Realidades
Había seguido las instrucciones de Anthony durante todo el día. Me había dicho que asistiera a todas mis clases, que almorzara “abundantemente” y que lo acompañara a su práctica de fútbol soccer.
- Nuestro goleador estrella volverá pronto.- me dijo- Así que tenemos que entrenar. Tiene que encontrar un equipo listo para el partido del Domingo.
Y la verdad es que le hice caso porque había sido el mismo Adam quien le diera esas instrucciones para mí.
La familia Alexander se lo había llevado a Adam a una de sus famosas reuniones. Y Damien y Marie lo habían acompañado. Anthony decía no entender demasiado la importancia de esas reuniones familiares, y menos de éste, justo después de haber salido de una enfermedad tan grave. Pero yo sí lo entendía. Y desde el principio. Creo que hasta lo esperaba. Adam había estado a punto de morir y era natural que debiera recargar sus energías. Aunque me desesperaba por verlo, entendía que debía estar lejos por unos días. Lo único que lamentaba era que esta vez ni Adam ni Damien se habían llevado sus celulares.
El resto de la tarde la dediqué a actividades bastante “mundanas”, como la limpieza a fondo de la casa, especialmente de mi dormitorio. Quería que todo brillara cuando Adam viniera a visitarme. Mientras ordenaba, fantaseaba con que su visita fuera esa misma noche, aunque sabía que no era posible. Sin darme cuenta, pasé unos largos minutos observando en silencio el crucifijo que había guardado en el cajón de mi escritorio. Miré la imagen del Cristo crucificado. Y por alguna razón su expresión ya no me pareció tan dolorosa. Sin embargo, aún no podía concebir que un dios amoroso permitiera que los seres humanos trataran de aquella manera cruel a su Hijo… Y otra vez, me sentí vulnerable. Cerré el cajón casi con violencia y traté de olvidarme de aquel asunto.
Cuando comencé la limpieza de la casa, me di cuenta de que no era necesaria. Todo estaba ya limpio. Pero proseguí igual. Hacerlo me mantenía la mente ocupada. Además me sentía rebosante de energía. Era como una nueva oleada que parecía recorrerme de pies a cabeza. Y yo sabía el motivo: Adam me había perdonado y cada minuto que pasaba estaba más cerca de verlo. Y esos pensamientos me habían renovado por completo.
Cuando terminé con la limpieza, me di una ducha. Me miré al espejo y me gustó lo que veía. Por lo que me prometí que a la mañana siguiente me esforzaría otra vez con mi cabello y mi ropa. Y mientras miraba mi reflejo, me deshice por primera vez de la voz negativa antes de que pudiera atormentarme otra vez.
Después de la cena, hice que Alice se fuera a dormir temprano y yo me encargué de los platos sucios. Subí a mi dormitorio sintiendo algo en la boca del estómago. Entré despacio y encendí la luz. Estaba vacío. Aunque sabía que así sería no pude evitar sentirme un poco desilusionado. Y creí que me costaría quedarme dormido pero apenas apoyé la cabeza en la almohada entré en un sueño profundo.
Me moví un poco y pestañeé sin poder creer que ya era de día. Y para mi asombro, el sol brillaba en un cielo despojado de nubes. Estaba fresco pero era un día realmente hermoso. Y mi estado de ánimo destellaba tanto como aquel sol. Me vestí, buscando el jeans que me quedaba menos suelto y una camiseta que nunca había usado. Hice un esfuerzo y desayuné. No tenía apetito. Lo único que deseaba era que el día transcurriera lo más a prisa posible. Quería ver a Adam, al menos oír su voz. Que me dijera que estaba bien, y que ya me había perdonado. Que ya no nos separaríamos.
Tomé mi mochila y mis ojos se desviaron inconscientemente hacia el almanaque de la heladera. Y sonreí. Fui hasta allí y encontré una nota que Alice me había dejado. Una nota en la que me deseaba un feliz cumpleaños.
21 de Noviembre…
No pude evitar comparar ese día con el mismo día del año anterior. Me reí. Ese día no se parecía en nada a aquel. O a ninguno de mis anteriores cumpleaños. Diecisiete años. Y había conocido el amor. Un amor intenso y arrebatado que me había sacudido hasta el alma. Y que sólo lo había creído posible en los libros que solía leer cuando quería olvidarme de la horrible realidad.
Miré de reojo la campera de Damien que descansaba sobre un sillón, cerca del teléfono. Fui hasta la puerta, venciendo la tentación de ponerme la campera. Y apuré el paso para no agarrar el teléfono y llamar a Adam. Debía darme prisa. El reloj de la pared, marcaba las siete y cuarenta y cinco. A las ocho en punto comenzaban las clases.
Salí al frío de la mañana, dando un suspiro. El cielo había cambiado de color. El sol brillaba con más intensidad y no había viento. Me paré en el porche y cerré los ojos cuando sentí el calor del sol en mi rostro. Pero antes de cerrarlos, la bicicleta de Adam, tirada cerca de un árbol me hizo sonreír. Suspiré y abrí los brazos como buscando agarrar más calor. Y entonces los volví a abrir y miré pasmado hacia el árbol. No tenía dudas. ¡Aquella era la bicicleta de Adam! Lo busqué con la mirada por el camino, por la arboleda que se abría a la izquierda de la casa y finalmente en el bosque, del otro lado. Dejé caer la mochila y el morral y corrí hasta el claro. Llegué a la playa casi sin aliento, donde tantos besos apasionados y dulces nos habíamos regalado Adam y yo. Lo busqué por la costa con desesperación. Mi corazón comenzó a latir tan fuerte que me llevé las manos al pecho, asustado. La playa estaba vacía. ¿Acaso me había imaginado ver la bicicleta de Adam cerca de la entrada de la casa?
Pensé en volver y ya me estaba dando la vuelta cuando sentí un par de manos fuertes rodeándome la cintura. Y apenas me tocaron mi corazón pareció saltearse un latido. Y sentí miedo. Miedo de que fuera Adam. Miedo de que no fuera Adam. Miedo de que me vieran sus ojos y yo, al verlos, descubriera una sombra que me revelase que Adam aún seguía enojado conmigo. Al darme cuenta, cerré los ojos y sentí que unas lágrimas me mojaban el rostro.
- Eden…
Aquella voz me estremeció. Y abrí los ojos. Allí lo tenía. Adam estaba parado frente a mí. Su rostro, a sólo unos centímetros del mío. Su aliento delicioso. Su cabello largo, negro, brillante. Le rocé los labios con miedo. Estaba tan lindo… que parecía un sueño, una broma cruel de mi imaginación. Le rocé los ojos y luego el cabello y seguí con mis dedos el ala rota que tenía grabada en una de sus sienes. Y al sentirla, rompí en llanto.
- ¿Adam? ¿En verdad eres tú?
Su sonrisa dulce me hizo vibrar. Y antes de que pudiera decirlo algo más, me tomó el rostro con sus manos y me besó. Fue un beso suave, manso pero cargado de energía…¡y con chispas incluidas! Nos reímos al sentir pequeñas descargas eléctricas cuando nuestros labios se movían y se rozaban.
Con un evidente esfuerzo, Adam se separó unos milímetros de mí y susurró:
- Mi Ángel… ¡No te imaginas lo que te he extrañado!
Y entonces volví a romper en llanto.
- ¿Eden? ¿Qué sucede?- la voz quebrada y conmovida de Adam me hizo llorar más.
Sentí sus brazos a mi alrededor. Apoyé mi cabeza en su pecho y traté de serenarme. Cuando me sentí un poco mejor, lo miré. Tuve que hacer un esfuerzo para no llorar de nuevo cuando vi sus ojos húmedos.
- Mi Ángel…, ¿qué te sucede?
- Tengo…miedo.- apenas pude hablar.
Vi que Adam estaba pálido así que hice un esfuerzo y dije:
- Tengo miedo de volver a perderte. Tengo miedo de que me digas que sigues enojado conmigo, de que ya no me amas, de que cada vez que recuerdes… tu esencia…te convenzas de que no vale la pena estar a mi lado y…te alejes…
Iba a seguir hablando. Tenía tanto guardado en mi pecho. Pero Adam no me dejó. Se acercó a mí otra vez y fundió sus labios con los míos, sacudiéndome de pies a la cabeza. Y como sucedía siempre que Adam me besaba, me olvidaba de todo lo demás. Del dolor y del miedo.
- Eden…- la voz de Adam temblaba pero aún así era una voz muy dulce- La primera vez que me alejé de ti fui… un idiota. Fue la peor decisión que he tomado en mi vida. Pero la segunda, te juro que no fue intencional. Cuando me fui de aquí, ya tenía unas ganas locas de llamarte y lo iba a hacer pero…comencé a sentirme mal, de pronto. Y me desmayé.
Me acerqué un poco más a él. Me envolvió en sus brazos y me dio un beso tierno en los labios. Apenas me rozó pero sentí que una energía muy potente me recorría hasta los pies.
- Casi me muero…- le dije sollozando- cuando te vi en aquella cama. Si algo te pasara, yo…
Pero Adam no me dejó terminar. Me besó de una forma arrebatada y frenética. Y perdí la noción del tiempo. Sentía que podía quedarme así, cobijado entre sus brazos, atado a sus labios calientes y seductores, para siempre.
- Tengo una sorpresa para ti.- me dijo varios minutos después, haciendo un esfuerzo para despegar su boca de la mía.
Su voz sonaba renovada.
- ¿Una… sorpresa?
- Sí…- me contestó con picardía- Ven…
Me tomó de la mano y me llevó hasta nuestro árbol. ¡No pude creerlo! Adam me había preparado una especie de picnic. Una manta roja, abierta sobre la arena y los guijarros, bajo la sombra del árbol frondoso cuyas ramas ahora brillaban con la luz del amanecer. Y sobre la manta, había una canasta tejida llena de manjares: sándwiches de queso, manojos de frutos rojos y una jarra de limonada. Y al lado de la canasta, un puñado de caramelos y ¡un ramo de rosas amarillas!
- ¡Adam…!- susurré sin poder creerlo.
Caminamos hasta la manta y nos sentamos. Adam me dio las rosas. Yo estaba tan conmovido que no podía articular palabra. Bebí un poco de limonada- muy dulce como me gustaba a mí- que Adam me dio en un vaso de plástico.
- Debí traer copas…- me dijo con el ceño fruncido.
Me reí y eso se llevó el nudo que me había estado aprisionando. Me acurruqué en su pecho. Necesitaba sentir su calor y los latidos de su corazón. Aún me parecía un sueño, tenerlo así, frente a mí, con aquella sonrisa y aquellos ojos hermosos por los que yo estaba dispuesto hasta incluso dar mi vida.
Adam se acercó a mí y me besó otra vez. Suspiré y al separarnos- sólo un centímetro- me dijo:
- Eden…
- ¿Sí…?- no podía dejar de mirar su boca.
- ¡Feliz cumpleaños!
Y sus palabras terminaron por acelerar mi decisión. Busqué su boca y lo besé con tanta pasión que unos minutos después, me separé sintiendo que me ponía colorado. Él se rió de mi timidez. Nos quedamos así, abrazados y regalándonos besos dulces y apacibles- y algunos osados e intrépidos- por varias horas.
Me habló de aquellos días, en los que estuvo enfermo. Me contó cómo cada día, cuando se despertaba de sus fiebres, tenía que convencer a Damien de que no me avisara. Y me habló de aquella noche en la que yo estuve a los pies de su cama. En ningún momento había recuperado la conciencia pero él tenía la sensación de haberme escuchado y haberme sentido entre sus delirios.
- Cuando me desperté, estaba un poco confuso. No sabía si estaba soñando o delirando, como lo había estado haciendo aquellos últimos días. Pero te vi a mi lado. Me sostenías la mano. Estabas dormido, arrodillado en el suelo y con la cabeza en mi pecho. Iba a despertarte pero justo Damien entró a la habitación. Al principio me miraba con ojos desorbitados pero luego pareció recobrarse. Me dijo que estaban subiendo a verme. Y que habían sentido que mi prana se había elevado de una forma inexplicable. Así que quisimos despertarte pero no respondías. Damien te tomó entre sus brazos y se lanzó por el balcón. Estuvieron a punto de encontrarte. En menos de dos minutos, mi dormitorio se llenó de gente. Nadie entendía cómo podía ser que yo estuviera despierto, sin fiebre, curado. No sé cómo lo has hecho, Eden, pero tú me curaste. Damien tuvo que convencerme de que no usaste tu prana conmigo.
- ¿Es eso…posible?- pregunté con un poco de aprehensión, recordando cómo él se había enojado conmigo cuando intenté usar mi prana para hacerlo cambiar de opinión.
Adam me miró fijamente. Creo que también recordaba aquella escena.
- Sí, es posible. Aunque es muy arriesgado. Las enfermedades son… desequilibrios energéticos producidos por unos fluidos nocivos llamados miasmas. Deben ser expulsados del cuerpo para lograr la curación.
- A través de la fiebre…
- Sí, el cuerpo humano esté diseñado para su propia auto-curación.
- Y… ¿por qué es arriesgado que alguien utilice su prana para curar?
- Porque te debilitas y te mueres, si utilizas mucha cantidad. No te da tiempo de reponerte.- Adam me miró serio de repente y calló.
- ¡Yo no he usado mi prana para curarte!- me apresuré a decir, pues su mirada me había puesto en alerta.
- Lo sé…- su voz sonaba tranquila.
- ¿Y por qué me miras así entonces?
Adam parpadeó un par de veces.
- Es que…nadie entiende cómo fue que me curé. Algo hiciste… aunque no supieras que lo estabas haciendo.
- Yo…, antes de quedarme dormido…sí hice algo…- confesé bajando la mirada.
Adam me miró y frunció el ceño.
- Yo… elevé una plegaria al Padre para que te curara.- mi voz apenas se oía.
La expresión de Adam se ablandó.
- ¡¿Tú oraste al Padre por la salud de un descendiente de Ángeles Caídos?!- me preguntó Adam con una sombra de sonrisa.
- ¡No te burles…!- le pedí. Sentía que comenzaba a sonrojarme- Estaba desesperado…
Intenté despegarme de sus brazos pero Adam no me lo permitió.
- Gracias… - susurró él dándome un beso tierno en los labios.
- ¿Crees que haya sido eso?- le pregunté más animado.
Vi duda en su rostro pero me sonrió.
- Quién sabe…La oración, en el ser humano, es una herramienta muy poderosa, pero nunca escuché que funcionara para uno de nosotros.
- ¿Tú rezas?-
- No.- me dijo bajando la mirada.
Me pregunté si los Penitentes sí lo hacían. Adam me miró y asintió. Me estremecí. Adam otra vez había “leído” mi prana.
- ¡No hagas eso!- reí mientras lo golpeaba suavemente en el pecho con una mano.
Él se rió.
- Además de leer el prana y arreglar tazas…, ¿qué más puedes hacer?
Me miró con picardía. Y por un instante sentí miedo y me arrepentí de haberlo preguntado.
- ¿De verdad quieres saberlo?
Su voz sonaba a desafío. Me mordí el labio y asentí. Adam sonrió. Se puso de pie y ayudó a que me levantara.
- ¿Cuál es tu color favorito?- me preguntó.
- Lila…- respondí.
Adam me tomó de las manos y cerró los ojos. En seguida, un remolino de viento surgió de nuestros pies y se empezó a extender primero por el árbol que nos cobijaba. Luego, descendió por la playa marcando un camino hasta alcanzar el mar. Y a cada paso que avanzaba iba tiñendo todo de un intenso y brillante tono lila.
Miré el árbol sin poder creerlo: sus ramas y sus hojas eran lilas y su tronco titilaba con el sol, despidiendo pequeños haces de luz de aquel mismo color. Luego miré el camino que el remolino había dejado y me maravillé. La arena y hasta los guijarros- antes de un tono oscuro y opaco- ahora eran de cientos de tonalidades entre violetas y morados claros. Incluso me pareció ver algunos tonos que no había visto antes. Pero lo que más me sorprendió fue ver el mar. No pude evitar soltar una exclamación cuando noté que todo el océano brillaba con destellos liliáceos.
Solté las manos de Adam y caminé hasta la orilla, embelezado. La espuma que llegaba a mis pies y el agua que me mojaba y hasta los guijarros de la orilla, ¡todo era de color lila! Levanté la vista y noté que aquel maravilloso color se extendía hasta el horizonte. Y aquel fenómeno no se detenía allí. El cielo se estaba tiñendo de lila también. Y ahogué un grito desesperado cuando vi que el sol empezaba a cambiar de color. ¡Un sol lila! Y al hacerlo, todo lo que me rodeaba pareció trasmutar. La luz púrpura del sol lo invadió todo. Era otro mundo. Un mundo fantástico…. Mágico…
Y así como todo se había bañado de mi color favorito, todo volvió a la normalidad en un abrir y cerrar de ojos.
- Adam… - balbuceé, acercándome a él- Eso fue…¡ increíble!
Adam me miraba con una amplia sonrisa y le brillaban los ojos. Y entonces me puse serio.
- Adam… ¡no vuelvas a hacerlo!- le dije abrazándolo- No quiero que gastes tu prana. Debes cuidarte.
Adam rió divertido.
- Para hacer lo que hice, no usé más que un ínfimo hálito de prana. Es algo muy fácil. En realidad, lo que viste ya está aquí. Yo sólo…corrí el velo que nos separa de…otras realidades…
Lo miré fascinado. Ya había oído algo sobre la existencia de realidades o universos paralelos. Pero presenciarlos era algo muy distinto.
- Gracias…- dije con suavidad mientras me acercaba a sus labios.
- De nada, mi Ángel…- me respondió y me besó tan dulcemente que aunque intenté despegarme de sus labios un par de veces no lo logré. Me rendí y seguí besándolo por lo que a mí me pareció fueron horas.
Nos sentamos de nuevo sobre la manta y Adam me dio un sándwich. No sentía apetito pero su mirada me advirtió que no era prudente discutir. Y apenas lo mordí, me di cuenta de que en realidad sí tenía hambre. Y acabamos por comernos todo lo que había en la canasta y vaciamos la jarra de limonada.
- Adam…, en esas otras realidades…, ¿también hay un Adam y un Eden?- pregunté sintiendo el calor de sus brazos a mi alrededor.
- Sí, claro.- me dijo. Su voz sonaba muy convencida- Y también hay un Instituto…
- ¡No! ¡No creo que haya un Instituto!- exclamé divertido.
Adam me miró serio.
- Adam…, llevamos horas aquí. Ya perdimos todas las clases de hoy.
Y entonces sonrió. Y fue una sonrisa tan excepcional que supe que sus próximas palabras me iban a sorprender.
- ¿Qué hora crees que es ahora?
- ¿Qué hora creo que es ahora?- repetí la pregunta con cautela- Adam…
Él sonrió pícaro y sacó su celular. Por el tiempo que percibí que llevábamos allí y por la posición del sol, no podía ser más temprano que las cuatro ó cinco de la tarde. Él había leído mis pensamientos y antes de que yo pudiera hablar me mostró la pantalla del teléfono: 7:45 a.m.
- ¡Es imposible!- exclamé.
- ¡Claro!- dijo Adam en tono de burla- Es posible que puedas ver una realidad paralela o que estás enamorado de un descendiente de Ángel Caído pero es imposible que el tiempo se detenga…
- Adam…- me tapé la boca. Estaba muy sorprendido- ¡¿Manejas el tiempo a tu antojo?!
- ¡No, no! Tampoco eso…- Adam me volvió a abrazar- Sólo puedo hacer algunos viajes para atrás o para delante de algunas horas. O detener el tiempo como lo he hecho ahora…
- Ah… , ¿sólo eso…?
Adam rió divertido. Nos miramos fijamente durante unos segundos sin decirnos nada. Aún no podía creer que estuviera allí frente a mí. Y que estuviera bien…
- Eden…
- ¿Sí…?
- ¿Te he dicho hoy cuánto te amo?
Me estremecí.
- Yo…creo que no lo has hecho…- balbuceé mientras sentía sus labios jugar con los míos- ¡Yo también te amo, Adam!
Y el beso que siguió fue ardiente y sentí que le estaba costando trabajo separarse de mí. Y me gustó mucho que fuera así. Luego me miró fijamente.
- Adam, ¿de verdad tenemos que ir al Instituto?
- Sí, es que…tengo un examen y después tengo que entrenar.
- ¡¿Tenemos un examen?!- me desesperé.
- No, tú no. Yo. Curso físico- química y hoy debo recuperar un examen de la semana pasada.
- Ah…, ¿pero cuándo has tenido tiempo para estudiar?
Cuando pronuncié la palabra “tiempo” me reí. Adam contaba con todo el tiempo del mundo…
- No, no es así cómo apruebo mis exámenes…- una vez más, Adam me había “leído” el prana- Es más fácil que eso… Yo sé lo que me van a preguntar…
- ¡Claro!- dije recordando el examen de Historia. Adam tenía marcado en sus apuntes exactamente lo que me preguntó después el profesor- ¡Lees el prana de los profesores!- exclamé maravillado.
Adam rió divertido.
- Frío…, frío…
Lo miré desconcertado. ¿Acaso tenía otros poderes ocultos?
Adam se rió de mi pensamiento.
- Es algo mucho más…mundano que eso…
Alcé una ceja, confundido.
- La mayoría de los profesores del Instituto son parientes míos. Simplemente me dan las preguntas antes del examen y yo me las aprendo.
Me reí sin poder creerlo.
- Así que…después de todo…- dije- sí tienes que estudiar…
Adam rió divertido.
- ¿Nos vamos?
Y antes su pregunta, dudé. Y Adam se dio cuenta.
- ¿Qué sucede?
- Es que… hoy iremos al Instituto…juntos, por primera vez…
- ¿Juntos?
- Sí, como…novios…- sentía que me sonrojaba pero traté de no prestarle atención.
- ¿Cómo…novios?
Lo miré. ¿Acaso no era eso lo que éramos? Bajé la vista avergonzado. Pero Adam me hizo mirarlo y me regaló un suave beso que me hizo estremecer.
- Dímelo otra vez… ¿Qué somos?- su voz sonaba extremadamente seductora.
Me mordí el labio, tímido.
- ¡No hagas eso!- me dijo y volvió a besarme.
Traté de retomar el hilo de la conversación.
- Entonces… como somos novios…, - Adam volvió a besarme- ¿no debería alguien enterarse…antes de vernos juntos?- susurré.
Adam me miró serio.
- Damien ya lo sabe… ¡Y no necesito su permiso!- su voz sonaba un poco perturbada.
- Adam…, - tomé su rostro entre mis manos e hice que me mirara- no estoy hablando de Damien…
Suspiró aliviado.
- Estoy hablando de Maggie…
Adam me comprendió perfectamente. Maggie había sido su amiga desde la infancia. Por lo que él estuvo de acuerdo conmigo en que buscaríamos la manera de hacerle el menor daño posible. Sería un momento muy difícil para ella cuando nos viera juntos.
Después de un minuto, Adam tomó su celular, presionó un par de veces la pantalla y se lo llevó al oído.
- ¡Hola, Maggie!
Me llevé una mano a la boca. Yo no esperaba que hiciera aquello.
- Sí, estoy bien. Gracias por preocuparte… Sí, estoy camino al Instituto. Pero…es que estoy tan contento que decidí llamarte y contarte las novedades. No puedo esperar a verte. Eres mi mejor amiga así que quería que fueras la primera en enterarte…- Adam hizo una pausa y luego continuó- Felicítame, Maggie. Tu mejor amigo…está saliendo con alguien…
Lo miré con aprehensión, deseando que Maggie se lo tomara de la mejor manera, aunque sabía que sería difícil. Adam se alejó el teléfono del oído y alcancé a escuchar.
- Ah…, ¿sí? ¿Y… quién es?- logré escuchar. Su voz sonaba rara.
- Es Eden. Eden La Rue . Me costó convencerlo. Porque él creía que entre tú y yo había…algo. Pero finalmente lo convencí. Él ahora sabe la verdad. Sabe que te quiero como a una hermana. Anthony y tú son como mis hermanos…
Aquellas palabras fueron devastadoras. Cuando estás enamorado, no hay nada peor que quien amas te diga que eres como su hermano. Pero también es contundente y definitivo. Maggie no tenía otra opción que aceptarlo.
- ¿Maggie? ¿Estás ahí?
“Seguro se desmayó”, pensé, sintiendo mucha culpa.
Pero su voz se escuchó fuerte y clara:
- Sí, sí…
- Y quería planear algo especial porque hoy es su cumpleaños…, quizás juntarnos en la cafetería antes de entrar a clase.
- Sí, claro y… me alegro por ti, Adam. Yo…no tenía idea de que…pudiera gustarte un chico…
- Tampoco yo…pero…así es el amor, ¿no?
Hubo unos segundos de silencio y luego se oyó:
- Hacen una linda pareja y se nota que Eden es muy especial, sino no te hubieras fijado en él.
Adam me miró y sonrió.
- ¿Nos vemos en unos minutos, entonces?
- Sí, claro. Adiós.
Adam terminó la llamada y dijo:
- No irá hoy al Instituto. Lo sentí… ¿Alguien más con quien deba hablar?- me preguntó antes de guardar su celular.
Pensé en Marie, casi sin poder evitarlo, pero no dije nada. Y me deshice de aquel pensamiento antes de que Adam lo leyese. Además Marie ya estaba al tanto de todo.
Juntamos las cosas de nuestro picnic y, cuando estábamos por irnos, me frené delante de Adam, cortándole el paso. Me mordí el labio y me acerqué a su boca.
- ¿No podrías…parar el tiempo…solo diez minutos más?
Adam me dio un beso arrebatado, pero apenas lo abracé se separó de mí.
- Debemos irnos…pero puedo visitarte…esta noche…si tú quieres…
- ¿Esta…noche?- casi no podía hablar.
Sentí un calor que me invadía todo el cuerpo.
- Acabo de sentir que tu madre estará toda la noche de guardia…- la voz de Adam sonaba un poco agitada, mientras rozaba mis labios con los suyos.
Yo me sentía tan extasiado que no pude decir nada. Adam me miró y se alejó de repente.
- Eden…, sólo fue una sugerencia…, una invitación pero si no quieres, yo lo entiendo.- pude ver que se sonrojaba- No te sientas obligado a nada…, yo…
Pero lo interrumpí con un beso apasionado. Lo rodeé con mis brazos y sentí sus manos en mi cintura. Me despegué de su boca solo un centímetro y dije estremecido:
- Te espero…esta noche…
Adam se mordió el labio y antes de que perdiéramos el control, retomamos el camino hasta la casa y luego, mirándonos extasiados, avanzamos hacia la ruta.
Yo no sabía cómo haría para esperar hasta el final del día sin estremecerme ante cada mirada suya. No supe cómo, pero lo logré.
Y finalmente, la noche llegó…
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