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Decisiones

Me tiré agua sobre el rostro. Y me miré al espejo. El baño de hombres del campo de deportes estaba vacío. Y era lo mejor. Necesitaba unos minutos a solas para ver si podía aclarar mis pensamientos. 

“¿Qué te sucedió allá afuera, Eden?”, pensé mientras miraba mi reflejo pálido. 

¿Qué había sido todo aquello? ¿Estaba sintiendo realmente algo por Adam? ¡No podía ser! ¿Y por qué no podía ser? Al fin y al cabo Adam había sabido ganarse su lugar. Él estuvo desde el primer momento. ¿No era así?

Gruñí. Estaba enojado. Conmigo mismo, claro. Tenía una gran confusión de sentimientos. Estaba creyendo sentir cosas que en realidad no sentía. Me había levantado ese día, predispuesto a tener un día gris, opaco. Y para mi sorpresa había estado resultando más llevadero de lo pensado. Pero había sido la soledad- y la frustración de saber que al día siguiente no vería a Damien- lo que me había puesto de mal humor. Y era por eso- sólo por eso- que al ver a Adam, saludándome y sonriéndome, me sentí mejor.

¡Claro! ¡Eso era! Adam tenía el poder de levantarme el ánimo. Pero nada más.

“Entonces, ¿por qué el corazón comenzó a latirte a mil por hora cuando te miró?”, me preguntó mi reflejo en el espejo.

Suspiré.

-Simplemente fue la emoción de verlo. De saber que alguien se pone contento de verme.- respondí en voz baja- Pero no siento nada más que amistad por él.- le dije a mi reflejo- Es Damien quien me interesa de verdad.

“Pero Damien no está aquí y Adam , sí. Si fueras importante para Damien, él estaría aquí contigo.”

Aquello me devastó. No supe defenderme. No tenía defensa. Aunque, claro, si Damien no estaba, era porque quizá algo realmente importante lo retenía allí donde estuviera. Algo más importante que yo.

Sin dudas, era la soledad la que me hablaba a través del espejo. Y no quería oírla más, así que salí del baño- huí, mejor dicho- y volví a sentarme al lado de Maggie. 

- ¿Y Adam…?- la pregunta se me escapó antes de que pudiera evitarlo. Lo busqué en el campo de juego pero no lo vi.

- ¡Aquí estoy!- Adam se acercaba a nosotros caminando en zigzag entre las gradas llenas de aficionados- ¡Hola!

- ¡Hola!- lo saludamos a coro.

-¡Vinieron!- celebró Adam. Se lo notaba realmente contento.- Hoy me voy a esmerar.

Maggie esbozó una sonrisa tonta. Era increíble lo enamorada que estaba.

- Me dedicas algún gol, ¿sí?- la voz de Maggie vibraba de la emoción.

- Claro.- dijo Adam, sonriendo- El primer gol que marque es para ti.

Maggie se alejó unos pasos y se sentó. Tenía una sonrisa de oreja a oreja. Adam no perdió tiempo. Se acercó a mí y me susurró muy cerca- tan cerca que me hizo vibrar a mí también:

- Los demás goles son para ti.

Se dio media vuelta y se alejó. Y yo se lo agradecí en silencio. Porque no sabía si hubiese sido capaz de romper aquel hechizo que había provocado en mí con sus palabras.

¡¿Qué me estaba sucediendo?!

Traté de concentrarme en el juego que acababa de empezar. Pero por más que lo intentaba, mis ojos no seguían la trayectoria del balón, sino que se habían posado en Adam de forma permanente. ¿Qué me estaba pasando? Sentí mi corazón acelerarse. Y no podía creerlo. De repente, pareció como si todo el mundo se hubiese esfumado. Como si sólo estuviésemos Adam y yo. Todo lo demás había desaparecido. Todo menos Maggie. Yo estaba plenamente consciente de que ella estaba sentada a mi lado. Y me sentí culpable. Yo estaba seguro del amor que ella le tenía. Aunque también estaba casi seguro de que Adam no la correspondía. Aún así no pude evitar sentirme mal. Un amor no correspondido es un dolor muy difícil de soportar.

Cerré los ojos y respiré profundo, tratando de calmarme. ¿Y si me estaba precipitando? Pensaba en no traicionar a Maggie pero, al fin y al cabo, yo no tenía ninguna certeza de que Adam Alexander sintiera algo por mí. Era muy amable conmigo. Y a veces me miraba de una manera muy dulce. Pero…¿era eso suficiente como para pensar que él quería algo conmigo?

Volví a mirarlo. Corría por el campo, rápido como un rayo, dejando atrás a varios jugadores del equipo contrario. Avanzó un poco más, acercándose por un costado al arco rival. Maggie se puso de pie, junto con varios más. El gol era inminente. Sin embargo, hizo algo inesperado. Levantó la cabeza , miró hacia atrás y le dio un pase perfecto a Anthony que estaba parado en la puerta del área chica. Anthony bajó la pelota con el pecho y le pegó de zurda, con tanta fuerza que el balón entró directo al arco- sin que el arquero pudiera ni siquiera reaccionar- y rompió la red, saliendo por el otro lado.

Me mordí el labio para no suspirar. Tenía el arco para él solo. El gol era inevitable. Su gol. Pero aún así, Adam había preferido jugar en equipo. Mientras todos sus compañeros abrazaban a Anthony, Adam miró hacia las gradas. Nos ubicó con la mirada y sonrió.

- ¡Ay! ¡¿Por qué hizo eso?!- dijo Maggie. Claramente estaba decepcionada- Podía haberlo hecho él.

Yo no contesté. Sólo sonreí. Cuando el partido finalizó, caminamos con Maggie hasta los vestuarios. El equipo entró trotando, festejando la victoria. Cinco a cero. Con tres goles de Adam. Cuando nos vio, se sonrió.

-¡Adam! ¡Estuviste excelente!- le dijo Maggie.

- Gracias.- dijo él- ¿Y a ti te gustó el partido?

Asentí sonriendo.

- ¿Nos esperan? Nos duchamos y salimos por ahí a festejar- nos dijo Adam.

-¡Claro!- el rostro de Maggie se iluminó.

Adam entró a los vestuarios y nosotros empezamos a caminar hasta la salida del campo. La gente ya se estaba yendo. 

- ¿Qué hora es?- le pregunté a Maggie.

Ella miró su celular.

- Casi las cinco. ¿Por qué?

- Es que…tengo que repasar para el examen de mañana. Aunque no lo creas, se me ha olvidado casi todo lo que estudiamos ayer.

Claro que no tenía ganas de encerrarme en mi casa a estudiar. Pero recordé las palabras de Alice, previniéndome. Sabía que tenía que aprobar ese examen, aunque fuera con la nota mínima.

- Bueno, no hay problema.- Maggie pareció más contenta de repente- Vete tranquilo que yo le digo a Adam y a Anthony.

Quizá Maggie pensaba que era su día de suerte. Estaría con Adam en una especie de cita. Hasta la imaginé buscando una excusa para deshacerse de su hermano, también. Y sus siguientes palabras me lo confirmaron:

- ¿Por qué no le pedimos a Anthony que te lleve a tu casa?

La vi tan ilusionada que estuve a punto de aceptar. Pero los ojos de Adam se me aparecieron en la mente de golpe.(¡ Ahora resultaba que también Adam se metía en mi cabeza sin permiso!)

- No, tranquila. Yo me voy solo. Mi casa no está demasiado lejos.- dije.

Ya que tenía que sacrificar mi tarde y pasarla lejos de Adam, entonces que Maggie buscara ella misma la forma de deshacerse de Anthony.

- Nos vemos mañana.- me despedí.

Noté la sonrisa de oreja a oreja de Maggie y no pude evitar que me molestara. Caminé por el costado de la ruta. Realmente estaba cerca de mi casa. Era la misma ruta que llegaba hasta la bifurcación. Calculé que tenía unos veinte minutos de caminata. Y me dispuse a disfrutarlos. El día estaba despejado y el aire, fresco. Tenía mucho en qué pensar. Sin embargo, sabía que en cuanto llegara debía poner toda mi atención en los apuntes que Adam me había dejado para el examen.

Adam…

Pensar en él me hacía sentir como un tonto. Un tonto muy voluble. ¿Cómo podía ser que un día me creyera atraído por Damien y al siguiente Damien parecía no existir? Adam se había apoderado por completo de mis pensamientos. Un par de automóviles pasaron cerca de mí y yo apenas me había dado cuenta. Por lo demás, todo parecía desierto. No habían casas a la vista; sólo un bosque inmenso que se extendía hasta donde mi vista llegaba. 

Pero luego de cinco minutos de caminata, ya estaba arrepentido de haberme ido. ¡No quería ir a mi casa! ¡No quería leer ningún apunte! Sólo quería estar con Adam. Y hubiese dado la vuelta si la sonrisa exultante de Maggie no se me hubiese aparecido de pronto. ¿Quién era yo para atravesarme en su camino? Claro, en el caso de que Adam sintiera algo por mí.

Me reí. Estaba actuando como un tonto otra vez. Estaba confundiendo camaradería con algo más. Adam Alexander era simpático conmigo. Nada más. Si al menos me diera una señal de que sentía algo por mí.

¡Alto! No debía desear eso. No quería herir a Maggie. Tampoco quería salir lastimado yo. Porque no podía pasar nada entre Adam y yo. Pronto tendría que irme de Crescent City. Y Adam no merecía eso. Un escalofrío me recorrió de pronto.

Hice un esfuerzo para seguir caminando. Aceleré el paso para evitar arrepentirme. Recién me relajé un poco cuando llegué el camino bifurcado. Cinco minutos después, entré a mi casa y cerré dando un portazo. Estaba de mal humor. Pero por suerte estaba solo. Así que no tenía que dar explicaciones. Decidí que lo mejor era encerrarme en mi dormitorio y ver si podía estudiar aunque fuera un poco. Pero apenas puse un pie en la escalera, el timbre del teléfono me sobresaltó.

No lo dudé. Corrí hasta el aparato y contesté:

- ¡¿Adam?!- me mordí el labio apenas hablé. Me sorprendió la manera en la que me había dejado llevar. ¿Y si no era él?

- Eden…- escuché del otro lado.

Era Adam. Sonreí aliviado.

- ¿Por qué te fuiste?

- Porque…- iba a usar la excusa del examen, pero me frené- Porque…soy un tonto.- dije finalmente.

- ¿Estás enojado conmigo?

Su voz me traspasó como un rayo. ¡Cuánta dulzura destilaba aquel joven!

-¡¡¡No!!!- dije en seguida- Creí…- iba a explicarle lo de Maggie pero me detuve. Y por primera vez en mi vida actué deliberadamente con un poco de egoísmo- Quiero verte, Adam…- pronuncié casi como un ruego.

- Voy para allá.- me respondió con voz urgida y colgó.

¡Ya estaba hecho! Tenerlo frente a frente me daría la oportunidad de saber qué me estaba pasando con él. Busqué el espejo más cercano mientras la imagen de una Maggie decepcionada pretendía seguirme. Pero no le hice caso. Miré mi reflejo. Me alisé la camiseta- siempre dos talles más que el mío- y esbocé una sonrisa. No me sentía satisfecho: ojeras marcadas, mejillas rojas, acné desparramado por la barbilla y la frente… pero nada de aquello me importó. La dulzura en la voz de Adam me envolvía todavía. No me importaba nada más.

No podía con mis nervios, así que me senté en el porche, abrazando mis piernas. Miraba el camino como si Adam fuera a aparecer en cualquier momento. Luego de diez minutos me empecé a impacientar. Pero recordé que el campo de deporte estaba un poco lejos. Además me lo imaginé hablando con Maggie y Anthony, cancelando el festejo. No quise pensar en qué le estaría diciendo a Maggie ni qué cara estaría poniendo ella en aquel momento. Antes de que la culpa me invadiera, sacudí la cabeza. La decisión de de seguir siendo egoísta aún me acompañaba. Pero, muy internamente, deseé que Adam se diera prisa. No sabía cuánto tiempo podría frenar el sentimiento de culpa que me estaba acechando.

Y entonces lo vi. Adam venía por el camino, en su bicicleta, a toda velocidad. Me puse de pie de un salto. En menos de un minuto estuvo cerca de mí y derrapó a sólo un metro de donde yo estaba, como un modo alocado de frenado. Dejó la bicicleta tirada y caminó hacia mí. Lucía encantador, con el cabello suelto, en cascada hasta los hombros, brilloso y mojado. Sentí que el corazón se me aceleraba de golpe.

Adam tomó mi rostro entre sus manos. Me miró por unos segundos de una forma en la que parecía estar debatiéndose algo importante en su mente. Podía sentir su respiración agitada. Luego bajó la vista hasta mi boca. Y entonces lo supe. Sabía lo que iba a hacer. Y me rendí. Cerré los ojos y sentí sus labios dulces y calientes sobre los míos.

Era la primera vez que un joven me besaba. Y fue exactamente como lo había imaginado tantas veces. Era cierto: cuando te besan, todo lo demás desaparece.

Luego de ese beso, me pareció que él hacía un esfuerzo por despegar su boca de la mía. No quería parar y yo tampoco quería que lo hiciera. Pero para mi decepción lo hizo. Sin soltarme el rostro, me miró. El brillo en sus ojos era algo deslumbrante. Con voz extremadamente dulce dijo:

- Deseaba besarte…desde la primera vez que te vi.

Sonreí. Ya no me preocupaba que mi falta de experiencia al besar hubiera arruinado el momento. Adam soltó mi cara y llevó sus manos a mi cintura, atrayéndome hacia él. Y yo le correspondí, pasando mis brazos alrededor de su cuello. Estábamos a un par de centímetros el uno del otro. Y me parecía un sueño. ¡Qué hermosos ojos tenía! ¡Y qué hermosa boca! Y su respiración sobre mi rostro era tan dulce y cálida que me hacía sentir embelezado.

- Eden…

- ¿Sí…?- mi voz apenas se oía. El corazón me retumbaba en el pecho salvajemente. Y estaba seguro de que Adam podía sentirlo.

- ¿Por qué te fuiste?- me preguntó serio, pero en voz baja- Cuando no te vi allí, me sentí muy mal…

- Por Maggie.- dije de repente.

 Quería aclarar ese tema de una vez. Adam me miraba fijamente. Pero no pude adivinar qué estaba pensando.

- Maggie está enamorada de ti.- dije.

Adam se mordió el labio.

“¡No hagas eso!”, pensé. Verlo así me daba unas ganas irrefrenables de besarlo otra vez.

- Lo lamento por ella…, pero…no es Maggie quien me interesa.

Sentí que las piernas se me aflojaban. Adam me sostuvo entre sus brazos fuertes y me acercó un poco más hacia él. Sentí su torso en mi pecho y eso hizo que mi corazón se acelerara más. Sabía que podía perder el control en cualquier momento así que puse mis manos en su pecho buscando poner distancia.

- Adam…, tenemos que hablar.

Su expresión se endureció de repente y me soltó.

- Te gusta Damien, ¿no es así?

- ¡No!- contesté resuelto. Me sorprendió que mi respuesta fuera tan sincera. Ahora lo sabía. Damien no tenía ningún lugar en mi corazón. Volví a rodear el cuello de Adam con mis brazos y lo miré a los ojos.

- No es Damien quien me interesa.

Adam me envolvió otra vez entre sus brazos. Me puse en puntas de pie, buscando su boca. Él se dio cuenta. Y volvió a besarme. Y esta vez ese beso me hizo vibrar de los pies a la cabeza. Fue un beso más apasionado que el primero. Más intenso. La respiración de ambos se aceleró. Pero aún así nuestras bocas no se despegaron, hasta varios minutos después.

- Adam…,- balbuceé. Mi rostro aún estaba pegado al suyo- tenemos que hablar.

Hizo un esfuerzo para separarse un poco.

- Te escucho.- me dijo sin soltarme.

- Mejor entremos a la casa.- sugerí.

- Mejor caminemos.- susurró él.

Asentí. Me tomó de la mano y me llevó hacia el claro donde la tarde anterior habíamos sido testigos de aquel extraño ritual. Nos acercamos lentamente hasta la playa desierta. Aún quedaban vestigios de la fogata: unos leños renegridos dentro de un círculo de piedra. La mano de Adam apretó suavemente la mía, llamando mi atención y nos miramos. ¡Qué maravilla era observar aquellos ojos oscuros, enigmáticos y llenos de vida! ¡Qué pestañas! ¡Qué labios! Bajé la mirada. No podía permitir perderme otra vez en toda aquella dulzura que era Adam.

Necesitaba hablar con él, antes de que fuera demasiado tarde. Pero apenas abrí la boca para hablar, Adam me acercó hacia él, tirando suavemente de mi mano y me besó. Sentir otra vez sus labios en los míos hizo que me olvidara de todo. Mi cuerpo no paraba de temblar entre sus brazos, que ahora me envolvían. Lo abracé casi con violencia. No quería perderlo. No podía perderlo. Cuando me soltó, apenas podía respirar.

- ¿Eso era lo que querías decirme?- me preguntó con picardía, jugando con sus labios en los míos.

Respiré profundo y me alejé, haciendo un enorme esfuerzo.

- Hay algo que no sabes sobre mí.- dije fijando mi mirada en el mar que se movía cerca de mis pies. No quise mirar a Adam pero estaba seguro de que sus ojos estaban clavados en mí.

- Está bien.- me dijo con una voz considerablemente dulce- Ven…

Me tomó de la mano y me llevó hasta un árbol frondoso que estaba cerca. Tenía unas raíces grandes que sobresalían casi un metro del piso y estaban cubiertas de guijarros y arena. Se sentó allí, atravesado y me atrajo hacia él, sentándome a su lado. Me apoyé en su pecho musculoso y me envolvió con sus brazos. Volví a mirar el mar, tratando de reunir coraje. No sabía por dónde comenzar. Sentía su respiración en mi mejilla, cálida y acompasada. Estar así, entre sus brazos, me parecía un sueño.

- Adam…- dije y me despegué un poco de su cuerpo.

Le busqué la mirada. Él me sonrió y se inclinó para besarme otra vez. Pero no se lo permití. Llevé mi mano a su boca y mientras le acariciaba los labios, comencé a hablar:

- Mi madre y yo…no tenemos una vida normal, como las demás personas. Nos mudamos mucho. He vivido en más de diez estados en los últimos cinco años. Y como sabes, acabamos de mudarnos aquí, a Crescent City.

Adam movía sus labios sobre mis dedos y me miraba con tanta intensidad que tuve que hacer un esfuerzo para seguir hablando con coherencia:

- Adam…, nunca nos quedamos más de un semestre completo en ningún lugar. Y Crescent City no será la excepción.

Adam parpadeó varias veces y respiró hondo. Retiró mi mano de su boca. Sentí su mirada, escudriñándome. Tenía el ceño fruncido. Y antes de que mi voz terminara de quebrarse, le conté sobre Albert y su obsesión por perseguirnos y hacernos daño.

El cuerpo me temblaba de pies a cabeza. Pero esa vez era por miedo. Un miedo casi irracional que me invadía con crueldad cada vez que pensaba en mi padre.

- Eden…, ¡estás temblando!- su voz me pareció angelical.

Y sin pensarlo me acurruqué en su pecho mientras me abrazaba. Me besó con mucha dulzura la frente y  dijo casi en un susurro:

- No te preocupes, Eden. Nadie te hará daño. Y no tendrás que seguir huyendo. Ya nos estás solo. Ahora me tienes a mí.

Hice un esfuerzo para aferrarme a sus palabras. Adam me apartó con suavidad de su cuerpo. Se quitó la campera deportiva azul que llevaba puesta- la que era parte del uniforme del club- y me la pasó por los hombros. Me rodeó otra vez entre sus brazos y me besó.

Fue un beso dulce y tierno. El calor de sus labios me envolvió por completo y me devolvió la vida.

- No te preocupes, Eden. Nadie nunca te hará daño. Yo me encargaré de eso.

- Tiene a la policía de no sé cuántos estados buscándolo. Y aún así…

- Yo soy más efectivo que todos los policías del país juntos.

Sonreí.

- Te lo digo en serio. Pertenezco… a una familia…muy poderosa. Y pondré todo ese poder a tu servicio.

Lo miré fijamente y pude ver en sus ojos que me hablaba en serio.

- Adam…

- ¿Sí, mi  ángel?

Me derretí por completo. 

- No quiero perderte.

- No lo harás…- me susurró, acercándose. Sus labios rozaron los míos y una pequeña descarga eléctrica nos sacudió a los dos.

Nos reímos.

- Se está volviendo cotidiano.- susurré aún riendo.

- ¡Y no sabes cómo me gusta…!- me dijo Adam acercándose otra vez.

Y me besó, de una manera suave, apenas rozándome los labios. Y no hubo más chispas.

- Quería…ser sincero contigo.- dije perdiéndome en sus ojos negros- No quería que pensaras que te oculto cosas. Quería que lo supieras porque, si un día vienes a buscarme y no me encuentras, no quiero que pienses que…te he abandonado.

 No podía creer que estuviera diciéndole todo eso. Sentía cómo las mejillas se me ponían coloradas.

- ¿Tú quieres quedarte conmigo?- me preguntó Adam casi en un susurro.

- Sí…- contesté acariciando sus labios.

- ¿Para siempre?

- Sí…- mi voz apenas se escuchó.

- Sea…

Adam me besó otra vez. Un beso apasionado que me hizo olvidar todo y a todos. Y por primera vez en mi vida dejé de sentir miedo. De repente, la vida me pareció bella, luminosa. Me pregunté cómo había podido sobrevivir tanto tiempo solo. Sentí el impulso de seguir besándolo pero no me animé. Me daba mucha vergüenza. Y trataba de juntar coraje cuando un sonido extraño me sobresaltó.

- Es mi celular.- dijo Adam, sin dejar de abrazarme.

- Atiende.- traté de alejarme un poco pero Adam me sostuvo más fuerte contra su cuerpo.

Aquella boca era mi perdición. Se acercó a mí pero hice un esfuerzo y volví a alejarme.

- Atiende… Puede ser importante.

- Tú…eres lo más importante en mi vida. Desde que te vi, la primera vez, supe que ya nada iba a ser igual.

El teléfono dejó de sonar.

- Tú me viste el día que…

-…salvaste al cachorro. Yo estaba cerca. Me quedé impactado cuando te vi cruzar la calle, en el medio de la lluvia. Y cuando agarraste al perro y te quedaste allí clavado, casi me muero del susto. Salí corriendo pero…Damien llegó primero.- Adam frunció el ceño- Sólo recién cuando el camión terminó de pasar y pude ver que estabas bien, sentí que…podía seguir respirando. 

Me estremecí. Tuve que hacer un esfuerzo para no pellizcarme. Aquello parecía un sueño. Un sueño realmente hermoso.

- Adam…, ¿eres de verdad o estoy soñando? Sí existes, ¿no?

Adam sonrió pícaro y se acercó más a mí. Sentí su respiración en mi rostro y no pude evitarlo. Tomé su cara con ambas manos y le di un beso. Lo besé tan apasionadamente como la timidez me lo permitió. Cuando intenté despegar mis labios de los suyos y solté su rostro, Adam me atrajo hacia él y continuó con el beso.

Yo estaba completamente embelezado cuando un minuto después me separó de él con dulzura, pero sólo un centímetro.

- ¿Cómo haré para dormir esta noche?- se me escapó. Me sentí avergonzado en cuanto lo dije.

Adam me miró con unos ojos tan dulces y brillantes que volví a estremecerme.

- Puedo volver a visitarte…como lo he hecho todas estas noches…

Me quedé helado. No podía apartar mis ojos de él. Sus palabras rebotaban en mi cerebro. Me había impresionado. Y entonces terminé por darme cuenta.

- Mi taza…- susurré.

Adam sonrió complacido.

- Luego del…incidente con el cachorro, te seguí con la mirada y vi cuando tirabas los pedazos de cerámica en un cesto de basura.- me confesó- Y llorabas. Y verte llorar…, me partió el corazón. Cuando te fuiste en el auto, recogí los pedazos y…

- ¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo la arreglaste?

Adam se mordió el labio.

- ¡No hagas eso!- suspiré sin poder evitarlo.

Adam sonrió y me volvió a besar, haciéndome olvidar por un momento nuestra conversación. Varios minutos después, logré poner otra vez mis pensamientos en orden. Me resultaba muy difícil volver a pensar con claridad después de cada uno de sus besos.

- ¿No me dirás cómo lo hiciste…?

- ¿Cómo hice qué…?- y se acercó otra vez.

Pero yo fui más rápido y lo esquivé.

- Adam…

- ¡¿Qué?!- él rió divertido.

- Dímelo…

- Fue…magia.

- ¡¿Magia?!

- Sí…- me dijo dulcemente- Tú me has dicho que sí crees en… esas cosas, ¿no? 

Sonreí. No tenía forma de refutar sus palabras. Y ya me estaba perdiendo en sus ojos otra vez cuando su teléfono volvió a sonar. Lo miré decidido. Y él vio que yo no iba a dar mi brazo a torcer. Así que liberó un brazo- mientras que con el otro me acercó más hacia él- y sacó su celular del bolsillo de su pantalón deportivo. Miró la pantalla iluminada y frunció el ceño.

- ¿Qué pasa? ¿Quién es?

Vi cuando Adam apagaba el teléfono y lo volvía a guardar.

- Tú…has sido sincero conmigo.- me dijo serio. 

Me llamó la atención la forma en la que me hablaba. Su expresión se había endurecido un poco. Pero me volvió a abrazar y agregó:

- Ahora me toca a mí. Debes conocerme…mejor, si quieres…

- Claro que quiero.- no lo dudé.

Adam sonrió pero todavía seguía con la mirada turbada.

- Quiero que…me acompañes a un lugar.

- A donde tú quieras.

Me miró un segundo y volvió a besarme. Y su dulzura nos envolvió totalmente. Nos olvidamos por varios minutos de dónde estábamos, del frío que arreciaba y de las primeras gotas de lluvia que habían comenzado a caer. Pero cuando el aguacero se hizo más fuerte, nos pusimos de pie y corrimos hasta la casa.

- ¿Quién te llamó?- no pude evitar preguntárselo- ¿Por qué no atendiste? ¿Para que yo no escuchara? Si quieres privacidad, yo…

- Calla.- me susurró Adam mientras me abrazaba en el porche de le entrada- No quiero tener secretos contigo. No necesito privacidad. Mi padre fue quien me llamó. Tengo que irme.

Traté de que no se diera cuenta de mi decepción. No quería que se fuera pero tampoco me animaba a pedirle que se quedara. Y una vez más, me sorprendió:

- Eden La Rue, estás invitado a cenar con la familia Alexander esta noche. Al fin y al cabo, es hora de que sepas realmente quién soy…- sentenció Adam, con un  extraño destello en la voz… 

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