Capítulo 22: La culpa la tiene Víctor
"Tik tok, tik, tok..."
El reloj de la casa principal de los Rivera suena. Joaquín lo escucha todo el rato, solo tiene puesto un pantalón al estar acostado.
― Me aburro ― extiende la "o" al decirlo, mirando el techo, entonces se levanta de la cama ― nadie encierra al magnifico Joaquín León ― exclama al ver que la sirvienta le cerró la puerta para que no escapara, ya lo había hecho antes, mira la ventana, se pone la camisa, las zapatillas y escapa por ahí.
Como todas las mañanas, Mariana salía a correr con su ropa deportiva y su colita alta que solo utilizaba para esos momentos, los rizos de Liz eran hermosos, cuidarlos era una sensación gratificante para ella, mínimo de hacer algo por su amiga era necesario, sentía que debía al menos darle su afecto, Mariana sabia perfectamente lo mucho que Elizabeth sufría.
Terminando los estiramientos en aquella plaza, se dispuso a cruzar la calle, pero de pronto una moto pasa y frena delante de ella, la cual hace detenerse al verla y no poder ir hasta la otra vereda.
― ¿Qué sucede? ― pregunta ella.
Le suena familiar el hombre que está montado en la motocicleta, al tener casco no puede divisar su rostro, ni tampoco saber quién es. Sin embargo al este bajarse, ella nota su estatura, ve la fisionomía de su cuerpo, duda pero supone pensar de quien se trata y cuando se saca el casco lo ve, no lo puede creer.
― Dy... ¡¿Dylan?! ― se sonroja.
― ¿Sorprendida? ― pregunta con una sonrisa indescifrable para ella.
― Si ― baja la voz aun ruborizada ― ¿Desde cuándo usas moto? No te imaginaba ni siquiera acercándote a una.
― Hace mucho que no montaba, esta es nueva ¿Quieres subir? ― hace una pregunta que la tiene aún más confundida que la sonrisa que tiene en el rostro.
― ¿Por qué? ¿Quieres cometer un crimen? ― bromea ella.
― Si, mi actitud es extraña, lo sé ― se cruza de brazos ― pero tengo un porque.
― ¿Ah, sí? ¿Cuál es? ― pregunta intrigada.
― El culpable ha sido Víctor, a mí no me culpes ― frunce el ceño como siempre.
― ¿Víctor?
Media hora antes...
Víctor camina a la oficina donde esta Dylan, abre la puerta y lo ve decaído con la cabeza apoyada en el escritorio.
― ¡¿Siempre así?! Dios, me voy a enojar ― lo reta.
― Déjame morir en paz ― Dylan se defiende aunque no es muy efectivo ese comentario.
― ¡Por una mujer! No vale la pena, yo termine con Cindy y no me quejo ¿Acaso me ves llorando por los rincones?
Dylan se acomoda en la silla y deja de tener la cabeza en el escritorio.
― ¿Terminaste con ella? ― pregunta confundido ― creí que estaban enamorados.
― Se ve que no ― se sienta en la silla del frente ― no estamos aquí para hablar de mis conflictos amorosos, estamos aquí para hablar de los tuyos ― lo señala.
― ¿Qué dices? Yo no tengo conflictos amorosos, yo tengo conflictos familiares ― levanta una ceja.
― No mientas, la "Nueva Liz" te está comiendo el cerebro, no puedes quitártela de la cabeza ― sube sus manos.
― No ― entrecierra los ojos frunciendo el ceño.
― Sí.
― No ― insiste.
― ¡Que sí!
― Muérete.
― ¿Ves? No lo niegas ― sonríe.
― Estoy cansado de decir que no, déjame en paz, no me hagas repetirlo, no es no, además ¿Quién te dio permiso de llamarla así?
― ¡Huy! Detecto celos ― mueve las manos como haciéndose el asustado.
Dylan lo fulmina con la mirada.
― Te comprare un ataúd.
― Hablando de compras ― apoya su codo en la mesa ― te compre algo para que te suba el ánimo.
― ¿Qué? ― queda confundido.
Entonces bajan al estacionamiento de la empresa y ahora queda sorprendido.
― ¡Taran! ― le muestra Víctor la moto.
― ¿Me compraste una motocicleta?
― Ultimo modelo ― mueve las cejas.
― Esto es el colmo ― se da la vuelta.
― ¡Espera! ― lo detiene poniéndose en frente de él ― es que se me ocurrió una idea.
Dylan suspira con cansancio.
― ¿Qué idea?
― Me has dicho que Liz quiere demostrar que ha cambiado, entonces... ¿Por qué no hacerle una prueba?
― ¿Qué? ― Dylan abre los ojos bien grande de lo sorprendido que esta.
― ¡Claro! Asegúrate de que ha cambiado.
― ¿Y qué tiene que ver con la moto? ― mueve la cabeza confundido.
― Nada, me gusto ― se ríe.
― Víctor ― Dylan pone tono para retarlo.
― Espera, no termine, hazle muchas pruebas, una de ellas puede ser la moto ― la señala ― a Liz no le gusta que la lleven, le gusta manejarlas o quizás ofrezca ir a las carreras, si no lo hace también es una prueba de que a cambiado.
― Estas loco, déjame pasar ― lo corre.
― Dylan, es una buena idea, piénsalo, averiguar no te cuesta nada, no solo puedes ir a andar en motocicleta, ve a diferentes lugares con ella, atrápala en su propio juego.
Él se detiene y se pone pensativo.
― Creo que... ― se da vuelta para mirarlo ― tienes razón... no pierdo nada.
Entonces al encontrarse con ella, Dylan le cuenta a Mariana la idea de Víctor.
― Si, Víctor, mi amigo dice que si quieres demostrar que cambiaste, debo hacerte una prueba, así que aquí estoy ¿Estás de acuerdo? ― se da la vuelta para subirse a la moto y ponerse el casco ― no tendrás otra oportunidad.
Mariana lo piensa un poco y una sonrisa crece en su rostro.
― ¡Sí! Sí, estoy muy de acuerdo.
― Entonces... ¿Qué esperas? Sube ― le tira otro casco, ella lo ataja y se lo pone.
Se sube detrás y está muy nerviosa.
― Dy... Dylan.
― ¿Si?
― ¿Y ahora qué? ― pregunta confundida.
<< Nunca he subido a una moto >> piensa.
Él agarra las manos de ella y las pone en su cintura para que se sujete.
― Sostente fuerte.
― ¿Así? ― se tiene de la ropa de él.
Dylan se sonroja y toma sus brazos para que lo agarre en toda la cintura que forma un abrazo de espalda.
― No, así.
<< Te matare, Víctor >> piensa él con el corazón acelerado.
Arrancan y Mariana se asusta, lo agarra más fuerte.
― Kya ― grita.
― No hagas eso ― Dylan está muy sonrojado pero al tener el casco no se puede divisar.
― Lo... lo siento.
Siguen andando y ella al final se calma acostumbrándose, ahora solo quedan lo nervios, pero por estar abrazándolo, un abrazo largo que la hace feliz, haciéndola sacar una pequeña sonrisa sonrojada.
De pronto se detienen y él saca los brazos de ella de su cintura, sale de la moto quitándose el casco.
― ¿A dónde vamos? ― pregunta Mariana.
― Todos los días hay un carnaval diferente por estas zonas, vamos ― le indica para que se baje e ir caminando.
― ¿Carnaval? Yo no creía que tú...
― ¿Prefieres al Dylan amargado o al Dylan que era feliz? ― la interrumpe con una pregunta.
Mariana queda pensativa, divisa en lo recuerdos de Liz, un Dylan alegre, un Dylan que disfrutaba la vida con su hermana, se divertían mucho, a él le gustaba salir antes de que ocurriera lo de Daiane, sonreía bastante. Mariana quería verlo así, entonces sin pensarlo más le respondió.
― Al feliz ― hace un gesto de alegría.
Dylan se sonroja.
― Entonces muévete ― se da la vuelta para seguir caminando.
Efectivamente, él tenía razón, había un carnaval en la zona, carros alegóricos, maracas, baile, gente feliz, disfraces, de todo un poco, música, sobre todo música.
Una función alegre donde Mariana se reía mucho, al girar la vista veía a Dylan sonriendo, estaba impresionada, verlo así era un sentimiento indescriptible.
― ¿Qué me miras? ¡Vamos! ― le agarra la mano y siguen caminando.
La música y la alegría inundaban el lugar, todo era felicidad.
― ¿Bailas? ― Mariana le pregunta al ver gente juntándose para hacer una demostración de sus habilidades.
― No, deja eso a los expertos ― gira la vista.
― Vamos ¿Esos? ¿Expertos? De nada, acá somos todos malos ― se ríe ― sobre todo tú.
― ¿Eh? ¿Me estas provocando?
― Si, gallina, te estoy provocando ― le hace una mueca.
― No seré experto pero mi madre no me obligo a ir a clases de baile por nada ― le agarra del brazo y caminan hasta allí ― nos apuntamos ― le dice al hombre de ahí.
― De acuerdo ― asiente el señor.
― ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ― Mariana queda sorprendida.
― A bailar ― le agarra la cintura y comienza la música.
Paso izquierdo, paso derecho, movimientos, una vuelta y otra vuelta. Mariana queda impresionada.
― Creí que solo te obligaron a tomar clases de baile.
― Así fue ― le da otra vuelta.
Ella ríe.
― Me vas a dejar mareada.
― Esa era la intención ― le susurra al oído y ella queda atontada.
― Malo ― le replica.
― Eso te pasa por provocarme ― se ríe.
Se mueven de un lado a otro, ella queda pensativa.
― Me encanta cuando te ríes pero... ― observa los demás ― nos están mirando mucho.
― Es porque resaltamos mucho, después de todo eres la flor de lis.
― ¿Y tú qué? Tú también eres guapo ― se sonroja.
Él se ríe.
― Estas hecha un tomate.
Termina la música y ella tapa su cara.
― ¡Ah, qué vergüenza!
De pronto se escuchan aplausos.
― ¡La pareja número tres es la ganadora!
― ¿Eh? Somos nosotros ― ella mira el número que le dieron.
Él se rasca la cabeza.
― No recuerdo que haya ganadores en esta clase de concursos, más bien felicitaban a todos los participantes.
El señor que lo dijo se acerca a hablarles.
― Si, pero han dejado a todos impactados y se lo merecen.
Dylan se sonroja.
― Gracias.
― Creo que voy a pedir clases con esa profesora ― bromea Mariana.
― Cállate y vamos a comer algo.
― ¡Sí! ― levanta el brazo con un gesto de victoria.
Se sientan en una pared baja y comen unos sándwiches que compraron en un puesto de allí.
― Me estoy divirtiendo mucho ― Mariana acota mientras come.
― No hables con la boca llena ― entrecierra los ojos.
― Lo siento ― se ruboriza. Él se vuelve a reír ― ¡No te rías! ― luego Mariana se da cuenta, agarra el celular rápidamente y le saca una foto ― ¡Ja, te atrape!
Dylan deja de reír.
― ¡Hey! Eso no es justo ― se queja.
― Sonríe más seguido ¿De acuerdo? Y prometo borrar la foto ― lo amenaza.
Él frunce el ceño.
― Sueña ― no la mira.
― Oh vamos, una sonrisita ― insiste ― admítelo, eres más lindo cuando sonríes.
Él se sonroja.
― No, déjame.
― Por favor ― se pone en posición adorable, le hace ojitos de perrito.
― Deja de pedir imposibles y comete el sándwich.
― Malo ― hace puchero y sigue comiendo.
Dylan suspira y reflexiona.
― Si tanto te diviertes... ― dice en tono bajo.
Ella traga y deja de comer.
― ¿Si?
― Quizás... ― mira para otro lado ―... si realmente has cambiado...
― ¿Si? ¿Qué? ― está ansiosa.
Se para de repente.
― Vámonos.
― ¿Eh? ¿Qué?
― Tengo que trabajar.
Ella frunce el ceño.
― Hasta hace un momento no te acordabas de eso ¡Dime lo que ibas a decir! ― también se para y lo enfrenta.
― Que si realmente has cambiado estas situaciones se podrían repetir ― esta vez lo dice y sin titubear.
― ¿De verdad? ― se pone contenta.
Él se da vuelta.
― Vamos.
Se van en la moto y llegan rapidísimo a la mansión Being, al bajar de esta y entregarle el casco, ella le pregunta.
― ¿Y aprobé?
Dylan también se saca el casco y baja de la moto, queda pensativo.
― No.
― ¿No? ― se pone triste.
― No aún no.
Ella levanta la vista.
― ¿Aun no? Eso quiere decir...
― Que tienes una oportunidad ― se da la vuelta ― no la arruines ― la apunta y se dirige a la moto, pero ella lo detiene agarrándolo del brazo.
― Gracias ― le sonríe.
Dylan la mira y queda en silencio un rato.
― Dime que eso no a sido ironía.
― No, no lo ha sido ― queda confundida pero igual le contesta ― ¿Por qué?
― Supongamos que te creo ― la agarra de la cintura, se acerca a su rostro y nervioso pregunta ― ¿Puedo?
Ella se sonroja.
― Si ― y se besan.
¿Un beso apasionado? No ¿Un beso tierno? No ¿Un beso agresivo? No, este es un beso que no se puede describir, pero no porque sea malo ni bueno, porque...
― Aléjate de mi mujer, competidor ― aparece caminando aun con el brazo enyesado.
Ambos se apartan.
― Joaquín ― dice Mariana sorprendida y sonrojada.
― ¿Tu mujer? ― Dylan levanta una ceja.
― Si, mía.
¿Qué pasara ahora?
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