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Miedo

Estaba por amanecer. El inconfundible motor del Falcon se escuchó afuera. Abrí los ojos y miré a Adam. Él me veía de una manera en la que parecía que iba a llorar en cualquier momento.

- No has dormido nada.- me dijo, aún con sus brazos envolviéndome.

- Tú tampoco.

Nos habíamos acostado en la cama, abrazados. Y permanecimos en silencio hasta que la habitación comenzó a iluminarse con la luz del nuevo día.

- ¿Estás bien, Adam?- le pregunté, acercándome más.

Me levanté un poco, apoyándome en el codo. Nuestros rostros quedaron a solo un centímetro el uno del otro. Adam me miraba con una mezcla de tristeza y culpa. Entonces busqué su boca e intenté besarlo. Pero movió su cabeza hacia un lado. 

Sentí una punzada de dolor. Aquella voz negativa en mi cabeza buscaba apoderarse otra vez de mí. 

- De nuevo…, me rechazas…- suspiré.

Adam me miró.

- Tenemos que hablar.

- ¿Hablar?- dije- Hemos hablado toda la noche…

- Yo he hablado toda la noche. Me pediste que te contara todo sobre mi estirpe, sobre lo que soy. Te confesé lo que te he hecho. Ahora es tu turno de hablar, Eden.

- ¿Qué quieres que te diga?

- ¿Por qué sigues conmigo? ¿Por qué no me has dejado ir? ¿Por qué continúas abrazándome de esa manera?- su voz sonaba muy seria.

Sentí que sus palabras me lastimaban. Me despegué un poco de él. Y me senté cerca de la cabecera. Me miré las manos. Si veía aquellos ojos negros que tanto amaba, estaba seguro que rompería en llanto.

- ¡Ya te lo he dicho!- murmuré- Te amo.- dije con a penas un hilo de voz.

- ¡¿Me amas?!

- ¡Sí, te amo!- levanté mi tono de voz para que me escuchara mejor.

- ¡Soy un monstruo!

- ¡No para mí!- seguía sin mirarlo.

- Entonces…si no soy un monstruo para ti…, ¿por qué no me miras?

Suspiré y dije, tratando de que la voz no me fallara.

- Porque cuando te miro…en lo único en lo que pienso es…en besarte. Y tú no quieres que yo te bese.

Sentí el brazo de Adam que me deslizaba hacia abajo. Apenas apoyé la cabeza en la almohada pude ver sus ojos negros, brillosos, clavados en los míos. Colocó su cuerpo sobre el mío y me dio un beso precipitado, mientras enredaba sus dedos en mi cabello. Apenas podía respirar. Pero estaba feliz. Aquel beso significaba que Adam sí me amaba, sí me deseaba.

Puse mis manos en su espalda y lo apreté más contra mí. Él quitó una de sus manos de mi cabello y la bajó hasta mi cintura, mientras seguía besándome salvajemente. Sentí sus dedos debajo de mi buzo y me hizo vibrar. Me sentí tan arrebatado que sin querer le mordí el labio. Y aquello pareció gustarle porque me besó con más intensidad, mientras bajaba su mano hasta mi entrepierna. Eso me hizo temblar e inconscientemente busqué su mano y la detuve. Pero antes de que él pudiera reaccionar de alguna manera, un estruendo nos dejó petrificados a los dos.

- ¿Qué ha sido eso?- lo miré asustado.

Adam se puso de pie de un salto y caminó con sigilo hasta la puerta de la habitación.

- ¡Hay alguien en la casa!- sentí que el miedo comenzaba a poseer mi cuerpo- Sonó como si alguien golpeara la puerta.- dije- ¡Es Albert! ¡¡¡Nos ha encontrado!!! 

Me paré y comencé a temblar.

- Eden, tranquilo. No es Albert. No es tu padre.- Adam me rodeó con sus brazos.

- ¿Cómo…lo sabes?- apenas me salía la voz.

- Porque es Damien, puedo sentirlo. Te está buscando. Se me olvidó llamarlo anoche.

Adam parecía contrariado. Abrió la puerta y lo seguí. Efectivamente, en la planta baja nos encontramos con Damien. Y para mi sorpresa, con Marie.

- Eden…- me dijo Damien al verme- ¿Estás bien?

Bajé las escaleras y me acerqué a él. Tuve el impulso de abrazarlo pero me detuve. Sentí los ojos de Adam clavados en mi espalda.

- Sí, estoy bien.- dije. 

Damien me tomó de las manos y me escudriñó de pies a cabeza.

- No lo examines. No he vuelto a probar ni un solo hálito de su prana.- Adam sonaba muy enojado.

Marie carraspeó y nos miró.

- Estuvimos hablando toda la noche.- le conté. Damien levantó una ceja- Y se nos olvidó llamarte. 

Pude ver por el rabillo del ojo que Marie sonreía.

- Te lo dije, Damien. Te dije que él estaba bien.- pronunció mientras se dirigía a la puerta del frente- ¿Nos vamos?

Sentí que a Marie le hacía la misma poca gracia que a Adam que Damien estuviera allí.

- Adelántate.- dijo Damien sin quitarme sus dulces ojos de encima. Hasta pude ver una expresión risueña en su mirada- Yo me quedaré a desayunar con Eden.

- ¡Y con Adam! – la voz celosa de Adam me hizo sonreír.

- Cómo quieran…- dijo Marie, frunciendo el ceño.

Y otra vez sentí- como lo había sentido antes- que aquella joven tenía sentimientos por Adam. 

Marie se fue dando un portazo. Miré a Damien. Luego, a Adam y me escabullí a la cocina.

- ¿Café?- dije como si nada.

Mientras preparaba las tazas y ponía algunas galletitas en un plato, miraba cada tanto a la mesa del comedor. Adam y Damien se habían sentado, uno frente al otro y se miraban en silencio. Puse todo en una fuente y me acerqué a ellos.

- Gracias por su ayuda.- dije dándoles las tazas llena de humeante café.

- Eden…, lo siento.- Adam pareció ruborizarse.

- Yo…no me di cuenta.- balbuceó Damien.

Me reí. Los dos me miraron y terminaron rompiendo en carcajadas. Me senté a la mesa, contento de que el ambiente se hubiera distendido un poco. Bebimos en silencio. Y antes de que la tensión volviera a imponerse, empecé a pensar en algo. Algo tenía que decir para que esos dos dejaran de mirarse de aquella manera. 

No era odio. Y eso me dejaba tranquilo. Se miraban como si no confiaran el uno en el otro. Y claro, era evidente, además que los celos rondaban las cabezas de los dos. No quise pensar en ello. Porque hacerlo me hubiera obligado a reconocer que el causante de ellos era yo. Miré a uno y a otro. No podía creer que dos jóvenes tan lindos y tan enigmáticos y fuertes como aquellos se estuvieran disputando a alguien tan…insignificante y feo como yo. Me sonrojé de solo pensarlo. Y de repente sentí dos pares de ojos sobre mí.

- ¿Qué? ¿Qué pasó?

- ¡¿Quién te ha dicho a ti que eres insignificante y feo?!

Me quedé petrificado. ¿Acaso había yo pronunciado en voz alta todos mis pensamientos sin darme cuenta?

- Hey, ¡Eso se lo tenía que haber dicho yo!- Adam fruncía el ceño.

- ¡¿Leen…el pensamiento?!- de repente sentí que me ruborizaba aún más.

- No, Eden, no leemos el pensamiento.- dijo Adam, mirando de reojo a Damien.

- No, no lo hacemos.- corroboró Damien.

Suspiré aliviado.

- Leemos el prana, que para el caso es lo mismo.- dijo Adam como si nada.

Mi corazón se aceleró de pronto.

- En realidad, es mucho peor…- dijo Damien.

- Sí, porque pensamientos solos no sirven. No reflejan todo lo que le pasa a la persona. En cambio el prana refleja cada sentimiento- negativo o positivo- cada emoción… Y nunca falla.

Traté de no pensar en que mi rostro estaría rojo como un tomate y pregunté:

- ¿Cómo funciona? ¿Cómo lo perciben?

Damien y Adam se miraron un momento.

- Adam te lo contará. Yo debo irme. Siento el prana de Marie pinchándome la nuca…- bromeó Damien- Aunque si quieren…los espero y los llevo al Instituto. ¿O estás con tu…bicicleta?

- Ja…ja…- contestó Adam con sarcasmo.

- Asegúrate de que no esté pinchada.

Adam largó una carcajada genuina, lo que me sorprendió bastante. Lo miré y realmente me pareció que estaba distinto y hasta divertido.

- ¿Qué? ¿¿Eso no se lo has contado?- la voz de Damien también sonaba divertida.

- ¿Qué? ¿Qué cosa?- pregunté. 

Pero no me respondieron. Damien se puso de pie. Caminó hacia mí y me dio un beso en la frente. Instintivamente miré a Adam. No pude evitar sentir una oleada de dulzura con aquel beso. Y creo que me puse más colorado de lo que ya estaba.

- Adiós, precioso. Nos vemos en la clase de Matemáticas. 

Gruñí mientras Adam me miraba de reojo. ¡¿Matemáticas?! 

Cuando nos quedamos solos, noté que Adam tenía la mirada perdida, mientras jugaba distraído con su taza vacía.

- ¿Más café?- dije. Me tembló un poco la voz.

Adam seguía sin mirarme. Se notaba que sus pensamientos estaban a varios kilómetros de distancia.

- Mi amor, ¿estás bien?

Adam me miró fijamente.

- ¿Qué…has dicho?

- Te pregunté…si estás bien…

- No, no. Antes de eso…

Parpadeé confundido. Y al entender la situación, sentí que me ruborizaba otra vez. Pero al menos había logrado su atención, así que lo miré a los ojos y dije:

- Mi amor…

Adam se puso de pie y se acercó a mí. Yo también me paré. Sentí tan cerca su respiración que me estremecí. Y creí que lo siguiente iba a ser sentir sus dedos acariciándome. Pero no sucedió. Adam me miraba. Lo hizo fijamente unos segundos y luego se acercó más y me besó. Fue un beso suave y extremadamente dulce. Apenas me rozaba los labios. Y después como si nada, volvió a sentarse. Me quedé atónito. No sabía qué hacer así que fui hasta la cocina y tomé la cafetera.

- ¿Más café?- le ofrecí, sintiéndome como un tonto. 

¿Por qué no me había abrazado? ¿Qué lo detuvo? ¿Acaso era un precio que me hacía pagar por haberlo frenado antes en la habitación? 

Había sido un beso muy rico pero así no era Adam. No al menos el Adam de hacía varios minutos atrás. Aún así, arrebatados o extremadamente dulces, los besos de Adam siempre me hacían estremecer de pies a cabeza.

- Y…, ¿por qué no me cuentas eso de lo que hablaban tú y Damien?- pregunté como al pasar, mientras le llenaba la taza otra vez.

Vi en Adam el comienzo de una hermosa sonrisa.

- Gracias.- me dijo guiñándome un ojo- Me gusta mucho tu café.

Sonreí. Mi Adam parecía estar volviendo de donde fuera que había estado.

- ¿Te acuerdas del primer día en el que te hablé, en el Instituto?

Asentí aún sonriendo.

- ¿Te acuerdas que me ofrecí a traerte hasta aquí en mi bicicleta?

- Sí, pero se pinchó.

- No…- dijo Adam sonriente- No se pinchó. La pincharon…

- ¿Quién la pinchó?- pregunté serio.

- Tu querido amigo… 

Me reí. ¡Claro! ¿Quién si no? 

- Aunque…- dije lentamente recordando la escena- cuando tú llegaste en ella, no estaba pinchada.

- No…

- Pero… Damien ni siquiera la tocó.

- No necesitamos mover los objetos para moverlos o pincharlos…

Miré a Adam sin poder creerlo.

- ¡Mi taza!- exclamé de repente con una sonrisa- ¡¡¡Es increíble!!!

Adam me miró atónito.

- ¡¿Te parece…increíble?! 

Me puse serio de inmediato. Vi otra vez una sombra en su mirada y bajé la vista. Definitivamente, algo le sucedía a Adam pero no lograba darme cuenta de lo que era.

- Adam…, ¿he hecho algo…que te molestara?- mi voz se terminó quebrando.

- No, mi Ángel… - contestó él inmediatamente y me tomó la mano con mucha dulzura- Eres la última persona en este mundo que pudiera hacer algo que me molestara.

Me perdí en sus ojos. Y me sonrió de una forma tan especial que no pude contenerme más. Me puse de pie y me acerqué a él. Le di un beso tímido. Y cuando iba a volver a mi asiento, él me tomó de la cintura y me sentó sobre sus piernas.

- Gracias…por devolverme mi taza…- le dije embelezado. 

- No me lo agradezcas… No la arreglé…para ti. Cuando decidí poner en práctica mis planes contigo…- su voz falló.

Lo abracé y lo volví a besar dulcemente. Me quedé así, cerca suyo, con mis brazos a su alrededor. Adam me acarició el rostro y continuó:

- Necesitaba conocerte. Necesitaba información sobre ti que me facilitara la tarea de…enamorarte. Entonces enmendé la taza y extraje de ella toda la información que pude obtener.

- Pero…, ¿qué clase de información? ¿Dónde se hizo la taza, por ejemplo?

Adam rió, aunque pude percibir cierta amargura.

- No, me refiero a información sobre ti. Verás, los objetos, como las personas, son portadores y transmisores de vibración, de energía, de prana. En ellos se deposita el prana de sus dueños. Sus emociones, sus recuerdos y sus deseos. Los objetos personales están cargados de información. Y tú taza me suministró mucha información valiosa sobre ti.

- ¿Cómo qué…?- quise saber. Estaba fascinado.

- En verdad, Eden, eres especial… - me dijo Adam- Te estoy contando que puedo percibir energía y emociones privadas en los objetos y en las personas y… te despierta curiosidad…

- ¿Y qué tendría que despertarme?- pregunté serio.

Sus palabras me sonaron a un reto. Pero Adam volvió a besarme.

- No me tienes miedo… No percibo ni un átomo de miedo en ti.- me susurró mientras rozaba mis labios con los suyos.

- Yo no te temo. Yo te amo… - se lo dije mirándolo fijamente a los ojos, buscando que le quedara bien claro. 

Me sonrió y se mordió el labio.

- Ya te he dicho… que no hagas eso.- le dije y volví a buscar su boca. Cuando un minuto después , despegó sus labios de los míos, tuve que hacer un esfuerzo para recordar de qué estábamos hablando.

- ¿Qué cosas hallaste en mi taza?

- Lo primero que encontré…fue mi nombre. Y eso me dejó bastante confundido. Porque…no podía ser. Tú no me conocías. Luego indagué más y pude ver el rostro de un niño y entonces lo comprendí. Ya había un Adam en tu vida. Vi la escena completa de cuando ustedes se conocieron, en el jardín de niños, y vi también que te regalaba un caramelo.

- Y fue eso exactamente lo que hiciste ese día que te acercaste a mí…

- Sí.- Adam bajó la mirada- Tuve mucha suerte. Mi nombre ya tenía para ti una asociación positiva. Eso me facilitó el trabajo.

Levanté suavemente su barbilla e hice que me mirara.

- ¿Y qué más pudiste percibir en mi taza?

- Que te gustan las bicicletas y los autos. Sobre todo si se trata del viejo modelo descapotable, como el que tengo…

- Pero…que lo tuvieras fue más una coincidencia…

- No, yo…lo compré hace sólo unos días.

Levanté una ceja sorprendida.

- ¿Eso te asusta?

- Eso me halaga…

- Eden…

- Mejor no digas nada.- le dije y me incliné para besarlo. Pero para mi decepción, apenas miramos el reloj de la pared, tuvimos que dejar la conversación y prepararnos para ir al Instituto.

- Adam…,- dije de pronto- ¿y si hoy…no vamos a clases?

Me miró fijamente. Noté que dudaba.

- ¿Tu madre a qué hora volverá?

- No vuelve hasta mañana. Está de guardia. Tenemos la casa para nosotros solos.- dije con mucha timidez.

Adam se mordió el labio.

- Mejor vayamos a clases. Tengo entrenamiento y no puedo faltar.- dijo serio, mientras se ponía de pie.

No pude evitar escuchar la voz negativa en mi cabeza, diciéndome que Adam me volvía a rechazar. Tomé mi mochila, esbocé mi mejor sonrisa y salimos por el camino mojado. 

Afuera ya no llovía. Pero todo era barro y hacía frío. Adam me pasó su campera deportiva por los hombros y me abrazó.

- ¿Y tu bicicleta?

- No la traje. Sabía que Damien me la volvería a pinchar.- bromeó.

Sonreí.

- ¿No te importa caminar?

- A tu lado…no me importa nada más.

Adam me miró con dulzura. Se acercó a mí y me dio un beso suave y tierno.

- ¿Adam…?

- Sí, mi Ángel.

Iba a hacerle una pregunta pero me frené y a último momento cambié de idea:

- ¿Por qué me llamas ángel? 

- Por tu collar.- me dijo- ¿No te gusta?- me miraba serio- No lo seguiré haciendo si no te gusta.

- ¡Sí, si me gusta!- me apresuré a decir- La primera vez que me llamaste así, casi me derrito. Bueno, seguro que te diste cuenta, por mi prana.

- Estaba tan embelezado contigo y con tus besos en nuestra playa que no tenía cabeza para pranas… ni tampoco para planes… Allí fue cuando me di cuenta de que estaba completamente enamorado de ti.

Me estremecí.

¡Qué forma tan tierna que tenía para decir las cosas!

- Me alegra que fuera así. Nunca voy a olvidar aquella tarde.- dije mirándolo.

Se frenó , me tomó de las manos y dijo:

- No sabía que un beso podía ser tan dulce…

- Yo tampoco…- me alegraba saber que aquel también había sido su primer beso.

- ¿Nunca tuviste ninguna…novia o ningún novio…?- pregunté pícaro.

El rostro de Adam se ensombreció. 

- Nunca tuve novia. Y aunque siempre me sentí atraído por las chicas, contigo eso cambió. Y como te dije…, nunca busqué el amor, nunca me importó acercarme a las chicas… Yo tenía un camino definido. Y estaba dispuesto a recorrerlo…

- Hasta que yo aparecí…- dije sonriendo, acercándome a su boca.

- No hay un solo día en el que no le agradezca al Padre por haberte conocido.

- ¿Tu crees en el Padre?

- Sí…, y más desde que te conocí. Porque ahora creo en el Amor.

Me perdí en sus besos una vez más. Y me sentí feliz de que fuera él el que no quisiera parar. Estaba seguro de que si le proponía volver a mi casa, él hubiese aceptado. Y estaba debatiéndome internamente si hacerlo o no, cuando sentí su celular sonar. Quise despegarme de sus brazos pero él no me dejó.

- Adam…- balbuceé, sintiendo todavía sus labios en los míos.

- ¡¿Qué?!- él jugaba con mi boca de una forma dulce pero atrevida.

- Tu celular…- apenas podía respirar.

- Yo no escucho nada.- me dijo y me dio un beso arrebatado. 

Sus labios parecían quemarme dulcemente. Pensé que apenas pudiera hablar le pediría que fuéramos a mi casa. Traté de tomar coraje para soltarme de aquellos labios tan ricos pero antes de que me diera cuenta, él me soltó de repente. Se puso serio y sacó su celular.

- ¿Qué? ¿Qué sucede?- dije sin entender su conducta.

Miró la pantalla iluminada. Pude ver que era una llamada de Damien. Creí que se había contrariado porque nos había interrumpido.

- Adam…, ¿qué sucede?

- Es mi madre…- me dijo con apenas un hilo de voz.

- ¿Qué le sucede a tu madre?

- Está…muerta…- la voz de Adam se quebró de dolor.

Le arrebaté el celular y atendí. ¡Aquello no podía estar pasando!

- ¡Damien! ¿Qué sucedió?- pregunté.

Y la voz dolida de Damien me lo confirmó. La madre de Adam acababa de fallecer. Miré a Adam sin prestar demasiada atención a lo que Damien me seguía diciendo. Su rostro estaba pálido y sus ojos se habían llenado de lágrimas. Sentí un dolor visceral que me atravesó a la mitad.

- Adam… lo lamento…- dije con la voz quebrada. 

Quise abrazarlo pero retrocedió. Su mirada seria me dio un mal presentimiento. Pero no tuve tiempo de decir nada más porque sentí el rugido de un motor que se acercaba a toda velocidad. Damien frenó a pocos metros de nosotros y descendió con rapidez. 

Damien y Adam se miraron fijamente y en silencio durante largos segundos. Vi que Damien asentía levemente y le arrojaba su manojo de llaves.

- ¡¿Adam?!- balbuceé.

- Lo siento…, Eden. 

La manera en la que pronunció aquellas palabras me atravesaron como una flecha. Sentí los brazos fuertes de Damien sujetándome, mientras veía cómo Adam se subía a la camioneta.

- ¡Adam!- la voz de Damien hizo que Adam lo mirara.

Se vieron otros largos segundos en silencio. Adam asintió de repente y arrancó el vehículo. Y a toda velocidad, se alejó por la ruta.

- ¡Suéltame!- comencé a gritar- ¡Quiero ir con él!

-No, Eden, no puedes.- me dije Damien.

Miré sus ojos, incrédulo.

- ¿Por qué me haces esto? Quiero estar con él…

Vi que me miraba lleno de dolor. No me soltó. Me revolví entre sus brazos hasta que me di por vencido. Él era muy fuerte. Lo miré y me eché a llorar derrotado. Me abrazó, poniendo mi rostro en su pecho. 

- Tranquilo, precioso. Pronto lo volverás a ver.

- ¿Me lo prometes?

- Sí, te lo prometo.

La voz de Damien surtió un efecto casi mágico en mi ánimo. Fui consciente de que Damien provocaba en mí sensaciones que nadie más podía lograr. Nadie excepto Adam. Unos segundos después, un poco más calmado, seguí a Damien hasta un grupo de troncos caídos. Me sentó allí con cuidado y se ubicó a mi lado, volviéndome a abrazar. 

- ¿A dónde fue Adam?- le pregunté.

- A su casa. Su padre lo necesita. Preparan el funeral.

- Yo quiero ir.

- No, Eden.- la voz de Damien sonaba categórica- No puedes.

- ¿Por qué no puedo?- noté que había comenzado a llorar. Sentí mi rostro empapado. Me dolía el pecho y me costaba respirar.

- Eden…- Damien me levantó el rostro con suavidad hasta obligarme a mirarlo. Se acercó lentamente hasta que sentí su respiración en mi boca. Y me estremecí. Creí que iba a besarme. Pero antes de que yo pudiera reaccionar se alejó de mí unos centímetros.

- ¿Te sientes mejor?

Sí me sentía mejor. De repente, como si fuera magia, el dolor de mi pecho había desaparecido. Una cálida sensación me invadió de los pies a la cabeza y sus brazos fuertes me hicieron sentir seguro.

- ¡¿Me has dado…de tu prana?!- dije fascinado.

Damien sonrió y noté que sus ojos se iluminaron.

- No sabía que podían hacer eso. Creí que sólo absorbían la energía de otros. Pero no sabía que podían compartirlo.

- Eres realmente el humano más inteligente que he conocido. Y el único que tiene el poder de…hipnotizarme.

Su voz varonil me hizo ruborizar.

- Gracias.- le dije- Gracias por compartir tu prana conmigo.

Damien sonrió seductor. Aunque no fuera consciente, Damien- al igual que Adam- destilaba seducción en cada palabra, en cada mirada y en cada sonrisa. 

De repente, seguí mis impulsos y me volví a acercar a él. Nuestras bocas casi se tocaban. Él me miró fijamente, sin alejarse. Si en verdad yo ejercía alguna influencia sobre él, aquel era el momento de ponerlo en práctica.

- Llévame con él.-le rogué casi en un susurro.

Vi duda en sus ojos. Pero también vi que, aunque luchaba, ya había perdido la batalla. Asintió levemente.

- Lo haré. Pero…él no puede verte. Lo verás desde lejos. Es lo único que puedo ofrecerte.

- No perdamos tiempo, entonces.- dije sonriendo. 

Él intentó ponerse de pie pero yo se lo impedí. Lo rodeé con mis brazos. Me fundí con él en un abrazo intenso. Podía sentir su corazón latir muy rápido. Cuando lo solté, no le hice caso a mi rostro encendido. La timidez no me importaba. Era Damien. No era un extraño.

Caminamos a través del bosque hasta que no se vio más que la negrura que provocaban las ramas de árboles secos. Todo alrededor era vegetación. Miré hacia arriba y vi que cientos de viejos árboles nos cubrían como garras. El suelo, a medida que avanzábamos, se volvía más agreste, más seco. Aquel bosque era tan cerrado que la lluvia parecía no llegar hasta allí. Me pareció que hacía más frío a medida que nos adentrábamos en la oscuridad. 

Si hubiese estado sólo, el terror me hubiera invadido por completo. Pero iba de la mano de Damien. Una mano cálida y firme. Su cercanía me estremecía. Junto a él, no había nada que temer. 

De repente, la vegetación pareció hacerse menos frondosa hasta que vislumbré un claro a unos veinte metros adelante. Un montículo de leños que alcanzaba los dos metros formando una pira funeraria se alzaba en el centro del claro. Arriba de los leños vi el cuerpo de una persona. Pude reconocer un camisón fino que lo cubría, ondeando con el viento frío. Sentí que se me escapaba un grito pero Damien fue rápido y me tapó la boca. Me miró fijamente y me tranquilicé casi de inmediato. Asentí y me soltó. 

Nos quedamos detrás de un tronco grueso, a una distancia prudencial.

Más de veinte personas rodeaban la pira funeraria. Todos vestían túnicas negras, con símbolos extraños en sus pechos y espaldas. Traté de agudizar bien la vista para poder ver mejor los símbolos. Damien pareció darse cuenta y me susurró al oído:

- Es el sol negro. El símbolo más poderoso, junto con el anillo de la calavera. 

Volví a mirar. Era un círculo negro del que salían, en todas direcciones - como rayos- unas líneas en forma de relámpagos. De repente, tres de las personas que estaban más cerca de la pira, encendieron antorchas y caminaron hacia los leños. Llevaban también túnicas con símbolos y los rostros tapados, con capuchas oscuras.

- ¿Quiénes son?- susurré.

- El Escuadrón de Protección.- me dijo Damien- Son los encargados de… la limpieza.- su voz me sonó débil y agitada.

Los hombres encapuchados encendieron la pira que comenzó a arder en cuestión de segundos. Iluminado por las llamas, logré divisar a Adam- con su túnica ondeando con el viento que se hacía cada vez más gélido- parado frente a la fogata, al lado de su padre. Ambos tenían el rostro descubierto. Adam estaba pálida y serio, con su mirada fija hacia delante.

Segundos después, un hombre cerca de ellos, encapuchado, habló en voz alta- de forma tan tétrica que me estremeció de pies a cabeza. Inconscientemente, me aferré a la mano de Damien.

“De nuestro Señor Samaël, junto a Lilith, 

la verdadera Primera Mujer, 

se engendra nuestro antepasado Caín. Y de éste, Enoc.” 

Las voces de todos los que estaban allí retumbaron de golpe, diciendo: 

“La luz de Samaël brille sobre Enoc.”

Noté que Adam no había dicho nada. Seguía con su mirada perdida, fija en la pira que se consumía y que exhalaba un humo negro y denso. El hombre que parecía presidir la ceremonia, continuó:

“Y de Enoc y Naema nacimos nosotros.” 

Volví a mirar a Adam. Seguía sin hablar. Eso me hizo pensar. ¿Acaso eso significaba que ya no pertenecía a todo aquello? ¿Su lugar con los Oscuros tenía ya los días contados?

El hombre que dirigía la ceremonia continuó, levantando aún más su tono de voz:

“Y los Ángeles Caídos,

A través de Naema,

Engendraron Demonios.

Naema es así la madre de todos nosotros.

De ella venimos. Somos los Oscuros.

Y la muerte no tiene cabida entre nosotros.”

Los otros repitieron:

“Somos los Oscuros.

La muerte no tiene cabida entre nosotros.”

El extraño continuó, con más brío:

“Por eso, estos sacrificios.

Los inferiores, los nacidos del barro,

Deben ser sacrificados

Para que nosotros, los verdaderos herederos de la Tierra,

Vivamos…

Oscuros, ¡Sin piedad!” 

“¡Sin piedad!”- gritaron todos. 

Y me estremecí. Pestañeé sin poder creer lo que había visto: Adam lo había repetido también, con voz potente y una expresión en su rostro que me provocó terror. Un miedo visceral me invadió y tuve el presentimiento de que ya nada seguiría siendo igual…

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