
Capítulo 3: Un poco más cerca de la verdad
Un sueño, un sueño profundo. La noche anterior no había podido pegar ojo de los nervios, así que se estuvo dedicando a buscar información toda la madrugada, ya que no podía dormir. La segunda noche en la cama de Elizabeth, Mariana pudo descansar, incluso tan perfectamente como nunca lo había hecho. Su cama era tan cómoda, acolchonada y suave, jamás había dormido en un colchón así. Se dejó caer en el sueño cansada de buscar respuestas y profundamente se introdujo en el sin resistencia alguna.
― No olvides nuestro trato ― se escuchó dentro de su cabeza y Mariana se despertó de un salto.
― ¿Qué fue eso? ― se preguntó.
Movió la cabeza pero no había nadie, observo la hora y ya eran las doce del mediodía.
Se dirigió al armario, todavía no lo había abierto aunque ya lo había encontrado el día de ayer. Seguía con la ropa que tenía cuando despertó con ese cuerpo con ese cuerpo porque no era suyo e invadir la privacidad de otros no era su estilo y no quería saber que había del otro lado del armario, imaginaba que podría haber ropa peor que la que ya tenía puesta.
Sin más opción abrió el mueble gigante que dentro parecía una habitación más. Entro despacio y en efecto lo que ella temía era verdad, la ropa de Elizabeth era muy reveladora, una peor que la otra. Sin embargo Mariana no se iba a rendir. Busco en cada rincón de la habitación y dentro de una caja había un vestido blando con unos bordados finitos y dorados que lo hacían encantador. Cuando se lo puso se miró al espejo y se dio cuenta que no había ropa que no le quedara bien a esta mujer, era increíble, tenía todo para ser envidiada por cualquiera.
No encontró algún calzado que le sea cómodo y otra vez con desgano acepto ponerse unos zapatos que aunque eran altos, eran los más bajos que encontró, solo esperaba no caerse.
De pronto, se escucha en la puerta de la habitación de Elizabeth.
― Señorita, su socio ha venido a recogerla ― una sirvienta dijo del otro lado.
Mariana no entendía nada pero salió de la habitación y bajo por las escaleras, cuando estaba llegando a los últimos escalones se tropezó pero no cayo del todo porque alguien la atajo. Miro hacia arriba y vio un hombre de unos 25 años de edad, cabello oscuro, parado y de costado, con unos ojos color verdes opacos.
― ¿Estas bien? ― le dijo.
― Si ― se para ― ¿Quién eres?
― ¡Tu socio! ¿Quién más? Joaquín León ― saca una sonrisa.
― ¡Oh! Hola Joaquín.
Él no le contesta y la mira fijamente.
― ¿Qué te pasa? ¿Tengo algo en la cara? ― ella le pregunta.
― Así que lo hizo... ― Joaquín exclama.
― ¿Eh? ― Mariana lo mira confundida ― ¿De que hablas?
― ¡Que linda! Liz sumisa es tan adorable ― lo dice tomando su rostro y estando más cerca de ella ― incluso se viste diferente ― acerca más sus labios a los de ella.
Mariana lo empuja.
― ¡¿Qué haces?! ― sonrojada le grita.
El comienza a reírse.
― ¡De verdad lo hizo! ― para de reír y rasca su cabeza ― eso quiere decir que tengo que hacer mi parte ¡Ufa! ― mira su celular y continua hablando ― bueno hay que ir a trabajar ¡Vamos! ― agarra su mano pero ella lo detiene en la puerta.
― ¿No estas confundido? ¿Algo sabes, cierto? ― le pregunta.
― ¿Algo de qué? ― él sonríe como insinuando que si sabe algo ― olvídalo, hay que trabajar ― y entran al auto ― chofer, a la empresa.
― Si señor ― el conductor le contesta.
La empresa Los reyes, es el principal competidor de la compañía Macmillan. La firma de Elizabeth es socia de ambas, con la diferencia que la de ella está en la industria de los cosméticos, pero se ha expandido tanto que ahora no solo tiene productos para mujeres y es accionista de las dos empresas. La influencia de La flor de lis le conviene a ambas empresas, ya que es una industria aún más poderosa.
― Llegamos ― dice el chofer y bajan en el estacionamiento de "Los reyes".
Caminan hacia la puerta de entrada y Joaquín dice.
― Todo lo que tienes que hacer es firmar unos cuantos papeles y luego te acompañare a tu compañía, fácil ¿No?
― ¿Tú me ayudas por qué sabes que no entiendo?
― Todo lo que tengas que hacer de la empresa me lo pides a mí y yo te ayudare, es el trato.
― ¿Entonces si sabes algo, no? ― lo detiene.
― Se muchas cosas, no sé a qué te refieres ― la mira de abajo para arriba.
― ¡Oye! ¡¿Qué andas mirando?!
― Como si no te hubiera visto ya ― levanta una ceja.
Mariana se enoja y tira un suspiro.
― Bien, seré clara ― levanta la vista y lo mira fijo ― ¿Sabes que no soy Elizabeth?
Se hace un silencio y él saca una sonrisa.
― Por supuesto que lo sé, Liz jamás vestiría así, aunque me encanta como estas vestida, te sacaría el vestido ahora mismo pero como sé que no eres la oscura flor de lis, me sacarías a patadas y no quiero que lastimes mi rostro, ya sabes hay publicidad, quedaría mal mi rostro rasguñado.
― ¡¿Lo sabes?! ¿Cómo lo sabes? ― agarra su chaqueta ― dime ¡¿Por qué?! ― le grita nerviosa.
― Oh ¿Te olvidaste? Bueno suerte con eso ― se da la vuelta para entrar.
Ella lo agarra de nuevo.
― ¡Espera! Ayúdame, no dijiste que era el trato.
― En asuntos de la empresa, nada más.
― Pero...
― A menos que quieras darme algo a cambio y podría reconsiderarlo ― él agarra su rostro.
Ella lo aparta.
― ¿Algo a cambio? ― ella cubre su cuerpo.
― Creo que entendiste a lo que me refiero.
― Olvídalo ― lo dice sonrojada.
― Bien, a trabajar entonces ― se da la vuelta.
― Quiero que sepas que no estoy tan desesperada ― le dice enojada.
― Veamos cuanto duras ― continua caminando.
― ¡Lo recordare antes que pase! ― ella le grita.
Luego dentro de la oficina, ella firma unos papeles y no le pronuncia palabra. De pronto la secretaria entra y dice.
― Señor Joaquín, el señor Dylan lo está esperando, es por la reunión que se hará en estos días.
Joaquín termina de señalarle el último ítem a Mariana y le dice.
― Espérame aquí ― luego se retira.
Mariana se queda en silencio, empieza a mover su pie del aburrimiento, de pronto le llega una idea en la cabeza.
― Debería agradecerle por haberme ayudado aquella vez ― refiriéndose a la vez que Dylan la calmo cuando tuvo ese ataque de pánico y se levanta enseguida pero se detiene ― pero él me odia, no aceptara mi agradecimiento, digo la gratitud de Liz ― se mueve de un lado para otro en la oficina ― pero no es mi culpa, yo no hice nada ― y sale de la oficina sonrojada y velozmente.
Dylan y Joaquín se encontraban hablando en la sala del frente.
Joaquín se da la vuelta y le pregunta.
― ¿Qué pasa Liz? ¿Te ayudo en algo?
― Necesito hablar con Dylan.
Joaquín levanta una ceja.
― ¿Por qué? ¿Lo conoces? ― refiriéndose a que si Mariana lo conocía.
― Me ayudo la otra vez, quería agradecerle ― mira para abajo sonrojada.
― Tritri ayudando a Flor de lis, eso es nuevo.
― ¿A quién llamas Tritri? ― Dylan se acerca.
― A ti, quien más ¿No es así como te llama Flor de lis por ser tan triste?
― No, me llama así por mi segundo nombre y no es de tu incumbencia, solo estoy aquí por negocios, no lo olvides.
― Claro, claro. Bueno Flor de lis quiere decirte algo ― Joaquín la empuja hacia adelante.
Cuando Dylan la ve vestida de blanco y más reservada que siempre sin pensarlo exclama.
― Un ángel ― se da cuenta ― digo ¿Qué quieres? ― y vuelve su ceño fruncido.
― Que... quería, agradecerte por... haberme ayudado el otro día... esto... gracias ― mira para abajo nerviosa.
― ¿De nada? ― responde confundido pero luego dice ― ¿Sigues con tu juego de la niña buena? No solo eso, ahora vistes más tranquila, de enserio ¿Qué tramas?
Ella lo mira.
― Yo... ¡Yo no tramo nada! Yo solo quería agradecerte.
― Ah okey ― luego mira a Joaquín ― termine aquí, me voy.
― ¡Claro! Ven cuando quieras ― Joaquín sonríe.
Dylan se retira de allí.
― Guau, lo tienes bien confundido, Mariana.
Ella se da vuelta.
― ¿Cuánto sabes?
Joaquín vuelve a sonreír.
― Lo suficiente ― y se va hacia la oficina ― agarro las cosas y nos vamos a la empresa de Liz, ósea tu empresa... y cuéntame eso de que le vas a devolver la casa a su madre.
Joaquín como prometió la ayudo en todo lo relacionado a la empresa y ya que iba a devolverle el poder a la madre de Elizabeth de sus bienes y su casa también se encargó de ello. El tema sobre el día de su cambio aún quedaba pendiente pero al menos estaba un poco más cerca de la verdad.
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