Capítulo 4
Audrey cerró los ojos y respiró profundo, relajándose, en un intento de poner su mente en blanco. Trató de ignorar la presencia de Darren en aquella diminuta habitación de motel e hizo un esfuerzo por sentir el leve calor recorriendo su brazo derecho, pero transcurrieron diez largos e interminables segundos llenos de incertidumbre y el maldito calor no aparecía. Ni la electricidad o siquiera un levísimo temblor.
—¡Demonios! —maldijo, sacudiendo su brazo con desdén—. ¡No ocurre nada!
Estaba enojada consigo misma porque llevaba ya una hora tratando de que de su mano surgiera una esfera de luz como la que había producido la tarde del incendio en la preparatoria, cuando había tenido que luchar contra el Canum y salvar a Rolland de morir intoxicado. Pero a pesar de sus muchos esfuerzos, no había conseguido absolutamente nada, incluso estaba comenzando a pensar que eso no había ocurrido realmente, que nunca había creado tal esfera y eso la alteraba mucho más.
—Tranquila, ya lo conseguirás —le dijo Darren en voz muy bajita.
—¡Es que yo ya lo había hecho! —gritó la chica, fuera de sí—. Apuesto a que ni siquiera me crees, pero yo sé que es cierto. Sé que hice que de mis manos saliera una de esas cosas que tú puedes hacer, por eso luché contra el Canum, pero no logro comprender porqué ahora no puedo.
El fantasma, que en ese momento había decidido no utilizar el dije para materializarse, se acercó a ella y le sonrió, en un acto que pretendía resultar tranquilizador, porque él sabía muy bien lo que se sentía querer utilizar sus poderes sin ser capaz de hacerlo, pues a pesar del tiempo que había pasado, todavía recordaba la impotencia que lo había recorrido el día en que había despertado por primera vez en la mansión como un fantasma y de su mano había salido despedida una esfera de luz tan repentina que no había podido evitar que impactara contra la pared sin ningún control por su parte, pero después de tratarlo durante mucho tiempo no había vuelto a ocurrir, por lo que la desesperación se hizo con él hasta el momento de que lo mismo volvió a suceder sin siquiera pretenderlo.
Audrey se sentó en la cama y la cobija de tigre color borgoña se arrugó al sentir el peso de su cuerpo hundiéndose en el colchón. No se sentía bien. Independientemente del dolor de su cuerpo, un sinfín de emociones se entremezclaban en ella haciéndola sentirse extraña.
Por un lado, hacía pocas horas acababa de descubrir que iba a ser hermana después de dieciséis, casi diecisiete años. Por supuesto que la venida de un nuevo bebé no le resultaba ni la cuarta parte de impactante que a Leonard y Marie —porque ni la misma señora Williams lo sabía, aún con tres meses gestándose en su vientre—, pero todo estaba plenamente justificado si se ponían a pensar de que ya tenían más de la edad adecuada para procrear una criatura y todo se tornaba más impresionante aún con el hecho de que ambos utilizaban los métodos anticonceptivos establecidos por especialistas para no tener el problema que justamente ahora los atacaba.
El nuevo hijo —o hija— de los Williams no representaba una molestia de todos modos. Tanto Leonard como Marie habían decidido que se sentían emocionados por la llegada de un nuevo miembro a la familia y aunque querían disimularlo, cuando Alex, Roberto y Audrey entraron al cuarto de hospital a escondidas con ayuda del médico, los tres pudieron notar el brillo de entusiasmo en los iris de los dos, ese brillo que solo los padres son capaces de poseer cuando un nuevo niño está a punto de llegar a sus vidas.
Por otro lado, no obstante, Audrey no podía dejar de lado la culpa por la muerte de Rolland, pues aún creía que de no haberlo dejado marcharse aquella noche en mitad del bosque, las cosas hubieran sido diferentes. Ni siquiera escuchaba a Darren cuando él trataba de convencerla de que nada de eso era culpa suya.
—Rolland sabía perfectamente cómo terminarían las cosas si buscaba a Víctor para vengarse —le dijo el fantasma en un momento dado—. Lo sabía y aún así fue a enfrentarlo, pero murió con valor, murió por ti y eso vale más que si él ahora estuviera vivo, sintiéndose mal por la muerte de Fany.
A pesar de eso, Audrey no podía sentirse mejor con nada de lo que le dijeran, así que al final optó por intentar producir una de esas esferas de luz con el simple objetivo de distraer su mente, pero claro que también fracasó estrepitosamente en ello, así que al final se entregó a la locura provocada por las otras miles de cosas que llevaba sobre la espalda.
La verdad sobre el profesor Cade Roxley, sus futuras declaraciones sobre lo sucedido a la policía, Víctor Molina y Monique Blanchard desaparecidos, una nueva cara de Bryan Sheppard, la existencia de los Iztac y los Cazadores, una Romina con poderes sobrenaturales, la futura llegada de El Despertar, una profecía que involucraba el retorno de cinco deidades a la tierra para librar una batalla en la que ella tendría que participar sí o sí, las memorias que ella y Darren tendrían que ver sobre sus vidas pasadas, la tensión que se mantenía entre ambos cada vez que se encontraban en el mismo cuarto, las heridas en su cuerpo, el plan de sonsacarle información a Gustavo Carson acerca del patólogo que había descubierto la sangre negra en un cadáver, ¡y ahora también el hecho de que sus padres iban a tener un bebé, incluso cuando ya estaban muy viejos para esas andadas! ¿Qué más faltaba por ocurrir en su vida?
Se tapó la cara con una almohada y gruñó en voz alta, fastidiada con todo lo que nublaba su mente. Aún faltaba agregar los exámenes, tareas pendientes, la justificación de sus faltas ante los profesores, el cumpleaños de Alex que estaba a la vuelta de la esquina y en secreto también el suyo. Y ya que lo recordaba, el hecho de que aún guardaba la fotografía de su abuela que August mantenía escondida bajo una loseta suelta de su oficina. ¿Cómo se suponía que un humano normal pudiera cargar con tal cantidad de responsabilidades?
—Cuéntame algo, Darren —pidió de repente, haciendo que el espectro frunciera el ceño desconcertado.
—¿Como qué cosa?
—No lo sé, cualquiera que me ayude a olvidarme de la cagada que es mi vida. Cuéntame un chiste o una anécdota, no importa. Solo quiero distraerme...
Darren se lo pensó un momento, consciente del desastre que era Audrey en su interior.
El fantasma dio media vuelta observando la espectacular vista del centro de Zacatecas que le ofrecía la ventana de la habitación en el tercer piso de la humilde posada, y al final, un foco pareció encenderse en su interior, por lo que sonrió, se volvió a Audrey y le dijo:
—¡Ya sé! ¿Has escuchado la leyenda del Cerro de la Bufa?
Audrey lo miró interesada, pero también negó con la cabeza, por lo que Darren se acomodó junto a ella en la cama y, sonriente como un niño, comenzó a narrarle la historia:
—Esta leyenda es justamente de aquí, de Zacatecas, y la oí por primera vez hace cuarenta años mientras escuchaba una conversación entre dos hombres ebrios. Quedé fascinado con ella y nunca pude olvidarla, así que te la voy a relatar como la recuerdo, ¿sí? —Audrey asintió, de repente igual de entusiasmada, por lo que el chico se puso en ambiente y comenzó a decir, con un tono tétrico muy acorde—: se dice que en el Cerro de la Bufa se encuentra resguardado un tesoro sin igual, que entre su riqueza incluye paredes de oro, pisos de plata, así como también una exhorbitante cantidad de piedras preciosas que emiten un resplandor de magnificencia inverosímil, tan brillante que es como mirar el sol con los ojos al desnudo.
Audrey cerró los ojos tratando de imaginar un escenario lo más acertado posible a lo que Darren describía, pero lo más cercano que pudo figurar en su mente fue la escena final de una película de Nicolas Cage que había visto más de tres años atrás. La leyenda del tesoro perdido, se llamaba.
—Pero también se habla de que cada año, durante las fiestas del pueblo, una mujer de belleza indescriptible se para en lo alto del cerro, luciendo como toda una diosa de la perfección, tan bella que resulta imposible de no enamorar a cualquiera que pose sus ojos en ella.
»Se dice que aquella mujer espera con paciencia en el Cerro de la Bufa al primer hombre que llegue a su encuentro, y una vez que ambos están frente a frente, le pide al caballero que la lleve en la espalda hacia el altar mayor de la Basílica de Zacatecas, y a cambio, podrá quedarse con cuanto tesoro se encuentre escondido dentro del Cerro de la Bufa. Todo, todito será para él. ¿Puedes imaginarte cómo reaccionan cuando lo saben?
La chica dejó de lado la visión de una cueva llena de metales preciosos para responderle la pregunta a Darren.
—Yo creo que es una trampa, ¿hacer solo eso a cambio de llevarla tras la espalda hacia la Basílica de Zacatecas? De ser así, ¿por qué nadie lo ha logrado?
Darren sonrió ante la suspicacia de Audrey, recordando que él se había preguntado lo mismo la primera vez que había oído la leyenda.
—Pues lo creas o no, es lo único que les pide. —Darren alzó las cejas, olvidando por un momento la tensión que existía actualmente entre él y Audrey, y pasado un momento en que ella se dedicaba a poner en duda su palabra, continuó relatando la historia—: por supuesto que solo existe una condición: la mujer les dice que pase lo que pase, no deben mirar atrás bajo ninguna circunstancia. No les dice porqué, y ellos se intrigan al no saber a qué se refiere, pero deciden aceptar su reto imaginando por adelantado lo que comprarán una vez que obtengan tan basto tesoro. De manera que se ponen delante de ella, le piden que se trepe en su espalda y los rodee por el cuello, cosa que ella hace sin perder ni un segundo.
»Pronto, comienzan oír ruidos a sus espaldas, susurros que luego se transforman en gritos, maldiciones, lamentos como de almas errantes que los hacen sudar gotas gordas y temblar a cada paso que dan; pronto, no pueden evitar la curiosidad que les provocan los extraños sonidos, y cuando menos lo piensan, se encuentran volteando, tal como ella les había prohibido hacerlo.
»Es entonces cuando, de forma inesperada, la bella chica se transforma en una serpiente y se envuelve alrededor de sus cuellos, arrebatándoles la vida al instante. Por eso es que el tesoro del Cerro de la Bufa ha permanecido intacto hasta hoy, considerado solo una vieja leyenda porque nadie ha podido completar el desafío de la mujer y reclamarlo como suyo, pues todos han muerto en el intento de hacerse con tremenda riqueza.
Cuando Darren finalizó el relato, Audrey no pudo sino mirarlo con los ojos muy abiertos, cautivada por la majestuosidad de una leyenda como esa, llena de misterio y algo que indiscutiblemente te incitaba a preguntarte si era real o no, no tanto por el oro o la riqueza del dichoso cerro, sino por el misticismo que guardaba la mujer protagonista.
Si bien México no era mejor país que su natal Canadá, este último no poseía leyendas como la del Cerro de la Bufa, El Trailero de la Rumorosa o El Callejón de don Juan Manuel, que habían logrado atemorizarla con solo escucharlas una vez.
—No puedo creer que algo como eso se cuente en Zacatecas —dijo—, ¿crees que sea verdad?
Darren miró a través de la ventana y se concentró en el ruido del vaivén de gente que caminaba por las calles, deleitándose hasta con el acento de sus voces.
—No me cabe duda que existe una pequeña posibilidad, después de todo, uno no siempre tiene que ver para creer, ¿o sí?
La joven negó con la cabeza, diciéndose que si existían los fantasmas, posiblemente también existía una mujer capaz de transformarse en serpiente y arrancarle la vida a los avaros que se atrevieran a aceptar su desafío.
✨✨✨
Ahora que la alianza entre los Iztac y los Cazadores se había concretado, Abril, Oliver, Dominik y Evan habían decidido conformar un comité cuyos miembros se ocuparan de elaborar un plan de convivencia y entrenamiento con el simple propósito de ocupar la mayor parte del tiempo posible para preparar a sus ejércitos antes de El Despertar. Este comité estaba integrado por cuatro miembros de cada bando, además de los capitanes y la mano derecha de estos. Aquella era la razón por la que esa noche yacían sentados en torno a una mesa redonda en el salón principal del palacio Iztac, discutiendo una de las cuestiones más importantes respecto a la guerra que librarían en un tiempo contra Tsitsimilt.
—Bien, caballeros, como ustedes pueden ver, he hecho todo lo que está en mis manos para darle a Romina Lawson un entrenamiento eficaz que podría sernos de utilidad a la llegada del Isitistli —decía Oliver tras haber expuesto su argumento acerca de la hermana de Vanessa—. He estado entregándole a Parker un reporte de progreso diario desde que accedió a ayudarme en la preparación de la niña, por lo que estoy seguro de que podrá respaldar lo que les digo, ¿cierto, Parker?
Dominik asintió al tiempo que se levantaba para rodear la mesa hasta llegar al Cazador. En tanto, todos lo observaban intrigados por la manera tan bien planificada en que ambos parecían ya tener una estrategia.
—Así es, compañeros —habló el Iztac sin separar los ojos de cada uno de los presentes—. Yo mismo he supervisado el progreso de la pequeña Romina desde hace algún tiempo, un mes o más quizá, y puedo asegurarles que nos servirá de mucho junto con Darren Rosewood y Audrey Williams, que también son piezas clave en el descubrimiento del arma secreta.
—Si me permite preguntar, joven Parker —habló uno de los Iztac que conformaban el consejo, acariciándose la barbilla con los dedos—. ¿Qué tienen que ver la chica y el fantasma con el arma secreta? ¿Cómo podrían ellos ayudarnos a encontrarla?
—Bueno, pues resulta que Darren Rosewood no siempre fue un fantasma, sino que en algún momento vivió en el mundo de los mortales, conviviendo con la joven. Curiosamente, la última vez que el instinto de los Cazadores les avisó que el arma estaba siendo usada, fue poco tiempo después de que Darren muriera, por lo que hemos conjeturado que muy posiblemente uno de los dos fue el guardián del objeto, de modo que hemos decidido excavar en los recuerdos de sus vidas pasadas para averiguar cuál de los dos lo resguardaba, y de ser posible, su paradero.
—¿Cómo y cuándo tienen planeado hacerlo? —preguntó ahora Evan analizando cada palabra de su hermano, a lo que él comenzó una fluida explicación sin dar cábida a titubeo alguno.
—Dentro de la mansión Williams existe un contenedor de recuerdos que creo que resguarda sus memorias. Como ustedes saben, este solo nos revelará lo ocurrido con sus vidas pasadas si llevamos a cabo un preciso ritual en el cambio de estación, dentro de aproximadamente dos meses. A mediados de marzo es cuando lo haremos, pero hasta entonces debemos aprovechar el tiempo integrando a nuestros soldados hasta que sientan que pueden ser capaces de pelear juntos. —Oliver asintió de acuerdo—. De nada sirve que al llegar el Isitistli todavía exista desconfianza entre nuestros hombres, porque las Sombras podrían usarla en nuestra contra.
—O incluso El Caído, como lo hemos hablado Evan y yo —añadió Abril, refiriéndose por primera vez a su contrario con otro nombre que no fuera el típico «asqueroso Sangre Blanca» que ella misma había inventado, y el mencionado asintió recordando la conversación que habían tenido poco antes, en la que la había visto asegurar de manera tan fría que mataría al Caído si alguna vez descubrían su identidad—. No se ustedes pero yo creo que Parker y mi hermano han hecho un buen trabajo pensando hasta en el más diminuto detalle de un plan claramente brillante. Sin embargo, estamos aquí porque debemos concentrarnos en Romina Lawson. Sabemos que hay que entrenarlos a los tres lo más pronto posible, pero recuerden que ella no sabe nada acerca de nuestros mundos, por lo que es imprescindible que le contemos la verdad antes de proseguir con el plan de entrenamiento que ustedes se han dedicado a idear. No obstante, ¿cómo se supone que deberíamos explicarle a una niña de seis años todo lo relacionado a este mundo tan complejo, lleno de magia, ángeles y dioses mitológicos? Apuesto que si a Rosewood y Williams les costó entenderlo, a ella le será imposible lograrlo si no tenemos pruebas que respalden nuestra explicación. ¿alguna idea?
Abril miró a Dominik y Oliver, pero ninguno dijo nada.
El consejo se mantuvo em silencio por lo que pareció un largo minuto, pero al final, uno de ellos decidió romperlo diciendo, con voz temblorosa:
—Opino que lo primordial es traer al fantasma y a la chica al dominio de los Iztac. Debemos explicarles cómo está la cosa, mostrarles otra parte de nuestro mundo y es muy probable que ellos nos ayuden a encontrar una forma acertada de explicarle a la niña lo que somos, e incluso pienso que deberíamos hablarle a Vanessa Lawson acerca de los Iztac y los Cazadores, ya que después de todo, ella fue la principal víctima en la guerra que mantuvimos durante mucho tiempo. No la dañaron ni siquiera de forma física, sino que jugaron con sus sentimientos como si estos no valieran nada. Lo mínimo que podemos hacer es compensarla.
—¡De ninguna manera! —eso lo exclamó Dominik dando un golpe en la mesa con su puño—. Desde el principio le oculté la verdad sobre nosotros para protegerla de la guerra contra Tsitsimilt, y no voy a permitir que la perjudiquen haciéndola parte de algo a lo que ni a mí mismo me gusta pertenecer. ¿Creen que no tiene ya demasiados problemas, o pretenden que se sienta igual de presionada que Audrey Williams por estar rodeada de un mundo paranormal que se le escapa de las manos?
—Estoy de acuerdo —manifestó Oliver asintiendo a las palabras del ojiazul, pero este lo miró lleno de desprecio.
—Tú cierra la boca, que por tu culpa Vanessa está metida en esto.
El Cazador alzó las manos en un gesto de paz al tiempo en que Evan tomaba la palabra, siempre con el aspecto impasible que lo caracterizaba.
—A mí tampoco me gustaría que Vanessa Lawson formara parte de esto, Dominik, pero así sería más fácil explicarle a la tal Romina la verdad acerca de nuestra naturaleza. Pero no te alteres, mientras lo decidimos, creo que lo mejor será que traigas a Darren y Audrey al palacio para que hablemos con ellos, quizá el punto de vista de la mortal nos ayude a decidir qué hacer respecto a las Lawson. Así que reúne un equipo que te acompañe por ellos a Zacatecas. Creo que ha llegado la hora de mostrarles las maravillas del mundo de los Sangre Blanca.
Dominik asintió y no dudó en caminar hacia la salida mucho antes de que los demás miembros del comité se levantaran, dando fin a la reunión. Desde luego que su grupo fue conformado primeramente por Morgan Phillips y Oliver Grey, a los que eligió antes que a cualquiera de los demás soldados que estaban a su disposición, esperando que el gran honor de ser elegidos para una misión por la mano derecha del mismísimo capitán les tocara a ellos.
Una vez que otros dos Iztac fueron escogidos por Dominik, emprendieron la marcha en mitad de la noche utilizando sus poderes para ser invisibles a los ojos de los mortales. Recorrieron la inmensidad del territorio Iztac con el aire de mitades de enero golpeando en sus caras, con Dominik, Oliver y Morgan pensando, conversando acerca de lo que le dirían a Romina Lawson una vez que tuvieran que contarle la verdad acerca de sus respectivos mundos.
—Honestamente siempre he creído que no será tan difícil como lo hizo parecer el Consejo —decía Grey a sus dos aliados—. No tardó en entender mis indicaciones cuando le expliqué que necesitaba enseñarle habilidades increíbles porque ella no era una niña cualquiera.
Y era cierto.
Oliver recordó que se había metido en sus sueños para explicarle a través de ellos que necesitaba enseñarle cosas que nadie además de ella podría comprender, porque pocas personas creían en la magia, en los entes sobrenaturales. La respuesta de la niña había sido afirmativa apenas escuchar un poco del gran discurso que Oliver había preparado, y en los siguientes días se dedicaron a entrenar a través de este mismo medio —las proyecciones de su cerebro durante la noche— o mientras Vanessa estaba distraída en su clase de equitación y él tenía que cuidar a la niña.
Habían bastado solo unas semanas para que Romina se acoplara al nuevo ritmo de vida que llevaba en secreto, peleando, preparando su cuerpo y su mente para poseer las mismas capacidades que la propia Abril Grey, hasta que en menos tiempo del estimado, ya podía disparar una flecha muy cerca del blanco o correr mucho más rápido que Oliver sin cansarse ni un poco. De hecho no había sido tan necesario el brebaje especial brindado por Dominik, porque las habilidades parecían estar en Romina, haciendo que todo resultara natural en ella.
El grupo arribó al motel en el que los Williams se hospedaban aquella noche cuando Darren y Audrey ya se hallaban profundamente dormidos. Dominik los miró a través de la cortina acostados en la misma cama con un espacio separando sus cuerpos uno del otro. Pidió a uno de los Iztac que abriera la ventana para acceder al cuarto, y cuando ya estuvieron adentro, caminó hacia Audrey con cuidado de no hacer ruido para no ser escuchados por Alexander o Roberto desde las recámaras aledañas.
Cuando estuvo junto a ella, aproximó el rostro a su cara cautelosamente mientras los demás lo miraban expectantes.
—Audrey, despierta. ¡Audrey!
La chica se revolvió en la cama, pero no abrió los ojos.
—¡Audrey, te estoy hablando! —exclamó Parker ya más cerca de su oído.
La joven no tardó en abrir los ojos de a poco. Se los talló, miró a su alrededor confundida por el aspecto del cuarto que primero le pareció desconocido, hasta que recordó que se encontraba hospedada en un motel de Zacatecas. Y al final de su panorámica fue cuando su mirada se topó con la de Dominik y se incorporó en la cama como un resorte, tomando del buró la roca de amatista que rápidamente se transformó en una daga al tacto de su mano.
—¿Qué haces aquí, Dominik? —gruñó medio dormida, amenazando al chico con la daga de amatista—. Más bien, ¿qué hacen ustedes aquí? ¿Hay una fiesta en mi cuarto y no me avisaron?
Morgan rio por lo dicho por Audrey, pero cuando nadie siguió la broma, se vio obligado a callarse con las mejillas sonrojadas.
—Despierta a Darren, tenemos que ir al palacio Iztac ahora.
Audrey miró a su protector como si estuviera loco. El reloj en el buró dictaba que eran pasadas las dos de la mañana, por lo que ni siquiera era capaz de considerar posible la idea de exponerse al frío a esa hora de la madrugada.
—¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre que vamos a salir en este momento? Además hace frío y estamos cansados. Mejor mañana.
Audrey intentó acurrucarse de nuevo en la cama, pero Dominik fue más rápido y le arrebató la cobija antes de que pudiera lograr su cometido.
—Nada de mañana, Audrey. Tenemos que irnos ahora. Son órdenes del capitán del ejército. ¡Anda ya, que no tenemos tiempo qué perder! ¡Darren, despierta!
A diferencia de la joven, el espectro no tardó en incorporarse asustado por el grito de Dominik, y cuando le explicaron el motivo de su visita, reaccionó a la defensiva igual que la muchacha, rehusándose a salir en mitad de la madrugada solo porque el dichoso capitán había decidido que quería verlos.
Pero los Iztac y el Cazador no dejaron a los chicos tiempo para réplica alguna, porque pronto los obligaron a vestirse y en cuanto menos lo creyeron, ya volaban con Audrey subida sobre el lomo de su ángel guardián, de la misma forma en que la mujer de la leyenda era transportada por los hombres hacia la Basílica de Zacatecas.
La vista de la ciudad era maravillosa, por decir lo menos. Dominik había utilizado un hechizo básico para crear un escudo que protegiera a Audrey del frío y Darren no se tenía que preocupar por ello dada su condición de fantasma.
Ninguno de los dos supo cuánto tiempo transcurrió antes de que llegaran al corazón de un bosque que no recordaban haber pisado antes, pero no fueron más de diez minutos, cuando de pronto, un enorme portal de luz rojiza se alzó ante sus ojos, tan luminoso que cobijaba de rojo a los árboles y arbustos de varios metros a la redonda. Darren y Audrey lo miraron embelesados antes de que los ángeles lo atravesaran al mismo tiempo, y de súbito, se encontraran en un mundo diferente en su totalidad, bello, exótico, que los hizo abrir la boca anonadados ante varias hileras de casas pequeñas que rodeaban una construcción de tamaño colosal, misma que Dominik declaró como el Palacio Iztac. Pese a su nombre, este no se parecía en absoluto a castillo alguno. Más bien se trataba de una edificación de seis pisos con varios balcones curvados sobresaliendo a partir de la segunda planta. En la cima se encontraba una enorme campana y la plancha era tan grande, que estaba alojando sin ningún problema a más de cincuenta mil Sangre Blanca con las alas perfectamente extendidas.
Pero lo que más les llamó la atención, fue la silueta de tres pirámides que se alcanzaban a apreciar a lo lejos. Dominik les explicó que eran templos en los que a veces solían reunirse a adorar a los creadores. Quizá no con tanta devoción como los Cazadores, pero por lo menos con el mismo respeto.
Sorprendidos, observaron todo con lo que se topaban, pero no hubo mucho tiempo para ello, porque pronto los ángeles aterrizaron en la explanada del palacio, donde miles de individuos vestidos de blanco y negro formaron una brecha por la que pretendían dar paso a los posibles guardianes del arma secreta.
Una vez que de detuvieron ante en inicio de la brecha, todos y cada uno de los presentes se inclinaron en una reverencia llena de respeto ante Darren y Audrey, mientras los capitanes de los ejércitos caminaban hasta llegar frente a ellos.
Tanto el fantasma como la chica pasaron por alto a Abril, pero como era la primera vez que veían al tal Evan Parker, sus ojos se centraron completamente en él, observando lo apuesto que era con esa figura imponente que concordaba con su puesto en la cima de la pirámide de su raza.
—¿Darren Rosewood y Audrey Williams, cierto? —preguntó Evan, fijando el azul grisáceo de sus ojos en ellos con una sonrisa en la boca. Ambos asintieron—. Es un placer conocerlos. Mi nombre es Evan Parker y soy el capitán del ejército Iztac.
—Lo sabemos —manifestó Audrey—. Dominik nos ha platicado un poco sobre ti.
La verdad era que Audrey no nada más lo conocía por eso, sino porque Morgan le había contado un poco de su mundo las noches previas a lo sucedido con Monique Blanchard.
Evan asintió complacido y después se irguió, diciendo, con el orgullo desbordándose de su cuerpo:
—Darren Rosewood y Audrey Williams, sean bienvenidos al palacio de los Sangre Blanca. Decreto que su entrenamiento para El Despertar, comienza oficialmente... ¡ahora!
Y entonces, Darren y Audrey no pudieron evitar sonreír, entusiasmados.
✨✨✨
Era pasada la medianoche cuando Marie despertó envuelta en la penumbra del pequeño cuarto de hospital en el que yacía internada. Pese a que en estos lugares solían colocarte junto a uno o dos compañeros, ella estaba sola en la recámara, recuperándose de los daños que le había causado el accidente ocurrido a orillas de la carretera.
Lo recordaba todo.
Se encontraba manejando tranquila con el objetivo de llegar pronto al hotel en el que previamente había hecho una reservación, con una canción de Imagine Dragons sonando de fondo en su teléfono, el cual descansaba en el asiento del copiloto.
No era, ni nunca había sido fanática de esa banda ni de ninguna parecida, pero le gustaba a sus hijos y una que otra canción se le había pegado, de modo que ahora la tarareaba, en tanto iba atenta al panorama frente a sus ojos y en su cabeza diseñaba una estrategia con la esperanza de que le sobrara un día o dos de su visita a Zacatecas para recorrer el estado y disfrutar de sus maravillas.
Run for cover, my sense to fear is running thing.
Undercover, just like a candle in the wind.
Tell everybody, tell everybody...
Brother, sister, the ending is coming...
La voz de Dan Reynolds acompañaba su viaje, al que solo le faltaban unas horas, quizá hasta minutos, cuando de repente sintió un golpe en la parte trasera de la camioneta, seguido de un estruendo que resonó por encima de la canción, cuya letra nunca había sido tan acertada como en ese momento.
Oh, oh, oh, oh, we are fallen, we are fallen...
Cuando Marie miró por el retrovisor ante un segundo golpe, se dio cuenta de que un auto negro, de vidrios polarizados acababa de chocar su camioneta, pero no quería pararse, porque los únicos vehículos en la carretera eran el suyo y el de la persona que tenía detrás, y sabía que para una mujer que viajaba sola, la palabra peligro no alcanzaba a describir el gran riesgo que corría en ese momento.
De manera que siguió andando, tratando de acelerar para alejarse lo más posible del extraño auto, y cuando pensó que ya todo estaba bien, algo le chocó el lado del conductor, haciendo que la Nissan se descontrolara y derrapara hasta salirse de la carretera.
Sin embargo, no había sido eso lo que había provocado que chocara contra el árbol en el que la habían encontrado, sino la súbita aparición de un grupo de extraños encapuchados que rodearon la camioneta hasta quedar a solo unos centímetros de ella. A ninguno se le podía reconocer el rostro, porque lo tenían cubierto por la capucha, pero Marie ni siquiera quería verlos, tan solo se dedicó a acelerar tanto como pudo sin importar que fuera a arrollarlos, y en una de esas, tuvo que desviarse porque uno de esos hombres había alcanzado a meter los brazos por la ventanilla. Marie pudo sentir sus dedos tentando su cuello, quizá queriendo ahorcarla, pero antes de que eso ocurriera, dio un giro con el vehículo y se alejó hasta zafarse de su agarre.
Lamentablemente no pudo hacer mucho más que subir la ventanilla y poner el seguro a su puerta, porque cuando menos lo sintió, el estruendo de la defensa estrellándose contra el tronco de un árbol la dejó inconsciente en mitad de una zona abandonada, a poco tiempo de llegar a su destino.
Marie no tenía idea de lo ocurrido después de eso; lo único que sabía es que los encapuchados no le habían hecho más daño del ya ocasionado y además, que milagrosamente no solo había sobrevivido ella, sino el hijo que llevaba en su vientre sin saberlo. No sabía si era motivo suficiente para que se sintiera tan rara, pero por fin podía explicarse los malestares sufridos desde mediados de noviembre, la repentina subida de peso, los mareos y las náuseas ocasionales.
¿Cómo no se había dado cuenta antes?
Por primera vez desde aquella mañana, se atrevió a acariciar su estómago con dificultad e imaginó en su cabeza la imagen que desde hacía casi dieciocho años no evocaba: la de ella junto a Leonard sonriendo felices con un hijo en brazos, pero ahora se sumaban a su visión Alexander y Audrey, cuyos regalos de cumpleaños ya tenía más que preparados.
Sonrió, sintiendo que ese bebé significaba no solo una boca más qué alimentar con Gerber o leche Nan, sino la esperanza de que las cosas mejorarían, y de que esta vez al menos no habría Graham Williams ni Benjamin White pululando a su alrededor, ofreciéndole grandes cantidades de dinero a cambio de abandonar a la pequeña cosita que llevaba en su vientre, como con Alex.
—Nada ni nadie podrá separarte de mí, bebé, ¿de acuerdo? Siempre voy a cuidarte como a tus hermanos. Nadie te alejará de mí —susurró, deleitándose con la sensación de estarle hablando a un feto después de varios años.
Pero esa felicidad se esfumó tan rápido como había llegado, porque en cuanto menos lo pensaba, otra voz, una muy, muy familiar para ella, intervino en la plática que mantenía con el nuevo Williams diciendo, de manera tan socarrona que le provocó escalofríos:
—¡No me digas! ¿Estás segura de eso? Porque yo creo que no.
Entonces, con el corazón palpitándole a toda velocidad, giró la cabeza, aterrorizada, y justo allí, a los pies de la cama se encontraba sentado.
Era él.
El único.
El atemorizante Graham Williams se encontraba frente a ella con una sonrisa sarcástica en el rostro.
Sin poder evitarlo, Marie soltó un alarido.
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Espero que les haya gustado el cap. UwU
Pregunta:
¿Qué lugar se imaginan que es más bonito? ¿El mundo de los Iztac o el de los Cazadores?
Pd: es muy probable que el siguiente domingo no pueda actualizar, ya que al parecer no voy a tener internet, pero si ese es el caso, es muy seguro que dentro de dos semanas sí haya capítulo. Mientras no olviden votar o comentar para darle apoyo a la historia. Desde ya, les agradezco el gesto.
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