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Capítulo 12

Vanessa se quedó lívida. Cerraba los ojos, se los frotaba y los volvía a abrir, confiando en que todo fuera tan solo un mal sueño. Pero todo esfuerzo por su parte resultó inútil, pues Oliver seguía frente a ella, con un par de espléndidas alas tras la espalda y el rostro teñido de vergüenza e incertidumbre.

—¿No dirás nada? —murmuró él, abatido, cuando el silencio entre ambos se prolongó hasta tornarse insoportable.

Vanessa parpadeó, saliendo de sus cavilaciones.

—Lo siento, es que tengo tantas preguntas en la cabeza, que no sé por cuál decidirme... ¿Por qué no comienzas diciéndome qué se supone que eres en realidad?

—Creo que la mejor manera de contestar a tu pregunta, es contándote una breve historia. La historia de mi origen. Ven, acércate.

El joven extendió su mano para tomar la de ella y la invitó a sentarse en la hierba, convencido de que estarían allí un buen rato. Vanessa, por su parte, observaba fascinada el espectáculo visual que ofrecía el fuego con el que ardían sus alas al iluminar el tronco de los árboles más próximos a ellos.

Una vez en el suelo, Oliver la envolvió entre sus brazos para protegerla del frío, y tan pronto como estuvieron a salvo de las inclemencias del tiempo, dio comienzo a su historia.

—Hace mucho tiempo, cuando todavía no existían los humanos, el mundo estaba habitado solo por cinco deidades...

✦✧✧✦✧✧✦

Oliver finalizó el relato con semblante circunspecto.

Vanessa lo había escuchado sin decir una sola palabra y ahora se encontraba rumiando la información con el entrecejo fruncido. Las deidades, las Sombras, los Cazadores, los Iztac, la batalla entre dioses, la proximidad del Isitistli, la alianza secreta entre Oliver y un Iztac, la importancia de Romina y Audrey en el asunto, el Tratado de Paz que habían llevado a cabo ambos ejércitos gracias a su amiga poco antes de aquella noche... No tenía conocimiento acerca de nada de eso y aún así, un inexplicable cosquilleo de familiaridad había recorrido su cuerpo mientras el joven le contaba la historia.

—Así que por siglos enteros has sido un... —Cazador, quiso decir, pero la palabra permaneció atorada en su garganta.

—Así es. Sé que te resultará difícil procesar todo de golpe. Al principio es complicado, pero...

—En realidad me suena bastante lógico. Siempre tuve la sensación de que Abril y tú escondían un gran secreto; sin mencionar que por fin puedo darle una explicación a todas aquellas cosas extrañas que llegó a hacer mi hermana en más de una ocasión. Lo que no comprendo, es... ¿porqué poseería las cualidades fantásticas que le adjudicas, si se supone que es nada más que una niña común y corriente?

—Yo tampoco lo sé —admitió Oliver, sorprendido por la rapidez con la que Vanessa había aceptado la existencia de los Cazadores—. Pero estoy trabajando en averiguarlo, y cuando conozca la respuesta, tú serás la primera en saberlo.

Vanessa lanzó una tímida risa y Oliver quedó fascinado ante aquella inesperada reacción suya. Había creído que le resultaría más difícil convencerla de que Romina sería un elemento clave en la guerra contra Tsitsimitl, pero para su sorpresa, la chica lo tomó como lo más normal del mundo, como si ya hubiera sabido que la niña estaba predestinada a formar parte de tan magnánimo acontecimiento.

Sin embargo, la poca alegría que inundaba el rostro de Oliver, desapareció de súbito tan pronto como apareció. Y es que estaba ante el momento decisivo de la noche, aquél que había intentado retrasar porque su relación con Vanessa pendía de un hilo y no deseaba perder la poca esperanza que le quedaba de recuperarla. Cuando volvió a hablar, su voz estaba teñida por la desolación de quien persigue un imposible.

—He de decir que no te traje aquí solo para contarte lo anterior, Vanessa. Hay algo más que debes saber.

—¿De qué se trata?

Oliver vaciló, buscando la mejor forma de dar a conocer su equivocación sin morir en el intento. Cuando pareció haber encontrado las palabras indicadas para explicarse, continuó:

—Sé que no vas a creerme, pero no fui yo quien te soltó aquella sarta de comentarios tan impertinentes la tarde en que rompimos.

La joven lo miró como si su boca hubiera soltado la broma más desagradable del mundo.

—¿De qué hablas? ¡Claro que fuiste tú!

—¡No fue así, lo juro! Lo cierto es que alguien tomó control de mi mente para que te ofendiera de aquel modo tan cruel. Y todo parece indicar que la responsable... fue mi hermana.

—¿Abril? ¿Por qué haría eso?

El joven calló por un momento.

—Para poder explicarte mi teoría, necesito confesar algo que te va a doler. Lo sé porque a mí también me duele mucho, y entendería si te enojas. Pero te suplico que me escuches de principio a fin antes de tomar cualquier decisión. Y sobretodo, te pido que me creas, porque nunca he sido tan sincero como lo voy a ser ahora. ¿Estás de acuerdo?

Pese al desasosiego que le produjeron sus palabras, Vanessa asintió.

En el momento en que Oliver habló, su voz fue un hilillo apenas audible:

—Debes saber que nuestra relación no nació por casualidad. Cuando me acerqué a ti con intereses románticos, fuera de hacerte la vida imposible, fue porque Abril me obligó a hacerlo.

Vanessa juraba haber oído el sonido de su corazón quebrándose en mil pedazos. Unas cuantas lágrimas le empañaron los ojos, pero se rehusó a llorar. No quería darle la satisfacción de ver cuán débil se había vuelto ante sus palabras. Por eso, en lugar de mostrarse vulnerable, se restó a asentir indicándole que continuase, con un doloroso nudo en la garganta.

—Abril creyó que tú tenías algo que nos ayudaría a derrotar a los Iztac de una vez por todas.

—¡Eso es ridículo! —saltó enseguida—. ¡Hasta antes de hoy, ni siquiera sabía que los Cazadores existían! ¿Cómo podría yo haber tenido algo que los ayudara en esa guerra?

—Es que se trataba de una especie de conocimiento acerca de los Iztac. —Al verla fruncir el ceño, Oliver añadió—: mi trabajo era obtener de ti tanta información como fuera posible. No quería tomar la responsabilidad, porque no me agradabas. Incluso intenté negarme, sobretodo, porque el plan de Abril iba contra los principios que tenemos arraigados los Cazadores, ya sabes, aquello de «cuidar a los humanos mientras esperamos el Isitistli». Pero Abril puede llegar a ser un monstruo, y cuando vio que no estaba dispuesto a ceder, me amenazó con asesinarte. Acepté solo para salvarte, y poco después comencé a salir contigo.

Vanessa rememoró cada momento de su relación con Oliver y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas, sin que pudiera contenerlas.

—¡Debí verme tan estúpida! —exclamó, con la voz quebrada.

—No digas eso. El estúpido fui yo. ¡No tienes idea de lo mucho que me arrepiento de haber cedido a los caprichos de mi hermana! Por eso te traje aquí y te he contado toda la verdad. Lo único que me ha orillado a revelarte mi verdadera naturaleza, es demostrarte que, si me perdonas, no volveré a ocultarte absolutamente nada. No habrá más secretos, ni mentiras, ni engaños. Haré lo que sea necesario con tal de que me perdones.

No hubo respuesta inmediata, y gracias a ello, su inquietud aumentó considerablemente.

La muchacha en tanto, mantenía la mirada en el suelo, meditando el hecho de que su relación con el Cazador no había sido sino una ruin trampa para obtener algo que ella ni siquiera estaba en posición de darle. Asimismo, las hirientes palabras de Oliver volvían a su memoria, tan frescas como si acabara de pronunciarlas. Había pasado noches enteras llorando por culpa de ellas, y ahora, por más que trataba, no podía dejar de reproducirlas en su mente.

«¿No entiendes qué? ¿Que eres patética, o que lo único que sabes hacer es el ridículo?»

«Ya no te aguanto. ¡Estar contigo es una maldita tortura!»

«¿No te das cuenta? ¡Nunca te quise!»

Oliver se planteó manipular sus pensamientos para obtener el perdón que tanto anhelaba, pero se rehusó, no solo porque estaba determinado a conseguirlo de la forma más verdadera posible, sino porque sabía que ya era hora de lidiar con las consecuencias de sus actos, aunque eso significara ver a Vanessa completamente destrozada por su culpa.

El llanto de Vanessa se intensificaba a medida de que las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Y repentinamente...

—¡Un momento! —dijo de pronto, sobresaltando al muchacho debido a su inesperado cambio de actitud—. El día en que rompimos, tú dijiste «todo fue un engaño. Solo te utilicé para conocer la verdad sobre Parker». ¿Me puedes explicar en qué se relaciona Dominik con todo esto?

Una gota de sudor frío corrió por la frente de Oliver al escuchar lo anterior. Se puso en pie sin dudarlo, tirando de la mano de Vanessa y puntualizó, visiblemente nervioso:

—¿Ya... Ya viste la hora? Me parece que ha llegado el momento de que regreses a casa. Andando, que se hace tarde.

Su reacción confirmó las sospechas de Vanessa, y, determinada a conocer la respuesta a su interrogante, plantó los pies en el suelo, negándose a dar siquiera un paso.

—No nos iremos de aquí hasta que me digas qué papel juega Dominik en su dichosa guerra.

—¿Y... Y si tu papá se da cuenta de que no estás en casa? ¡¿O qué tal si tus empleadas entran a tu cuarto y ven que está vacío?!

—De eso no te preocupes, ya me inventaré algo. Ahora dime la verdad.

—¡Vanessa, por favor! ¡No tienes idea del gran problema en el que te meterías si no...!

—¡Dímela! Es lo menos que puedes hacer después de haber jugado conmigo del modo en que lo hiciste, ¿no te parece? Responde qué tiene que ver Dominik en todo esto. ¿Él también es un Cazador? ¿O es que acaso él es un...?

Y entonces lo comprendió.

Oliver pensó en negarlo rotundamente, pero era demasiado tarde. Vanessa había sacado sus propias conclusiones y ninguna de ellas era errónea.

—Dominik es un Iztac, ¿cierto? —El joven no respondió, pero no le hizo falta a la pelirroja—. Por eso es que tu hermana te obligó a conquistarme. Porque Dominik es un Iztac y creyeron que yo lo sabía... ¿Por qué no me dijiste la verdad sobre él?

Oliver se rindió. Ya no podía ocultarlo más.

—Porque tengo prohibido decírtelo. Abril solo me permitió contarte nuestra verdad, porque hablarte acerca de los Iztac significaría traicionarlos, lo que traería de vuelta la guerra que hemos pausado gracias a Audrey.

La chica se mostró alerta e intranquila tras la declaración de Oliver.

—Y ahora que sé que Dominik es un Iztac, ¿eso cuenta como traición por parte de tu raza?

—No, puesto que fuiste tú quien lo dedujo.

Ambos permanecieron varios minutos en un sepulcral silencio que mortificó al Cazador. No sabía cómo proseguir, pero se había planteado una única meta y no pensaba desistir hasta alcanzarla. Así que, armándose de todo el valor que le fue posible reunir, se acercó a Vanessa hasta que solo los separaba una decena de centímetros. Acarició su mejilla con una mano y luego se arrodilló ante ella. Las ramitas caídas de los árboles se le clavaban en la piel, pero nada de eso le importó.

—Ahora que ya conoces hasta la última de las verdades que he debido contarte, te imploro que me perdones. De la manera más sincera que me es posible, suplico que me brindes tu perdón y que vuelvas conmigo. No tienes idea de lo mucho que me haces falta.

Vanessa se quedó sin palabras. La imagen de un ángel oscuro allí, arrodillado frente a ella, con los ojos cristalizados, le borró toda idea de la mente. Cuando por fin pudo hablar, lo hizo con un tono ligeramente anodino a juego con su expresión neutra.

—Por supuesto que te perdono.

El joven esbozó una sonrisa de oreja a oreja, y se disponía a abrazarla para celebrar, cuando la oyó añadir:

—Pero no voy a volver contigo.

—¡¿Cómo dices?!

—Lo lamento, pero ya me lastimaste una vez, y si te doy mi corazón de nuevo, nada te impediría destrozarlo por segunda ocasión. Además, lo nuestro empezó como una mentira y si volvemos no podría quitarme de la cabeza la idea de que estás queriendo obtener algo más de mí. Cuando engañas a una persona, siembras una semilla de duda en su interior, que es casi imposible de exterminar.

Oliver quiso refutar sus palabras, decirle, jurarle que jamás volvería a jugar con ella, pero no lo hizo, porque Vanessa tenía razón; había sembrado una semilla de desconfianza en la chica y ahora debía luchar para desterrarla de su corazón.

Cuando el Cazador se levantó, tomó las mejillas de Vanessa y le dio un beso en la frente. Después suspiró, al tiempo en que llevaba una mano al bolsillo derecho de su pantalón.

—Comprendo que ha sido mi culpa y acepto tu decisión, pero te pido que me brindes el privilegio de ser tu amigo. Haré todo para ganarme tu confianza y destruir aquella semilla de duda que yo mismo planté en tu interior.

En respuesta, ella sonrió y le rozó una mejilla con la mano.

—Claro. Yo también quiero que seamos amigos.

—Entonces, como mi amiga y la persona que más amo en la vida, deseo que tengas esto.

Tras sus palabras, Oliver sacó de su bolsa una pequeña caja negra de terciopelo. La sostuvo firmemente frente a su pecho mientras los pensamientos de Vanessa colisionaban, con miedo de que fuera lo que ella creía. Solo pudo tranquilizarse cuando el futbolista abrió la caja y se encontró con un bello colgante cuyo dije era una hermosa roca de amatista, rodeada por un aro en espiral del color de la plata.

—¿Qué...?

—Es un Hillarium —se adelantó él, al tiempo en que sacaba el colgante de la caja y extendía la cadena para colorcarla en el cuello de Vanessa. En cuanto la amatista hizo contacto con su piel, la piedra resplandeció con un destello violeta que se extinguió casi de inmediato—. Los Cazadores le otorgan uno a las personas que desean proteger. Solo el propietario o alguien con sangre de Cazador puede tocarlo, y sirve como defensa para enfrentar casi cualquier peligro al que su dueño se exponga.

—¿De verdad quieres que yo lo tenga? Puede que después quieras dárselo a alguien más.

—¡Desde luego! No hay nadie en este mundo que desee proteger más que a ti.

Conmovida, la muchacha sonrió.

—Pues... Te lo agradezco mucho. Juro que lo cuidaré con mi vida.

—De eso estoy seguro.

Tras haber colocado el Hillarium alrededor de su cuello, el joven depositó un cálido beso sobre el dorso de sus manos. Después ambos se abrazaron, sintiendo cómo sus corazones latían, uno a la par del otro.

Desde ese momento supieron que se pertenecían, y eso ninguna guerra ancestral podría cambiarlo.

✦✧✧✦✧✧✦

Había llegado el temido momento.

Cuando Lisa llegó al punto en el que el profesor Cade la había citado para enseñarle a jugar Tenis, sintió que el pecho se le contraía y la bilis subía por su garganta. Había tratado de convencerse de que bajo el cuidado de sus amigos, nada grave le ocurriría estando a merced del profesor, pero en ese momento no pudo evitar darle vueltas al asunto, considerando una y otra vez si daría marcha atrás a su parte del plan ahora que todavía estaba a tiempo de hacerlo.

Por supuesto que la suntuosidad del lugar en el que yacía de pie, con las piernas temblando cual gelatina, no ayudaba en nada a contrarrestar la inquietud de Lisa. Y es que se trataba, nada más y nada menos, que del club deportivo más exclusivo de la ciudad. Aquél en el que solo obtenían membresía las personalidades más destacadas del espectáculo y, por supuesto, la gente más adinerada del país. Por eso no era de extrañarse que Vanessa y Audrey le hubieran asegurado a Lisa que no se encontraría desprotegida, pues sus padres eran parte de aquél selecto grupo de individuos que podían darse el lujo de ejercitarse en zonas tan costosas como la que estaban contemplando sus ojos.

Bastaba con ver la elegante fachada del edificio. Tan blanca que llegaba a cegar a quien la mirara, y con enormes puertas automáticas de cristal polarizado que daban la bienvenida a un recibidor poco más que espléndido, en el que el suelo de mármol iba perfectamente a juego con el fino mobiliario de caoba oscura. Lisa apenas pudo ser capaz de mencionar su nombre a la recepcionista porque estaba mucho más concentrada en admirar todo cuanto se encontraba a su alrededor.

Desde luego que el encanto se esfumó cuando avanzó por el sendero que la guiaría a la cancha de Tenis, y al llegar, pudo ver a Roxley ya ataviado en un uniforme deportivo de color blanco, cuya camiseta sin mangas dejaba sus tonificados músculos a la vista. Por el esmero en su imagen, era evidente que Cade había hecho hasta lo imposible por impresionarla, pero ella no esperó menos de él. Aquél, de hecho, era el mayor indicio de que el plan marchaba tal como el grupo lo había pronosticado.

Ella, en cambio, usaba un sencillo conjunto negro de pantaloncillo corto y playera de cuello que Vanessa le había facilitado esa mañana. El cuidado que había dedicado Roxley a su atuendo, no era nada comparado con la poca minuciosidad que había dedicado Lisa a vestirse. No solo podía notarse en que el cuello de su playera no estaba bien acomodado, sino porque el largo de sus pantaloncillos no era en absoluto tentador. Aunque Lisa se replanteó esto último cuando, caminando hacia el profesor, fue incapaz de pasar por alto que este la escudriñaba de pies a cabeza con una mirada lasciva que la incomodó de inmediato.

Apenas llegar hasta él, Roxley procedió a saludarla, arrastrando las palabras en todo momento, con un tono claramente seductor.

—Hola, joven Smith. Se ve preciosa... como siempre.

Ella curvó los labios en una sonrisa lo más encantadora posible, en un intento de no dar a notar que lo único que estaba deseando era salir corriendo de allí.

—Muchas gracias, profesor Roxley. Lo mismo digo de usted. Me alegra que haya accedido a ser mi mentor en el Tenis. Yo no tengo mucha práctica, pero en verdad deseo entrar al equipo de la escuela.

Cade, muy ufano, sonrió de oreja a oreja al escuchar dicho halago.

—Es un placer, señorita.

Y cuando pareció estar aproximándose más de lo debido a ella, Lisa se alejó como quien no se daba cuenta.

—¿Qué le parece si empezamos? ¡Estoy ansiosa por aprender del mejor!

—De acuerdo, de acuerdo. Vamos a empezar con lo primero: las reglas del Tenis.

»Lo primero que debe saber, es que el jugador que comienza juego, se llama servidor. Y el otro recibe el nombre de receptor. —Lisa asintió como si fuera lo más interesante que hubiera escuchado en su vida—. Cada lado de la cancha se llama Campo; los jugadores se colocan en diagonal. Y como soy extremadamente generoso, voy a permitirle elegir en qué lado desea estar.

Una vez que Lisa escogió su área deseada, Cade procedió a explicarle cómo comenzaba el juego, los términos que se utilizaban para nombrar el estado de la puntuación y lo que ocurriría de quedar en empate. Ella asentía educadamente a todo lo dicho por él, pero no tardó en desesperarla el modo tan egocéntrico en el que Roxley farfullaba cuán bueno era jugando y lo mucho que le dolería verla perder ante él. Asimismo, le costó demasiado no rodar los ojos cada vez que este se jactaba de haber sido ganador de una medalla de oro en su época de universitario.

Al fin, después de lo que le pareció una eternidad, comenzó el partido y fue allí cuando Lisa se permitió relajarse, pues estaban lo suficientemente apartados uno del otro, como para que Cade intentara invadir su espacio personal.

Naturalmente, Lisa no tenía tanto de qué preocuparse, porque desde una mesa lejana en el área de comida, Dominik, Vanessa y Audrey no le quitaban la vista de encima.

✦✧✧✦✧✧✦

Lisa no supo cuánto tiempo pasó antes de que el partido terminara, habiendo obtenido la victoria por encima del profesor Cade. Su intento de retrasar el fin del partido tanto como le fuera posible, dio sus debidos frutos, de manera que en ese momento, se encontraba bañada en sudor y con la respiración acelerada, a comparación de Cade, a quien parecía no haberle afectado en lo más mínimo el ejercicio, pues seguía igual de vigoroso que al comienzo del partido.

—Veo que se ha cansado, Smith. ¿Le parece bien que nos tomemos un respiro?

—Sí, profesor. Usted no luce nada mal, pero... —al tiempo en que decía eso, Lisa se dirigió a su bolsa de deporte y sacó su teléfono para no tener que mirar a Roxley a los ojos.

Sin embargo, Cade no permitió que la separación entre sus cuerpos se prolongara, porque rápidamente se dirigió hacia Lisa, y mientras ella estaba distraída extrayendo su móvil, él se poso a su espalda, de manera que Lisa pudo sentir su cálido y desagradable aliento rozándole el cuello cuando dijo:

—¿Y de paso, qué le parece si también dejamos de hablarnos de usted para comenzar a tutearnos? Puede dejar el «profesor» de lado y llamarme simplemente por mi nombre.

Por fin, la oportunidad por la que había estado aguardando, había llegado, y Lisa no pensaba desaprovecharla. Cuando se irguió, un respingo de alarma salió de su boca.

—Pero, profesor... No creo que sea correcto tutearlo, cuando soy solo una alumna y usted es mi maestro.

—Si yo fuera usted, no me preocuparía, Smith. Al final de cuentas, no estamos en la escuela, ¿o sí?

—No, pero...

—Además —la interrumpió—, creo que entre nosotros debe existir la confianza suficiente, porque desde ahora estaremos viéndonos muy seguido para sus clases de Tenis... Y puede que también para otras cosas.

Lisa tragó saliva.

—¿A qué clase de cosas se refiere?

—Cómo decirlo... Señorita Smith, no puedo negar que me parece una jovencita muy guapa. Desde que la vi por primera vez, no pude evitar sentirme atraído hacia usted, y creo yo que mis sentimientos son correspondidos. De lo contrario, no habría tratado de quedar conmigo bajo la excusa de querer unirse al equipo de Tenis, ¿cierto?

Los desbocados latidos del corazón de la chica se descontrolaron todavía más cuando Cade le acarició el hombro y sus dedos poco a poco descendieron por su brazo hasta que posó la mano en su cintura. Comenzó a temer que él cayera en cuenta de lo alterada que estaba ante su repulsivo toque, no obstante, este se hallaba tan distraído intentando seducirla, que no prestó atención a la mueca de asco que se le dibujó a Lisa en el rostro ante sus declaraciones.

—Yo...

—No sirve de nada negarlo —continuó—. Yo la deseo y usted me desea. Si así lo quiere, puedo darle todo cuanto pida. Solo debe aceptar lo que siente.

—Pero usted es mi profesor. ¿No teme ser descubierto?

—No temo a nada, señorita Smith; únicamente al diablo.

Lisa se contuvo de apartar la mano de Cade, y siguió, regia, en su papel.

—Y usted... ¿lo ha hecho antes, o soy la primera a quien ofrece esta incomparable oportunidad?

Cade esbozó una sonrisa de suficiencia.

—Honestamente, hubo una más hace un tiempo.

—¿Ah, sí? —inquirió Lisa con timidez—. ¿Qué hay de ella?

—Nada sobresaliente. Me gustaba demasiado, pero no tanto como me gusta usted. Ella también gustaba de mí, y cuando la atracción resultó innegable, decidimos intentarlo.

—¿Alguien llegó a enterarse?

—No. Nos aseguramos de mantener la mayor discreción posible, puesto que ella... Ella tenía novio.

Lisa se apartó de inmediato, observándolo como si se hubiera vuelto loco.

—¡Sé lo que parece, pero no sabía que estaba en una relación cuando comenzamos a salir! —exclamó.

—Bien, ¿y qué pasó con ella? ¿Dónde está ahora?

Cade, por supuesto, se demoró en contestarle, pero cuando lo hizo, bajó la cabeza, y con gesto solemne, dijo:

—Hace un tiempo se marchó. No la he vuelto a ver desde entonces, y no tengo ni la más remota idea de dónde está, pero me he hecho a la idea de que es mejor así. Ahora es usted la que me importa, y si me lo permite, me ocuparé de que nada le falte a cambio de que haga lo propio conmigo. ¿Le parece, señorita Smith?

Lisa se quedó callada por un momento, procesando sus palabras, hasta que regresó a la realidad y tuvo la valentía necesaria para contestarle.

—Sí, profesor Roxley.

—¡Excelente! Ahora, si no te importa, querida Lisa, aprende a llamarme Cade.

Ella asintió.

—Está bien... Cade. —Cuando el susodicho se mostró satisfecho con su respuesta y se dispuso a retomar el juego, Lisa se atrevió a añadir—: todavía tengo una duda acerca de lo que me contaste.

—¿De qué se trata, querida?

—¿Cuál era el nombre de esa chica?

Cade le dio la espalda y se dedicó a tomar un trago de agua tan largo, que Lisa creyó que se había acabado todo el contenido de su botella de un sorbo. Espero, esperó y esperó, y cuando creyó que ya no obtendría respuesta, Roxley le contestó, apenas con un hilillo de voz:

—Paula. Su nombre era Paula Hernández.

✦✧✧✦✧✧✦

«—Nada sobresaliente. Me gustaba demasiado, pero no tanto como me gusta usted. Ella también gustaba de mí, y cuando la atracción resultó innegable, decidimos intentarlo.

—¿Alguien llegó a enterarse?

—No. Nos aseguramos de mantener la mayor discreción posible, puesto que ella... Ella tenía novio.»

Dominik, Vanessa y Audrey, escuchaban, conplacidos, la grabación que Lisa había podido obtener de su incómoda plática con Cade. Mientras tanto, la chica se mostraba satisfecha de haber contribuído a obtener una de las tantas pruebas necesarias para desenmascarar al profesor, no solo en lo debido a la ex-novia de Oliver, sino también a la desaparición de Jazmín, la hermanita de Bryan.

—Sé que debí sonsacarle más información, pero necesitaba ir despacio o comenzará a sospechar de mí —explicó, cuando el audio finalizaba.

—¿Hablas en serio? ¡Lograste que aceptara la existencia de Paula! —exclamó Audrey, sonriendo como si hubiera recibido la mejor noticia de su vida—. En una sola tarde hiciste lo que ninguna de nosotras hubiera podido. Esto bastará por el momento, así que deberías relajarte, porque no tendrás que lidiar con Roxley por ahora.

Lisa no se mostró tan aliviada, sin en cambio.

—¿Y qué se supone que haré durante la clase de Educación Física? Seguramente Cade no me quitará los ojos de encima...

—De eso no debes preocuparte, te lo aseguro —intercedió Dominik. Y cuando el chico le guiñó un ojo, Lisa supo que estaba en lo cierto, así que trató de no darle más vueltas al asunto.

Poco después de retomar el juego de Tenis, Cade había recibido una llamada de algún misterioso individuo que solicitaba su presencia inmediata, por lo que no había tenido contemplación alguna en dejar a la chica sola e irse a toda prisa. De manera que al verse libres de su presencia, los cuatro se restaron a disfrutar el resto de la tarde degustando la deliciosa comida del club. Por supuesto que todo corrió por parte de Vanessa y Aydrey, y aunque en un principio Lisa se negó, lograron convencerla diciendo que era su pago por arriesgarse tanto con Cade, de manera que terminó aceptando. Y para cuando menos lo pensaron, llegó la hora de marcharse. Pero antes, Vanessa y Audrey se dirigieron al sanitario.

Mientras las chicas se lavaban las manos frente al enorme espejo rectangular de los lavabos, a Vanessa la asaltaron las dudas, y no dudó en cuestionar a Audrey al respecto:

—¿Tú crees que el profesor le revele el paradero de Paula a Lisa en algún momento?

Audrey se encogió de hombros.

—Tengo fe en que ella sabrá ganarse su confianza. Es bonita y lista, y él parece haber caído ante...

De súbito, algo llamó la atención de la joven. Fue tan fugaz que al principio pensó que solo había sido su imaginación, por lo que no le dio muchas vueltas y se dispuso a retomar su charla. Y entonces, cuando Vanessa se giró para mirarla, supo que no se había equivocado.

Enseguida, la mandíbula se le desencajó.

—Va... Vanessa... ¿Qué es eso que traes puesto?

Vanessa siguió la dirección en que el índice tembloroso de Audrey señalaba y sonrió al encontrarse con la roca de amatista que llevaba al cuello.

—Ah, ¿esto? Pues es un Hillarium —respondió, cual si no tuviera importancia.

Audrey apenas podía emitir palabra sin sentir que la cabeza le reventaba, gracias a que miles de preguntas empezaban a borbotear en su interior.

—¿Por qué tienes tú un...? ¿Cómo lo has conseguido?

—Oliver me lo dio —murmuró Vanessa. Al caer en que su amiga no lograba sosegarse, añadió—: Audrey, ya no tienes de qué preocuparte. Lo sé todo sobre ustedes.

—¿Qué?

—Sé todo sobre los Cazadores, algunas cosas sobre los Iztac, la batalla que tú ayudaste a detener, y también sé acerca de El Despertar.

Audrey abrió los ojos de par en par, sin poder creérselo.

—¿Cómo te enteraste? ¡Se supone que no debías saber nada!

—Oliver me lo contó ayer por la noche.

—Pero... Pero... ¿Lo sabes todo? ¡¿Oliver traicionó a los Iztac hablándote sobre ellos?!

—¡No! —exclamó, comenzando a alterarse—. Oliver no me contó sobre ellos. Yo misma lo deduje, ¡lo juro!

»No puedo asegurar que lo sé todo, porque no es cierto. Estoy consciente de que Dominik es un Iztac, y de que tú estás involucrada en la guerra entre ambos bandos, pero no sé de qué forma. Oliver no quiso decírmelo. Yo...

—¡Se supone que no debía decirte nada en primer lugar! —gritó Audrey, fuera de sí—. ¡El Consejo había decidido postergar la decisión hasta conocer las consecuencias que el conocimiento de dichos mundos traería a tu vida!

—¿De qué consecuencias hablas? Yo me siento contenta de ser parte de esto.

—¡Tú no puedes ser parte de esto!

—¿Por qué no?

—¡Porque esto es algo que nos supera a ambas! Somos simples mortales, con una vida y problemas de gente común, mientras que ellos son hijos de dioses. ¿Te das cuenta de la diferencia abismal entre nuestras razas? ¡No somos como ellos! Tsitsimitl nos podría hacer pedazos en un parpadeo.

—¡Pero tú vas a participar en El Despertar! ¿Porqué yo no puedo?

Audrey, que ya estaba a punto de perder la cabeza, cerró los ojos, contó hasta diez, armándose de paciencia e intentó tranquilizarse.

—Mira —explicó—, si hay una razón por la que los Iztac y los Cazadores no querían contarte nada, es porque estamos conscientes de que ya tienes demasiado encima como para agregarle esto. Tienes a un padre que te exige una perfección sobrehumana, una cantidad exhorbitante de clases a las que debes asistir después de la escuela, una madre ausente, y el caótico fin de tu relación con Oliver. Y Dominik y yo te queremos mucho; créeme cuando te digo que lo último que deseamos es preocuparte sabiendo que se aproxima una guerra en la que probablemente morirás si no cuentas con habilidades como las de ellos.

»No sé con qué fin te contó la verdad ese idiota, pero no debía hacerlo. Lo último que necesitas son más percances en tu vida.

Audrey se acercó a su amiga y la estrechó entre sus brazos. Vanessa le correspondió el gesto gustosa, sin embargo, ya las lágrimas corrían por sus mejillas. No supo si fue gracias al llanto, o a que Audrey la había dejado sin palabras, que cuando habló, la voz le salió muy débil, casi inaudible.

—Yo no creo que esto me represente un problema más. Es verdad que tengo una vida bastante complicada, pero cuando Oliver me dijo la verdad, tuve la sensación de que me quitó un enorme peso de encima que había llevado arrastrando durante mucho tiempo.

—¿A qué te refieres?

Audrey se separó para mirarla, pero no apartó las manos de sus hombros.

—Desde que tengo memoria, he sentido que hay algo más allá afuera; algo no humano, camuflándose entre nosotros. Pensé que estaba loca, porque constantemente he tenido sueños extraños, donde me veo de pie en una ciudad que no se parece a nada de lo que haya visto. Las deidades aztecas me habían causado curiosidad desde antes. Y ayer, cuando Oliver me contó todo sobre la existencia de los Cazadores, no me resultó difícil creerlo, sin mencionar que por fin le encontré explicación a varias cosas raras que me sucedieron.

»Tal vez tú no lo veas así, pero lejos de representar un problema, representa un respiro de mi caos cotidiano. Hoy mi padre me levantó a gritos porque se me había hecho tarde para el desayuno, y lo único en lo que pude pensar, es en que por fin conoceré lo que hay más allá de mí. Sé que Oliver me llevará a conocer el lugar en donde vive, y si logro que Dominik me hable más sobre los Iztac, conoceré también su mundo. El mero pensamiento de compartir algo tan secreto con ellos, hace que los gritos de mi padre no sean sino murmullos insignificantes.

—¿Te das cuenta de lo que dices? ¿No te da miedo pensar que llegará el día en el que presencies una batalla entre cinco deidades mitológicas?

—No, ¿y a ti?

Audrey parpadeó. La repuesta de su amiga la había dejado descolocada.

—¿De qué hablas?

—Pues tú también eres una simple humana, así que deberías estar igual de aterrada de que llegue El Despertar, ¿no?

—Bueno... Mi caso es diferente.

—¿Por qué?

—Porque yo tengo un vínculo paranormal que me protegerá en El Despertar, o al menos eso creo. Tú, en cambio, no tienes nada.

—Tengo a Oliver y a Dominik.

—Lamento decirte que ellos estarán demasiado ocupados peleando con sus ejércitos como para preocuparse por nosotras. No podemos contar con su ayuda.

Vanessa no contestó. Hasta ese momento no se había parado a pensar en que, como Audrey decía, ellos no estarían allí para protegerla. Pese a eso, no tenía ni una pizca de miedo. Audrey pareció notarlo, porque luego de un rato en que ninguna habló, soltó un pesaroso suspiro y le dijo:

—¿Sabes qué? Creo que ya lo pensé mejor. Si formar parte de El Despertar te ayuda a sobrellevar la vida tan pesada que tienes, ¿quién soy yo para negarte dicha oportunidad?

—¿Lo dices en serio? —la pelirroja sonrió de oreja a oreja, al tiempo en que se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano.

—Sí. Claro que lo difícil será convencer a Dominik de que formar parte de esto te hará muy bien, pero yo daré todo de mí para ayudarte a que comprendas mejor la situación.

»Ahora ven, tenemos que ir afuera. Creo que ya va siendo hora de que nos vayamos.

Vanessa asintió y ambas salieron del sanitario, con rumbo hacia la recepción del club, en donde ya las esperaban Lisa y Dominik.

Sin embargo, ni bien habían hecho la mitad del recorrido, cuando el joven las interceptó.

—¿Ya están listas? Es hora de irnos, que ya se está haciendo tarde.

—Sí, pero antes, Dom... —titubeó Audrey, rascandose la nuca—. Hay algo que debes saber.

—¿No puede esperar a más tarde? Está a punto de anochecer, y tú debes...

—Vanessa lo sabe todo —dijo ella, antes de que Dominik siguiera hablando.

Sus palabras obligaron al muchacho a callarse. Se quedó paralizado en su lugar, con la boca abierta y los ojos desorbitados.

—¿Qué dijiste?

—Vanessa lo sabe todo —repitió.

Dominik no necesitó pensarlo mucho para entender a qué se refería su amiga. Miró a Vanessa, y cuando esta asintió despacio, sintió como si el mundo se le cayera encima.

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