con tus cochinadas.
Itadori hizo un gesto de indignación muy dramatizada, ya tenía que dejar de juntarse con Gojo, ya se le estaban pegando lo dramático.
—Ven mocoso y no metas tu nariz donde no está —advirtió Sukuna mientras empezaba a guiar a Itadori por sus recuerdos, eran demasiadas puertas.
Caminaron por un buen rato, subían y bajaban escaleras y pasaban por pasillos estrechos. Dieron tantas vueltas de esquina que Yuji ya no sabía ni dónde estaba. Para empeorar la situación estaba aburrido, y tampoco es que el anfitrión le dirigiera la palabra para conversar.
—Aquí es —dijo al fin Sukuna, que señalaba una puerta azul marino con toques verdes oscuros que poseía pequeñas estrellas por toda la puerta. Pero lo que más resaltaba era el picaporte plateado.
—¿Y solo la abrimos o decimos unas palabras mágicas?
—No seas idiota —Sukuna hizo un movimiento con su mano y la puerta se abrió.
Al abrirse la puerta sólo había un fondo blanco, hasta que dieron el primer paso fue cuando la puerta se empezó a desvanecer en polvos blancos, y estos mismos empezaban a crear poco a poco un bosque. Con un paisaje nocturno, grandes árboles y una reluciente luna. Aquellas partículas terminaron su espectáculo al integrarse al cielo como miles de estrellas.
Se empezaron a escuchar pisadas y una respiración pesada. Al parecer alguien estaba corriendo. Aquellos pasos corrían en la oscuridad como si ya la conociera, miraba hacia atrás mientras corría, sin tropezarse, estamparse o caerse.
Hasta que, gracias a la luz de la luna, pudieron verla. Era una chica alta con cabello negro desordenado. Poseía un cuerpo delgado y anchas caderas. Mientras que sus rasgos eran bellos y definidos. Vestía un kimono tradicional y llevaba una katana en la mano. Lo que más resaltaba de ella eran sus ojos, dos bellas esmeraldas que resaltan con la luz de la luna.
La chica estaba más que agotada, le había sido difícil escapar de su casa.
—Ella es...
—Sí, es ella.
—Es… muy atractiva.
Sukuna resopló
Más pasos se empezaron a escuchar, no eran los de la chica, eran más fuertes. Y una carcajada inundó el lugar. La pelinegra levantó la katana para protegerse
—𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘢𝘲𝘶í —decía una voz mientras el propietario de la misma aparecía de entre árboles, era un hombre alto con curiosos tatuajes.
— ¿¡QUIÉN ERES!? —Gritaba la chica, levantó la katana de forma instintiva.
— 𝘛𝘰𝘥𝘢𝘷í𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘭𝘢 𝘧𝘶𝘯𝘥𝘢 𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘢, 𝘤𝘢𝘳𝘪ñ𝘰.
La chica se puso roja por la vergüenza mientras se la quitaba y volvían a su posición de defensa.
— 𝘕𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘮𝘪𝘦𝘥𝘰 𝘥𝘦 𝘶𝘴𝘢𝘳𝘭𝘢 —dijo fríamente la chica.
Itadori miraba interesante el espectáculo.
-—¿Nos pueden escuchar? —preguntó a Sukuna.
—Es un recuerdo, claro que no nos van a escuchar idiota.
—Nada más preguntaba.
—¿𝘘𝘶𝘦 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘭𝘪𝘯𝘥𝘶𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘵ú 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘩𝘰𝘳𝘳𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳?
—𝘠 𝘲𝘶𝘦 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘶𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰𝘮𝘦𝘵𝘪𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘵ú 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳 —devolvió la azabache.
El hombre se carcajeó.
—𝘛𝘪𝘦𝘯𝘦𝘴 𝘢𝘨𝘢𝘭𝘭𝘢𝘴, 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳 𝘴𝘰𝘭𝘢 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘣𝘰𝘴𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘵𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦 𝘢𝘵𝘳𝘢𝘱𝘢𝘳 𝘤𝘶𝘢𝘭𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘤𝘪ó𝘯 𝘰 𝘶𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘪𝘥𝘰 𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘱𝘦𝘭𝘪𝘨𝘳𝘰𝘴𝘰.
—𝘠 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪𝘦𝘳𝘥𝘢 𝘵𝘦 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢.
Una mirada desafiante fue la que atravesó los ojos verdes de la joven. Conocía esa mirada, la había visto en alguna parte. Le resultaba tan malditamente hermosa, era una mirada que extrañaba.
El hombre que estaba allí la miró por un momento con asombro y un creciente de nostalgia y alegría.
—𝘌𝘳𝘦𝘴 𝘵ú... —Susurró mientras aflojaba su pose. La chica pudo ver como dejaba de denotar superioridad.
—¿¡𝘘𝘜É 𝘘𝘜𝘐𝘌𝘙𝘌𝘚 𝘋𝘌 𝘔𝘐!?—Gritó la chica.
— 𝘛𝘦 𝘷𝘰𝘺 𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰.
—𝘕𝘰 𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘻𝘤𝘰.
—𝘕𝘪 𝘺𝘰 𝘢 𝘵𝘪 𝘺 𝘢𝘶𝘯 𝘢𝘴í 𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘰𝘺 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘰𝘯𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰
La chica solo asintió con la cabeza, pero en ningún momento bajó la guardia.
—¿𝘘𝘶é 𝘤𝘭𝘢𝘴𝘦 𝘥𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰?
— 𝘠𝘰 𝘵𝘦 𝘦𝘯𝘴𝘦ñ𝘰 𝘢 𝘶𝘴𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘢 𝘬𝘢𝘵𝘢𝘯𝘢 𝘺 𝘵ú 𝘷𝘦𝘯𝘥𝘳á𝘴 𝘵𝘰𝘥𝘢𝘴 𝘭𝘢𝘴 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦𝘴 𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘣𝘰𝘴𝘲𝘶𝘦 𝘢 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘦𝘳.
— ¿𝘊ó𝘮𝘰 𝘦𝘴𝘵á𝘴 𝘵𝘢𝘯 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘳𝘰 𝘥𝘦 𝘲𝘶é 𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘶𝘴𝘢𝘳 𝘭𝘢 𝘒𝘢𝘵𝘢𝘯𝘢? —sentenció segura en pose defensiva.
—𝘗𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘢, 𝘢 𝘭𝘢𝘴 𝘮𝘶𝘫𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘭𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦𝘯𝘢𝘳 𝘯𝘪 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘦𝘳 𝘢 𝘶𝘴𝘢𝘳 𝘭𝘢 𝘒𝘢𝘵𝘢𝘯𝘢. 𝘚𝘦𝘨𝘶𝘯𝘥𝘰, 𝘯𝘪 𝘴𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘵á𝘴 𝘢𝘨𝘢𝘳𝘳𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘣𝘪𝘦𝘯.
La chica bufó, aunque le doliera, tenía razón.
—¿𝘠 𝘵ú 𝘲𝘶é 𝘨𝘢𝘯𝘢𝘳í𝘢𝘴? ¿𝘘𝘶é 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘮í?
—𝘎𝘢𝘯𝘢𝘳í𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘪𝘨𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰.
La chica alzó la ceja, no sabía si confiar en él. Era peligroso, posiblemente podría abusar de ella, o matarla. Por lógica y sentido común ella pensó en no aceptar y volver. No obstante, algo le decía que confiara, que él era bueno. Algo que le decía que conocía a este tipo, que no le haría daño.
—𝘕𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘱𝘰𝘳 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘮𝘰𝘵𝘪𝘷𝘰, ¿𝘤𝘪𝘦𝘳𝘵𝘰?
—𝘛𝘦 𝘭𝘰 𝘫𝘶𝘳𝘰 —dijo alzando una mano.
La chica asintió con la cabeza, bajó la katana y extendió su mano con seguridad.
—𝘔𝘦 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘰 𝘔𝘦𝘨𝘶𝘮𝘪.
—𝘜𝘯 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘚𝘶𝘬𝘶𝘯𝘢 —dijo la maldición mientras hacía una reverencia y besaba la mano de Megumi.
—Cuánta tensión —decía Yuji— Y yo no traje palomitas de maíz ¡maldición!
—Piensas más con el estómago que con la cabeza, mocoso.
Sukuna chasqueó los dedos mientras rodaba los ojos. Le parecía que a Itadori le había quedado todo claro y había comprendido.
Itadori se volvió a sentir mal, parpadeó muchas veces hasta que cerró nuevamente con fuerza los ojos. Y cuando los abrió, se encontraba otra vez en su cuarto.
—¿Entonces me ayudarás? —preguntó Sukuna.
—Tienes toda mi ayuda para conquistar a Fushiguro.
Y tenía que poner esto, si quieren como un tipo de continuación de Megumi como chica, comenten y hago un especial.
Ya vieron parte de las vidas que compartieron esta pareja, voy a seguir actualizando, si, si lo haré.
Sin más
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Corrección 15/09/2022]
Besos Mágicos y Abrazos Peligrosos La Autora
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