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Verdades

¡No podía creerlo! No hasta que pasaron un par de minutos y me llené del calor de su cuerpo. Y recién allí lo solté. Aquel abrazo me había devuelto la vida. Pero comencé a sentir otras cosas. La imagen de su rechazo cuando le hablé en la clase, la manera en la que despreció mi regalo y sobre todo el frío de sus labios sobre los míos cuando lo besé, me azotaron la cara y me traspasaron el alma. Y volví a sentirme miserable. Aquella voz implacable que me había torturado toda la tarde volvió a surgir con una fuerza devastadora: “Adam no te quiere”. “Adam te despreció”.

- ¿Por qué…estás aquí?- pregunté alejándome de él.

Me acurruqué en la cabecera de la cama y rodeé mis piernas con mis brazos. Lo miré de reojo, con miedo, como si mirara a un animal salvaje que estuviera a punto de atacarme.

- Eden…- su voz sonaba como un ruego- Déjame explicarte…

- No quiero…que me expliques nada. ¡Ya lo entendí! Quiero que te vayas.

Y sin poder evitarlo, comencé a llorar otra vez, en silencio. No quería mirarlo, porque aunque sabía la verdad, sabía que él no me quería, aquellos ojos me podían debilitar. Y no quería caer de nuevo en sus brazos ni en sus mentiras. 

- Eden…- tenía el ceño fruncido pero hablaba con voz muy suave- ¿Qué es lo que ya has entendido? Déjame explicarte lo que pasó…

- Tu rechazo ya me lo ha explicado por ti. No tienes que inventar ninguna excusa. ¡Ya sé que no me quieres!- dije. Y al escucharme decir aquello, sentí un dolor profundo en mi pecho. Y tuve dificultad para seguir respirando.

- Eden…, yo te quiero más a que a nada en este mundo. 

Lo miré por un instante, contrario a mi voluntad. Había sonado tan sincero… ¡Qué buen actor era!

- Eden…, déjame explicarte lo que sucedió. Escúchame sólo unos minutos y si después… deseas que me vaya…, lo haré.- su voz se quebró.

Y algo dentro de mí se quebró, también. Pero tenía que ser fuerte. La escena de su rechazo volvió a torturarme y comencé a sollozar. 

De repente, Adam se puso de pie. ¿Acaso ya se iba? ¿Ya se había dado por vencido? ¿Tan pronto? Bueno, era mejor así. Era mejor que se fuera.

Pero no se fue. Se acercó a la ventana y metió la mano en su bolsillo. Su celular vibraba y, mirándome, lo atendió:

- Sí, ya apareció.- lo escuché decir- Él está bien. Estamos en su casa.

Y luego de unos segundos dijo:

- Mejor habla tú con él…

Me pareció oírlo de mal humor. Se acercó a mí y me dio el teléfono. No quise agarrarlo. Me quedé en silencio y me abracé con fuerza las piernas.

- Atiende. Es Damien…- me dijo serio.

Damien…

Oír aquel nombre pareció sacarme de mi estado de shock. La voz negativa que me había seguido toda la tarde no había podido destruir mi imagen positiva de Damien. Él me había querido advertir sobre su primo. Me acerqué a Adam y en un arrebato le arranqué el teléfono de las manos.

- ¿¡Damien!? 

- ¡Eden! ¡Gracias al Padre que estás bien! Temí que algo malo te hubiera pasado.

Su voz me recorrió el cuerpo como una corriente eléctrica y dejé de temblar.

- Damien, ven, por favor. Te necesito.

Miré a Adam de reojo, en un impulso. Cuando escuchó mi ruego, frunció el ceño y se le tensaron los labios. Pero no me importó. Porque quizá estaba actuando. Lo único que yo quería era ver a Damien.

- Eden, yo hago lo que tú quieras. Pero… primero, escúchalo. Escucha lo que tiene que decirte. Y si después de escucharlo, aún me necesitas, me llamas y yo voy.- la voz de Damien sonaba sincera.

- Te necesito…- balbuceé, mientras me ponía a llorar otra vez.

- Eden…- su voz sonaba conmovida.

Pero antes de que pudiera decirme algo más, sentí la mano de Adam arrebatarme el teléfono. Se lo puso en la oreja y dijo:

- Haz lo que te pide, Damien. Pero dame tiempo. Yo mismo te llamaré más tarde.

Su voz también sonaba conmovida. No pude evitar mirarlo. Sus grandes ojos negros me traspasaron mientras dejaba el teléfono a un lado, sobre el escritorio. Su mirada me envolvía. Me sentí hipnotizado. Sabía que no podría aguantar mucho tiempo sin que mi voluntad se quebrara. Así que bajé la vista, confundido, pensando en qué podía hacer para que se fuera. Volví a sentarme en la cama.

- Eden, te pido sólo dos minutos.- me rogó- Y después te prometo que si aún lo quieres…, me iré…y no volverás a verme nunca más…

Rompí en llanto. No verlo nunca más. No podía concebir una vida sin él. No quería vivir sin él. Pero el dolor que sentía aún me atravesaba sin piedad.

-Pero antes de que hablemos…, debes cambiarte de ropa. Estás empapado y no quiero que te enfermes.

Comencé a ser consciente de que tenía la ropa pegada al cuerpo y de que sentía mucho frío. Adam tomó un buzo y unos joggings que sobresalían de mi valija abierta y me los dio.

- Deberías deshacer tu equipaje…- me dijo de repente- porque ya no tendrás que seguir huyendo…

Me miró por unos segundos y volvió cerca de la ventana, parándose de espaldas a mí. Esperó paciente a que yo me cambiara de ropa. Volví a acurrucarme cerca de la cabecera de la cama y lo  llamé.

- Eden,- me dijo- debes escucharme…

- Tú no me quieres.- balbuceé- ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué me sigues torturando?

- Eden…- me dijo en un susurro mientras venía hacia la cama.

 Se sentó cerca de mí y me atrajo hacia él, envolviéndome en sus brazos. Nuestros rostros estaban frente a frente, a solo un par de centímetros. Traté de liberarme pero me fue imposible. Él me tenía preso entre sus brazos y me sujetaba con fuerza pero sin lastimarme. Era fuerte pero delicado a la vez.

- Me alejé de ti para protegerte. Yo sé que…ya sabes lo que soy…

Su aliento me rozaba el rostro. Y sus ojos me traspasaban. Parecían húmedos. Adam estaba a punto de llorar.

- Eden, quise que vieras a mi madre. Sabía que te darías cuenta, que atarías cabos. Desde que te vi supe que eres muy inteligente. Y estaba seguro que terminarías por darte cuenta de todo. Mi padre se casó con mi madre porque ella tenía un prana muy fuerte. Y mi padre ha vivido de ese prana los últimos diecisiete años.

Yo escuchaba sus palabras en silencio. Adam me estaba confirmando todo lo que yo ya sospechaba.

- Nosotros…nos mezclamos para sobrevivir. Para no morir nunca. Vivimos del prana de las personas. Absorbemos su energía hasta que…solo queda su cuerpo seco…

Sentí que Adam temblaba.

- No podemos vivir sin prana. Estamos condenados a matar o a morir. Y yo ahora…prefiero morir…antes que hacerte daño. Por eso me alejé, porque soy incapaz de hacerte daño. Estos últimos  días fueron…los peores de mi vida. Pero necesitaba alejarme. Para que me olvidaras. Sabía que Damien estaría contigo y rogaba cada día para que lograras olvidarte de mí.

Gemí dolorido ante aquellas palabras. Y sus brazos me apretaron un poco más. Podía sentir su calor reconfortándome.

- Aún así, no pude alejarme del todo… Estuve…todo el tiempo siguiéndote: en el Instituto, aquí en tu casa, en tus caminatas en la playa…

- En nuestra playa…- susurré sin poder evitarlo.

Adam se acercó un poco más. Nuestros labios casi se tocaban.

- En nuestra playa …- repitió él con voz extremadamente dulce.

- ¿Estabas cerca de mí? ¿Todo el tiempo?

Adam me miró con una expresión algo risueña. Su rostro se empezaba a ablandar.

- Todo el tiempo… - dijo- Incluso cuando Damien y tú…charlaban…en su camioneta.

Me sonrojé pero continué con mis ojos clavados en los suyos.

- No ha pasado nada entre Damien y yo.- dije percibiendo que la voz negativa de mi cerebro quería hablarme pero ya no tenía tanta fuerza.

- Lo sé… Me encantó ver cuando rechazaste su beso.

La mirada de Adam brillaba.

- Aún así…, invitaste a Maggie a salir esta noche.- dije sin poder evitar un tono de evidentes celos en mi voz.

Adam sonrió pícaro. Su rostro pareció encenderse. Toda la tensión que había en él ya se había esfumado. 

- Pero estoy aquí… contigo y no con ella. La dejé plantada. Tengo una docena de llamadas perdidas suyas. Cuando te fuiste corriendo de las gradas…- Traté de no hacerle caso al dolor del rechazo que quería volver a invadirme- Me quedé devastado. Dudé por unos minutos pero el dolor que vi en tu mirada pudo más. Y me arrepentí de todo. De rechazarte, de alejarme de ti. Me di cuenta que había actuado muy mal todos aquellos días. Y supe que ya no tenía ningún sentido estar alejado de ti. Te necesitaba. Te necesito… Corrí detrás de ti pero no te encontré. Te busqué por todo el Instituto. Le pedí ayuda a Anthony y luego busqué a Damien. Le conté lo que te había hecho. Damien…quería golpearme. Estaba furioso. Pero salió en tu búsqueda. Yo fui a la playa. A nuestra playa . Te busqué como un loco. Y luego vine aquí. Y decidí esperarte unos momentos  en tu habitación. Traté de concentrarme en ti…, en tu prana. Pero estabas envuelto en dolor. Un dolor que yo te había causado. Y cuando hay dolor, igual que cuando hay miedo, el nivel de prana desciende y te vuelve indetectable. Me sentía muy mal. Tenía ganas…de morirme. Creí que te había perdido…para siempre. Pensé que tal vez te habías ido del pueblo, por eso vine. Pero cuando vi tus cosas… Eden, no quiero vivir sin ti… 

Mi cuerpo tembló de emoción ante aquellas palabras. Adam continuó, casi en un susurro:

- No sé cómo lo haré. Buscaré una solución. Pero de alguna forma estaremos juntos, sin hacerte daño. Prefiero morirme antes que hacerte daño. Eden, perdóname. Sé que te lastime. Pero dime por favor que me perdonas. Dime que aún me quieres, que no es tarde. Dime que no me odias.- su respiración estaba agitada y su aliento me traspasaba con una dulzura y una intensidad que me embelezaron y ya no pude pensar en nada más. 

Deseé perderme en sus labios que estaban solo a un centímetro de los míos. Pero dudé. Un miedo visceral me invadió de repente. Y si intentaba besarlo y me rechazaba otra vez. No podría soportar otro rechazo suyo.

Entonces Adam pareció adivinar mi duda y sentir mi dolor. Apretó un poco más sus brazos a mi alrededor y apoyó sus labios sobre los míos casi con desesperación. Fue el beso más lindo de toda mi vida: arrebatado, casi violento pero a la vez lleno de dulzura. Y se volvió a cada segundo más intenso hasta que sentí que me estaba comiendo con su boca. Y me estremecí de placer.

Sentí sus manos bajando por mi espalda hasta llegar a mi cintura y me lanzaron hacia atrás. Apenas apoyé mi cabeza en la almohada, sentí su cuerpo sobre el mío, y lo abracé. Busqué sus labios con urgencia. No quería que parara de besarme, de acariciarme. Mi corazón se aceleró de forma alarmante. Y el placer de sus caricias y su calor me envolvió por completo.

 Pero algo sucedió. Y Adam se detuvo. Se despegó de mí de golpe. Y se puso de pie. Sentí pánico. ¿Qué había hecho mal?, ¿me estaba rechazando otra vez? Lo miré sin saber qué decir. Adam llevó sus ojos hacia la puerta cerrada de mi dormitorio y dijo con voz agitada:

- Tu madre…está aquí.

Traté de recuperar el aliento. Hice memoria pero no recordaba haber escuchado el motor del Falcon o la puerta ruidosa de la calle. Bueno, a decir verdad, aún cuando hubiesen hecho todo el ruido del mundo en la planta baja, yo no hubiera escuchado absolutamente nada. El cuerpo de Adam sobre el mío, sus caricias y sus besos encendidos me habían bloqueado por completo.

Adam caminó hacia la ventana y se trepó al alféizar. 

- Adam…- fue lo único que pude decir. 

Mi voz sonaba como un ruego.

Adam se frenó. Volvió a pasar sus piernas por la ventana y caminó hacia mí. Me tomó con una mano de la cintura, atrayéndome hacia él y me volvió a besar. Fue un beso vibrante que me dejó temblando de pies a cabeza. Me sonrió y volvió a salir por la ventana. 

Me tomé unos segundos para intentar calmarme. Luego me escabullí al cuarto de baño y me lavé la cara. Aún sentía el calor abrasador de los besos de Adam en mis labios. Y sus manos encendidas recorriendo mi espalda. ¡No podía creer lo que acababa de pasar! Me miré al espejo. Aún tenía la cara colorada. Me tiré más agua fría para que Alice no se diera cuenta de que me pasaba algo. Cuando me satisfizo lo que el espejo me mostraba, carraspeé, me sequé el cabello con una toalla y bajé. 

No tengo idea de qué me contó mi madre mientras cenábamos. Algo sobre una epidemia que parecía haber abarrotado la sala de urgencias : cansancios, vómitos, náuseas. Pero la escuché solo los primeros cinco minutos; luego me perdí en mis pensamientos y recién reaccioné cuando vi que mi madre me miraba fijamente.

- ¿Has escuchado lo que te he dicho?

- Sí, claro.- mentí. 

Luego la miré y dije: 

- ¿Qué me has dicho?

Alice sonrió.

- Ay, mi hijo está enamorado.

- ¡¿Qué?! 

¿Se habría dado cuenta de algo…? Quizá viera a Adam o había encontrado su bicicleta afuera de la casa.

- Damien es un buen muchacho. Me encanta. Y se nota que te ama. Te mira de una manera tan dulce. Nadie que lo vea dudaría del amor tan grande que te tiene.

- ¿No tenías guardia esta noche?

Mi madre sonrió al ver que yo cambiaba de tema.

- Sí, pero Mary me la cambió para mañana a la noche. Necesito dormir.

Lavé los platos mientras Alice se duchaba. Esperé a que saliera del baño y le di las buenas noches, fingiendo cansancio. Di un bostezo para reforzar mi actuación. Apenas se encerró en su habitación, apagó la luz y entonces corrí hasta mi cuarto, agradecido de que estuviera al otro extremo de la casa. Aún así pensé que debía tener cuidado y no hacer ruido.

Entré a mi dormitorio y encendí la luz, mientras escudriñaba la ventana. Avancé un par de pasos y me petrifiqué. Todo se oscureció de golpe. Sólo quedaba el resplandor de la luna que entraba por la ventana. Sentí una mano rodeándome la cintura y unos labios rozándome el cuello con mucha suavidad. Suspiré. La mano me hizo girar lentamente y me atrajo hacia su cuerpo, fuerte y musculoso. Percibí su corazón palpitando agitado. Miré sus ojos.

- Adam…- suspiré otra vez.

Él no me respondió. Sentí su respiración en mi rostro y me dejé llevar. El beso que siguió fue tan impetuoso y frenético que cuando nuestros labios por fin se despegaron, yo apenas podía respirar.

- Adam…, mi madre está en la otra habitación.- dije apenas recuperé el aliento.

- Lo sé.- me dijo- Me portaré bien. Te lo prometo. Sólo quería que supieras cuánto te amo.

Me estremecí.

- Yo también te amo.

Aquella era la primera vez que yo se lo decía a alguien y era la primera vez que Adam me lo decía a mí. Y fue un momento mágico, inolvidable.

 ¡Así que esas cosas también suceden en la vida real!

Adam me tomó de la mano y me llevó hasta la cama. Nos acostamos en ella, yo envuelto en sus brazos y con mi mejilla pegada a la suya. Cada vez que levantaba la mirada, veía sus ojos clavados en los míos. Suspiré. Adam se acercó entonces un poco más y me besó los labios con ternura.

- Necesitamos hablar, Ángel.

Lo miré fijamente.

- Tranquilo.- me dijo apretando más el abrazo- No es nada malo. Quiero que sepas todo sobre mí… Desde que te vi la primera vez, hasta ahora, he vivido tanto, he sentido tanto y he…llorado tanto que me pareció haber vivido más en estos últimos días que en mis últimos años.

- Yo también he sentido todo eso.- dije en un susurro, acariciando su boca.

Él volvió a besarme con mucha dulzura.

- Desde la primera vez que te vi, supe que eras diferente a los demás. Tu prana me…sacudió. No tienes idea de la fuerza que emanas.

- ¿Es algo común? Quiero decir… ¿es común tener un prana así, como el mío?

- Para nada.- Adam me miraba fijamente- Y no estoy seguro del porqué sea así. Pero lo sospecho. Todas las experiencias que has vivido, tu lucha por seguir vivo, tus constantes huidas… Creo que eso te ha hecho fuerte… Eres un superviviente. Tu prana se ha alimentado de tus ganas de vivir y viceversa. Cuanto más luchas, más prana generas. 

- ¿Funciona así para todos?- quise saber.

- No. Los humanos suelen perderse en sus problemas. Y desperdician demasiada energía en cosas que no son importantes. Tú eres distinto. Tu prana fuerte te hace distinto. Yo pude sentirlo desde el primer momento. Y Damien, también. Y él… tomó una decisión: permanecer lejos de ti. Porque sabía que le sería muy difícil seguir adelante con sus planes si caía en tentación contigo. Él fue fuerte; yo, no.

Yo sonreí. Pero Adam me miró serio.

- Eden, tengo que confesarte algo. Al principio, cuando ese camión casi te atropella, yo…te elegí…

Volví a sonreír, conmovido.

- ¡No, Eden! No sonrías.- me dijo. Había dolor en su voz- Te elegí para mis planes. Cuando sentí la fuerza que emanaba de tu prana, decidí que me acercaría a ti, te enamoraría y …te quitaría hasta el último aliento…

Yo sabía que sus palabras deberían despertar algún tipo de miedo en mí sin embargo, mi corazón percibía que si aquello había sido realmente así, sólo lo había sido al principio. Adam ya no pensaba de esa manera.

- Eden…, ¿entiendes lo que te digo?

- Sí.- susurré, abrazándolo más fuerte- Pero sé que la historia no termina allí.

Pude ver que Adam sonreía.

- De verdad, pareces salido de un cuento. ¡No puedes ser real! Sabes que te amo…pero también sabes que pertenezco a una familia…- Adam no fue capaz de terminar la frase.

- Dijiste que buscarías una manera de…sobrevivir sin mi prana. ¿Cómo funciona eso? Quiero saber porque quiero ayudarte. Dijiste que necesitas de prana para no morir. Cuéntamelo todo. Desde el principio…

Adam respiró  profundo y comenzó con su relato:

- Cuando…las súcubos y los íncubos se mezclaron con los humanos y tuvieron descendencia…, esa descendencia parecía no tener cabida en la Tierra. Las tribus primitivas se dieron cuenta de que las mujeres daban a luz a seres que no eran del todo…humanos. Parecían humanos pero sus esencias eran diferentes. No sólo se alimentaban de comida, como todos los demás, sino que parecían absorber la energía de las personas. Las más cercanas a ellos comenzaron a enfermar. Y aunque eran jóvenes en edad, sus rostros y sus cuerpos se veían arrugados, secos, como si tuvieran cien años. Y finalmente morían. Las personas comenzaron a sentir miedo y ante aquello que no podían explicar, tomaron una decisión. Expulsaron a mi gente de las tribus. Nos obligaron al exilio, al menos a los pocos que quedaban porque primero buscaron su exterminio. Sólo unos pocos lograron escapar. Y aunque lograron sobrevivir, las condiciones de vida duras que debieron soportar, los devastaron. Pasaron hambre, enfermedades. Morían jóvenes. Hasta llegar a un punto en el cual sólo quedaba un número muy reducido de ellos. Y entonces…tuvieron que tomar una decisión: sobrevivir a cualquier precio.

La voz de Adam tembló y por unos segundos sólo escuché su respiración agitada. Lo abracé un poco más fuerte para darle ánimos. Él me besó en la frente y continuó:

- Los grupos que estaban fragmentados, esparcidos por toda la Tierra, comenzaron a reunirse y a tejer alianzas entre ellos. Y varios siglos después, crecieron en número. Se mantenían ocultos y se casaban entre ellos. Decidieron no mezclarse porque no querían correr el riesgo de ser descubiertos y además cumplir con el mandato del Padre. Comenzaron a alimentarse del prana de los animales. Cazaban en los bosques y en las praderas. Pero ese prana no era suficiente. Eran débiles. Se enfermaban y seguían muriéndose jóvenes. Cualquier enfermedad que a un ser humano ordinario no le provoca más que una simple gripe, a ellos los devastaba. Un día, casi por accidente, mi gente descubrió que el prana de las personas era su salvación. Habían pasado muchas generaciones. Muchos de los conocimientos sobre nuestros orígenes se habían perdido, incluso todo lo que tenía que ver con el prana de las personas y la forma en absorber esa energía. Y esa vez, aquel descendiente de Ángel Caído descubrió que el prana de las personas no sólo lo alimentaba sino que también lo curaba. En el hospital donde estaba internado, aparecieron dos casos graves de envejecimiento precoz. Un mes después, cuando recibió el alta, tres enfermeras más habían fallecido. Nunca pudieron explicar aquellas muertes. Y con ese descubrimiento comenzó una nueva era para nosotros. Aquel descendiente reunió a los suyos y les contó lo que había descubierto. Y allí…comenzó nuestro verdadero infierno…

Adam temblaba junto a mi cuerpo. Me levanté un poco, apoyándome sobre mi codo y lo miré. Acaricié su rostro y besé sus labios. Una, dos, tres veces, hasta que sentí que su corazón se calmaba. Y finalmente me sonrió.

- Continúa…- le pedí.

Adam respiró profundo y prosiguió:

- Habían descubierto el modo de sobrevivir. Pero no todos estuvieron de acuerdo. Y desde entonces nuestra estirpe permanece dividida: los Penitentes- los que aquella vez eligieron seguir alimentándose del prana de los animales y los Oscuros- los que conscientemente eligieron caer en la segunda condena. La mezcla.

- No entiendo qué tiene que ver el alimentarse del prana de la gente con la mezcla.- dije.

- Es la forma más fácil que tenemos para alimentarnos, sin ser descubiertos y sin correr el riesgo de pasar hambre. Elegimos a una mujer- cuyo prana sea fuerte- la enamoramos y nos casamos. La aislamos del mundo, de su familia, de sus amigos y le absorbemos hasta su último aliento. Cuando muere, buscamos a otra. Si es necesario nos mudamos y volvemos a empezar. Para las mujeres de la familia es casi lo mismo, pero ellas no necesitan tanto prana como nosotros.

Adam se levantó de golpe. Se despegó de mí y se sentó en el borde de la cama, clavando su mirada en la luna que brillaba afuera. Me senté a su lado. Y esperé a que se calmara. Sólo busqué su mano y la puse entre las mías y me puse a contemplar la luna junto con él, en silencio.

De repente, Adam me miró. 

- Entonces, ¿necesitas del prana de una mujer para sobrevivir?

- No importa de si el prana proviene de una mujer o de un hombre. Eventualmente elegimos mujeres porque es más fácil mantener una relación con ellas o incluso casarnos…el statu quo lo indica así…, además, lo hacemos por la descendencia…

Reflexioné durante largos segundos.

- ¿No tienes nada que decirme?- me preguntó.

Lo miré sin entender a qué se refería.

- ¿No me temes? Te estoy contando que soy descendiente de unos…monstruos…asesinos y sigues aquí sentado… a mi lado. ¿Por qué?

- Porque te amo.- no lo dudé- Y porque confío en ti. Dijiste que ibas a encontrar una manera de que estuviéramos juntos y de que yo estuviera a salvo. Y yo te creo. Y quiero ayudarte a encontrar esa manera.

Sentí que su cuerpo se estremecía. Se acercó a mí y pude sentir en mi rostro su respiración agitada.

- Eden…, antes de hacerte algún daño yo…prefiero la muerte.

Llevé mis dedos a su boca.

- ¡No quiero que digas esas cosas!- susurré- ¡Tú no te vas a morir! 

- Sí lo haré…El prana es lo único que me puede mantener con vida.

- Y ahora, ¿de dónde lo sacas? ¿De los animales…?

- Sí.- respondió Adam volviendo a clavar su mirada en la noche oscura- Pero dentro de poco no será suficiente. Acabo de cumplir dieciocho y mi cuerpo comenzó un proceso de transformación. Necesito el prana de las personas. Sino corro el riego de enfermar y moriré.

- Y Damien y Marie… ,¿cómo hacen ellos? Ellos también tienen tu edad.

- Sí.- la voz de Adam se quebró- Ellos cazan animales para vivir. Pasan grandes períodos lejos, en los bosques. Se alimentan de animales, juntan energía y regresan. Cuando esos niveles de energía bajan, vuelven a irse por varios días. Yo he ido con ellos pero ahora con mis diecisiete, todo cambia… Ahora deberé tomar una decisión…

            - Las reuniones familiares…

Adam me miró.

- Sabía que no eras igual a los demás. Eres muy inteligente. ¿Cómo te has dado cuenta de todo? ¿Desde cuándo lo sabes?

- Sólo seguí tus pistas…- respondí- Tu nota me llamó la atención: “ten cuidado con las súcubos y los íncubos…”

Adam sonrió.

- Luego vi el anillo que usaba tu padre.

- Pero yo nunca te he hablado del anillo de la calavera…

- Lo encontré en internet, en la clase de informática.

- ¡Vaya! ¿Estamos en internet? Menos mal que la gente no cree todo lo que lee en internet. Si supieran que todo lo que aparece como leyenda o mitología en realidad es cierto…

- ¿Cómo qué…?- quise saber.

Adam sonrió pícaro.

- Dragones, sirenas y tritones, OVNIS, brujas…

- Ángeles Caídos…- añadí.

- Ángeles Caídos…- dijo Adam en apenas un susurro.

- Dijiste que deberás tomar una decisión.

- Hasta ahora yo estaba seguro de lo que haría con mi vida. No quería morir. Porque…yo creo que ésta es la única vida. No creo que haya algo más allá para nuestra estirpe. Sólo la muerte espiritual. En cambio, los Penitentes están seguros- tienen la certeza- de que volverán con el Padre cuando esto se termine. Pero sólo si toman la decisión que ellos consideran correcta. No quieren caer en la segunda condena. Yo quería vivir. Así lo he aprendido de mi padre. Y para no sufrir, decidí casarme sin amor. Buscaría a una mujer con un prana fuerte que me garantizara la vida. Pero  cuando te vi, la primera vez y sentí tu energía, te quise tener. Decidí que serías tú quien me diera la inmortalidad. Decidí acercarme a ti, enamorarte y quitarte hasta el último aliento de vida.

Adam se puso de pie de golpe. Caminó hacia la ventana. Me paré y lo seguí. Me quedé cerca pero no lo toqué. Aún así pude notar cómo temblaba. Le miré el rostro. Estaba llorando. Y mi rostro también comenzó a mojarse.

- Adam…- busqué que me mirara.

- ¿No te das cuenta…?- me dijo sollozando- Me acerqué a ti para quitarte la vida. Sólo que…después entendí que mis planes no iban a funcionar. Estoy enamorado de ti. Te amo más que a mi propia vida. 

- Entonces, cambia tus planes…

Adam me miró sombrío.

- Ya no puedo hacerlo.- me dijo con la voz quebrada.

- ¿Por qué…? ¿Por qué no?

- Porque una vez que te alimentas del prana de una persona, ya no puedes volver atrás. Si dejas de hacerlo, estás condenado. Necesitas volver a alimentarte. La energía de los animales ya no te sirve como antes. Y es muy difícil volver atrás.

- ¿Te has alimentado de la…energía de alguien?

Adam me miró y rompió en llanto, otra vez. Lo abracé tan fuerte como pude y lo acerqué a mi cama. Pero una sensación en la boca del estómago comenzó a preocuparme. Algo no estaba bien. Y no sabía qué era. Miré a Adam a los ojos y le sequé las lágrimas. Y en cuanto vi su mirada en la mía y su gesto dolorido y lleno de culpa, lo entendí. Aún así, necesitaba escucharlo de su propia voz.

- ¿De quién te has alimentado, Adam?

Él rompió en llanto nuevamente. Bajó la mirada y quiso soltarme. Pero no lo dejé. 

- Adam…, ¿de quién te has alimentado?

- De ti…- me confesó llorando- Las primeras noches. Subí aquí, a tu habitación y mientras dormías respiré de tu aliento. Perdóname, Eden. No lo he vuelto a hacer desde que me di cuenta de que estaba enamorado de ti.

Lo miré sin saber qué decir. Adam me clavó sus ojos negros. Y de repente, dejó de llorar.

- ¡Te lo he dicho! Soy un monstruo.- dijo de pronto y caminó hacia la ventana- Adiós, Ángel.

Con aquellas palabras reaccioné y corrí hacia él. Lo abracé con todas mis fuerzas y lo alejé de la ventana. Hice que me mirara y lo besé, con toda mi alma. No iba a dejar que se fuera. Estaba decidido. No me importaba si tenía que darle mi vida. Mi amor por él era más importante que todo lo demás.

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