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Depredadores

- ¿Alguien podría volver a explicarme porqué él ha venido con nosotros?- preguntó Marie frunciendo el ceño.

Su expresión no dejaba dudas. No me quería allí.

Adam me tomó de la mano y la apretó suavemente. Miré a Damien de reojo y me pareció verlo sonreír. 

- Porque…- Anthony empezó a responder creyendo tal vez que nadie más lo haría- donde manda Oscuro…, no manda Penitente.

Adam lo miró y reprimió una carcajada.

Una brisa fresca comenzó a venir del mar. Avanzábamos los cinco por un camino cubierto de hojas muertas y guijarros. El bosque, cada vez más cerrado y denso, se extendía en todas direcciones. La luz del sol del atardecer era muy débil. No faltaba mucho para que la oscuridad de la noche cayera sobre nosotros. Me estremecí al pensar aquello y sentí la mano de Adam que me apretaba un poquito más. Sus ojos estaban clavados en los míos. Y eso me bastó para sentirme más calmado.

Había planeado pasar mi fin de semana con Adam. En algún tipo de cita, quizás. En nuestra playa, en una cena romántica, lejos de todo y de todos. Ya que había sido una semana difícil. Adam tuvo que ausentarse un par de días, para alimentarse y habíamos recibido la mala noticia de que aquella enfermedad rara se estaba extendiendo por el pueblo muy aprisa. Sin embargo, aquel sábado por la tarde, los planes cambiaron. Adam pasó por mí y me dijo que tenía algo importante que hacer y que yo podía acompañarlo si quería. No pregunté a dónde iríamos. Lo único que yo deseaba era estar junto a él. Y por eso accedí. Pero cuando vi que Marie, Damien y Anthony nos esperaban en el medio de una ruta que acababa abruptamente en lo que me pareció era el medio de la nada, supe que no debía esperar que aquello fuera una cita romántica para dos.

Después de lo que me pareció un par de horas, aminoramos el paso- habíamos dejado los vehículos tras algunos árboles- y llegamos a un claro. Era un lugar semi-circular, con el suelo de tierra gris y seco, muy diferente a lo que veníamos viendo hasta ese momento. De la claridad del sol ya prácticamente no quedaba nada. Sólo algunos rayos que todavía podían penetrar la frondosa arboleda. Llegué al borde del círculo natural y cerré los ojos. El silencio que me rodeaba me estremeció por completo.

Sentí la mano de Adam, apretando la mía con suavidad. Abrí los ojos y me acerqué un poco a él. Me miraba de una forma extraña, como expectante.

- ¿Qué sientes?- me preguntó casi en un susurro.

- Siento…mucho silencio.- contesté.

La risa discordante de Marie me arrancó de una especie de trance.

- ¡Qué inteligente!- exclamó- ¡Estamos en el corazón del bosque! ¡Claro que hay silencio!

La miré y hablé antes de poder contenerme.

- Por eso mismo es extraño. Si estamos en el corazón del bosque, a la hora en la que todos  los habitantes nocturnos despiertan para cazar, no debería haber este silencio.

Marie curvó los labios y frunció el ceño. Me pareció que quería responderme pero por alguna razón no lo hizo.

- Fue una buena idea traerlo.- le dijo Anthony a Adam, mientras me señalaba.

Adam asintió.

- ¿Qué hacemos aquí? ¿Qué buscamos?- pregunté.

Adam y Anthony intercambiaron miradas. Busqué los ojos de Damien. Éste me miraba con una hermosa sonrisa. Ya no brillaba como la primera vez que lo vi después de mi iniciación pero desde ese momento, casi siempre lo rodeaba un halo de luz blanca sobre todo alrededor de la cabeza y los hombros. El aroma a rosas lo seguía precediendo. Y de las palmas de sus manos salían unos rayos, blanco amarillentos. Sin embargo, esa tarde algo había cambiado. Sus palmas brillaban con un suave destello rojo. Me acerqué y tomé sus manos. Los guantes de lana estaban iluminados y calientes al tacto. Damien me miró con curiosidad.

- ¿Por qué tus Dálets emanan un color diferente hoy?

- Porque tiene hambre.- la voz de Marie era bastante desagradable.

- ¿No fueron de caza esta semana?- pregunté mirando a Damien primero y luego a Adam.

- Sí…pero…- la voz de Damien sonaba insegura- el prana de los animales es demasiado denso y no me hace sentir bien, me cuesta digerirlo. Y cuando estoy frente a un prana más poderoso por ser más sutil…, más apetecible… mis Dálets se activan…

Los ojos de Damien se calvaron en el suelo. Supe que se refería a mí al decir “prana apetecible”, pero aún así, no solté sus manos. Busqué su mirada y le sonreí. Su semblante cambió y se acercó un poco más a mí y el perfume a rosas que emanaba de él, se hizo más intenso.

- Gracias, precioso.- me susurró.

- ¿Gracias porqué?

- Por no temerme. Por aceptarme como soy.

Iba a responderle pero Marie otra vez se metió en la conversación, utilizando su tono más desagradable.

- Él los acepta porque en realidad no tiene idea de cómo son. Apuesto a que si te viera a ti, Damien- el hermoso y perfecto Damien- alimentándose de un animal y absorbiendo su prana hasta dejarlo seco, cambiaría la ridícula y novelesca opinión que tiene de ti…

- ¡Basta, Marie!- Damien parecía contrariado.

Marie y Damien se miraron fijamente y ambos tenían los puños cerrados, a los costados de sus cuerpos y una postura muy tensa. La luz que rodeaba a Damien seguía siendo brillante pero vi en Marie algo que me dejó perplejo. La leve luminosidad que a veces brillaba alrededor de su cabeza se había convertido en un denso humo negro, brumoso que comenzó a extenderse por el contorno de su rostro y luego bajó a su pecho. No podía ver las palmas de sus manos pero no me hizo falta: un humo negro arremolinado crecía en cada mano traspasando los guantes.

Aquello me asustó así que tomé el rostro de Damien con mis manos y lo obligué a que me mirara. Apenas sus ojos se encontraron con los míos, la luz que emanaba de él se hizo más potente y más brillante. Y la calidez de una sonrisa franca que nació de sus labios rojos me tranquilizó.

Escuché un gruñido. Y supe, sin mirar, que provenía de Marie.

-¡Es increíble el prana de este joven tan bello…! - la voz de Adam, dulce detrás de mí, hizo que soltara el rostro de Damien y buscara los brazos de Adam.

Después de un cálido abrazo y un beso en la frente que me regaló como adivinando mi deseo, proseguimos con lo que habíamos ido a hacer allí.

- Estos rastros nos llevaron hasta ellos.- dijo Anthony- Debemos caminar un poco más. Pero están cerca.

- ¿Quiénes son ellos?- le pregunté a Adam mientras avanzábamos.

- Ya lo verás.- su voz era baja.

Por lo que no quise insistir. Noté que todos estaban concentrados en el camino, que ahora se volvía a cada paso más estrecho.

Avanzamos unos minutos más, muy lentamente y en completo silencio. Me tropecé un par de veces con raíces secas que sobresalían del suelo cubierto de hojas. Adam me ayudó cada vez. Y cada vez me regalaba una hermosa sonrisa que me llenaba de energía.

- Creo que…los perdí.- anunció Anthony.

Parecía haberse puesto de mal humor.

- Tranquilo. Sólo concéntrate. Tómate tu tiempo…- le dijo Adam.

Me senté sobre una roca plana a esperar. Anthony se paró cerca de un árbol y cerró los ojos. Damien se acercó a él y también cerró los ojos. Adam vino a mi lado y me envolvió con sus brazos. Y creo que iba a besarme cuando un sonido detrás nuestro nos puso en alerta.

La oscuridad de la noche ya se cernía sobre nosotros así que yo no podía ver casi nada. Solo lo que la luz que emanaba de Damien y de Marie alcanzaban a iluminar. Me maravillaba- pero también me molestaba- que Adam tuviera tanto control sobre sí mismo y yo sólo podía percibirlo como un simple adolescente. 

Busqué con la mirada entre los árboles que nos rodeaban, sin despegarme de los brazos de Adam. Otro ruido- esta vez más cercano- me puso de nuevo en alerta. Adam me acercó más a su pecho. Su calor y su respiración lograron calmarme.

- Allí…, mira…- me susurró.

Vi hacia donde su mano indicaba y pude vislumbrar un cuerpo grande, pesado, unas patas fornidas y unos cuernos largos y esbeltos. Era un venado que, al parecer, se había acercado a nosotros, atraído quizá por la luz que emanaba de Damien. Siempre escuché que los animales perciben muchas más cosas que nosotros.

Nos quedamos quietos, observando maravillados al animal. Éste nos miraba con los ojos bien abiertos y tornaba su nariz tratando de olfatear el aire, quizás buscando una confirmación de que era seguro estar allí. Por un momento sentí que se acercaba más y creo que ya había dado un paso hacia nosotros cuando vi que una sombra oscura, rápida cayó sobre él, arrancándole un grito crudo y desgarrado, que me hizo helar la sangre. Y junto a ese grito, escuché otro. Y me di cuenta de que había sido yo quien había gritado.

Damien se acercó hacia mí y su luz iluminó más la escena. Y entonces la vi: Marie estaba sobre el ciervo, de rodillas, con su mano desnuda sobre el pecho del animal, absorbiendo toda su energía. Y mientras su cuerpo se llenaba de un prana brillante y extraño, el ciervo temblaba, luchaba y gemía, mientras su cuerpo se degradaba cruelmente.

- ¡¡¡Basta!!!- grité. Y sentí las manos de Adam impidiendo que me moviera.

Después de unos segundos, Marie alejó su mano del animal y la acercó a su boca. Con un placer demoníaco lamió su palma, como si quedaran allí rastros de algo delicioso.

Miré al ciervo. Y vi que aún vivía. Se movía levemente, con pequeños espasmos y gemía de una forma tan horrible y desgarradora que me hizo gritar y llorar.

Damien se acercó a Marie y la tomó de los hombros. La sacudió varias veces mientras le hablaba con voz muy enojada:

- ¡¿Por qué lo has hecho?! No era necesario. ¡Anoche te alimentaste! ¡Era sólo un bebé! No nos alimentamos de animales jóvenes.

- Fue…una tentación…irresistible.- contestó ella, sonriendo como si nada.

Volví mis ojos al ciervo. No podía soportar su sufrimiento. Sentí un impulso irrefrenable de lanzarme sobre Marie y arrancarle hasta el último de sus cabellos. Pero las manos de Adam se aferraron a mí con más fuerza, seguramente sintiendo con claridad mis intenciones. 

Marie me miró de forma triunfal.

- ¡Está sufriendo!- grité tratando de zafarme de Adam- ¿Por qué lo dejaste sufrir así?

Damien se acercó a mí y me tomó de las manos. Sentí entonces que Adam me soltaba. Damien buscó mi mirada. Yo sabía lo que pretendía. Buscaba calmarme con su prana pero no le iba a resultar nada fácil porque la ira que yo sentía me recorría como electricidad de los pies a la cabeza. Y entonces vi algo que me dejó por unos segundos atónito.

Adam se acercó hasta el ciervo. Se arrodilló a su lado, se quitó el guante de la mano izquierda y la colocó en el pecho tembloroso del animal. Respiró profundamente y comenzó a alimentarse del prana que aún quedaba en su cuerpo. Por un breve momento, vi que Adam era envuelto por un denso humo negro y sus ojos y su piel se volvieron de un intenso rojo sangre. Su cuerpo parecía encendido, destellando llamas que parecían devorarlo.

Unos segundos después, el animal dejó de moverse. Su cuerpo se consumió por completo. Sólo quedaron de él, sus cuernos y sus huesos cubiertos por una capa de piel que se había vuelto putrefacta.

Adam me miró. Se puso de pie y se colocó el guante. Las llamas que lo habían rodeado se extinguieron de golpe. Volvía a verse como un adolescente común y corriente. Busqué a Marie con la mirada cuando escuché su risa despiadada.

- ¿Qué piensas ahora de tu adorado Adam?

Lo miré. Y noté que sus ojos negros me miraban con cierto miedo y hasta con vergüenza.

Caminé hacia él, haciendo un esfuerzo para no mirar los restos del ciervo. Lo tomé de las manos. Me paré en puntas de pie. Busqué su boca y lo besé, sin hacerle caso a una pequeña chispa eléctrica que surgió a penas rocé sus labios. Sus manos me rodearon la cintura y me atrajo hacia él. Su sonrisa dulce me tranquilizó.

- ¡¿Tu novio mata a un animal indefenso y tú lo premias con un beso…?!

- ¡¡¡Tú mataste a ese animal!!!- dije sin mirarla- Adam sólo hizo que dejara de sufrir- Me volví hacia ella, sin despegarme de Adam- Sé lo que intentaste hacer. Me mostraste a un Adam que yo no conocía…

- Al verdadero Adam…- dijo Marie con voz triunfal.

- Sí, al verdadero, al Adam compasivo que no tolera el sufrimiento ajeno ni siquiera cuando se trata de un animal. Y ahora, lo amo más que nunca. Y todo gracias a ti.

Pude ver el odio y la sensación de derrota en sus ojos. Se dio media vuelta y comenzó a alejarse de nosotros.

- Espero…- dije levantando la voz para asegurarme de que ella me escuchara- que de verdad reconsideres tu decisión de casarte con ella, Damien.

Marie se dio vuelta con rapidez. Damien me miró. Primero vi curiosidad en sus ojos pero luego noté que había algo más en su mirada.

- En realidad,… aún no he perdido las esperanzas contigo…- me dijo, mirándome fijamente. 

Volví mis ojos a Marie y noté que su luminosidad se había apagado del todo. Ahora la envolvía una aureola oscura y un intenso olor fétido me llegó de golpe. Retomó el camino estrecho y se alejó de nosotros a paso firme.

Las manos de Adam se cerraron sobre mí, abrazándome. Lo miré creyendo que quizá estuviera enojado por las palabras de su primo. Pero un brillo travieso en sus ojos me hizo sonreír.

- ¿Quién va por ella?- preguntó Adam, mirando primero a Damien y luego a Anthony.

Sus caras me hicieron reír a carcajadas. Era evidente que ninguno de los dos quería seguir a Marie por el denso bosque. 

- No podemos dejarla sola. Hay depredadores por aquí.

Ante aquellas palabras de Adam, me puse en alerta. Sentí que se me ponía la piel de gallina con sólo imaginar que algún lobo u otro animal salvaje y hambriento andaba por allí, buscando alguna presa desprevenida. Sentí un ruido detrás de mí. Me di vuelta pero no vi nada. La oscuridad era total. Y empecé a entrar en pánico.

- ¿Qué sucede, Eden?- la voz de Damien me hizo sobresaltar.

Sentí las manos de Adam cerrándose sobre mi cintura.

- Está asustado.- escuché que le decía a Damien.

- Entonces es mejor irnos.- sugirió éste en voz baja.

- Están cerca. Puedo sentirlos.- Anthony se acercó a nosotros- Mejor se quedan aquí. Hagan una fogata. Yo iré por Marie y volveré.

- Si no la encuentras, regresa igual.- le pidió Adam, tomándome de la mano- Te necesito aquí, conmigo.

- Así lo haré.

Miré a Anthony. Vi que sonreía y se perdía en la oscuridad. Un fulgor rojo brilló detrás de un grupo de pinos altos, sólo por unos segundos, dejando todo negro otra vez. 

-  Tranquila, precioso. Estamos aquí contigo. Nada malo te pasará.- la voz de Damien logró sosegarme- ¿Confías en mí?

- Sí.- dije con el aliento tenso.

- ¿A qué le temes?- me preguntó Adam acercándose más a mí.

- A los animales salvajes.

- No se acercaran a nosotros. Ellos nos temen. Estamos arriba de ellos en la cadena alimenticia… y lo saben. Ese ciervo fue atraído por Marie, a propósito.- mientras me hablaba, Adam me frotaba las manos para hacerlas entrar en calor.

- Y entonces…¿ por qué dijeron que hay depredadores?

- No nos referimos a los animales salvajes…sino a otro tipo de depredadores…- Adam me miró serio- Ven, mi Ángel, acércate al fuego y te lo contaremos.

Miré hacia donde Adam señalaba y me sorprendí. Una gran fogata ardía en el medio del claro en el que nos encontrábamos. Las llamas iluminaban los troncos de los árboles cercanos y unas piedras planas que se hallaban cerca. Nos sentamos sobre una de ellas. Los tres juntos. Yo estaba en el medio, aferrado a los brazos de Adam y Damien.

- ¿Éste es uno de tus trucos?- le pregunté a Damien.

- No, yo no hago…trucos.- me respondió- Hacer esto requiere de mucho prana y yo no estoy en condiciones de perderlo así como así. Ha sido Adam.

Miré hacia mi otro costado, sorprendido.

- La manipulación de la materia es en realidad algo muy sencillo. Y a mí no me cuesta tanto. Sobre todo ahora que he absorbido el prana de ese pobre animal.

Sentí un escalofrío al rememorar la escena.

- Debí…intentar salvarlo.

- Sabes que no lo hubieses logrado.- intervino Damien.

Miré a uno y a otro, esperando que me explicaran a qué se referían exactamente.

- Absorbemos prana para vivir, pero también podemos darlo…en casos muy puntuales…- me dijo Adam.

- Pero al hacerlo, se corre el riesgo de perder la propia vida. Para salvar a alguien de una enfermedad, por ejemplo, se requiere una cantidad significativa de energía. Aquel que haga eso…- Damien se interrumpió de repente.

- ¿Qué? ¿Qué le sucedería a quien quiera hacer algo así?

- Muere…, inevitablemente.- sentenció Adam sombrío.

Tragué saliva con mucha dificultad.

- Lo lamento.- me dijo Adam en seguida- Lamento que hayas tenido que presenciar eso. Marie quería que nos vieras como…monstruos.

- Yo soy peor que ustedes.- pronuncié de repente.

Fui conciente de que los ojos de Adam y Damien estaban clavados a mí. Respiré profundo y dije, mirando las llamas que devoraban los troncos en la fogata:

- ¿Saben qué cené anoche?

Los dos se miraron sin entender mi pregunta. Yo proseguí:

- Alitas de pollo.

Damien sonrió.

- ¿Y la noche anterior a esa? Comí pescado…

- Sí, lo recuerdo.- dijo Adam- Y por cierto, te quedó muy rico.

Sonreí y dije:

- Yo tengo otras opciones. No tengo porqué matar a un pez o a un pollo para saciar mi apetito. La tierra está llena de frutos, más sanos, más saludables y hasta más económicos. Sin embargo, mato animales porque me encanta la carne frita. En cambio, ustedes…. No tienen opción. O se alimentan de los animales o mueren.

- O nos casamos…- dijo Adam, jocoso.

- ¡No puedo creer que lo hayas dicho!- le dijo Damien sonriendo- Escuché tu pensamiento pero no creí que fueras capaz de decirlo.

- ¡Eso no fue gracioso!- lo reprendí, tratando de poner cara de enojo.

Pero la risa espontánea de Damien frente a mis palabras, me hizo reír a mí también. Y pronto Adam se contagió.

Un ruido detrás nuestro, hizo que de pronto nuestras risas cesaran. Damien se puso de pie de un salto, mientras Adam me envolvía en sus brazos, buscando protegerme. Tuve que hacer un esfuerzo para no imaginarme a un depredador apareciendo por entre los árboles, saltando hacia nosotros con garras amenazadoras. Pero un segundo después, los ojos brillantes de Anthony me devolvieron la calma, surgiendo de la espesa oscuridad.

- ¡Misión cumplida, jefe!- dijo y se sentó frente a nosotros.

Se frotó las manos cerca del fuego, me miró y me guiñó un ojo.

- ¿Y Marie?- le pregunté sonriéndole.

- Me la comí…

Lo observé durante casi un minuto para adivinar si hablaba en serio- aunque sabía que no podía ser así. Me sostuvo la mirada sin pestañar hasta que Adam se echó a reír.

- Marie…está a salvo… en su casa. La he dejado justo en la puerta.

- Creí que no usabas tus poderes.- dije con curiosidad.

- No lo he hecho. Ella, sí.

Quería saber más pero Adam preguntó:

- ¿Has visto algo en el camino?

- Sí, han estado aquí. Hay dos rastros. Uno que va al viejo cementerio y otro que va hacia la costa.

- ¡¿Demonios necrófagos?!- exclamó Damien, sentándose al lado de Anthony- ¿Aquí en Crescent City?

- Sí, al parecer- continuó Anthony- no sólo se alimentan sino que contaminan.

- ¿Contaminan?- la pregunta se me escapó. No quería interrumpir.

- Se alimentan de prana enfermo, hacen rituales de sacrificios y contaminan la tierra, las fuentes de agua, la savia de los árboles…- me explicó Adam.

- Por eso… la cantidad de enfermos en estos últimos días…- reflexioné, recordando que mi madre hacía horas extras en el hospital por una epidemia descontrolada y desconocida.

- Sí, los Depredadores son los causantes.

- ¿Los Depredadores?- pregunté.

- Son…Oscuros que no siguen las reglas del clan.- me explicó Adam.

- Y Penitentes…- dijo Damien con voz un poco temblorosa.

Lo miré sorprendido.

- No todos aceptan las reglas. A veces, el odio por los descendientes del barro se apodera de sus mentes y utilizan su poder para agredirlos.- prosiguió Damien.

- ¿Los descendientes del barro?

- Los humanos…- me aclaró Anthony- Así es como los llamamos a ustedes.

Lo miré fascinado.

- Tu esencia física es de barro, la nuestra- la de los demonios- es de fuego- me dijo Anthony- y la de ellos es de aire.- y señaló a Adam y Damien- Pero no de cualquier partícula de aire, sino del mismísimo hálito del Padre.

Bajé la mirada hasta los leños que crepitaban frente a mí. 

El Padre…

¿Cómo podía un dios tan poderoso, tan omnipotente, ser el creador de unas criaturas tan hermosas, tan perfectas como Adam, Anthony y Damien y otras tan siniestras como esos Depredadores, que recorrían los bosques, cerca de nosotros, matando, envenenando, enfermando? ¿Cómo podía ser que ese dios tan amoroso permitiera que sucediesen las cosas más horribles? Y otra vez, aquel pensamiento recurrente que me acechaba desde niño, desde la primera vez que fui a una iglesia y escuché un sermón, se apoderó de mí, sin piedad: ¿cómo podía ser que ese dios amor permitiera que su hijo, el unigénito fuese flagelado y crucificado, sin intervenir, sin impedirlo de alguna manera?

- ¿Eden? ¿Estás bien?- la voz de Adam me sacó de mis enredados pensamientos.

- Sí…- balbuceé- ¿Y qué podemos hacer para frenar a estos…Depredadores?

- Estamos en la luna llena de Siván.- me dijo Adam. 

- La última noche de esa fase es mañana.- dijo Damien escudriñando el cielo.

- Aún así…, no creo que vaya a funcionar.- Adam lucía serio- Nunca le hemos hecho. Sólo lo he leído. Somos pocos y además necesitamos una fuente grande de prana para lograrlo.

- En teoría, ustedes están preparados. Y con respecto a la fuente de prana…- Anthony clavó sus ojos en mí- está aquí, entre nosotros y es muy sexy…

- ¡Olvídalo!- dijo Adam resuelto, abrazándome.

- ¿Por qué? A él no le pasará nada. Sólo tiene que estar presente. Él es perfecto como escudo protector. La Puertas se abrirán. Y su prana es más que suficiente para detener a los Depredadores. Ellos no saben que contamos con una fuente tan poderosa ni mucho menos una fuente que ahora ha sido iniciado.

- ¿Y si no puedo parar a tiempo? Tú sabes que mantener el control es muy difícil. Nunca lo he hecho. Puedo matarlo si no freno a tiempo el ritual.

- ¿De qué hablan?- pregunté, ya sin poder contenerme.

Pero ninguno de los dos me respondió. Miré a Damien buscando ayuda. Éste me evitó por unos segundos pero luego acabó por clavarme sus hermosos ojos color miel.

- Hay una forma de frenar la epidemia. Es un ritual que puede realizarse únicamente en Siván- el mes de mayo en el calendario. Es muy poderoso y por eso muy peligroso si se sale de control. Se lo llama Lamurias y es básicamente, un aquelarre. Se invocan energías magnas pero para ello se necesita de una fuente de poder. Y esa fuente eres tú. Tu prana es lo suficientemente fuerte como para abrir las Puertas y permitir que las almas errantes y los demonios que nos acechan sean enviados fuera, con la ayuda de un ser creado para tal fin. Adam es el único que puede realizar ese ritual, el único autorizado para hacerlo. Pero necesita de tu prana como escudo protector. El riesgo es que si no corta a tiempo el ritual, se corre el riesgo de que te debilites o seas atacado por un ser de la oscuridad…y te mueras.

- ¿Necesitas absorber mi prana?- pregunté tratando de que los nervios no llegaran hasta mi voz.

- ¡No, jamás haría eso!- Adam me miró serio- No voy a absorber tu prana. Lo usaré como vehículo para canalizar mi plegaria y para crearnos un escudo…, en el caso que lo vaya a hacer…

- ¡Lo harás!- exclamé decidido.

- ¡No, Eden! ¡No lo haré!

- La mitad de nuestros compañeros de Instituto están enfermos, internados en terapia intensiva con pronóstico reservado. Los médicos no tienen idea de lo que les sucede. ¡Debes hacerlo, Adam!

- A mí no me importan todos esos enfermos. Lo único que me importa eres tú.- sus ojos se clavaron en mí. Y me estremecí.

- Y yo confío en ti, plenamente. Y creo que cada uno de nosotros ha nacido, o fue creado, con una misión. Tienes poder. ¡Debes usarlo! Y debes aprender a confiar en ti mismo. Y la verdad es que no creo sinceramente que no te importe la vida de nuestros compañeros.

Adam me miró. Quiso hablar pero creo que no encontró la forma de rebatir mis palabras. Pude verlo en sus ojos. Lo había convencido.

- Y no tuve que usar mi prana…- le dije sonriendo.

Y no tuvo otra alternativa más que sonreír también aunque pude ver una sombra de miedo en su mirada cuando se inclinó a besarme.

- ¡Te amo!- susurré justo antes de sentir sus labios sobre los míos.

- ¡Yo también te amo!

- ¡Hora de volver!- dijo Anthony de repente- Adam, haz lo tuyo.

Adam levantó la mirada hacia el cielo y chasqueó los dedos. Y ante mi asombro, él se rió. Alcé mi vista y vi cómo las estrellas se desplazaban hacia un costado, como si fuesen barridas por una fuerza invisible. Todo se aclaró en cuestión de segundos. Había amanecido más rápido de lo que yo podía parpadear. Me quedé sin palabras. Miré Adam y sólo pude suspirar…

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