Daimon
- Soy un Daimon…- me dijo Anthony.
Yo no podía quitarle los ojos de encima. Estábamos parados en el porche de la casa. La mañana se abría preciosa, fresca y clara. La luz de un sol tenue se escabullía por entre las ramas de los pinos y caía en cascada sobre la piel de aquel joven, que ahora se me volvía a revelar de un intenso color rojo sangre.
- Soy un guía protector.- su voz sonaba muy diferente, potente y gruesa- Un demonio creado exclusivamente para acompañar a Adam.
- Tú controlas lo que ves.- me susurró Adam.
Sentía sus manos en las mías y su cercanía me daba serenidad. Miré otra vez a Anthony y unos segundos después, lo volví a ver con un cuerpo humano normal. No había rastros de demonio por ningún lado. Tenía una sonrisa dulce y una mirada expresiva. Percibí también que bajo esa mirada había una sombra de miedo.
- No te preocupes, Anthony.- dije- Yo no te temo.
Su rostro se iluminó ante mis palabras.
- Cuando Adam me contó lo que iba a hacer,- me dijo con una suave voz adolescente- yo temí que al verme en mi forma original…con la que fui creado…te asustaras.
- Te lo dije.- Adam le sonreía- Eden es especial.
- Sí, me lo dijiste.- Anthony rió divertido.
- ¿Y cuál es tu naturaleza? ¿Tienes libre albedrío?- le solté de golpe.
Anthony me miró.
- Le acabo de decir que soy un demonio…¡y me pregunta esas cosas…!- le dijo a Adam.
- Lo siento.- balbuceé.
- No, Eden. Él no te está reprendiendo. Al contrario, está fascinado. Él no esperaba una reacción como la tuya.
- ¿Otros ya te han visto?
- No, no a mí. Cuido mucho mi apariencia. Y la verdad no ha sido difícil. Nadie tiene un prana tan fuerte como para percibirme. Y tampoco son muchos los humanos que son iniciados. La unión de íncubos y humanos no suele producir nada.
- ¿Nada? ¿Pero y los hijos que tienen en común?- miré a Adam buscando una explicación.
- Él se refiere a que esas uniones no generan creaciones mágicas. Nos mezclamos con las mujeres para perpetuar nuestra descendencia y para alimentarnos de ellas pero nunca las activamos ni mucho menos creamos hijos mágicos.- me explicó Adam.
- La creación de un homúnculo es algo excepcional y tampoco puede hacerlo cualquiera.-me dijo Anthony.
Se tomó unos segundos , miró a Adam y luego continuó:
- Adam puede hacerlo porque es descendiente directo de un íncubo. Carlisle no es un descendiente híbrido de demonio y humana. Él es un íncubo. Lleva aquí en la Tierra miles de años. Vino con el primer séquito de Ángeles Caídos. El mismo séquito descendido durante la rebelión y luego de la primera caída. Se volvieron seres sexuales, lo cual estaba prohibido. Sus primeros descendientes poseían una inesperada superioridad tanto física como intelectual y sobre todo espiritual. Pero a medida que siguieron mezclándose, algunas de esas características se fueron apagando. Sin embargo, un núcleo muy cerrado y muy selecto permaneció inalterable. Así que Adam es descendiente directo de un íncubo, es decir de un Ángel Caído. Y como ya sabrás, es muy poderoso…
Asentí. ¡Claro que ya lo sabía! Estaba completamente fascinada.
- Si eso sucedió hace miles de años, y sigue sucediendo, entonces hay más descendientes de
los que uno podría pensar.- dije mirando hacia la ruta primero y luego hacia el bosque que se abría a un costado de la casa, como esperando ver algo más por allí.
“¡Podría haber Oscuros y Penitentes por cualquier lado!”
Esa simple idea me maravilló.
- No, no somos tantos como crees. Los Penitentes generalmente no viven más allá de una vida humana promedio. O incluso menos.- me dijo Adam- Al no alimentarse del prana humano, se vuelven vulnerables y muy limitados. Prácticamente no pueden usar sus poderes. Eso los debilita.
- ¿Y ustedes, los Oscuros?
- Nosotros logramos tener vidas supra-humanas. En términos físicos, logramos vivir miles de años. Pero no nos resulta fácil tener descendencia. Muy pocos sobreviven al nacer. Sus energías son tan poderosas que antes de ser controladas desestabilizan los átomos del cuerpo que los está conteniendo. Y de los que sobrevivimos, uno de cada cuatro son invisibles.- Adam esperó unos segundos a que yo pudiera asimilar sus palabras.
- ¿Viven siempre jóvenes?- pregunté- ¿O envejecen?
- Manejamos nuestra apariencia a nuestro antojo. Más bien a nuestra necesidad.
Lo miré sorprendido.
- Tranquila, Eden. Esta es mi verdadera apariencia…en la carne…aunque mi esencia es un poco distinta…- dijo Adam- Y acabo de cumplir diecisiete años. Aún no he tenido la necesidad de cambiar mi apariencia física.
- ¿Y si quisieras…?
- Si quisiera, podría lucir así, como luzco ahora por miles de años.
Anthony carraspeó y yo lo miré.
- En realidad,- intervino- podría hacerlo en teoría. En la práctica, no creo que pueda…
- No podría hacerlo…- dije siguiendo su línea de razonamiento- a menos que se alimentara del prana de un ser humano.
- Entonces… ¿morirás?- apenas tuve fuerzas para hablar.
Clavé mis ojos en los de adam y sentí en el pecho una punzada de dolor.
- Tranquila, mi Ángel, no planeo morirme por ahora. Si bien necesito el prana para vivir, hay otras maneras. Además soy descendiente directo de un íncubo. Al no tener tanta mezcla en mi sangre, mantengo mi pureza. Aún sin prana humano, mi expectativa de vida es de cientos de años.
- ¿Eso es cierto?- busqué la mirada de Anthony.
- Sí, Eden. Él te está diciendo la verdad.- la sonrisa franca de Anthony logró tranquilizarme.
Volví mis ojos a Adam. Creo que por su expresión, él ya conocía cuál sería mi próxima pregunta, pero igual se la formulé:
- ¿Y entonces porqué estuviste enfermo? Tanto que …estuviste al borde de la muerte.
- Porque cometí un error…
El recuerdo de la noche en la que Adam me confesó que se había alimentado de mi prana me golpeó como un látigo. Él me había dicho que una vez que comenzaba a hacerlo, le sería muy difícil parar.
Adam asintió ante mis pensamientos.
- Pero ahora, estoy tomando todas las precauciones para no volver a enfermar. Me alimento de los animales con más frecuencia.
- ¿Y…al hacerme demostraciones de tus poderes…no gastas energía?
Anthony volvió a carraspear. Lo que me confirmó que así era.
-Pero no lleva demasiada energía. No es magia verdadera, son más bien trucos.- se apresuró a decir Adam.
- Aún así…, prométeme que ya no habrá más trucos…
Adam me miró fijamente por largos segundos, muy serio y en completo silencio. Y de repente lo intuí.
- ¡No puedo creer lo que intentas hacer! ¡¿Usas tu prana para convencerme?!
Anthony largó una carcajada mientras veía que Adam se sonrojaba. Éste me sonrió y dijo:
- Tú lo intentaste una vez conmigo. ¿Ya lo has olvidado?
¡No! ¿No lo había olvidado! Como tampoco había olvidado lo mucho que se había enojado conmigo por eso. Y luego se había marchado, dejándome en claro que no me llamaría, que se volvería a alejar de mí.
Sus dedos cálidos sobre mi rostro parecieron rescatarme de aquellos recuerdos.
- Lo lamento, mi Ángel, no debí mencionarlo. Perdóname…
Su voz dulce y su mirada intensa me envolvieron y en un impulso lo abracé.
- No nos volveremos a separar nunca más, Eden.- me prometió en un susurro- No puedo ni quiero vivir sin ti.
Sentí el impulso de besarlo pero la presencia de Anthony me inhibió. Noté que Adam se inclinaba hacia mí pero dudé. Miré de reojo buscando a Anthony y entonces me quedé petrificado. ¡Ya no estaba!
- Esos son sus mayores talentos: gran percepción y mucha discreción.
Adam me miró a los ojos. Y me perdí completamente en su mirada y luego en sus labios.
No sé cuanto tiempo pasó después de eso. Aunque miré el celular de Adam y faltaban veinte minutos para las ocho de la mañana, a mí me pareció que llevaba horas besándolo. Adam me miró con picardía. Y eso me lo confirmó. Otra vez, había hecho su “truco” del tiempo. Y se lo agradecí con un nuevo beso. Aunque no pude evitar preocuparme por pensar que, por haberlo hecho, Adam perdería un poco de energía. Pero no se lo dije.
Nos reímos cuando vimos que por el camino escarchado, venían Anthony y Jack en sendas bicicletas. Se pusieron cerca de nosotros y comenzaron a hacer toda clase de piruetas complicadas. Anthony demostraba mucha destreza; manejaba muy bien el equilibrio y derrapaba cerca de nosotros. Muy cerca, algunas veces, pero sin tocarnos.
- ¿Este es uno de tus trucos?- le pregunté cuando se acercó.
- No, yo casi nunca hago trucos. No uso mis poderes.- me dijo en voz baja- Sólo me dedico a proteger a Adam.
- ¿Protegerlo…? ¿De qué?- quise saber.
- La mayoría de las veces…del mismo.
Miré a Adam y vi que sonreía ante las palabras de Anthony.
- Es que, cuando era niño, me gustaba…experimentar con…mis…trucos. Quería saber hasta dónde llegaban mis poderes.
- ¿Y qué fue lo que descubriste?
Adam me miró y se mordió el labio.
- Mejor…no preguntes. O perderás el poco respeto que me tienes…
Lo dijo como una broma. Todo en su tono de voz así me lo indicaba. Y su expresión era risueña. Pero aún así, aquellas palabras me molestaron.
- Yo te respeto muchísimo y te admiro…- le dije mirándolo a los ojos- ¡Y te amo!
Inmediatamente vi cómo sus ojos se humedecían y sentí el calor de sus labios sobre los míos de una forma muy dulce pero muy sensual. Y me hubiese quedado así, pegada a su boca sino hubiese sido porque recordé que no estábamos solos. Y antes de que las mejillas se me encendieran, miré a Anthony y le hice señas para que se acercara.
- ¿Puede hacerte otra pregunta?
- Claro…, todas las que quieras…
- ¿Ese cuerpo que tienes es tuyo…o es prestado…?
Anthony se rió.
- Me gusta mucho este chico.- le dijo a Adam.
- ¡A mí también!- Adam volvió a morderse el labio y me miró de reojo.
Anthony se acercó hasta nosotros. Dejó la bicicleta a un lado y nos sentamos los tres en los escalones de la entrada, viendo como Jack seguía haciendo acrobacias con su bicicleta a unos treinta o cuarenta metros de nosotros.
- Cuando Adam fue engendrado, el Padre me creó y me designó como su guardián, su Daimon…
- ¿El Padre…?
- Sí, el Padre siempre cuida de sus criaturas, sin excepción…
Le hice señas para que continuara. No quería comenzar a polemizar con él sobre lo poco “cuidada” que yo me sentía por el Padre…
- Soy en esencia una energía. Generalmente los Daimones suelen entrar en el pensamiento del ser al que cuidan. Pero con Adam, hubo una excepción.
- ¿Una excepción hecha por el Padre?
- No, yo fui quien hizo esa excepción.- me dijo Adam de repente- El día que cumplí los once años, Anthony y yo nos fuimos a jugar al bosque. Nos encantaba pasar allí horas enteras. Anthony disfrutaba mucho viéndome hacer…mis trucos, aún sin saber mi verdadera naturaleza. Esa tarde, ya estábamos por volver, cuando una serpiente mordió a Anthony en el brazo.- la voz de Adam pareció temblar y me miró.
- Y… ¿qué hiciste…?
- Nada… Me quedé paralizado, viendo cómo mi mejor amigo se moría.
Su expresión me conmovió. Le acaricié la mano para que supiera que yo estaba allí con él.
- No sabía qué hacer…, así que me quedé allí, junto él, ya muerto entre mis brazos, hasta que la oscuridad lo cubrió todo. Era la hora del crepúsculo, la hora exacta de mi nacimiento. Y entonces sentí que mis Dálets se activaban.
- ¿Tus… Dálets?- me costó interrumpirlo.
Adam levantó sus manos y las colocó palmas arriba.
- Los Dálets son las puertas por donde nos alimentamos. A través de cada Dálet, una en cada palma, absorbemos el prana. Esa noche, sentí que estaba listo. A los once años, sufrimos nuestra primera iniciación. Así que no lo dudé…
- ¡¿Lo…resucitaste?!
- No, para eso ya era tarde.- me contestó Adam en voz baja- El veneno de la serpiente lo había invadido por completo y su alma ya había abandonado su cuerpo físico. Ya no podía traerlo de nuevo. No tengo tanto poder. Lo que hice fue transferir a mi Daimon, el que residía en mi mente como un Ajustador de pensamiento, al cuerpo de Anthony.
Éste lo miró y con una voz extremadamente conmovida dijo:
- Esa fue la primera vez desde la creación de los mundos en la que un demonio intermedio, descendiente directo de un íncubo, le proporciona a un Daimon un cuerpo físico propio. Es una magia muy poderosa muy difícil de realizar. Y además está prohibido.
Adam se rió. Lo miré asombrado.
- ¿Por qué te ríes?
- Es que… he hecho tantas cosas que están prohibidas que…antes de los once años ya estaba condenado…
Sonreí. Pero no dejó de preocuparme la tensión en su voz, en aquellas últimas palabras.
- ¿Y qué…?- la voz de Jack nos sobresaltó a los tres- Van a seguir secreteando ahí o vamos al Instituto. En diez minutos empiezan las clases.
Recién fue allí que recordé que hablábamos los tres en secreto. Y que Jack Taylor no sabía.
Entre Anthony y Adam me convencieron para que fuera a clases. Dos horas seguidas de Biología y luego almuerzo y por la tarde los vería entrenar. Eso me hacía ilusión y por eso accedí. Entré a la casa, tomé la mochila y cuando iba a salir recordé que la campera deportiva de Adam estaba en mi habitación. Subí a buscarla y se la devolví, con una sonrisa.
Me calcé la mochila al hombro y avanzamos por el camino. Anthony iba a mi lado y Jack tomó la delantera.
- Ve tu primero.- la había dicho Anthony- Seguro que Amber ya llegó y te está esperando.
Mientras veía alejarse a Jack, noté que Adam no venía a mi lado y miré hacia atrás. Él venía caminando a unos metros de nosotros y se estaba poniendo la campera que acababa de devolverle. Me volví hacia Anthony y le pregunté:
- ¿Dejarás aquí tu bicicleta?
- Sí, después vengo por ella. Y de paso, a la tarde…- un grito desgarrado y profundo lo interrumpió y sentí que la sangre se me helaba en las venas.
No sé cómo lo supe pero me di la vuelta y busqué a Adam con la mirada. Tenía la certeza de que había sido él quien había gritado.
Lo que vi me dejó sin aliento.
Adam estaba tirado en el suelo, convulsionando y dando gritos desgarrados. Corrí hacia él con desesperación. Y cuando apenas me faltaba medio metro para alcanzarlo, los brazos fuertes de Anthony me sujetaron de la cintura y me impidieron tocarlo.
- ¡Déjame!- grité - ¡Adam! ¡¡¡Adam!!!
No entendía porqué Anthony no me permitía acercarme. Luchaba por zafarme pero él era mucho, muchísimo más fuerte que yo. Comencé a llorar. Volví mi mirada a Adam y entonces , dejé de luchar. Me quedé asombrado ante lo que veía: Adam estaba de rodillas, tomándose el pecho con una mano, mientras que miraba a un punto cercano. Estaba quieto y ya no gritaba sino que sollozaba en silencio. Miré hacia donde su mano libre se estiraba como queriendo tocar algo. Al principio no vi nada pero luego de unos segundos me vi a mí mismo llorando. Estaba en mi propia cama, con las piernas flexionadas, rodeada por mis brazos. Reconocí de inmediato aquella escena. Fue la misma noche en la que Adam se había ido. El día en el que yo había presenciado el ritual fúnebre de su madre. La noche en la que Adam se había enojado conmigo y me había dicho que no lo llamara…
Y así siguieron una sucesión de imágenes, una tras otras, todas tristes. Yo siempre estaba llorando. En mi dormitorio. En la playa. En la ducha. Volví mis ojos a Adam, quien yacía en el suelo. Estaba abatido, mirando las imágenes que se abrían a su alrededor como lenguas de fuego. Ya no gritaba, ya no se movía, sólo gemía de vez en cuando. Sentí que los brazos fuertes de Anthony se aflojaban, corrí hacia Adam y me desplomé a su lado, justo cuando la última imagen mía desaparecía, envuelta en un denso humo negro.
- Adam, mi amor… ¡Dime algo…! ¿Estás bien?
Adam se veía exhausto. Respiraba con dificultad. Alzó sus ojos hacia mí y comenzó a llorar en silencio. Su rostro volvió a empaparse de lágrimas.
- Lo…lamento- me dijo en un tono desgarrador.
- Adam…
No podía entender lo que le sucedía. Sólo atiné a abrazarlo con todas mis fuerzas.
- Tranquilo, Adam. Estoy aquí.- le dije al oído mientras lo envolvía con mis brazos.
Él descansó su cabeza en mi pecho, como un niño pequeño e indefenso. Y estuvimos así un par de minutos. Recién busqué su mirada cuando lo sentí más calmado. Anthony entonces se acercó a nosotros y me ayudó a levantarlo.
- Arriba, mi amigo.- le dijo, tomándolo de un brazo.
Al principio Adam se tambaleó pero luego de unos segundos logró estabilidad. Se paró erguido y se secó el rostro. Volvió su mirada hacia mí.
- ¿Estás bien?- le pregunté.
Y al verlo tan pálido sentí una punzada de miedo en la boca del estómago.
- ¿Estás enfermo? ¿Otra vez?- balbuceé.
Adam negó con la cabeza. Y Anthony se apresuró a responder.
- No, Eden. No te preocupes. Él no está enfermo. Hubo una… transferencia…
- ¿Una transferencia?- pregunté confundido.
- Sí, sin querer le transmitiste tus emociones a Adam. Las más intensas. Las que viviste los días en los que pensabas que él no te amaba…
Y entonces lo entendí. Esas imágenes que habían rodeado a Adam, eran todo lo que yo había vivido todos aquellos días negros.
- Lo…lamento.- balbuceé mirando a Adam. Me sentía muy mortificado- ¡No fue mi intensión! Yo ni siquiera sé cómo lo hice…
- La campera…- me dijo Adam- La tuviste puesta todos esos días. Y le transmitiste tus emociones. Y al… ponérmela ahora…pude sentir todo lo que tú sentiste…Todo el dolor que te causó mi ausencia….- la voz de Adam se quebró.
- ¡Pero estabas enfermo!
- ¡Pero tú no lo sabías! Creíste que te había abandonado…como la primera vez.- Adam comenzó a llorar- ¡Lo lamento! Todo ese dolor…me desgarró. ¡No sé cómo hiciste para soportarlo! Lo lamento…Fue mi culpa. Si yo le hubiera permitido a Damien decirte la verdad, desde el principio, que yo no te había abandonado, que yo te seguía amando. Creí que era lo mejor pero ahora entiendo que…me equivoqué…
Abracé a Adam con toda mis fuerzas.
- ¿Tú me amas?- le pregunté.
- ¡¡¡Por supuesto que te amo!!!- contestó llorando.
- Eso es todo lo que me importa.
Tomó mi rostro entre sus manos y me besó. Sentí muchas emociones en ese beso. Había pasión pero también dolor; había arrepentimiento pero por sobre todo había mucho amor.
- Te amo, Adam.
-Yo también te amo, mi Ángel.
Me perdí en su mirada hasta que la voz de Anthony nos trajo a la realidad.
- Bueno, tortolitos. Lamento interrumpirlos pero…tenemos compañía.
Señaló hacia la ruta. Allí venía la camioneta azul de Damien. Y sentada como acompañante, divisé a Marie.
- ¿Esa chica nunca sonríe?- pregunté con voz inocente.
Adam y Anthony estallaron en carcajadas.
- La verdad es que yo rara vez la he visto sonreír. Y mucho menos si tú estás cerca.- me dijo Adam divertido, limpiándose las lágrimas del rostro.
- ¿Ella siempre ha estado enamorada de ti?- lo miré directo a los ojos, para ver si era capaz de negármelo.
Pero su respuesta me sorprendió:
- Marie no está enamorada de mí. Lo que sucede es que en el caso de que yo decidiera casarme con una Penitente, y no mezclarme, ella es la destinada a ser mi esposa. Soy el primo que le corresponde. Y no Damien. Y eso la decepciona.
- Porque te ama…
- No, porque al estar destinada a mí es más probable que tenga una descendencia fuerte. Al casarse con Damien no va a lograr la verdadera unión. Si llegan a tener hijos serán deformes…si es que alguno sobrevive. Mi rechazo…hacia ella…hace que la rama La Croix se acabe para siempre.
Sentí los ojos de Damien clavados en mi nuca por lo que decidí no hacer más preguntas. Me di vuelta para saludarlo. Y tuve que cubrirme los ojos. El resplandor que se desprendía de su cuerpo me encandiló. Era una luz blanca que parecía titilar. Le salía de cada poro de su piel y especialmente le atravesaba los guantes de lana que solía llevar. Y junto al resplandor sentí un intenso perfume de rosas.
- ¿Qué te sucede?- la voz de Damien se escuchó muy cerca de mí- ¡¿Qué le has hecho?!- aquella pregunta iba directamente a Adam.
- ¡La ha iniciado…!- Marie también estaba cerca- ¡No puedo creer que lo hayas hecho!
- Eden, mírame…- Damien me hablaba con voz muy dulce mientras intentaba despegar mis manos de mi rostro.
- No…puedo…- dije sintiendo que la luz que lo rodeaba me rodeaba ahora a mí también, junto a un calor abrasador, muy intenso, casi arrebatado. Era una sensación maravillosa de un placer extremo.
Me tomó unos segundos y comencé a bajar las manos lentamente hasta que mis ojos se acostumbraron a la luz. Vi el rostro de Damien, el cual parecía un sol. Era lo más hermoso que había visto en mi vida.
Sentí que Adam me susurraba algo al oído:
- Tú controlas lo que ves…, recuérdalo.
Y sólo tuve que repetírmelo una vez en mi mente y la luz se apagó. Y el Damien humano, adolescente de siempre, apareció. Estaba parado cerca de mí y me miraba con ojos brillantes y expectantes.
- Hola…- balbuceé.
- Hola, precioso. ¿Estás bien?
- Sí, ahora sí.- respondí y Damien sonrió.
Volví mis ojos a Adam. Pensé unos segundos y dije:
- ¿Por qué no se adelantan al Instituto? Yo…necesito hablar con Adam unos minutos.
Esperé a que todos se alejaran y cuando la camioneta tomó la ruta rumbo al Instituto, miré a Adam. Lo vi serio y preocupado. Así que me acerqué a él y lo besé. En seguida sentí que su respiración se normalizaba. Y por fin me sonrió, mientras me envolvía en sus brazos, acercándome a su pecho.
- Quiero preguntarte algo…sólo por curiosidad…
Adam me miró con picardía.
- Creo que ya sabes lo que te voy a preguntar.- dije sonriendo.
- Tú controlas lo que ven tus ojos…- me contestó.
- Yo controlo…casi todo lo que ven mis ojos.
- Eres muy inteligente…- suspiró Adam y se mordió un labio- ¡Más que inteligente…eres brillante!
- ¿Por qué no me dejas verte? Quiero ver tu esencia, así como he visto la de Anthony y la de Damien. Al igual que Marie, tú has sabido cubrirte muy bien.
Vi su expresión. Tenía el ceño fruncido pero había un dejo de sonrisa en sus labios. ¡Sus labios! ¡Siempre me habían perdido aquellos labios!
- ¿Te he dicho…alguna vez… cómo me atrae tu boca?
Adam se mordió el labio otra vez. Se acercó más a mí y en un arrebato, me besó con intensidad.
Por un momento me perdí en aquel beso, tan caliente y tan osado. Luego, un minuto después, el beso se volvió suave, dulce y me embelezó aún más. Me costó mucho soltarlo. Y cuando lo hice, recordé nuestra anterior conversación.
- Quiero verte…- dije, aún sintiendo su respiración en mi rostro.
- Me estás viendo…
- Quiero ver… al verdadero Adam, al Adam real.
- Mi yo real no se llama Adam.
Lo miré sorprendido.
- ¿¡No!?
- No…
- ¿Y cómo te llamas, en realidad?
- Es secreto…y si te lo digo…después tendré que matarte…- me dijo sonriente.
- Si me mataras a besos…como anoche…no tengo ninguna objeción…- sentí que me ponía colorado pero no me importó. Quería que él supiera lo que me hacía sentir.
Me perdí otra vez en sus labios por varios minutos.
- ¿Cuál es tu nombre?- susurré.
- Mi nombre es… Leugim…
- Leugim…- repetí. Y en seguida una ola de electricidad me envolvió de los pies a la cabeza- Es un nombre muy bonito.- dije y volví a besarlo.
Sentí sus brazos envolviéndome y antes de perderme otra vez en sus labios, le dije:
- Quiero ver a…Leugim…
- Quizá… algún día…
- ¡¿Por qué no ahora?!- supliqué.
- Porque no tenemos tiempo.
- Creí que tú manejabas el tiempo a tu antojo.
Sonrió y me besó de nuevo.
- Adam…
- ¿Sí…?
- ¿Por qué no quieres que yo te vea?
- Porque… te será muy difícil seguir amándome después de ver cómo soy realmente. Soy un Oscuro. ¡Recuérdalo!
Me alejé de sus brazos. Me miró sorprendido.
- Creí que…me conocías mejor.- le dije enojado- ¿Crees que estoy enamorado de tu… cáscara?
Adam levantó una ceja, asombrado ante mi pregunta.
- La que por cierto…es muy atractiva…- dije sonriendo.
Adam se mordió un labio y me miró fijamente.
- Está bien…- me rendí- Esperaré y cuando quieras, cuando estés listo…me dejarás verte. Y también quiero ver otra cosa…
Adam me miró serio.
Tomé sus manos entre las mías y bajé mis ojos hasta sus palmas. Acaricié sus guantes y luego sus dedos.
- Anoche no me permitiste ver tus Dálets…
- Si eso es lo que quieres, lo haré. Te prometo que pronto las verás.- me dijo Adam- ¿Te he dicho hoy cuánto te amo?- preguntó volviéndome a abrazar.
Sonreí y lo besé. Y como sucedía a veces, ese beso fue precedido por una chispa de electricidad que nos hizo reír durante todo el camino al Instituto.
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