Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2

La reacción de Audrey no se hizo esperar; al principio se quedó petrificada, repitiendo en su mente las palabras de Oliver sin dar crédito a ellas.

Rolland está muerto... Rolland está muerto...

Negó con la cabeza de forma ferviente, esperando que no fuera verdad aquello, pero cuando Oliver no soltó una carcajada o hizo cualquier otra cosa que le indicara que se trataba de un broma, las lágrimas corrieron por sus mejillas al mismo tiempo en que caía al césped de rodillas, sintiéndose débil, que el corazón se le encogía en el pecho.

—No... No, por favor díganme que no es cierto. Rolland no pudo haber muerto, ¡no es cierto!

Observó suplicante a las cinco personas frente a ella, pero lo único que detectó fue la mirada de pesar en sus rostros, por lo que el llanto se acrecentó hasta que sus sollozos se oían incluso fuera de la casona.

Al ver aquello, Bryan de inmediato se acercó a ella, creyendo que se había lastimado alguna parte del cuerpo con la caída, sin embargo le extrañó que los demás se habían restado a mirarla con vergüenza.

—Audrey, ¿estás bien? —le preguntó, pero la chica no dejaba de llorar.

—No puede ser. ¡Rolland no puede estar muerto! ¡No puede!

Bryan abrió los ojos de par en par, anonadado por lo que acababa de oír.

—¡¿Rolland muerto?! ¿Hablan de Rolland Carson?

Fue Dominik quien asintió, dando un paso al frente para inclinarse ante Audrey.

—Lo está, Audrey. Lo siento mucho...

—¿Cómo lo saben? Quizá se trata de un error. ¡Quizá está perdido en el bosque o desmayado, o...!

—Está muerto —aclaró el ojiazul lleno de congoja, y después añadió—: nosotros estuvimos allí. Vimos... vimos cómo Monique lo asesinó de un tiro en la garganta.

A Dominik nunca le había tocado dar una noticia tan mala, por lo que se sintió estúpido al percibir un dolor en el pecho ante los sollozos de su protegida. Era bien sabido que Rolland se había convertido en algo más importante que solo el tutor de la chica, tal vez en uno de sus amigos más cercanos, por eso, era de esperarse que ni siquiera fuese capaz de articular una frase completa tras las verdades sabidas. En tanto, él solo pudo mirar a la vulnerable muchacha afligido, tratando con todas sus fuerzas de contener las lágrimas que ya también estaban a punto de escapar de sus ojos.

El Iztac miró a sus acompañantes; Oliver, Morgan y Darren tenían el rostro nublado exactamente por la misma expresión que él, mientras que Abril yacía contemplando a la mortal con la frente bien alta, no pudiendo reflejar ni un ápice de debilidad en sus ojos, sin embargo, muy dentro de ella, también estaba sintiéndose mal por la chica.

Bryan abrazó a Audrey con cuidado de no tocar sus quemaduras, repitiéndole que se tranquilizara sin éxito, pero justo cuando ya pensaba sonsacarle más información a los otros acerca de lo sucedido, Oliver le dijo, habiendo conocido sus intenciones por adelantado:

—Bryan... me parece que será mejor que te vayas. Creo que Audrey necesita descansar un poco.

—No, necesito esperar a que se tranquilice —resolvió Sheppard, a lo que el mellizo negó con la cabeza.

—Nosotros nos encargaremos de ella. Si se pone mal, serás el primero en saberlo, pero por ahora quiero que te vayas. No es buen momento para que estés aquí.

—No me voy a ir.

—Es que no te estamos preguntando si quieres o no, dije que debes marcharte y eso es lo que harás. —En esta ocasión, Oliver no usó tono conciliador alguno, sino que lo miró desafiante y pronunció aquellas palabras con los dientes apretados, tal que si hubiera querido soltarle un puñetazo allí mismo.

Sin embargo Bryan no se sintió ni un poco amenazado, de manera que permaneció plantado en el césped con los brazos cruzados hasta que Abril, ya perdiendo la poca paciencia que era capaz de reunir en momentos como ese, se  acercó a Bryan en dos largas zancadas, tomó entre sus manos la tela de su playera negra, y dijo:

—¡¿Qué parte de «será mejor que te vayas» no logras comprender, imbécil?!

Todos abrieron los ojos como plato al verla tan salvaje enfrentándose a Bryan. Sabían muy bien que gozaba de gran ventaja gracias a sus poderes, pero había olvidado que Bryan no era un Cazador al que pudiera mangonear como y cuando quisiera, sino un simple humano que podría dejarse llevar por sus instintos salvajes de un momento a otro, hasta hacer más grande el problema.

No obstante, Bryan no se alteró, fue siempre dueño de sí mismo, de sus emociones, y, contrario a lo que todos pensaban, se restó a echarle un último vistazo a Audrey antes de volverse hacia Abril, y decir:

—Está bien, ya me voy, pero más les vale avisarme por cualquier cosa que le ocurra a Audrey o tendrán qué vérselas conmigo mañana en la escuela.

—No te tengo miedo —replicó Abril, sonriendo con aires de suficiencia.

—Tú no, pero ellos sí. —Señaló a Dominik y Oliver.

Desde luego que ambos tenían miedo, pero no de él, que era lo que se esperaría, sino de ellos mismos y los problemas que pudieran causarle si se enfrentaban haciendo uso de sus habilidades.

Bryan Sheppard se fue de la casona unos segundos después. Apenas vieron que su Bugatti se alejó rumbo al centro de la ciudad, todos contribuyeron a que Audrey subiera a su habitación. Todavía estaba llorando, temblaba e inclusive le costaba caminar debido a que su mente se encontraba lejos, pero al cabo de un cuarto de hora, el grupo completo yacía en su recámara esperando a que se tranquilizara para hablar con ella, cosa que ocurrió hasta pasada una hora, cuando al fin tuvo las fuerzas suficientes para preguntar cómo había ocurrido la muerte de Rolland.

Darren fue el encargado de explicarle todo, desde su llegada a la casona, la manera en que había encontrado a Chester inconsciente en el suelo y la llegada de Morgan Phillips, quien no tardó en avisar a Dominik de su repentina ausencia en la mansión.

También narró el recorrido que habían hecho liderados por Lilla Murillo, los esfuerzos que hicieron por encontrarla, el momento en que el conjunto se topó con Víctor Molina observando el incendio de una cabaña muy encantado, para después ver a Rolland aparecer en pésimas condiciones, lleno de heridas, sangre, moretones, y además, con la ropa llena de quemaduras por dondequiera que se le mirara, y finalmente, el horroroso momento en que Monique llegó sin ser vista por nadie de los que allí estaban y, aprovechando el factor sorpresa, había asesinado a Rolland Carson de un tiro en la garganta.

Audrey lloró durante todo el relato. Deseaba haber podido ser capaz de detener a Rolland, porque sabía que si lo hubiera hecho, quizá no estaría muerto. Le tomó varios minutos dejar de decirse en voz alta a sí misma que la muerte de su tutor había sido su culpa, si bien cuando paró de decirlo, no fue sinónimo de que hubiera parado de pensarlo.

—Ahora cuéntanos qué fue lo que ocurrió contigo, Audrey —solicitó Oliver una vez que ella se quedó en silencio—. ¿Por qué no estabas aquí cuando Darren llegó a la mansión?

—Porque Monique entró sin que me diera cuenta y me amenazó con un arma —le replicó—. Tuve que ingeniármelas porque ninguno de ustedes estuvo aquí para ayudarme, bola de imbéciles. Ni siquiera mi ángel guardián, ¿irónico, no?

Audrey soltó una risa sin gracia, mientras que los demás, a excepción de Abril, agacharon la cabeza como niños regañados. Y es que no era para menos, porque aunque habían estado siempre para ella, salvando su trasero de muchos inconvenientes, justo esa noche se les había ocurrido dejarla desprotegida. Si lo pensaba bien, estaba claro que de haberla cuidado, Rolland tampoco hubiera pagado las consecuencias.

¡O sea que básicamente había sido culpa de casi todos  en esa habitación!

—El punto de esto es que todo fue un plan de Monique y Víctor para matarme en mitad del bosque, porque según lo que me dijo él, yo tengo algo llamado Sangre negra. ¡¿Me pueden explicar qué carajo es eso?!

Audrey observó furibunda tanto a los Cazadores como a los Iztac presentes, mas estos se encogieron de hombros mirándose entre ellos con una ceja levantada.

—¿Sangre negra, dices? —interrogó Dominik, a lo que Audrey asintió fervientemente—. La verdad es que yo no tengo idea de lo que sea eso, ¿y ustedes?

Pero los demás lo secundaron en respuesta.

—¿Ahora me van a decir que ignoran lo que significa? ¡Está claro que tiene que ver con sus mundos! ¿Cómo piensan que me voy a tragar el cuento de que lo desconocen?

—Es que nunca hemos escuchado ese término—rebatió Morgan, quien había permanecido muy callado hasta entonces—. Por mi parte, juro que es la primera vez que lo oigo. Estamos tan desconcertados como tú.

—Es que no es posible que ninguno haya escuchado nada acerca de...

De súbito, Audrey tuvo un recuerdo que la obligó a  replantearse su postura en cuanto a lo dicho por Víctor. La memoria era lejana, casi débil, pero allí estaba, de manera que cuando los chicos ya comenzaban a preguntarse en qué estaría pensando, la joven empezó a hablar:

—Esperen, yo sí he escuchado algo acerca de la Sangre negra...

—¡¿De verdad?! —clamó Abril levantándose del sofá en el que se había mantenido—. ¡Dime qué es lo que sabes ahora!

—Deja de darle órdenes, Abril. Ella no es como nosotros, ¿recuerdas? —la regañó Oliver, pero ella solo se restó a sacarle el dedo de en medio.

En tanto, la canadiense intentó capturar lo más posible del flash que pasaba por su cabeza antes de decir:

—¿Recuerdan a aquél padre de familia que murió apuñalado a las once de la noche cerca de aquí? Ocurrió como a mediados de noviembre, Alex y yo apenas habíamos llegado a México.

—Claro, ¿qué hay con él? —contestó Darren por todos.

—Pues resulta que en una de las tardes siguientes, yo me encontraba cerca de la biblioteca y oí a Rolland hablar con Diana, la otra tutora. Él le contaba que durante la autopsia, habían encontrado que el cadáver estaba relleno de sangre color negro. ¡Sangre negra! Yo no tuve idea de porqué o cómo lo sabía, pero hasta hace poco me enteré de que el jefe de la policía es su padre... Bueno, más o menos. La cosa es que, si Víctor hablaba de algo similar...

—¡El señor Carson debe tener idea de qué significa! —gritó Oliver como quien gana un pequeño juego de lotería.

—No necesariamente —añadió Dominik—. Pero es muy probable que el papá de Rolland sepa la identidad del patólogo que le realizó la autopsia al padre de familia. Lo que tenemos que hacer es conseguir sus datos y hacerle una visita para que nos diga qué es lo que vio en ese cuerpo y si le ha ocurrido antes. ¡Audrey, tú debes preguntárselo! Es casi seguro que tengas que declarar ante la ley sobre lo sucedido con Víctor y Monique, así que necesitas aprovechar la oportunidad y tratar de sacarle información al señor Carson, toda la que puedas.

—¿Y si no me dice nada?

—Entonces es allí donde entro yo —manifestó Abril haciendo destellar el verde de sus ojos—. Si el padre de Carson no te dice nada, me veré obligada a controlar su mente, y así, no habrá forma de que no suelte la sopa acerca del patólogo en cuestión.

Todos asintieron, aunque unos menos convencidos que otros, pero después de todo, se trataba de Abril Grey. Y ella siempre obtenía todo lo que se proponía.

✨✨✨

Lima, Perú.

Leonard estaba acostado en la cama de su habitación jugando Candy Crush en su teléfono cuando recibió la llamada de un número desconocido proveniente de México. Acababa de entregar el cheque de ayuda económica a la última familia de sus trabajadores fallecidos en el incendio de hacia unos días, y ahora, habiéndose incorporado en la cama, se debatía si contestar o no.

—Ay, apuesto a que me van a querer cambiar a Movistar —se quejó colgando después de haber dudado durante varios minutos.

Una. Dos. Tres llamadas perdidas más tarde, se sentía tan fastidiado que decidió responder al menos para decir que no estaba interesado en cambiarse de compañía, de manera que se llevó el teléfono a la oreja, hastiado por completo, y gruñó:

—No quiero cambiarme a Movistar, muchas gracias. ¿Podría dejar de llamar, por favor? ¡Estoy jugando Candy Crush!

Pero la persona que contestó al otro lado, rápidamente aclaró el malentendido, diciendo algo no más agradable de lo que resultaría el ofrecimiento del cambio de una compañía a otra.

—Lamento haber interrumpido su juego, caballero, pero quisiera saber si estoy hablando al teléfono de Leonard Williams.

La voz no sonaba como la de alguien que trabajar en un Call Center, lo cual le extrañó mucho a Leonard.

—Soy yo, ¿qué se le ofrece?

—Mi nombre es Sebastián, y le llamo desde el hospital general del estado de Zacatecas, Luz González Cosio, para informarle que tenemos aquí a una paciente que al parecer es familiar suya. Su nombre es Marie Karinne Williams.

La sangre se le heló en los huesos a Leonard. Apenas oír el nombre de su esposa saliendo de los labios de quien lo había llamado, se quedó petrificado y el teléfono resbaló de su mano, impactando contra la alfombra roja del cuarto de hotel en el que estaba hospedado.

No podía creerlo, ¡si apenas la noche anterior había hablado con ella antes de dormir! Marie le había dicho que casi llegaba a Zacatecas en punto de las ocho de la noche, por lo que le resultaba alarmante que le estuvieran llamando desde un hospital.

Recogió el móvil con el corazón latiéndole a toda velocidad y prosiguió hablando con la persona al otro lado.

—¿Co... Como dice? —tartamudeó, no pudiendo procesar lo que recién había oído—. Debe haber un error, mi esposa no puede estar en el hospital, ¿qué ocurrió? ¿Cómo ocurrió? ¡Hable!

Leonard podía percibir un dolor atacando su estómago, muy probablemente a causa de la impresión. Se sentó en la cama y respiró profundo una y otra vez. Su vista ya se encontraba empañada por las lágrimas, por no mencionar que ligeros sollozos salían de su boca.

—Lo lamento, señor Leonard. No se trata de ningún error. El informe dicta que su esposa fue encontrada dentro de una camioneta Nissan Pulsar blanca a orillas de la carretera con rumbo al centro de Zacatecas. Una persona encontró que el vehículo se había descarrilado e impactó contra un árbol, dejándola inconsciente. Caballero, es imprescindible que venga pronto, porque necesitamos su consentimiento para realizarle una cirugía a la señora Williams. ¿Cree que pueda hacerlo?

—No tengo idea. Justo ahora me encuentro en Lima y no tenía planeado volver hasta mañana...

—Bueno, al menos haga el intento. Su esposa está muy grave y su consentimiento para la operación es de vital importancia.

—Desde luego que lo haré. No me importa lo que tenga que hacer, pero a mi esposa no le va a ocurrir nada.

—De acuerdo, señor Leonard. Lo llamaré si algo ocurre.

Dicho lo anterior el remitente de la llamada colgó el teléfono dando por terminada la charla. En tanto, Leonard salió de su cuarto y fue a parar al de Roberto, cuya puerta aporreó hasta que este salió molesto por tanto ruido.

—¿Leonard? ¿Qué te ocurre, amigo?

A juzgar por su apariencia, estaba claro que Roberto había estado dormido hasta antes de la súbita visita de Leonard, pero el señor Williams pasó por alto su aspecto desaliñado, yendo al punto antes de que el mexicano tuviera oportunidad de preguntar algo más.

—¿Cuánto tarda un vuelo de aquí a la Ciudad de México, Roberto?

El susodicho se rascó la cabeza, pensativo.

—Más o menos ocho horas. Seis si tenemos suerte... ¿por qué?

—Es demasiado tiempo, ¿no puedes conseguir algo más rápido?

—Sí, si tú puedes conseguirme un gato con cinco patas —ironizó—. Soy administrador, no mago de Hogwarts, ¿sabes?

—¡Es que no lo entiendes! —clamó, fastidiado por la presión de lo ocurrido—. Se trata de Marie.

—¿Qué hay con ella? —Roberto levantó la cabeza de inmediato, dejando de lado su actitud sarcástica.

—Alguien llamó diciendo que habían encontrado la camioneta estrellada contra un árbol cerca de la carretera a Zacatecas, y ahora Marie se encuentra grave en el hospital. Dicen que necesitan mi consentimiento para una operación que deben realizarle.

—¡Pues por ahí hubieras empezado! Te conseguiré un vuelo directo aunque tenga que pagar el doble, ¿te importaría?

—En absoluto. También quiero que me consigas cuatro boletos más de la capital de México a Zacatecas, porque tú y los chicos me acompañarán al hospital. Quiero que hagas lo necesario para estar allí lo más rápido posible, no me interesa si tienes que gastar millones de pesos, ¿oíste?

—De acuerdo.

Entonces, Leonard se mordió las uñas inconscientemente. No podía concebir que algo le ocurriese a su esposa, por más mínimo que fuera. Caminó nervioso de un lado al otro del corredor y su corazón palpitaba a una velocidad de vértigo en tanto esperaba que Roberto acabara con los trámites necesarios para viajar al hospital lo más pronto posible.

Desde luego, Leonard no tenía idea de lo que le esperaba en el futuro inmediato...

✨✨✨

Lo encontraron en mitad del bosque gracias a la llamada anónima de un Cazador que no había querido revelar su nombre o inventarse uno. El cadáver yacía entre la arboleda completamente sucio, lleno de heridas, quemaduras, la ropa rasgada, y lo más importante: tres agujeros de balas atravesando su garganta, pecho y vientre. Los párpados bajo sus lentes yacían cerrados, por lo que los peritos conjeturaron que alguien había visto el cuerpo antes, sin imaginar que había sido un fantasma el responsable de evitar que permaneciera ahí tendido con los ojos abiertos.

Entre todos los policías presentes, había uno en especial cuyos sollozos lastimeros alcanzaban a escucharse desde varios metros de distancia, mientras que otro trataba de tranquilizarlo a sabiendas de que no le estaba siendo fácil lidiar con el descubrimiento del difunto.

Ese policía era Gustavo Carson.

Se dice que no hay amor más incondicional en este mundo que el de un padre o una madre. En este caso, Gustavo no era ninguno de los dos, pero el amor que le tenía a Rolland superaba incluso aquel terrible secreto descubierto en la boda de Isabella, justo cuando ya todo parecía pintar bien para la familia.

Finalmente su hija era feliz con el hombre que la merecía, el chico avanzaba de a poco en la escala de grandeza que él mismo se había impuesto y como jefe de la policía, a Gustavo le iba cada vez mejor, pero entonces, la aparición de su ex mujer le reveló aquello que acabó con la toda felicidad del momento.

Rolland no era hijo suyo.

El verdadero padre era su amante, por quien los había abandonado cuando el tutor todavía no tenía edad para entender sus razones.

Ahora, Gustavo Carson se encontraba inconsolable tras ver con sus propios ojos al muchacho tendido entre la hierba, tan malherido que rápidamente lo vinculó al incendio de la cabaña que los bomberos habían acabado de apagar unas horas atrás. Los forenses hacían su trabajo, desconsolados por la relación que mantenía el jefe con la víctima, pero necesitaban ser profesionales, por lo que delegaron la tarea de consolarlo a otros policías que los acompañaban, mientras ellos se dedicaban a analizar los restos en busca de alguna pista que pudiera llevarlos hacia el culpable.

Durante todo el tiempo que llevaban allí, Gustavo no había podido decidir cuál era la peor parte de todo lo vivido aquél día, si la llamada recibida por su departamento, en la que alguien avisaba sobre el paradero de Rolland, o el momento en que habían arribado a la escena del crimen y había constatado por sí mismo que no se trataba de otra broma como las que solían llevar a cabo muchachitos sin oficio ni beneficio veinticuatro horas al día. Bastaba con recordar su reacción, la manera en que había salido de la patrulla como alma que lleva el diablo para correr hacia su hijo, temblando, queriendo vomitar una vez que vio las condiciones en las que yacía el pobre.

—¡Hijo mío! —recordó que había gritado, deseando con todas sus fuerzas que se tratase de un sueño, de una pesadilla que pudiera esfumarse solo con abrir los ojos.

Lamentablemente, no fue ninguna de las dos, sino la más pura y aterradora realidad en la que el joven había muerto a sus escasos veintiún años, cuando todavía tenía mucho por hacer en este mundo.

—¡Rollaaaaaaand!

Como era de esperarse, Gustavo había caído de rodillas frente al cuerpo y lo había abrazado durante incontables segundos antes de que sus compañeros lo apartaran de él por el bien de la autopsia. Sus plañidos destrozaban el corazón de sus acompañantes hasta casi entregarse al dolor ellos también, pero no cedieron, de hecho, se negaron a soltar los brazos de Gustavo hasta el momento en que una de los forenses levantó la cabeza y le dijo:

—Señor, mire lo que he encontrado.

La mujer puso en alto algo que a simple vista parecía invisible, pero cuando los demás se aproximaron, vieron que se trataba de un largo y solitario cabello rubio que no significó nada para los presentes en el bosque, pero sí para Gustavo, quien pensó de inmediato en una única persona.

Audrey Williams.

Tan pronto como los profesionales recogieron el cadáver siguiendo su protocolo y volvieron a la procuraduría, el señor Carson salió presuroso uno de los cuatro hoteles propiedad de los Williams y exigió a los empleados que le dieran la dirección de Leonard, ocupando su posición de jefe de policía para obtenerla más rápido.

Mientras tanto, Audrey estaba en su habitación en la compañía de Darren y Chester cuando oyó que tocaron el portón principal de la casona. Asustada, se volvió hacia el fantasma suplicándole que fuera a ver de quién se trataba. A él le bastaron unos segundos para ir, atravesar la puerta principal y reparar en la presencia del padre de Rolland. Cuando fue a avisar a Audrey, le dijo que no tuviera miedo de abrir, porque él la protegería en todo momento si el hombre intentaba hacerle algo malo.

De manera que ella salió al jardín tratando de ignorar el dolor en su cuerpo, y cuando abrió, encontró al señor Carson con los ojos inyectados en sangre, junto con un aspecto impropio del jefe de policía.

—Audrey, ¡qué bueno que te encuen...! —se detuvo apenas escanearla de pies a cabeza. A pesar de que llevaba ropa nueva, Audrey todavía reflejaba un estado lamentable, por lo que eso le arrancó las palabras de la boca y le regaló otras completamente distintas—. ¿Qué te ha ocurrido? ¿Por qué estás así, tan... herida?

La chica agachó la cabeza.

—Tuve un accidente —murmuró, pero Gustavo no creyó en ninguna de sus palabras.

—Audrey, estás mintiendo, ¿cierto?

Audrey odiaba sentirse tan vulnerable en ese momento, que ni siquiera era capaz de mentir con propiedad, por lo que suspiró y asintió, sin atreverse a mirarlo a los ojos.

—¿Todo está bien en tu casa, Audrey? —interrogó el oficial—. ¿Alguien de tu familia te hizo eso? —señaló sus heridas.

—¡Claro que no, señor Carson! —exclamó, sorprendida por dichas conjeturas—. Ni mis padres ni mi hermano me golpean.

Exceptuando aquella vez en que Leonard se había enfurecido por meter a Graham en una conversación, Audrey había sido muy honesta con él.

—¿Entonces quién te hizo eso? —Silencio—. ¿Y bien?

La joven, no sabiendo cómo salir del problema, se rascó la cabeza y replicó, anticipando ya la respuesta:

—Señor Carson, no se lo tome a mal, pero, ¿para qué ha venido?

Por su parte, el hombre volvió a dibujar un gesto de dolor en su rostro antes de volver al tema que lo había llevado allí.

—Audrey, acaban de encontrar a mi hijo muerto en mitad de un bosque a más de una hora de aquí, y, ¿sabes con qué más dieron los peritos mientras analizaban la escena del crimen? Con un cabello rubio, casualmente de la misma medida que el tuyo. ¿Qué sabes de eso? ¿Tuviste algo que ver con la muerte de mi hijo?

—Yo...

—Espera, Audrey —intervino Darren llegando a su lado—. Dile que eres menor de edad y no puedes declarar nada sin la compañía de uno de tus padres.

Obedeciendo, Audrey lo repitió al hombre.

—Tienes razón, lo lamento. Mira, no te voy a pedir que declares, pero te ruego, te imploro que solamente me digas si sabes la razón por la que Rolland está muerto. No te lo pido como policía, sino como padre. Mira, tu sabes mejor que nadie la verdad, pero también sabes que aunque Rolland no es mi hijo en realidad, yo lo quiero como si lo fuera, porque durante veintiún años lo vi como tal. Lo crié, me hice cargo de él cuando su madre nos abandonó, y ahora que ha muerto, necesito llegar hacia el culpable para hacerlo pagar por lo que le ha hecho. Y si también te hizo algo a ti, ¡con más razón haré todo lo posible para que le caiga todo el peso de la ley!

»¿Podrías... Podrías ayudarme? ¿Sabes qué es lo que le ocurrió a mi hijo?

Solo bastó la mirada suplicante de Gustavo para que Audrey decidiera bajo su propio riesgo darle una contestación a su pregunta inicial. No le importaba en absoluto ser menor de edad, o que no hubiera ninguno de sus padres con ella, pero tampoco era tan estúpida como para soltarle la sopa así como así, de manera que se irguió soportando el ardor en su espalda, y le dijo, viéndolo a los ojos fijamente:

—Sí, señor Carson. Sé cuál es el motivo por el que Rolland está muerto, porque yo también estuve allí.

✨✨✨

Cuando lo metieron en aquél cuartucho cubierto de polvo, cucarachas o invadido por un desagradable olor cuya proveniencia no conocía, sabía a lo que se estaba ateniendo. No era la primera vez que él lo castigaba de esa manera tan inhumana, la diferencia era que en esa ocasión, no había hecho nada para merecerlo.

Llevaba ya varias horas en ese lugar, soportando la pestilencia que lo envolvía, cuando la puerta se abrió con un rechinido e hizo su aparición la misma persona que lo había llevado hasta allí. De inmediato se levantó de la cama, cuyos resortes estaban ya muy salidos, y esbozó una pequeña sonrisa, esperando que eso lo ayudase a ablandar el corazón de su captor.

—¿Ya me va a dejar ir? —se atrevió a preguntar, cual niño pequeño inquiriéndole a su padre si el domingo siguiente lo llevaría al zoológico, sin embargo, el otro no alteró su fría expresión, la cual se distinguía un poco incluso a través de la oscuridad en que estaban sumidos.

—No. Siéntate y cierra la boca.

—Pero, ¿por qué? No entiendo cuál es la razón de que esté aquí, si hoy no he hecho nada malo.

Fue hasta el momento en que el recién llegado encendió las luces, que la víctima se dio cuenta de que no solo acababa de entrar su captor, sino aquel otro tipo que no dejaba de seguirlo ni a sol ni a sombra, sonriendo con suficiencia como el caradura que había sido desde que tenía memoria. Este último le arrojó un plato de sopa Knorr sin ninguna cautela, e inmediatamente alcanzó a su superior dentro de la habitación.

—Te traje aquí porque necesito que me respondas unas preguntas. Más te vale decir la verdad, o sabes perfectamente lo que te espera si te atreves a mentir, ¿estamos?

Por pura costumbre, asintió, exteriorizando el terror en su sangre.

Acto continuo, su captor tomó asiento en una silla de madera que descansaba frente a la cama. Como cada vez que lo interrogaba, la volteó, de manera que el respaldo quedó adelante, separando sus piernas una de la otra.

—¿Qué es lo que le has contado acerca de nosotros?

Su primera pregunta no fue formulada con un timbre violento, como era costumbre, pero él sabía que era cuestión de tiempo para que su tono escalara hasta convertirse en gritos exigiendo algo que no podría darle con tanta facilidad, pero no pensó en eso al brindarle una respuesta instantánea, sino en imprimir un tono neutral a su voz para que su contestación saliera lo más verdadera posible.

—Nada que la guíe hacia ustedes.

—¿Cuál es tu relación con ella, exactamente?

—Somos conocidos nada más. Hasta usted puede darse cuenta de lo poco que hemos interactuado.

Era verdad que habían hablado un par de ocasiones, a lo mucho, pero nunca admitiría que de temas interesantes.

—¿Por qué será que no te creo?

—¿Alguna vez ha creído algo de lo que le he dicho, señor?

Y allí estaba...

Su captor, ni tardo ni perezoso, lo tomó del cuello de su vestimenta y lo arrinconó en la pared más próxima que pudieron tocar. Decir que sus ojos destilaban odio era poco, porque había algo más en ellos, pero no supo descifrar qué.

—Escúchame bien, imbécil: solo tengo una maldita oportunidad antes de que mi Dios me cobre por haberle fallado de la forma tan despreciable que ya conoces, así que no creas que te voy a permitir andar libre por la vida para que eches a perder los planes que ya tengo en mente, porque sé perfectamente que solo para eso sirves. Solo sabes abrir la boca y arruinar todo lo que he ideado durante estos años.

»Desde ahora voy a tenerte bien vigilado. No habrá momento en que no me entere dónde estás, qué haces y con quién, cualquier cosa con tal de evitar que sueltes una sola palabra más que me arruine mi jugada, ¿está claro?

Asintió, a sabiendas de que, de un modo u otro, él cumpliría su palabra y bajo ninguna circunstancia lo dejaría libre cual ave fuera de su jaula. Así que ya no podría decirle mucho a la única persona que quizá podría convertirse en su salvación...

—¡Llévatelo! —exclamó el captor a su ayudante, a lo que este asintió con una inclinación de cabeza, y luego tomó a la víctima, arrastrándola fuera de la habitación por los brazos. Una vez solo, el captor caminó de un lado a otro, manos formando puños, rostro iracundo, cejas fruncidas. Se detuvo a analizar minuciosamente cada parte del plan que había creado recientemente, al haber cambiado las cosas de la nada, y musitó, a un volumen muy bajo, casi incapaz de ser escuchado en el exterior—: voy a destruirlos... —Y entonces, un único bramido salió de su boca, estremeciendo a su ayudante, que apenas bajaba la escalinata arrastrando del brazo a la víctima de su superior—: ¡VOY A DESTRUIRLOS A TODOS!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro