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Capítulo 4: Reunion de empresarios

Aunque Joaquín no era la mejor compañía que uno pudiera querer y encima ahora estaba más controlada que antes en cada movimiento que hacía, Mariana había entablado una relación de amistad con él. No podía sacarle información pero al saber quién era ella, no se sentía una extraña y cada conversación era bien recibida.

Solo habían pasado unos días y Mariana se estaba preparando para su siguiente movimiento, saliendo de su habitación para dirigirse con el chofer, Joaquín la detuvo.

― Mari ¿A dónde vas?

Ella saco una sonrisa.

― ¿Hoy también dormiste en el cuarto de huéspedes?

― Dormiría en tu cuarto pero tú no me dejas, así que...

― ¡Cállate! ¿Por qué siempre tienes que nombrar cosas como esas?

― Es normal, no lo puedo evitar ― levantando sus manos como si no le importara.

― De todas formas déjame pasar ― ella lo empuja.

― ¿Qué vas a hacer? Vas a ir a la villa y vas a decir "Hola, soy Mariana" y nadie te creerá y re robaran todo.

― Voy... voy... ¡Ay! ¡¿Por qué tienes razón?!

― Porque soy genial y todos me aman.

― No, no lo eres ― ella lo mira con decepción.

― ¡Bueno! Que importa ¿Estas lista?

― ¿Para qué?

― ¡Taran! ― y le da una tarjeta de crédito.

― ¿Por qué me das esto?

― Porque esta noche hay reunión de empresarios y sé que no te gusta ninguna de las ropas de Liz. Tienes que vestir formal, dile a Cindy que te acompañe.

― ¿Por qué no vas tú?

― Porque desde que dirijo dos empresas no tengo tiempo para nada, la de Liz y la de mis hermanos, ninguno puede hacerse cargo de nada ― lo decía mientras meneaba su dedo índice.

Ella se reía

― Eres todo un trabajador comunitario.

― Lamentablemente si, bueno me voy, cuídate ― le da un beso en la mejilla y se retira de la mansión.

Luego de probarse varios vestidos porque Cindy le insistía con que no se tenía que quedar con la opinión del primero, ni siquiera aunque todos le quedaran bien de lo linda que era, regresaron y llegaron a la mansión con lo que parecía que la amiga sirvienta eligió porque a Mariana le daba lo mismo. Se encontraron que ya era más tarde y se apresuraron a entrar.

Dentro, en el living principal se encontraba Dylan, en el sillón tomando un café que las sirvientas le hicieron. Mariana se sorprendió, hace días que no lo veía luego de lo sucedido en la empresa y sabiendo que el odiaba a Liz no podía entender porque se encontraba allí, así que decidió preguntarle.

― ¿Qué haces aquí? ― le dijo intrigada y algo nerviosa temiendo una respuesta enojada por parte de él cuando se encontraba con el rostro de Liz.

Él apoya el café en la pequeña mesa de vidrio y le responde.

― El maldito protocolo.

― ¿El protocolo? ― ella pregunta confundida.

― No te hagas, ya lo sabes.

― No, no lo sé ― Mariana se enoja poniendo sus manos en su cintura y haciendo un gesto para que le explique.

― ¿De verdad no lo sabes? ― baja sus ojos con cansancio.

― No, no lo sé ― vuelve a repetir.

Dylan se para con un movimiento abrupto y se acerca bien cerca.

― Tenemos que ir juntos a esa reunión, así esta dictaminado en la invitación ― levanta un sobre que tenía en su bolsillo ― son las reglas del protocolo, prometida y prometido van juntos, si no quedaría mal.

Ambos se miran fijamente sin decir una sola palabra y luego Dylan vuelve al sillón a tomar su café.

― Termina de cambiarte que tenemos viaje.

― Ah, eh, si ― Mariana responde confundida y sube las escaleras.

Mariana termina de cambiarse poniéndose el vestido verde agua de seda que tiene un moño en la parte superior bajando algunas capas de tela, desde sus caderas se ata un cinturón azul que termina también en moño y forma una caída haciendo un rebajado de adelante hacia atrás. Baja por las escaleras con los zapatos que ella eligió en la tienda y esta vez no se caería. Eran cómodos y no tan altos, pero gracias a Cindy que se los recomendó combinaban con el vestido.

Dylan se paró y se acomodó el traje, otra vez estaba vestida de una forma linda pero delicada, de nuevo él no podía entender cuan diferente era esta Liz, pero aun así se mantenía firme en el pensamiento de que era otra de sus manipulaciones.

En la reunión había un lujo impresionante, Mariana no se sentía cómoda allí y encima no conocía a nadie, aunque todos a Liz si, incluso algunos de una forma perversa le insinuaban algo, por eso Mariana se mantenía cerca de Dylan, que con su ceño fruncido estas personas no se atrevían a saludar. De pronto, ella exclama.

― Sé que odias a esta persona, quiero decir a mí, pero podríamos hacer tregua por hoy ― lo dijo con una sonrisa tan alegre y confusa para él que tuvo que aceptar.

― De acuerdo, tregua por hoy ― y estrecharon sus manos.

Antes de que Mariana lo empuje a la pista de baile Joaquín apareció.

― Hola competidor, te presento a mi compañera Laila ― señalando a la rubia que estaba al lado de él.

― Veo que encaja contigo ― Mariana acoto fijándose en las expresiones de ella que parecía una mujer de gran personalidad.

― Ya te lo dije, me encanta la adorable Mari ― dice Joaquín con una gran sonrisa.

― ¿Quién es Mari? ― pregunta Dylan.

― Es un código que tenemos Liz y yo, para llamar a su nueva y linda personalidad ¡Déjalo! No lo entenderías, es cosa de amigos.

― Creí que eran amantes.

― No, pero me encantaría serlo ― le giña el ojo a Mariana.

― No, gracias ― ella dice ― prefiero la amistad.

― Amigos con derechos, supongo ― acota Dylan.

― ¡No! Jamás haría algo como eso ― Mariana se enoja.

― Bueno ¿Me dejas bailar con tu macho? ― Laila dice luego de estar toda la conversación callada con una sonrisa maliciosa.

― Estamos de protocolo ― Dylan dice apoyando su mano en el hombro de Mariana esperando una contraria de Liz.

― Tiene razón ― acota sonrojada.

Dylan se sorprende pero aún sigue con la idea de que es otra de sus manipulaciones.

Pasa un buen rato y ya es bastante tarde pero la reunión no termina, Mariana ya está cansada pero no se puede ir, así que le dice a Dylan.

― Voy a tomar un poco de aire, ahora vuelvo.

Sale del establecimiento y exclama.

― ¡Al fin! Aire fresco.

Observa en la esquina de la calle y había una persona tirada en el suelo.

<< ¿Estará bien? >> pensó ella y se acercó.

― Disculpa ¿Estas bien?

― ¿Ah? ― el tipo se paró y se le pudo ver la cara.

Ella se sorprendió.

― ¿Santiago?

― Hey... no me molestes. Estoy llorando la muerte de mi novia ― lo decía levantando una de las tantas cervezas que estaban en el suelo.

― ¿Estas borracho?

― ¡No! ― Santiago grita y cae al suelo ― no entendes nada, mi novia se mató... ¡Se mató! ― comenzó a llorar.

― ¿Me suicide?

Mariana cayó en la cuenta de que lo que decía no eran los delirios de un borracho, ella estaba muerta y no solo eso, ella lo había hecho. No podía entender, no podía recordar, entonces sin más que hacer ella también se largó a llorar.

― ¿Señorita? ¿Por qué llora? ¿Usted la conocía? ― le preguntaba Santiago.

― Si, la conocía muy bien ― ella le contesto.

El chofer que había llegado para recoger a Dylan y a Liz se acercó a preguntar.

― Señorita ¿Se encuentra bien? ¿La llevo a casa?

― No, llévelo a él ― se paró y le dio una tarjeta a Santiago ― llámame, tengo que hablar contigo.

El chofer accedió y se llevó a Santiago.

De pronto aparece Dylan, tiene una conversación con el conductor y luego se dirige hacia Mariana.

― Se puede saber ¿Por qué mandas a mi chofer a la villa?

― Tranquilo, esta con Santiago, si saben que entro con él no le harán nada.

― ¡Eres idiota! ¡¿Qué te sucede?! ¿Ahora ayudas a los necesitados? ― Dylan le grita.

Mariana lo mira y comienza a llorar de nuevo.

― ¿Eh? ¿Por qué lloras?

― Estoy muerta.

― ¿Qué? ¡Dios! No voy a matarte ¿Por qué piensas eso?

― Lo siento ― y se tapa la cara.

― Olvídalo, pediremos un taxi, deja de llorar.

― Perdón ― ella seguía disculpándose.

― No entiendo, no entiendo tu juego.

― ¡No estoy jugando! ― ella le grita.

Dylan reacciona, se acerca y la abraza.

― No sé qué te pasa pero deja de llorar, llorando no solucionas nada.

Ella se agarra fuertemente a su espalda.

― ¿Y qué debo hacer?

― Has algo al respecto y lo solucionaras.

Se hace un silencio y Dylan piensa.

<< ¿Qué estoy haciendo? >>

La suelta de repente.

― Vamos, busquemos un taxi.

― Si ― ella se limpia la cara.

Al subir al taxi que no tardó mucho en llegar, ninguno emitió palabra y aunque había parecido que estaban más cercanos, Mariana se dio cuenta que Dylan volvía a ser el de siempre, poniendo una barrera entre ambos, nada avanzo entre los dos.

Lo único importante ahora era comunicarse con Santiago, debía obtener respuestas de aquel día que no recordaba y su novio parecía ser el único que iba a dárselas.

<< Solo un poco más, falta poco >> pensó ella mientras observaba en la ventana del auto dirigiéndose a la mansión.

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