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Capítulo 8

—... puede que ya se lo haya dicho —a medida que me acercaba a ellas podía escuchar lo que Isak le decía a Onjo.

La primera le había colocado la mano sobre el hombro, mientras con la otra sujetaba la bandeja metálica de la comida, tratando de convencerla de algo. No había oído toda la conversación, así que no tenía ni la menor idea de que estaban hablando.

—Aún así, no puedo decírselo. Se pasará los próximos días molestándome —le respondió Onjo, deshaciéndose del agarre de su mano.

Llegué justo hasta donde estaban haciendo fila frente a las papeleras para poder tirar los restos de comida. No estaba seguro de quién estaban hablando ni quién sería la persona que fastidiaría a mi mejor amiga el resto de la semana, pero, en estos momentos, sería yo quien la irritara.

Le coloqué mi bandeja sobre la suya.

—Tira también la mía, recadera —sus ojos asesinos se encontraron con los míos.

Traté de reprimir la sonrisa que amenazaba con asomarse. Amaba molestar a Onjo. Midiendo apenas un metro cincuenta, cada vez que se cabreaba y bufaba parecía un adorable peluche. Aunque no tenía que olvidar que sus golpes ya empezaban a doler. No entendía de dónde sacaba últimamente su fuerza.

Me di la vuelta para irme, ya no podía aguantar más las ganas de reír al ver la cara atónita y cabreada que se le había quedado a mi mejor amiga, pero la voz de Isak, llamándome, me detuvo.

—Onjo necesita hablar contigo.

¿De verdad? ¿Por qué no lo había dicho antes entonces? Mi mirada se desplazó hasta ella justo en el momento en que su rostro se transformaba en una mueca exasperada y trataba de aniquilar a su amiga con la mirada. Esta no le hizo ni el menor caso y continuó hablándome.

—Eres cercano a Suhyeok, ¿verdad? —por el rabillo del ojo pude ver como la cabeza de Onjo actuaba como un resorte, dándose la vuelta en mi dirección a toda velocidad a la espera de mi respuesta.

—Claro. ¿Por qué?

—Ves. Te lo dije —Isak volvió a hablarle a Onjo.

Intercambié la mirada entre ellas. ¿Por qué me daba la sensación de que estaban hablando en un código que solo las chicas entendían? Vale que había llegado cuando casi terminaron su conversación, pero habría agradecido un poquito más de información para poder entender que pintábamos Suhyeok y yo en esta extraña charla mental de mejores amigas.

—¿Qué pasa? —me interesé.

Si no iban a decir que ocurría o a incluirme en sus maquinaciones pensaba irme de allí. Apenas quedaban unos diez minutos antes de que empezara la siguiente clase y quería darme un pequeño paseo antes de volver al aula para bajar la comida.

—Nada —soltó tajante Onjo—. Así que piérdete.

Isak la riñó por despacharme de allí de malas maneras. De nuevo fui testigo de ese intercambio de palabras de forma telequinética. ¿Me estaban tomando el pelo? Onjo terminó amenazando de muerte a su amiga antes de que esta última se girara en mi dirección con una gran sonrisa de oreja a oreja. Claramente aquella batalla mental la había ganado ella.

Esperé pacientemente hasta que ambas chicas tiraron los restos de las bandejas y las dejaron apiladas para que luego los encargados de la cocina de la escuela pudieran lavarlas. Isak se despidió de nosotros y salió de la cafetería a toda prisa mientras escuchaba como Onjo la maldecía en voz baja. De verdad que estas dos no tenían remedio. ¿Cómo habíamos llegado siquiera a ser todos amigos? Cualquiera que no nos conociera y viera o escuchara como nos tratábamos pensaría que era imposible que fuéramos tan íntimos. No se lo reprocharía. Yo mismo me lo cuestionaba en ocasiones.

—Entonces, ¿qué ocurre? —en vista de que Onjo no decía nada tuve que elucubrar que podría haber sucedido—. ¿Acaso Suhyeok te dijo algo?

—No.

Ni siquiera me estaba mirando. Su vista estaba centrada en la entrada de la habitación mientras sus pasos caminaban veloces hacia allí.

—¿Peleasteis? —lo intenté de nuevo.

Pasamos junto a un par de mesas vacías donde pude ver a Loreen comiendo sola, con la cabeza agachada, como siempre hacía. Estaba revolviendo el arroz blanco en su bandeja de forma distraída con la vista centrada en ningún lugar en concreto. ¿Por qué nunca se juntaba con alguno de nosotros durante la comida? Debía ser triste comer sola en un lugar todavía desconocido para ella.

—He dicho que no —respondió tajante.

Volví la mirada a Onjo quien, finalmente, se había molestado en mirarme. ¿Por qué siempre tenía que estar enfadada cuando hablaba conmigo? ¿Acaso no éramos mejores amigos? ¿O es que ya se había cansado de mi compañía? No podía entenderlo. Cuando estaba a mi alrededor siempre bufaba y ponía los ojos en blanco como si le fastidiara mi sola presencia. ¿Entonces por qué quería Isak que hablara conmigo?

—¿Entonces que es lo que ocurre? —imité su acción y me centré en las puertas de cristal a varios metros de nosotros a medida que caminábamos—. ¿Te ha dicho que le gustas? —me burlé.

Sus pasos se detuvieron de repente, así que no tuve más remedio que imitar su acción. Giró el cuerpo en mi dirección y yo hice lo mismo. ¿Por fin íbamos a parar y hablar cara a cara como dos personas normales?

—¿Te ha dicho eso? —¿Qué? ¿De qué estaba hablando ahora Onjo? ¿Acaso no había pillado que lo había dicho en broma? ¿Por qué se lo había tomado tan en serio? De verdad que esta chica no tenía remedio—. ¿Te ha dicho que le gusto?

No sabía que responderle.

—¿No? ¿No te ha dicho nada?

¿Por qué de repente se la veía tan inquieta por obtener una respuesta positiva a sus preguntas? ¿Por qué tenía tanto interés en Suhyeok? ¿Y qué tendría que haberme dicho él que parecía tan importante?

—¿De qué estás hablando?

De verdad que no entendía nada. Desde que había llegado donde ambas me había sentido perdido. No me habían puesto al día de su conversación así que me estaba resultando imposible entender a donde quería llegar Onjo con todas estas preguntas.

—Antes ... —se calló de repente.

¿Sabéis ese momento en las series donde los protagonistas se miraban a los ojos y parece que estén desnudando sus almas sin palabras? Pues eso mismo sentí yo en el momento en que nuestras miradas se encontraron. Todas las voces, todas las personas allí presentes, desaparecieron. Tan solo podía verla a ella. A Onjo. La chica de la que llevaba enamorado desde que tenía uso de razón. ¿Por qué seguía haciendo como que éramos mejores amigos cuando lo que quería era confesarle mis sentimientos?

—No se lo puedes decir a nadie, ¿de acuerdo?

Tuve que terminar jurándole que no diría nada porque sino aquella conversación no hubiese ido a ningún lado.

—Antes le pedí salir, pero no me ha dicho nada.

E igual que llegó ese momento tan mágico, Onjo se encargó de destruirlo con sus palabras. Fueron como una bola de demolición. Los oídos empezaron a pitarme. Sentí un repentino dolor en el corazón que se fue trasladando a cada célula de mi cuerpo, derruyéndolo todo. Casi hubiese preferido no saber nada. ¿Le había pedido salir a Suheyok? ¿Le gustaba Suhyeok? ¿Desde cuándo? Aquello no podía estar pasándome. ¿La chica que amaba estaba rompiéndome el corazón sin ella ser consciente de ello? Esto no podía ser real. ¿Qué tenía Suhyeok que no tuviera yo? ¿Qué la había hecho fijarse en él?

Empezaron a picarme los ojos. Estaba a punto de echarme a llorar, no tenía ninguna duda de ello. Pero me negaba a hacerlo frente a ella y todos los presentes en la cafetería. Me mordí los carrillos con los dientes mientras pestañeaba con fuerza para ahuyentar las lágrimas que ya se estaban acumulando en mis ojos.

—¿Cheongsan?

Dejé de lado el dolor en mi pecho y mis pensamientos autodestructivos para centrarme de nuevo en ella. ¿Se había dado cuenta de que había estado a nada de llorar? No parecía ser el caso, pues su estado de ánimo cambió tan súbitamente y siguió preguntándome sobre Suhyeok.

—¿Hay alguna posibilidad de que le puedas preguntar lo que piensa de mí? —preguntó esperanzada.

¿Primero me rompía el corazón y ahora quería que hiciera de celestino entre ellos? ¿Por qué simplemente no me clavaba una daga en el corazón? Tal vez eso habría sido menos doloroso que tener que fingir una sonrisa y decirle en broma que Suhyeok y yo no éramos tan cercanos. Me di la vuelta para dirigirme a la salida. Podía sentir mi labio inferior temblar.

Su mano agarró mi brazo y me hizo girar de nuevo hacia ella, deteniéndome.

—¿No me puedes ayudar por una vez? —sin haber apenas pasado un segundo, ella misma asumió mi respuesta—. Está claro que no eres mi amigo —pasó junto a mí, alejándose.

Ni siquiera me había dejado responderle.

Aunque hubiese mentido sobre mi relación con Suheyok, ella era mi mejor amiga. Me importaba más su felicidad que la mía propia. Así que, por supuesto que iba a ayudarla a conseguir al chico que quería, aunque eso me destrozara por dentro. ¿Cómo había podido dudar de mí y decirme que no era su amigo con lo que estaba dispuesto a hacer por ella? ¿Acaso no veía que estaba sufriendo? Mi corazón se había vuelto piezas de un puzzle que veía imposible volver a reconstruir.

Contemplé su baja figura como se alejaba cada vez más hasta las puertas de cristal. ¿De verdad se iba a ir así? ¿Iba a dejarme aquí plantado con esas últimas palabras golpeándome con fuerza? Volví a notar el picor en los ojos. Descendí la mirada hasta el suelo. No quería llorar, pero cada vez tenía más ganas de hacerlo. Me mordí el labio inferior con fuerza, tratando de detener su temblor. ¿Por qué Onjo me estaba haciendo esto?

Las voces de la cafetería quedaron silenciadas por los repentinos gritos y los incesantes golpeteos de pasos a la carrerra. Mi mirada se enfocó en la entrada de la cafetería donde se estaba formando un enorme bullicio de estudiantes acompañado por el estridente ruido de golpes en la cristalera. ¿Qué les pasaba? ¿Por qué querían entrar todos de repente y con tanta prisa?

Los estudiantes que iban a la cabeza del grupo empezaron a tropezarse y a caer al suelo, consiguiendo que los que venían por detrás trastabillaran con ellos y terminaran encima suyo, impidiendo la entrada a todos los que seguían llegando. Los trompazos de manos y cuerpos contra los cristales llamó la atención de todos en el lugar. En menos de un segundo, había una montaña de cientos de estudiantes taponando la entrada y salida del lugar. Los que se habían quedado fuera estaban haciendo fuerza y empujando a los que habían caído al suelo para poder pasar.

Mientras que los que ya se encontraban en el interior de la sala empezaron a levantarse de las mesas inquietos y asustados y corrieron hasta la parte opuesta, apiñándose entre las últimas mesas y frente a la cocina. Algunos estudiantes consiguieron salir de la montaña que habían formado mientras otros les saltaban por encima. Los que habían quedado contra los cristales golpeaban cada vez con más fuerza, provocando que estos empezaran a agrietarse por diferentes partes.

¿Qué narices les estaba ocurriendo a todos? ¿Por qué estaban actuando de esa manera?

Di un par de pasos al frente, siendo acompañado por el sonido del cristal crujiendo. Tan solo fueron necesarios dos segundos de constantes sacudidas por parte de docenas de manos antes de que este estallara y los que se encontraban tras estos cayeran al suelo entre miles de pedazos de punzante vidrio.

¿Por qué estaban todos tan desesperados por entrar aquí?

Los que conseguían traspasar la barrera de estudiantes echaban a correr hasta el final de la sala por los pasillos, pasando por mi lado y chocando violentamente contra mis hombros en un intento por apartarme del camino. Joder. ¿Por qué corrían de esa manera como si estuvieran huyendo del mayor horror sobre la faz de la tierra? ¿Qué podía ser tan horrible como para actuar de esa forma tan desesperada?

Entre todo el jaleo, me acordé de ella. ¿Dónde estaba Onjo? Por más que alzara la cabeza y me pusiera de puntillas no conseguía verla entre todo el gentío que corría desde las puertas. Quise avanzar para ir en su búsqueda cuando sentí como otro estudiante colisionaba conmigo de forma brutal. Su brazo impactó contra mi estómago, empujándome hacia atrás.

Mis pies se alzaron del suelo. Sentí mi cuerpo volar durante unos nanosegundos antes de impactar contra la mesa y luego aterrizar contra un par de sillas. Mi cabeza golpeó el duro suelo y por unos segundos me pitaron los oídos. Mi campo de visión se oscureció. Parpadeé varias veces, eliminando la sensación de mareo. No era momento para quedarme tirado en el suelo. No quería servir de felpudo y que algún estudiante me pisoteara en su carrera.

Solté un jadeo de dolor al tiempo que sentía a mis costillas quejarse por el duro impacto. ¿Quién mierda había sido? Iba a matar a ese estudiante. ¿Acaso no veía por donde iba? ¿O es que planeaba llevarse por delante a toda persona que se encontrara?

Hice acopio de mis rodillas y, con la ayuda de la mesa, me puse de nuevo en pie, sintiendo un leve pinchazo en la zona derecha de mis costillas. ¿Encima me había fracturado una costilla? Maldito.

Enfoqué la mirada al frente de la sala, buscando a Onjo. Apenas quedaba gente en la puerta y los que seguían tirados en el suelo parecían tener dificultades para ponerse en pie. ¿Cuánta gente les habría caído encima? Unos últimos estudiantes pasaron corriendo por el pasillo que formaban las mesas y entonces la vi. Estaba sentada en el suelo de cara a la cristalera rota. ¿Alguien la habría empujado también y había terminado catando baldosa igual que yo? Iba a darle una buena bofetada al culpable.

Quise llamarla, pero un grito en la puerta captó mi atención. Corriendo y adentrándose por la puerta había una estudiante de pelo negro que venía seguida por... ¿Qué mierda era eso? Porque estaba claro que ya no parecía una persona. No estaba seguro a que año y clase pertenecía el chico, pero a la vista estaba que necesitaba un médico que lo examinara en profundidad (y tal vez un psiquiatra que lo encerrara en una habitación acolchada).

Toda su cara estaba cubierta de sangre, al igual que la chaqueta de su uniforme de deporte. Perseguía de cerca a la chica dando mordiscos al aire con los dientes totalmente teñidos de rojo al igual que sus ojos. Su cuerpo se movía de forma extraña. Si bien corría en línea recta, sus brazos se movían de forma descontrolada. ¿De dónde narices había salido ese chico? ¿Qué le había pasado para que se viera así? ¿Por qué estaba tratando de morderla?

Otra estudiante, con la misma pinta que el anterior entró por la puerta. Un chico que rondaba cerca de ella se interpuso en su camino, derribándola, antes de echar a correr de nuevo para alejarse de su vista. Esta no tardó demasiado en volver a ponerse en pie, abriendo la boca y rugiendo como si fuese un animal. Reanudo la carrera en nuestra dirección, con las manos extendidas al frente tratando de alcanzar a cualquiera que fuera lo bastante tonto como para acercarse a menos de dos metros de ella.

Mi mirada se enfocó en otro estudiante con la ropa teñida de sangre que había conseguido enganchar a una compañera y la tenía agarrada por el brazo y el pelo. Su cara estaba hundida en su cuello y antes de poder entender qué era lo que estaba haciendo, echó la cabeza hacía atrás, apartándose. Con horror vi que entre los dientes tenía lo que parecía ser un trozo del cuello de la pobre alumna. Me dieron arcadas y escalofríos al ver aquel pedazo de carne cruda y la sangre que goteaba de este. La comida en mi estómago empezó a revolverse. ¿Qué coño les estaba pasando? ¿Qué eran estas cosas que arrancaban trozos del cuerpo a otros estudiantes?

Soltó a la chica que cayó al suelo como si fuese una muñeca. Su mirada se centró en algo por delante de él. Seguí el recorrido de sus ojos hasta su objetivo. La sangre dejó de fluir de pronto por mi cuerpo. Estaba mirando a Onjo quien todavía seguía en el suelo. ¿No estaría pensando en...? Antes de poder siquiera terminar de dar imagen al horror que se estaba dibujando en mi mente, el chico echó a correr en su dirección.

—¡Onjo! —mi grito quedó ahogado entre todo el caos.

Traté de abrirme paso entre todos los alumnos que corrían por todas partes. ¿Qué mierda les había sucedido a los estudiantes? Los golpes contra mi cuerpo no hacían más que frenarme y provocarme más dolor en mis ya doloridas costillas. A este paso no iba a llegar a tiempo hasta ella. Mis pies casi frenaron en seco al comprobar con horror como el chico, que todavía tenía colgando de la boca el trozo de carne humana, ya había llegado hasta ella. Acorraló a Onjo debajo de él al tiempo que abría su asquerosa boca y dos rastros de sangrienta baba caían sobre su impoluta ropa.

Aparté a otro estudiante que venía directo hacia mí, tratando de correr más rápido. No iba a dejar que ese asqueroso le hiciera nada. ¿Por qué nadie la ayudaba? ¿Por qué nadie parecía ser consciente de nada? Di una rápida mirada a mi alrededor. Había estudiantes por el suelo, sobre las mesas, peleando entre ellos, luchando contra estas cosas. Todos estaban tan ocupados poniéndose a salvo que no se daban cuenta de que otros tantos necesitaban ayuda.

Trataba de acércame lo más rápido que podía hasta ellos. El chico estaba agachando la cabeza hasta su cara. Pensaba cargarme a lo que fuera eso. No iba a dejar que le pusiera un dedo encima a Onjo (mucho menos su boca). De la nada, y cogiéndome por sorpresa, una figura femenina apareció junto a ellos con una bandeja en la mano que no dudó en alzar y utilizar de arma para atizarle en la cara, lanzando al chico hacia atrás y consiguiendo que se quitara de encima de Onjo y cayera al suelo.

Enseguida reconocí quién era aquella heroína. Loreen. No podía ser otra. Ninguna chica tenía tanta potencia de impacto como nuestra ganadora de artes marciales. No conforme con el golpe que le había dado, alzó la bandeja metálica sobre su cabeza y la estampó con fuerza contra el rostro del estudiante antes de darse la vuelta para ayudar a Onjo a levantarse del suelo. Mi mirada se desplazó por todo el lugar, buscando un lugar por el que salir de este infierno que se había creado en apenas unos minutos. Me detuve en seco en cuanto vi a la chica llena de sangre que acababa de entrar por las puertas y que ahora estaba corriendo en dirección a ellas.

—¡Loreen! —traté de avisarle de la nueva amenaza, pero fue demasiado tarde.

Aquel monstruo sangriento se había echado sobre ella, haciendo que Onjo se tropezara de nuevo y cayera de culo al suelo. Corrí a toda velocidad. Loreen estaba de costado sobre el suelo presionando con sus brazos la garganta de la chica, evitando que pudiera acercarle la boca sobre alguna parte de su cuerpo.

Lleguédonde ellas justo a tiempo. 

Me posicioné detrás de la sangrienta chica y tiré de su ropa hacia atrás, alejándola de Loreen. Cuando conseguí ponerla en pie, la arrojé sobre la mesa que tenía a mi derecha. No quise esperar demasiado a que cualquiera de las dos cosas que habíamos noqueado volvieran a ponerse en pie para una segunda ronda. Me agaché junto a ambas y las agarré de las manos, tirando de ellas para ponerlas en pie. Justo en ese momento, el riego de la alarma de incendios se puso en marcha. Si todas aquellas bestias sangrientas no eran ya suficiente, ahora deberíamos tener cuidado para no resbalar en la superficie mojada. Jodida mierda.

—Tenemos que salir de aquí —les indiqué a ambas mientras las apartaba de la trayectoria de un estudiante que acababa de salir volando.

Repasé toda la estancia.

No había manera de salir por las puertas principales, mucho menos por la zona trasera de la cocina. Los cocineros debían de haber dado la alarma puesto que habían bajado las cerraduras metálicas para que nadie pudiera pasar. 

—Por aquí —los grises ojos de Loreen se encontraron con los míos y entonces vi que con la mano libre estaba señalando una de las ventanas que por suerte se encontraba abierta—. Podemos acercar una mesa y salir por ahí.

No esperé ni un segundo. Tiré de ambas chicas, para salir de aquí cuanto antes. No necesitaba que otro monstruo con sangre en la boca se acercara a ninguno de nosotros. Ya había temido por la vida de Onjo una vez, no iba a volver a jugármela de nuevo.

Con la ayuda de ambas, conseguimos empotrar el enorme tablón en la pared. Nos subimos sobre esta. Agarré a Onjo por las piernas y la ayudé a llegar hasta el hueco, siendo la primera de nosotros en salir. El contante ruido de gruñidos y gritos a nuestro alrededor era insoportable. Loreen fue la siguiente en salir. Comprobé como se aupaba con los brazos y se apeaba al otro lado. Seguí alejando a los monstruos que todavía seguían tratando de engancharnos mientras otros estudiantes saltaban también por la ventana. Una vez me libré del último, y al comprobar que ya no había nadie más detrás de mí, me lancé directo por el agujero. Caí sobre el suelo y me levanté de golpe al escuchar los mismos sonidos que habían sido la banda sonora del horror ahí dentro.

A nuestra derecha había otro chico siendo atacado por una cosa de esas, así que no nos quedó más remedio que echar a correr hacia la izquierda. Entonces la puerta de madera que conducía a las pistas de baloncesto se abrió y otra estudiante cayó al suelo siendo mordida por una compañera.

Mirase a donde fuera había alguno de estos monstruos.

No había forma de librarse de ellos.

 

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