Nichol esperaba a que Nathalie llegase, como todas las mañanas y tardes. Eran los mejores momentos del día  y que despertaban las sonrisas comprensivas del maestro y las risas, envidias y codazos del resto de compañeros. "¡Y me envidiarían más si supieran qué increíbles que son nuestras noches", pensó. Las mantenía como el mayor de los secretos aunque muchos se hacían a la idea de que no era un noviazgo a distancia, sólo había que verlos cuando estaban juntos.

   No quería pensar qué sucedería si el rey se enteraba de que utilizaban para sus encuentros nocturnos el pasaje subterráneo que unía el Château d'Amboise y el Châteu du Clos-Lucé, donde vivía con Leonardo y los demás. Algunos ayudantes llevaban con él, incluso, desde el momento en el que Francisco se lo había concedido junto con una importante pensión y el nombramiento como primer pintor, primer ingeniero y primer arquitecto del rey.

ᅳ¿Por qué pensáis, Nia, que Francisco es tan generoso con vuestro patrón? —le preguntaba Nathalie, en el lecho, con ese apelativo cariñoso que él nunca sabía de dónde había surgido.

ᅳPorque el monarca lo tiene en alta consideración, ma belle, como si fuese un  abuelo muy querido —le contestaba Nichol—. Debéis saber que Leonardo es el más grande, ¿por qué no iba a tener un mecenas?, ¿acaso pensáis que no merece tal honor?

  A lo que la chica se le ponía encima y, a partir de ahí, era la hora del amor y el fin de toda discusión. Nichol pensaba que su novia lo hacía ex profeso, porque después de esas riñas la reconciliación resultaba maravillosa.

  Quizá, la razón de esas pequeñas diferencias radicaba en que provenían de mundos distintos: ella era la hija mimada de una de las familias más reconocidas de la Corte. Él no, pertenecía a la aristocracia provinciana. Da Vinci se había encariñado con él por ese motivo, también, y no por lo que decían los cotillas, que le gustaban los jovencitos: a él jamás le había insinuado nada. Leonardo había empezado como aprendiz de Andrea Verrocchio, a los diecisiete años, igual que él. Y, también, era el hijo bastardo de un noble terrateniente que siempre lo había considerado como un hijo más, igual que a los legítimos.

ᅳ¡¿Cómo podéis ver estas imágenes sin que se os revuelva el estómago?! —le preguntó Nathalie, horrorizada, la primera y única vez en la que le mostró cómo eran los cadáveres por dentro.

ᅳNo es posible dibujar bien si no se sabe cómo somos, ma biche, no os escandalicéis —le contestó él, quitándole los lienzos y abrazándola—. Pero vos no os preocupéis, que para eso estoy yo. Cuando sea un gran artista prometo que no haré lo mismo, tengo el trabajo hecho por mi maestro.

  Nichol reconocía que, esos dibujos donde aparecían diseccionados los criminales muertos en los hospitales de Florencia, Milán y Roma, no eran plato de buen gusto. Leonardo, además, le contó que tuvo que hacerlos a escondidas porque, si hubiera llegado a conocimiento de la Inquisición, hubiese dado con los huesos en prisión o algo peor. Una vez lo habían acusado de sodomía y todavía temblaba al recordarlo.

ᅳBonjour, Nia! —entró Nathalie gritando y fue como si el verano hubiera llegado.

Leonardo Da Vinci le tiene mucho cariño a Nathalie: le ha regalado un retrato.

Pero Nia la ama de verdad...

Y ahora Zayn: Bed peace.

https://youtu.be/liv9US_lQRE

NOTA.

  Ya sabéis, la estrella y los comentarios también existen.