¿Cómo?
Unas manos pasaban por el cuerpo de Megumi. Toques suaves y ligeros pasaban por la piel de porcelana del omega, como si no quisieran herirlo.
Suspiros entrecortados rebotaban por la habitación, lo cuales fueron consecuencia del fin de un profundo beso, la saliva caía por el mentón de Megumi y una mano ajena la limpiaba y daba caricias a la piel del azabache.
-Más... Más, más -suplicaba la voz del omega, estaba siendo complacido en todos los sentidos de la palabra, tanto dentro como fuera.
-𝘕𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘵𝘦 𝘩𝘢𝘳í𝘢 𝘥𝘢ñ𝘰, 𝘔𝘦𝘨𝘶𝘮𝘪 -susurraron al oído del omega, cosa que estremeció al menor, recordaba esa voz, esa voz profunda y llena de melancolía.
Mientras seguía entrando y saliendo del interior del pelinegro. No había mordidas, chupetones ni marcas. Mucho menos dolor, solo placer.
Una cosa era hacerlo por instinto, marcarlo, decir que era suyo; y otra muy diferente era entregarse a la persona que más confiaba, a la misma que sabes que nunca te haría daño.
Súplicas, jadeos y gemidos inundaban el cuarto, el lugar estaba hecho un desastre igual que el omega.
-𝘛𝘦 𝘢𝘮𝘰... -decía firme y sinceramente la voz. Lo que hizo temblar a Fushiguro.
Cuando Megumi gritaba un nombre lleno de deseo una y otra vez, despertó de golpe.
Solo había sido un sueño húmedo. Gracias a su celo, claro. Solo era una consecuencia de su celo.
El azabache dio un gran suspiro, nunca le había pasado eso. Quizá fue por la maldición de ayer la que lo había afectado de cierta forma; o solo un celo irregular, fuera de lo común.
Hablando de eso ¿Qué había sucedido? ¿Y sus amigos? ¿Lo habían salvado? ¿Habrían acabado con la maldición? ¿Quién fué? ¿Alguno de sus amigos?
No. Ninguno de sus amigos podría ser. Claro que no.
Su mente lo ataca con pensamientos cada vez más profundos.
Dirigió su vista a la habitación, no había nada extraño. La habitación estaba tal cual la había dejado la noche anterior. Pero con la ligera diferencia de los supresores que se encontraban en la mesita de noche.
No había pasado nada fuera de lo común. Todo fue un sueño, había delirado gracias a su celo. Sí, estaba seguro. Aquellos ojos, aquella presencia, esa sensación de hogar, y sobre todo, aquel sueño no era real.
Aunque algo que le intrigaba, era el saber cómo había terminado en su cama y con su pijama.
Su último recuerdo es haber estado caminando por los pasillos antes de que llegara su celo y cayera al suelo.
Seguramente fue alguno de sus amigos, que lo vio y se lo llevó. Sin embargo, no ignoraba sentir vergüenza al ser cambiado como un niño pequeño y haber sido visto semidesnudo por alguien.
No le dio importancia, así que suspiró aliviado y tomó uno de los supresores. Aún le quedaban dos días de celo, no quería que sucediera alguna otra desgracia.
-Parece que no tienen la misma resistencia de siempre, Fushiguro - decía Maki algo preocupada, pero no le dio mucha importancia a esa sensación y el olor más dulce de lo normal que soltaba su sobrino.
Ellos estaban entrenando con herramientas malditas, era su entrenamiento diario, pero el azabache cada vez estaba más agotado.
-Me siento mal desde que terminó mi celo -admitió mientras estiraba una de sus extremidades.
La alfa solo lo analizaba con la mirada, todavía esa sensación de no estar todo bien la inquietaba, ella suspiro y dijo:
-Vamos a beber algo.
Maki le estaba pasando una botella de agua a Megumi de la máquina expendedora.
Mientras que el chico sentía que su cabeza daba vueltas, que el mundo giraba a un ritmo que él no comprendía, parece que no se podía detener y que iba a explotar en cualquier momento.
-¿Te sientes mal? -le preguntó la chica, Fushiguro la miró con mucha ironía.
-Me siento de maravilla -dijo apretando los dientes.
La alfa solo rió, por el sentido del humor del omega. Pero su risa fue interrumpida por una voz burlona detrás:
-Vaya, vaya pero que tenemos aquí -Decía Mai, quien era acompañada por Noritoshi y Todo.
-Pueden ir a joder a otro lado - pidió Megumi con un mal humor más fuerte que el normal.
-Pero qué agallas a pesar de ser solo un Omega -refutó Kamo.
Los tres eran alfas. Hasta un tonto podría concluir que algo malo iba a pasar.
La gemela de Maki se acercó hasta que quedó frente a frente del azabache.
-Pero no importa cuántas agallas o valor tenga, sigue siendo un omega -agregó Mai al estar frente a Megumi, casi chocando su nariz, como si quisiera retarlo. Fushiguro estaba seguro que pudo ver como Mai alzaba el mentón e inflaba el pecho, como gesto de superioridad.
-" Y este omega va romperte la cara" - pensó inconscientemente Megumi.
Y para echar más fuego al asunto, Mai comenzó a esparcir sus feromonas, para Fushiguro era la peor cosa que había olido antes.
Quizá la descripción más acertada para Fushiguru era: "olía a basura". Y no lo decía con el motivo de exagerar y molestar, si no que las feromonas de la alfa eran totalmente repugnantes y nada entrañables.
Tal vez esto se deba a que Megumi era un omega dominante, solo reaccionaba cuando se trataba de las feromonas de su destinado. Pero esto aún no ocurría, y admitía que sentía algo de miedo ante esa idea.
Por el momento las feromonas lo mareaba, así que no tuvo más remedio que sacar las suyas a relucir. No quería estar oliendo ese repulsivo aroma.
No obstante, esto no puede cambiar que las feromonas de la alfa siguen impregnando las fosas nasales del omega. Y, sumado al severo dolor de cabeza que sentía desde antes. Dieron pasó a un Fushiguro lamentable, el cual apretaba su estómago con fuerza hasta el punto de inclinarse, mientras cerraba los ojos hasta que estos empezarán a llorar.
No pudo más y vació su estómago en los zapatos de la alfa.
Maki comenzó a carcajearse sin parar. Mientras Mai lanzaba reclamos a diestra y siniestra.
-Creo que eso no se quitará muy fácil -Dijo Maki mientras reía y señalaba los zapatos de diseñador de su hermana.
Mai solo la miraba con enojo, hasta que su vista bajó para chocar con él culpable.
Fushiguro estaba más pálido de lo normal, se notaba agotado y sus piernas temblaban.
No alcanzó a lograr pararse, ya que sus piernas no quisieron ayudarlo. Lo que hizo que cayera al suelo, nuevamente.
Risas, quejas y maldiciones se escuchaban:
" Ja, ja, ¡Omega inútil! ¡Te lo merecías! Al parecer eres tan patético que no puedes ni soportar mis feromonas".
" Tsk, que débil "
Lo último que Fushiguro logró escuchar fue el llamado de su compañera. A quien borrosamente veía acercarse a él.
-¡Fushiguro, Fushiguro! -
la voz de Maki se escuchaba lejana, hasta que ya no pudo escucharla.
-Ya está despertando - susurró una voz.
El omega abrió los ojos, vislumbro dos sombras, que se mecían como si fueran gelatina.
Poco a poco las siluetas cobraron nitidez.
Eran Shoko y su maestro Satoru. Los dos adultos se miraban muy preocupados. El omega sólo pudo asustarse, no era una mirada frecuente en ellos.
-¿Qué pasó? -preguntó Megumi.
-Vomitaste encima de Mai y te desmayaste -explicó brevemente la doctora-. Maki te trajo.
Él sólo asentía ante la información que le daban.
-¿Fushiguro, te has sentido mal últimamente? -interrogó Leiri mientras compartía una mirada preocupada con Satoru.
-Para ser sincero, sí. He tenido mareos constantes y a veces vómito; sin contar que no he tenido apetito, y que me estoy agotando más rápido -resumió los síntomas que lo habían atormentado por estos días.
-Es que tú estás... -se detuvo al hablar. Sin saber cómo decirlo.
-Embarazado -terminó de concluir la oración Gojo. Se notaba que estaba enojado... O quizá frustrado, Megumi no está seguro.
Aunque en realidad, lo que sentía Gojo era una genuina preocupación.
-¿Cómo? -preguntó atónito Megumi, con los ojos bien abiertos y sin saberlo, con la boca entreabierta, en cualquier momento podría entrarle una mosca.
-Sí, lo que dijo Gojo es correcto, tú estás embarazado, Fushiguro.
Una gran opresión se instalaba en el pecho del pelinegro, ¡Él!, ¡Él! ¡Embarazado!
¡Tendría que ser una broma de muy mal gusto!
¿Sería que todo lo que vivió el día de su celo fue real? ¿En realidad alguien se había aprovechado de él?
Si era así, ¿cómo no amaneció con dolor, cómo es que no tenía ni un rasguño? ¿¡Cómo es que se embarazó!?
-No puede ser... -susurró inconscientemente.
-¿Cuándo fue la última vez que estuviste en celo? -Volvió a interrogar la castaña.
-Hace unas tres semanas, pero estuve en mi habitación todo este tiempo.
-¿Saliste alguna sola vez o...
Sabía que su profesor se iba a enojar, pero no podía ocultarlo para siempre, es mejor jalar la maleza por la raíz.
-Sí -dijo en un tono apenas audible.
-¿Qué has dicho? -Gojo se apresuró a decir.
-Sí, salí una vez. ¡Pero, tuve cuidado!, ¡y solo fui a la enfermería!
-¿Cuándo? -preguntan impacientes los dos a la vez.
-Durante la fiesta que organizaron los chicos, pero no recuerdo mucho.
El alfa y la beta se vieron a los ojos y luego a Megumi.
-¿Recuerdas algo?, ¿al menos un recuerdo vago? -Cuestionó el albino.
-Bueno, una sensación de energía maldita muy fuerte y... -se detuvo.
-¿Y?
-Unos ojos escarlatas, pero no estoy del todo seguro -continuó Megumi, tocándose el mentón-. Aunque ¡quizá lo aluciné!, mi celo explotó en ese momento.
Los dos adultos tenían muy abiertos los ojos por la impresión. O eso pensó Megumi. Ya que Gojo aún tenía la banda puesta.
Fushiguro seguía dubitando, hasta que lentamente abrió los ojos al darse cuenta del culpable.
-Hay que hablar con Itadori - sentenció Satoru.
Espero que les haya gustado.
[ Corrección 12/08/2022 ]
Sin más.
Besos Mágicos y Abrazos Peligrosos La Autora
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro