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Japón, 1800 (parte 1)

La suave brisa que entraba por la ventana, era posiblemente lo que más gustaba disfrutar antes de que se viera interrumpida por su Okasan. El sólo ver los pétalos rosas entrar, danzando con libertad, le causaba una paz tremenda y ciertamente mucha envidia...

—Te veo en esa ventana y siento que te encierro como a un pajarillo — dijo de repente la severa voz de Kumiko, volteó a verla con esa sonrisa tan nostálgica que le caracterizaba.

—Posiblemente lo sea, quizá hasta en mis vidas pasadas he sido una esclava, quien sabe — sonrió para sí misma, encontraba la vida que llevaba bastante aburrida y vacía.

—Hoy traerán a una niña del campo, igual que tú...quizá podrías adoptarla — lo pensó, enseñarle todo lo que sabía a una inocente creatura, que viera lo hermoso de la ignorancia en sus ojos podría ayudarle.

—Sí, sería buena idea convertirme en una oneesama — entonces los pajarillos alzaron el vuelo y se fijó en el aletear de ellos, ella también quería salir volando.

***

Esos grandes ojos que se escondían profundamente en el suelo, los tobillos desnudos y pies sucios, la ropa vieja junto al cabello negro y hecho un nido de pájaros. Okasan levantó el mentón de la pequeña que estaba delante de ella, aquellos grandes ojos llenaron a cada persona que estaba en la pequeña pieza, sobre todo a la chica de kimono rosado.

—¿Cuál es tu nombre? — Preguntó Okasan.

—Danno, mi nombre es Danno — contestó con voz temblorosa.

El miedo, podía sentirlo en su voz, mirada y semblante, alguna vez ella también fue así, una niña perdida en un lugar completamente desconocido.

—Vaya nombre, muy feo si me preguntas, no tiene ningún encanto — comentó con frialdad Okasan — ¿Qué piensas? Te le has quedado viendo desde hace rato — sus ojos se encontraron finalmente, la pequeña fue consciente  de la presencia de una cuarta persona además de la señora Kumiko.

—Que tiene un bonito nombre, Okasan, eso pienso — respondió con esa suave sonrisa que tenía más que practicada para cuando se le pidiera hacerlo.

—Tus gustos siempre han sido raros, Kaori...— regresó a ver a Danno para seguir inspeccionándola — Estos campesinos, creen que pueden vender cualquier cosa. Tienes los ojos muy grandes — terminó diciendo con cierto desdén.

—Perdóneme Okasan, pero ¿no cree que detrás de un hermoso abanico, sus ojos serían realmente llamativos? — Alzó la ceja ante tal cuestionamiento, realmente su mejor geisha estaba teniendo un lazo con esa campesina.

—Sí...Y como veo que tienes muchas ideas para que esta niña traiga dinero a la Okiya, te la dejaré a tu cargo — la tomó de los hombros y prácticamente la aventó hacia donde estaba Kaori.

No tuvo tiempo de negarse, porque al tocar los hombros de la pequeña niña, sintió una extraña estática, una que la dejó paralizada momentáneamente y le hizo abrir la boca para dejar escapar un suspiro. Miró los grandes ojos de Danno...el campo de encuentros, realmente se sentía así al verla, como si estuviera encontrándose en un campo sin fin, con miles de encuentros que se repiten y siguen sin parar, en un infinito...

—Bien, a partir de ahora seré tu Oneesama, pequeña Danno — y al ver una pequeña muestra de cariño, los ojos de la pequeña brillaron enormemente.

Hubiera preferido no ver semejante reacción porque lo único que le ocasionaba era desear ocultarla de ese mundo en el que estaba destinada a empaparse.

Ser una geisha, no era algo que se elige, era algo que se impone...al menos para ellas fue así.

***

—Deberás hacer lo que se te ordene sin quejas, ayudarás en la Okiya y si Okasan lo aprueba, vas a poder ir a la escuela de geishas, aunque como ya te dejaron bajo el cuidado de Kaori...pronto se te educará — le explicaba Kumiko-san, una mujer algo mayor pero no tanto como Okasan, quien ayudaba en la Okiya en todo momento.

Otras geishas se apresuraron a querer observar a la nueva chica que llegó del campo y que fue acogida de buenas a primeras por Kaori. Los bailes de la geisha más famosa de la Okiya y del distrito de Hanamachi, era por lo que muchos hombres y mujeres pagaban por ver, no importaba cuán difícil era quedar con ella, todos peleaban por un poco de tiempo a su lado. Cuando dejó de ser una Maiko, ya había pagado su deuda completa y fue adoptada por Okasan, siendo así nombrada heredera de la Okiya.

—Realmente no sé qué clase de suerte tendrás, Kaori pocas veces se ha fijado en alguien más...— comentó de repente Kumiko-san tendiéndole su par de zapatillas de madera y el simple yukata ligero que usaría de vestimenta — Así que será mejor que no la desperdicies.

Danno conocía muy bien porqué estaba ahí, su familia la vendió cuando una tormenta arrasó con sus cultivos, poco quedaba ya a su hogar para seguir manteniendo a todos, obviamente lo más fácil fue venderla y ella sabía que ese sería su destino, últimamente hacían mucho eso por donde vivía, varias amigas suyas tuvieron la misma suerte. Así que sabía a qué atenerse.

Tareas simples y domesticas era lo que debía hacer cada día, limpiaba los cuartos, llevaba la comida a Okasan, a veces ayudaba a lavar la ropa y tenderla, ordenar los hermosos kimonos que usaban algunas geishas y mientras hacía todo eso, sentía la mirada constante de Kaori, quien de vez en cuando la encontraba en la ventana, fumando y mirando todo con nostalgia.

—Recuerdo cuando tenía que hacer esos trabajos, lo odiaba, ahora lo extraño — dijo de repente, deteniendo su paso por la habitación.

—¿No le gusta ser una geisha, oneesama? — Sonrió ante ese mote, escuchar su pequeña y dulce voz era vitalizador en cierto punto, porque le causaba más nostalgia que antes, como si fuera consciente del vacío que llevaba en el alma.

—No, quiero ser libre, Danno...pasear debajo de los pétalos de sakura y no sentir que mi cuerpo es mi propia prisión — justo en ese momento una pequeña flor rosada entraba por la ventana y mientras danzaba alegremente, el rostro triste de la geisha más famosa de Hanamachi lucía más triste que nunca.

Danno se quedó sin aliento, tal contraste era sublime y entonces deseó ser una geisha, igual de hermosa que ella para hacerle compañía en ese camino tan duro. Quizá si sostenía su mano en los paseos debajo de los cerezos, podría sentirse un poco libre.

Tal vez.

—Ven aquí, Danno — pidió extendiendo su mano, rompiendo la visión que estaba teniendo y se acercó lentamente de molestarla con su presencia, no se sentía digna de acercársele tanto. Cuando la tuvo enfrente, le señaló el suelo para que se sentara y luego tomó sus manos entre las suyas — Debes cuidar tu piel, tu cuerpo es el instrumento con el que trabajarás, tu propio templo y de ti depende de cómo lucirá ante los ojos de nuestros clientes — empezó a explicarle — ¿Sabes por qué soy tan famosa? — la pequeña negó — Porque a las personas les gusta ver a los pajarillos en jaulas, cuando me ven danzar, cuando sirvo el té o toco mi shamisen, ven a un pajarillo enjaulado y les gusta...

—Eso suena horrible — murmuró Danno, admirando la suavidad con que le trataba su oneesama.

—Lo sé, es la imagen que me creé, ¿qué es lo que quieres hacer tú? — Ambas miradas se encontraron, teniendo una extraña confusión por unos segundos, algo les jalaba, susurrando memorias que estaban enterradas en sus profundas y eternas almas.

—Yo quiero...quiero...— no encontraba lo que quería y cuando lo pensaba arduamente, sólo aparecía ella en su mente — ser como oneesama

Kaori rio, por la inocencia de su joven hermana que no sabía lo horrible que era ser ella.

—Ser yo, no es algo que gustes, créeme. No te preocupes, no pongas esa cara, ya encontraremos la belleza que atraerá a todos — le sonrió dulcemente.

En ese momento, sólo existieron ellas dos, bañadas por la luz que entraba por la ventana y los miles de pétalos sakura danzando alrededor.

***

Era de noche cuando escuchó como los zori de madera de su Oneesama resonaban hacia la salida, se apresuró a ir, corriendo una puerta de madera, miró a Kaori pasando delante de ella sin siquiera mirarla. Con ese ostentoso peinado shimada, que recogía todo su hermoso cabello negro y con una peineta con adornos de las flores rosas que tanto le gustaba. El base del maquillaje blanco, delineando el cuello la famosa W que resaltaba esa zona, ojos y labios remarcados. El kimono se iba arrastrando lentamente, de un color negro que resaltaba a la perfección su piel a pesar de no tenerla tan pálida como otras geishas, el obi igual no destacaba demasiado, los diseños eran perfectos para la edad de Kaori.

Y la vio salir de la Okiya hacia seguramente alguna ceremonia importante, por eso tanto lujo en su maquillaje y vestir. Por varios segundos se quedó ahí, estática sin saber qué pensar.

—Ya pronto te tocará a ti, Danno — le interrumpió de repente Okasan, algo aturdida buscó su mirada, pero ya no estaba.

—Felicidades, Danno, Okasan ha dicho que ya puedes ir a la escuela de geishas — le informó Kumiko-san.

—Ah — dijo sorprendida, no esperaba que fuera pronto.

—Creo que Kaori tuvo que ver con esto

Volvió a ver hacia la salida, recordando que su Oneesama estaba afuero, luciendo como un pajarillo enjaulado, enmascarada por el aroma de lo mítico y exótico.



¡Hola chicxs! Ah, siempre he sentido una fascinación por el mundo de las geishas y no quería desperdiciar mi oportunidad usándolo aquí, espero le shaya gustado y les dejo los significados de algunas palabras por si no sabían :3 Ya sólo nos quedan tres épocas más y acaba Reencarnación, pero estas últimas serán algo más largas ;u;♥

Okasan: Madre

Oneesama: honorable hermana mayor.

Okiya: es el albergue que da alojamiento a una maiko o geisha mientras dura su nenki, o contrato.

Maiko: aprendiz de geisha

Hanamachi: ciudades autorizadas a que fueran habitadas por las geishas y maikos

Shimada: tipo de peinado tradicional japonés.

Shamisen: es un instrumento musical japonés derivado del chino sānxián (tres cuerdas)

Zori:on las sandalias japonesas planas y con correas hechas de paja de arroz o de otras fibras vegetales

Ob:es una faja ancha de tela fuerte que se lleva sobre el kimono, se ata a la espalda de distintas formas.

Si no hay alguna aquí y tienen la duda, preguntenme :)

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