Capítulo 46
—Recapitulando... Mi mejor amigo, Dominik, y mi otro mejor amigo, Morgan, son alguna especie de ángeles creados por cuatro deidades aztecas para proteger a los «malditos sangre débil», como dice Abril, mientras una mítica batalla se desarrollaba entre ellos y un demonio llamado Tsitsimilt... Pero además, Oliver, el mejor amigo de mi hermano, y su melliza, pertenecen a un grupo de seres fantásticos enemigos de los Iztac... Eso sin contar que Darren y yo ya nos conocíamos en nuestra vida pasada, mi abuelo solía ser un Cazador que encontró la forma de transformarse en una persona común y corriente, la sangre de Cazadora corre por mis venas, Dominik es mi guardián y Romina Lawson es una humana con poderes sobrenaturales... ¿se me olvida algo más?
—La alianza temporal, no olvides la alianza temporal —dijo Oliver, a lo que Audrey asintió recordando dicha información.
—Tienes razón. ¿Se supone que la alianza entre los Cazadores y los Iztac ya se concretó?
—Así es. Ocurrió la misma noche en que le revelamos toda la verdad a ti y a Rosewood. No ha sido nada fácil convencer a nuestros ejércitos de que no es una trampa, pero lo han estado tomando bien.
—Cierto —habló Dominik ahora—. Lo que no entiendo es por qué siempre nos preguntas lo mismo. Hace cuatro días que contamos el secreto de nuestra existencia, y cada mañana nos dices esto mismo. ¿Aún no nos crees?
Dominik estaba en lo cierto. Habían transcurrido ya cuatro días desde que él, Oliver, Abril y Morgan le habían desvelado la verdad acerca de los dos ejércitos, pero todas las mañanas lo primero que Audrey hacía era recapitular lo narrado por ellos, haciendo un resumen lo suficientemente idéntico al anterior como para que los dos chicos se lo hubieran aprendido de memoria. No podían culparla, claro. Para ella no había sido fácil enterarse de una mentira tan grande como esa, ni siquiera aunque varias de las cosas que le habían ocurrido desde su llegada a México hubieran cobrado sentido repentinamente, cuadrando perfecto con la existencia de los Iztac y los Cazadores. Sobretodo porque, después de la reticencia de Darren a hablar con ella, no tenía a nadie con quién hablar de sus recientes descubrimientos. No lo había visto desde la noche en que todo se supo, él ni siquiera se había atrevido a pisar la casona, por lo que Audrey buscaba llenar ese vacío hablando lo más posible con Dom, Oliver y hasta Morgan, que la visitaba todas las noches para responderle sus dudas y hacerle compañía.
—Sí les creo, Dom. Es solo que para mí es muy difícil procesarlo. Además tengo aquí una lista de preguntas para ustedes, así que si no les molesta, me gustaría que me las contesten.
—¡Desde luego! —exclamó Oliver.
Dentro de la biblioteca solo estaban ellos tres; Dominik y Audrey aprovechando los minutos de una hora libre que les quedaban, mientras que Oliver había preferido estar con ellos antes que en el entrenamiento de los Black Dragons, así que debido a la soledad en las inmediaciones, no sentían el deber de preocuparse por que alguien fuera a escucharlos.
—Bien, antes que nada... —Audrey dijo, observando una hoja blanca en la que tenía anotadas las preguntas para sus amigos—. ¡Ah, sí! La primera noche de mi estancia en México, me ocurrió algo que hasta la fecha no me he podido explicar: mientras estaba por dormir, oí un extraño aleteo a las afueras de mi cuarto. Al principio pensé que era un zopilote, pero sería estúpido, ¿no? ¡Ja! Pensé y pensé en qué podía ser, y cuando el aleteo estuvo mucho más cerca, me levanté. Entonces vi una figura vigilándome desde mi balcón... ¿Acaso tiene algo qué ver con ustedes? ¿Alguno fue el responsable?
—Ese fui yo —dijo el mismísimo Dominik, para su sorpresa—. Esa fue la primera vez que te vigilé de cerca, aunque ha habido más, claro.
—¿Y hay alguna razón por la que hayas hecho eso?
—La verdad es que, a pesar de que eres mi protegida, mi sentido de protección no se activa cuando estás en peligro.
—¿Qué es un sentido de protección?
—Bueno, cuando el arma secreta era utilizada, a los Cazadores les punzaba la cabeza. Y cuando nuestro protegido está en peligro, nos pasa algo parecido, solo que se siente más como una corriente eléctrica que recorre nuestro cuerpo. La cosa es que eso no funciona conmigo, por lo que, lo único que me queda, es vigilarte a todas horas para evitar que algo te haga daño, en especial el aura negativa que te ronda casi siempre.
Audrey levantó una ceja a punto de preguntar qué significaba aquello de «aura negativa», pero antes de que pudiera hacerlo, Oliver intercedió diciendo:
—Mientras averiguábamos la razón de que fueras la protegida de Parker, nos percatamos de que una energía extraña está a tu alrededor muy seguidamente, al igual que una positiva, pero esta última es más bien el aura de Rosewood. No tenemos idea de qué o quién sea la energía «mala», pero tememos que pueda hacerte daño, por lo que Parker se ha visto en la necesidad de vigilarte de cerca muy constantemente. Y cuando no puede, Morgan Phillips está allí para salvaguardar tu vida.
—Entiendo... Así que en el balcón eras tú quien me miraba.
—Así es.
—Y debo deducir que también eres el dueño de la pluma que encontré tirada en el suelo aquella noche.
—Sí. Cuando a un Iztac se le cae una pluma, es un claro mensaje de que su protegido está en un inminente peligro del que debemos salvarlo. Nosotros tenemos la costumbre de ofrecer dicha pluma a nuestro humano a manera de ofrenda, como garantía de que siempre estaremos cuidándolo. Mi pluma se cayó la noche en que llegaste a México, así que decidí visitarte y obsequiártela como muestra de mi lealtad hacia ti.
A Audrey le latió el corazón muy rápido. Recordaba una noche en especial cuando tuvo un sueño donde se vio mirando hacia el balcón y encontrándose con su ángel. Sus ojos se observaron durante un tiempo muy largo. Apoyaron las palmas sobre el cristal del mirador, y luego el Iztac formó un corazón en el vidrio empañado, añadiendo la letra A en medio.
Ella recordaba la tranquilidad que la había embargado durante ese encuentro y los demás, y al saber la verdad, no podía evitar sentirse afortunada de tener como guardián a su mejor amigo. Sin en cambio, también recordaba otra cosa, poco menos agradable.
—Dominik, ¿recuerdas que a Darren y a mí nos mencionaste que la única manera en que un Iztac muera es que su protegido lo mate? —El chico afirmó con la cabeza—. Hace un tiempo tuve un sueño muy extraño. Soñé que despertaba en mitad del bosque, me encontraba una espada muy hermosa y luego una voz femenina me guiaba hacia donde había alguien más, un chico. La voz me exigía que lo matara, una y otra vez, hasta que él se volteaba y yo decidía que no podía hacerlo. No podría matarlo. Curiosamente no fui la única que lo soñó, sino también Vanessa y algunas chicas del equipo de Tenis. ¿Es posible que eso tenga qué ver con su guerra?
—Por desgracia —no fue Dominik quien habló, sino Oliver, y no parecía contento—. Así fue. Abril nos obligó a dominar las mentes de los mortales y tratar de que mataran a su protector, pero no funcionó, tal vez por que no le puso todas las ganas que necesitaba una artimaña como esa. Ella misma, de hecho, fue quien trató de dominar tu mente, pero tu voluntad fue mucho más poderosa, por lo que ni siquiera trataste de clavarle la espada a Dominik en el pecho. Fuiste muy valiente al llevarle la contra a alguien como Abril. Ni siquiera yo puedo hacer eso.
Audrey sonrió.
—¿Hay alguna razón por la que la misma Abril haya querido dominar mi mente?
—Creo que es porque le tiene un odio sin igual a Parker, aunque no sé porqué sea. ¿Qué opinas tú, Parker? ¿Sabes por qué mi hermana te odia a ti más que a cualquier Iztac que conozca?
Dominik tragó saliva. Audrey pareció detectar un atisbo de nervios en su semblante, pero ni siquiera pudo estar segura, porque se desvaneció tan rápido como había aparecido.
—No lo sé y no me importa, pero es tan insoportable que seguramente un día voy a transformarme frente a todos los mortales de esta escuela por su culpa —gruñó, a lo que Audrey frunció el ceño sin comprender.
—¿A qué te refieres con eso, Dom?
Dominik se palmeó la frente. A veces se le olvidaba que la chica apenas estaba empezando a comprender todo lo relacionado a su mundo.
—Lo que sucede es que los Iztac tenemos la obligación de ser cuidadosos y controlar nuestro estado de ánimo, porque si la furia nos invade, es muy probable que nuestra verdadera forma salga a relucir y los humanos nos vean con todo y nuestras alas, cosa que no debe ocurrir por nada del mundo.
—¡Claro! —exclamó la chica, obteniendo la respuesta a una de las interrogantes en la que ni siquiera se había puesto a pensar—. ¡Es por eso que cada vez que tú y James estaban a punto de iniciar una pelea debido a lo mucho que los molestaba a ti y a Vanessa, Oliver se acercaba a susurrarte algo en el oído que hacía que te tranquilizaras! ¿Él te recordaba lo que pasaría si perdías el control de tus emociones?
—Así es. Por desgracia, siempre solía funcionar, pero apostaría a que más de una vez controló mi mente para que me calmara, ¿estoy en lo cierto, Grey?
Sonriente, Oliver encogió un hombro, lo que le brindó la respuesta a su sospecha.
—Pero no lo comprendo —puntualizó Audrey—. Si sus ejércitos estaban envueltos en una guerra milenaria, ¿no era conveniente para los Cazadores que alguno de los Iztac revelara su secreto al resto del mundo? Seguramente eso les hubiera dado ventaja en la batalla...
—Sí y no —explicó el futbolista—. Puede que para nosotros hubiera sido beneficioso que Parker hubiera metido la pata, pero el gusto solo nos duraría un tiempo muy corto, porque los mortales, al saber de la existencia de los Sangre Blanca, indagarían hasta descubrir también a los Cazadores, y entonces tanto ellos como los míos, estaríamos encerrados en un maldito laboratorio del gobierno, siendo analizados con el simple objetivo de copiar nuestras habilidades y dárselas a los más poderosos, creando así, una guerra en el mundo mortal.
—Debo admitir que en eso tienes razón...
—Lo importante es que no ha ocurrido nada de eso —añadió Dominik tratando de sacar de su cabeza la imagen de un montón de humanos torturándolo con sus experimentos—. ¿Qué otras preguntas tienes, Audrey?
—Ummm... La tarde en que me rescataste de la explosión en el supermercado, ¿sabías que eso iba a ocurrir? Es decir..., me dijiste que un tío tuyo trabajaba en el cuerpo de policía y él te había avisado, pero ahora sé que no es cierto, lo que hace que me pregunte si tu condición tiene algo que ver en eso.
Dominik se cruzó de brazos, recordando aquél día que parecía tan lejano y tan cercano a la vez. Él llegando, tirando de Audrey para que saliera del supermercado, cubriendo el cuerpo de ella justo antes de que el ruido de cristal haciéndose añicos retumbara en sus oídos...
—Sí, ya sabía que iba a pasar, lo sabíamos todos, los Iztac y los Cazadores.
—¿Cómo?
—Bueno... Antes debes saber que cada Iztac cuenta con una habilidad especial, un poder específico. El mío es ver retazos del futuro. —Las palabras de Dominik dejaron boquiabierta a la chica, mas él no cesó su explicación—. Había tenido una visión que implicaba al supermercado devastado por el accidente, y sabía que tú ibas a estar allí. Pero en lo que a los demás concierne, sabían muy bien que algo ocurriría porque sucede cada primer día del mes. Un atentado devastador en el que muere cierto número de gente, pero todos creemos que estos tienen relación unos con otros. Nunca sabemos el lugar ni la hora, pero sí la fecha.
—Y es así como apareciste allí para salvarme...
—Así es.
—Lo que me lleva a recordar: ¿qué significan aquellos rasguños y cicatrices en tus brazos? Te los vi una vez, pero nunca pude saber cuál es la razón por la que los tienes.
Los dos muchachos intercambiaron una mirada comprensiva. Dom recordaba muy bien que una vez, al haberse descuidado creyendo que nadie lo miraba, había dejado al descubierto las marcas en sus miembros, a la vista de la chica. En ese momento no le había podido ofrecer una explicación, pero lo secretos habían acabado, por lo que abrió la boca comenzando a soltar su justificación:
—Los Iztac y los Cazadores tienen un reglamento con castigos perfectamente establecidos en él. La mayoría de estos tienen qué ver con el daño físico, las autolesiones. Como sabes, Grey y yo rompimos varias reglas al aliarnos para descubrir porqué eras mi protegida, por lo que tuve que pagar con heridas mis faltas de respeto. Es por eso que viste tantas cortadas en mis brazos, o rasguños.
—¿Y tú, Oliver? ¿También debes hacerte daño de esa manera?
El joven se encogió de hombros.
—Los Cazadores tenemos nuestros propios métodos.
—Entiendo... ¿Y tú cómo supiste que mi abuelo solía ser un Cazador?
—Pues porque un día descubrí que tienes un Hillarium en tu poder.
Audrey lo recordó en cuanto escuchó ese nombre. Al instante, los ojos se le iluminaron y extrajo de su bolsillo la pequeña piedra de amatista que en secreto solía convertirse en una daga con la que peleaba contra las Sombras. Recordaba muy bien que su nombre verdadero era Hillarium, aunque ella rara vez la llamaba así.
—¿Conoces la existencia de esto?
—Todos los Cazadores lo hacemos —confesó—. Nuestro poder proviene de una gran roca de amatista que se encuentra resguardada en el rincón más seguro de la guarida. A cada uno de los nuestros se le otorgan tres trozos de dicha piedra, y cuando llega el momento, podemos obsequiarlo a aquellos individuos a los que amemos y deseemos proteger a toda costa de cualquier amenaza que se les presente. La regla de los Hillarium es que nadie además del propietario o un Cazador pueden tocarlos, porque si lo intentan, despiden un calor inmenso que haga que sientan que están quemándose.
Audrey rememoró una cosa que Darren había dejado escapar cuando le contó que Leonard había tirado su Hillarium al excusado, y era que, cuando Marie descubrió la piedra escondida en alguna parte de la casa y la tocó, aseguró esta estaba ardiendo, lo que coincidía perfectamente con la declaración de Oliver.
—Gracias por resolver mi duda, Oliver —habló Audrey, repasando la información adquirida.
Audrey hubiera querido hacerles más preguntas, pero en ese momento sonó el timbre anunciando el cambio de clases y los tres tuvieron que despedirse para ir hacia sus respectivos salones.
Ella lo reflexionó todo mientras caminaba por los corredores hacia su salón, tratando de comprenderlo. Por una parte, estaba alegre de haberle encontrado una explicación lógica a varias cosas extrañas ocurridas desde su llegada a México, así como de conocer cada vez más todo sobre el mundo al que pertenecían sus amigos. Pero por otra, todavía le costaba creer que el planeta estuviera poblado no solo por humanos, sino por ángeles y entes creados por las mismísimas deidades prehispánicas de las que leía en sus libros de Historia.
Metida estaba en dichos pensamientos, cuando sintió que una mano se apoyaba en su hombro y al voltear, vio a un Alexander totalmente sudado parado detrás de ella.
—¿Qué hay, Auds? —le preguntó, pasando una mano por su cabello castaño—. ¿Hacia qué clase te toca ir?
—Literatura —respondió—. ¿Por qué hueles tan horrible, Alexander?
El chico lanzó una carcajada y le explicó que acababa de terminar el entrenamiento de los Black Dragons, y James había estado mucho más exigente de lo usual debido a la falta de Oliver a las prácticas. Por supuesto que Alex le preguntó a Audrey la razón de que el mellizo hubiera estado en la biblioteca con ella y Dominik en lugar de con James, pero ella, rápida como siempre lo había sido, le inventó que el futbolista tenía algunos problemas en álgebra y Dominik lo estaba ayudando, cosa que el mayor de los Williams le creyó sin más ni más.
En esas estaban, caminando hacia el aula de la chica, cuando de lejos ella pudo divisar a Lisa Smith, y de repente recordó algo que había olvidado gracias a todo el rollo de los Cazadores y los Iztac. Y como no tenía cerca a Leonard para resolver su interrogante, optó por inquirirlo al único que se había dedicado a seguir sus pasos prácticamente desde los diez años. De tal manera que, en cuanto tuvo oportunidad, se giró hacia Alex y le dijo:
—Oye... ¿Puedo hacerte una pregunta? —El muchacho asintió de inmediato, por lo que ella continuó—. ¿De casualidad sabes algo acerca de un tal Leandro Smith?
La chica creyó que la respuesta sería un inútil no, pero para su asombro, Alex afirmó con la cabeza, de pronto luciendo como si por su mente estuvieran pasando pensamientos no muy positivos.
—¿Quién es?
Él se lamió los labios antes de contestar.
—Audrey, tú no tienes idea de cuál es la verdadera razón por la que nos tuvimos que mudar a México, ¿verdad? —Su hermana le regaló un gesto negativo—. Lo que sucede es que unos meses atrás, Roberto empezó a notar irregularidades en las cuentas de los cuatro hoteles principales de la Ciudad de México... Como tú sabes, Rob casi siempre estaba con nosotros en Canadá, así que no le ponía mucha atención a eso; pero los desajustes se fueron haciendo cada vez más y más notorios, hasta que, en una de esas, él decidió venir a supervisar las ganancias de la empresa en el centro de México... Y dio con que el encargado llevaba tiempo robando parte del dinero que obtenían los hoteles. Habiendo comprobado eso, tomó un vuelo a Montreal para avisarle a mi papá de lo que ocurría, y él decidió que nos viniéramos un tiempo mientras se resolvía toda esa situación de los robos a los ingresos de las propiedades, por lo que Roberto hizo algunas negociaciones y compró la casa en la que ahora vivimos.
—¿Y qué tiene qué ver eso con Leandro Smith?
—Que Leandro Smith era el encargado de los hoteles, Audrey. Leandro era quien le robaba dinero a la cadena Williams.
Audrey no supo qué decir en ese momento.
Cuando Lisa le había asegurado que Leonard despidió a su padre injustificadamente, a Audrey no se le había ni pasado por la mente que Leandro hubiera caído tan bajo. Pero lo que más le molestaba ni siquiera eran las acciones deshonestas con la cadena Williams, sino el hecho de que este no hubiera tenido la valentía suficiente para decirle la verdad a su hija, sino que le había hecho creer que él era el inocente despedido por un tirano como Leonard, lo que claramente no era cierto.
En cuanto estuvieron sentadas una junto a la otra durante el almuerzo, Audrey le contó la verdad a su enemiga y la reacción de esta no se hizo esperar; primero, se quedó completamente inmóvil, repitiendo en su cabeza una y otra vez lo narrado por Audrey, y luego su rostro dio paso a unas cuantas lágrimas de decepción que asomaron por sus ojos, amenazando con caer frente a todos los alumnos de la escuela.
Audrey no supo qué hacer.
Si bien entendía que Lisa pudiera estarse sintiendo mal, no encontraba la manera de consolarla, y de hecho, se sentía algo abochornada debido a lo mucho que las miraban estudiantes, tutores y maestros en ese momento. Y es que para ellos era muy extraño verlas convivir debido a lo mal que se llevaban, pero aún así, ninguna de las dos podía dejar de sentirse incómoda.
—Lisa... ¿estás bien? —susurró la rubia, viendo a su compañera cubrir su cara con los brazos recargados sobre la mesa de la cafetería.
—No... —admitió—. Acabo de descubrir que mi padre le robó dinero al tuyo y me siento sumamente avergonzada.
—¿Por qué?
—Porque cuando llegué a esta escuela, te odié pensando que mi papá era la víctima en todo esto. Me concentré tanto en ver lo peor de ti, en juzgarte, hacerte cosas malas y tratarte muy mal solo para que ahora resulte que en realidad Leonard sí tenía un motivo para despedir a Leandro... Es decir que te odié por nada.
—Lisa, mírame... —suplicó, a lo que Lisa, con los ojos llorosos, levantó la cabeza haciéndole caso—. Mira, quisiera decirte que no me molestaba nada de lo que me hacías, pero no quiero mentirte. Sin embargo, gracias a ti es que descubrí el secreto tras la puerta prohibida, y eso es algo muy importante para mí. Entiendo que te sientas mal, pero si tú quieres podemos comenzar de nuevo, entablar una amistad sin importar los problemas de nuestros padres.
—¿Crees que resultaría?
—Bueno... Cuando conocí a Rolland Carson, sinceramente pensé que era un idiota —reveló y Lisa soltó una carcajada—. Era el tipo más ególatra, más narcisista, más molesto que había conocido en mi vida, y aborrecía el hecho de que él fuera mi tutor escolar.
»Sin embargo, con el tiempo fuimos conociéndonos de un modo más profundo. Él me confió cosas importantes de su vida, yo a él de la mía y en cuanto menos lo pensé, contaba los minutos para que llegara la hora de su clase y pudiéramos platicar de las cosa que nos ocurrían a lo largo del día; de pronto él ya no era un idiota. De pronto no me hacía enojar, sino reír, y de pronto yo comprendía los motivos por los que él era como era.
»Hoy en día es uno de mis mejores amigos. Estimo mucho a Rolland y lo entiendo de una manera en que no había entendido a nadie más, lo que me hace creer que quizá, si nos esforzamos, tú y yo podamos entendernos tan bien como yo con Rolland. No voy a decirte que podríamos llegar a ser las mejores amigas, eso solo el tiempo lo dirá. Pero sí puedo asegurar que pondré todo de mi parte para que podamos pasar de ser archienemigas, a un par de chicas que por lo menos pueden estar una hora juntas en una habitación sin gritarse mutuamente. Eso si tú quieres, claro.
Lisa dejó ver una pequeña sonrisa en sus labios.
—Me encantaría, Audrey.
—Entonces que así sea.
Y ambas se dieron la mano, comprometiéndose a hacer de su relación, algo más soportable.
....
Hacía vario tiempo que Oliver no se sentaba en la mesa de los Black Dragons a la hora del receso. Desde que el romance con Vanessa había pasado a ser público, él procuraba estar con ella el máximo tiempo posible, y la acompañaba incluso en esa media hora.
Sin embargo, ya habían transcurrido cuatro días desde que Romina había sido encontrada, y desde entonces el chico parecía estar cada vez más distante con su novia. Un claro ejemplo era el almuerzo, en el que, a partir del día antes mencionado, no solo se unía a su equipo para comer, sino que ni siquiera se molestaba en mirar a la pelirroja ni de reojo. Desde luego que ella estaba muy confundida, en especial porque no nada más ponía distancia en el almuerzo, sino a cada minuto que se topaba con la chica. Era como si la estuviera evitando, pero ella lo adjudicaba a que quizá se encontraba un poco estresado por culpa de las exigencias de James, de manera que esa tarde, mientras lo miraba reír a carcajadas por algo que había dicho un miembro del equipo, caminó hacia él sosteniendo una pequeña cajita de cartón en las manos, y cuando estuvo frente a la mesa de los chicos, se detuvo con un sonrojo muy notable apoderándose de sus mejillas. Después carraspeó para llamar la atención de su novio.
En cuanto Oliver la volteó a ver, la alegría desapareció de su rostro y adoptó una expresión tan neutra que la chica se asustó. No parecía contento de verla, pero tampoco enojado... Vanessa no alcanzaba a descifrar el sentimiento que reflejaba el joven en su mirada, lo que la inquietaba demasiado.
—Hola, Oliver... —saludó, sintiéndose incómoda por las más de quince miradas que se clavaban en ella—. ¿Puedo... Puedo hablar contigo un minuto?
Pudo ver a James golpear levemente el hombro del susodicho, pero este ni siquiera sonrió.
—Ajá, pero que sea rápido —respondió, casi de mala gana, y la siguió por la cafetería a un lugar más apartado donde nadie pudiera escucharlos.
Al ya estar frente a frente, Vanessa se atrevió a dibujar una sonrisa en su rostro, pensando que quizá a Oliver le daba pena mostrarse tierno frente a sus amigos, pero que ahora que estaban solos, dejaría de lado su fachada de chico rudo para ser el mismo de los últimos días. Sin embargo no fue así. Él no mutó la expresión de su rostro.
James y Kyle asomaron por el pasillo en ese momento, pero al ver lo que ocurría entre su amigo y la chica, decidieron apartarse unos pasos, expectantes. Hasta ellos podían palpar la tensión.
—¿Cómo estás? —le preguntó la chica, a lo que él solo asintió sin decir nada—. Oye, ¿estás bien? Últimamente has estado algo muy distante...
—Estoy bien —puntualizó—. ¿Qué querías decirme? Debo volver a mi mesa pronto.
—Es que yo... Te traje un regalo —dijo, y le dio la cajita de cartón que él aceptó algo desconcertado.
—No es mi cumpleaños, Vanessa.
—No, pero pensé que quizá mi chico estaría algo estresado y un regalo lo ayudaría a relajarse... —mientras manifestaba eso, Vanessa se acercó a él y lo abrazó por el cuello, pero Oliver no le devolvió el gesto, peor aún, ni una sonrisa mostró.
Sin en cambio, el chico abrió su regalo y encontró un puño de dulces rodeando lo que era un colgante cuyo dije de metal formaba un corazón con la inicial O grabada en medio. Lo observó por un momento. Vanessa se permitió pensar que lo admiraba gustoso, sin embargo, solo pasaron diez segundos antes de que él bufara burlón y la mirara de manera socarrona.
—¡Patético! —exclamó, tirando sin ningún reparo la pequeña caja, de la que el contenido salió despedido en varias direcciones.
—¿Qué dijiste? —inquirió, confundida.
—Dije que es patético.
—Pero lo hice para ti, esperaba que te gustara...
Para entonces, Vanessa ya estaba no solo dolida, sino también sumamente desconcertada por la actitud de su novio. Ese no era él, ese era el Oliver que solía molestarla hasta hace unos meses...
—Pues ya te dije que es patético, al igual que tú y todo lo que haces.
La pelirroja agachó la mirada, observando su regalo en el suelo con mucha tristeza.
—No lo entiendo...
—¿No entiendes qué? —Oliver dio un paso hacia ella, amenazante—. ¿Que eres patética, o que lo único que sabes hacer bien es el ridículo?
—¿Por qué me estás diciendo esto? —Una lágrima salió de su ojo derecho, pero no pudo evitarlo. Oliver le estaba diciendo cosas muy feas.
—Porque ya no te aguanto —siseó—. Estar contigo es una maldita tortura. ¡En serio! Eres ridícula, y la verdad es que no sé cómo pude soportar tanto tiempo contigo, pero se acabó. ¡Ya no puedo más!
—Oliver, yo... Pensé que me querías...
—¿Yo, quererte a ti? ¡No me hagas reír! ¿No te das cuenta? ¡Nunca te quise! —gritó, y su rostro se llenó de una ironía sin igual—. Todo fue un engaño. Solamente te utilicé para conocer la verdad sobre Parker, pero en cuanto la supiera, tú y tus estupideces me darían completamente igual. Ahora que la tregua se concretó, ya no te necesito más, así que no quiero que vuelvas a molestarme.
—¿De qué tregua hablas? ¿Qué tiene que ver Dominik aquí? ¡No puedes estar diciéndolo en serio!
La chica temblaba, sin ser capaz de creerse la cantidad de palabras hirientes que su novio le soltaba. Había estado acostumbrada a ser el blanco de sus burlas durante mucho tiempo, sin embargo, nada de lo que le había dicho le llegó a doler tanto como esto, quizá porque antes no sentía nada por él más que un horrible desprecio. En cambio en las últimas semanas no había podido evitar enamorarse de sus actitudes tan distintas.
—Claro que estoy hablando en serio, ¿o qué creías? ¿Que yo me fijaría en alguien como tú? ¡Ja! Soy Oliver Grey, ¡puedo tener a la chica que se me dé la maldita gana! ¿Qué te hace pensar que me fijaría en una hija de papi patética como tú? Solo mírate y mírame a mí, ¿de verdad creíste que podría llegar a sentir algo por ti?
Vanessa ni siquiera pudo replicar, porque Oliver se dio la vuelta, desdeñoso, y la dejó allí, completamente sola en la estancia, desolada, con un montón de caramelos esparcidos en las baldosas del suelo. Sí, tan patética como él lo aseguraba.
¿En verdad había creído que los sentimientos de Oliver podían llegar a ser reales? ¡Vaya estupidez!
....
Darren no estaba en la casona cuando Audrey llegó de la escuela aquella tarde. Para ese día, ya no se mostraba sorprendida por su ausencia, pero sí le dolía la indiferencia del fantasma, ante todo porque ya se había acostumbrado al trato, las atenciones y la dulzura del mismo y de pronto se las arrebataba diciendo que nunca la quiso, lo cual desde luego era una mentira, pero nada de eso importaba.
En cuanto entró a su habitación, Chester llegó corriendo hasta ella con la lengua afuera, y cuando Audrey se sentó en su cama para hacer su tarea, palmeó un lugar a su lado en el colchón, haciendo que el can fuera a sentarse y hacerle la compañía que tanta falta le estaba haciendo.
Gracias a que Leonard ya se había marchado a Perú, Marie a Zacatecas y Alexander se quedaría a dormir con James y algunos miembros de los Black Dragons, en la casona reinaba un silencio casi sepulcral que Audrey trató de extinguir prendiendo la televisión un rato en cualquier canal, sin importarle lo que se estuviera transmitiendo. Por alguna razón, no podía acostumbrarse a estar en su hogar sin el espectro acompañándola.
Llevaba ya varios minutos inmersa en sus deberes, cuando de súbito la mansión se sumió en una profunda oscuridad.
—¡Diablos! —exclamó, al darse cuenta de que se había ido la luz, y Chester lanzó un par de ladridos mientras bajaba la cama rápidamente, pero pronto, se oyó un quejido por parte de este, y cuando Audrey empezó a preguntarse qué le había ocurrido a su mascota, las luces se encendieron de nuevo.
Lo que vio la dejó completamente helada.
Porque Monique Blanchard estaba parada justo frente a ella, con las manos extendidas...
Y en ellas sostenía un arma apuntando al pecho de la joven.
—Si gritas, te mato.
....
Dominik entró como una exhalación en la recámara número 5 de la fortaleza de los Cazadores. Ahora que había de por medio una tregua entre ambos bandos, podían entrar uno el territorio del otro casi con total libertad, sin embargo ni siquiera ese tratado de paz logró evitar que los soldados que compartían la habitación se pusieran en guardia, apuntando hacia él sus filosas espadas, dispuestos a atacar, sobretodo en cuanto vieron que se lanzó sin demora contra uno de los Cazadores. Más específicamente, contra Oliver Grey.
—¡Eres un maldito hijo de puta! —gritó el ojiazul, pescando al futbolista del cuello de la camisa y estampándolo contra la pared. Este, por supuesto se mostró sumamente confundido—. ¡¿Cómo te atreviste?!
—¿Oye, ¿qué te...?
—¡Te lo dije! ¡Te dije que si te atrevías a hacerle daño me las ibas a pagar! Y lo has hecho, ¿cómo pudiste? ¡¿Cómo pudiste dañar a Vanessa de un modo tan cruel?!
El entendimiento golpeó a Oliver en aquél instante. Ahora sabía que si Dominik estaba allí, sin importarle la desventaja contra los demás Cazadores que le apuntaban con sus armas, era solamente debido a la pelirroja.
—Dominik, yo... No quise hacerlo, te lo juro. Es que...
—¡Cierra la boca! —exclamó Dom—. Siempre supe que eras escoria, pero no me imaginé hasta qué grado. ¡¿Cómo pudiste hacerle daño a mi mejor amiga?!
Dicho lo anterior, el Iztac le soltó un puñetazo que resonó hasta en los pasillos. Algunos Cazadores se acercaron a ver lo que ocurría, pero los que estaban dentro de la habitación los obligaron a alejarse.
Oliver quiso golpear a Dominik. Quiso y sabía que podía, pero se abstuvo solo a sabiendas de que lo merecía por haber jugado con los sentimientos de la chica. Se dejó golpear, se dejó patear por Dominik una y otra vez, y, cuando este pareció haber saciado su ira, el Cazador suspiró. Las costillas le dolieron horrible, mas no lo reflejó.
—Parker, te juro que yo no quería hacerlo —habló despacio, y contra su voluntad, un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas—. Juro por mis creadores que nunca quise hacerlo, pero...
—¡¿Pero qué?! ¡Habla!
—Mi hermana me obligó a hacerlo.
A Dominik le tomó por sorpresa aquella revelación, pero no bajó la guardia, no se mostró asombrado.
—¿A qué te refieres, Grey? ¿Cómo que tu hermana te obligó?
—Ella... Ella quería destruir a la raza Iztac de una vez por todas, y armó un plan para que yo enamorara a Vanessa hasta que ella me contara todo lo que sabía sobre ti. Te juro que nunca quise. Te juro por mis deidades sagradas que me rehusé, pero ya sabes cómo es Abril, y me amenazó con hacerle daño ella misma a Vanessa si no llevaba a cabo su plan, así que... tuve qué hacerlo.
—¿Me estás diciendo que todo este tiempo le mentiste en su propia cara? ¿Fingiste que la querías solo para sonsacarle información acerca de mí? —preguntó iracundo—. ¿Cómo pudiste ser tan mierda?
—Yo... No te voy a mentir, ¿de acuerdo? La verdad al principio sí controlé su mente para que saliera conmigo, o para que creyera que empezaba a sentir algo por mí. Fingí que me encariñaba con Romina o que sentía atracción por Vanessa, pero después...
—¡¿Después qué?!
—Es que Vanessa siempre era tan linda... Era divertida, dulce, sincera, frágil... De repente me sentía bien junto a ella, y ni siquiera me importaba preguntarle acerca de ti. Contaba las horas para verla, me gustaba que fuera a verme a mis partidos de fútbol, me gustaba ir a su casa y jugar con Romina... Parker, yo... Yo me enamoré de Vanessa...
Dominik lo miró. Él sabía muy bien la manera en que el amor te hace actuar, hablar o desenvolverte, porque aunque no muchos lo sabían, él lo había experimentado en carne propia muchísimos años atrás con una persona que aún en el presente le costaba olvidar. Por ello supo que Oliver no mentía, pero era un Cazador, y los Cazadores muchas veces sabían actuar tan bien que les salía natural.
Se colocó en cuclillas, mirando a su enemigo en el piso, y le dijo:
—No sé si lo adivinaste o no, Grey, pero yo nunca le hablé a Vanessa de los Iztac porque quería protegerla de escoria como tú o tu hermana.
—Sí, lo supe algunos días después...
—¿Y entonces por qué seguiste allí? ¿Por qué no la terminaste en cuanto te diste cuenta de que no sabía nada?
—¡Porque Abril me amenazó, ya te lo dije! Ella se metía en los sueños de Vanessa y decía que la asesinaría si yo no le sacaba información. Estaba segura de que tú le habías dicho algo, y ya sabes que si un Cazador mata a un mortal mientras está durmiendo...
—Muere en la vida real también...
—Así es. Te juro que yo quise alejarme varias veces, pero no quería que Abril le hiciera daño.
Dominik sonrió, pero de modo sarcástico.
—¿No crees que es irónico? Intentabas evitar que la maldita de tu hermana dañara a mi amiga, pero ahora tú mismo lo has hecho. No tienes ni puta idea de cuántas horas ha estado Vanessa llorando en su cuarto, buscándole explicación lógica a la manera en que la has tratado cuando ella solo estaba intentando hacerte sentir bien. ¡Eres una basura!
—Lo sé, y lo lamento, pero eso fue lo que pasó, lo juro.
—¡No te creo! Ustedes son expertos en hacerse las víctimas. Fingen cada vez que les conviene para no salir perjudicados, pero esta vez, por más que intentes engañarme no vas a poder. ¡Maldito traicionero!
—Oliver no está mintiendo —dijo una voz trémula, y cuando Dominik giró la cabeza, se encontró con un Cazador flacucho, nada parecido a los de cuerpo bien formado que también compartían recámara con Oliver.
—¿Disculpa?
—Oliver está diciendo la verdad. Yo mismo los oí cuando la líder Abril le explicó su plan de conquistar a una tal Vanessa Lawson, para sacarle información sobre tu raza. Él se negó, pero ella lloró y logró convencerlo...
—¿Estás seguro de lo que me estás diciendo, Cazador?
Dominik apuntó el filo de su espada hacia él, y aunque Oliver tuvo oportunidad de escapar y devolverle el golpe, se quedó en el suelo sabiendo que lo merecía.
—Sí. Estoy seguro.
Dominik se volvió hacia Oliver.
—Como haya sido no me importa. Eso no justifica la manera en que tú pedazo de basura, has tratado hoy a Vanessa. ¿No pudiste terminarla de una forma más amable? Después de todo, solo fue un juego para ti. De algún modo tenías qué compensarle el fin con el que te acercaste a ella.
—Es que... Es que por eso la había evitado desde que encontramos a Romina —explicó—. Estaba pensando en una forma de terminar con ella sin herirla, o de que Vanessa terminara conmigo, pero se acercó esta tarde mientras estaba con el equipo, y luego...
—¿Luego qué? ¿No pudiste resistir las ganas de mostrar tu lado imbécil como cuando nos molestabas antes de este estúpido plan de tu hermana? ¡Mira que decirle con tan poco tacto que nunca la amaste, que no te fijarías en ella, que podrías tener a la que desearas...! ¿En serio tenías que decirle esas cosas?
—Eso es lo que quería explicarte, Parker. Ese no fui yo.
—¡Ja! ¿Me tomas por imbécil?
—Por supuesto que no. Es solo que... Bueno, sí fui yo, pero no quería decirle todas esas cosas...
—¿Y qué? ¿Un espíritu malvado te poseyó e hizo que las palabras te salieran solas de la boca.
—Más o menos...
—¿Cómo que más o menos?
—¡Es que alguien controló mi mente!
Dominik se quedó petrificado. No sabía si reír, llorar, golpear a Oliver o matarlo de una vez, pero antes de poder decidirlo, el Cazador siguió hablando:
—Mientras Vanessa me mostraba el regalo que había llevado para mí, sentí lo mismo que sienten los mortales cuando uno de los nuestros domina su mente, y de pronto todas esas cosas horribles salieron de mi boca sin que pudiera evitarlo.
—¿Me estás diciendo que uno de los tuyos hizo que terminaras a Vanessa de ese modo tan inhumano?
—Así es. Por mis creadores te lo puedo jurar.
—Bien, suponiendo que tengas razón, aunque no es que te crea, ese alguien debió ser una de las personas que sabían acerca del plan entre la odiosa de tu hermana y tu para sacarle información a Vanessa, pero por lo que sé, solamente hay tres que lo conocen.
Inmediatamente, ambas miradas se fijaron en el Iztac flacucho. Este levantó las manos enseguida.
—A mí ni me vean. Yo no voy en su escuela.
Tenía razón, por lo que solo quedaba una persona enterada de todo, la única capaz de dañar a un humano tan sanguinariamente sin sentir ninguna clase de remordimiento. Y cuando ambos se dieron cuenta, achicaron los ojos con enojo, formaron puños con sus manos y susurraron al mismo tiempo el nombre de la responsable.
—¡Abril!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro