08
JiMin estaba concentrado en su celular, respondiendo los mensajes de su amigo que vivía en Seúl, hace bastante tiempo que no hablaba con él. JiMin no era la clase de persona que estuviera muy metido en las redes sociales, pues desde que se aisló en aquélla granja no tomaba mucho su celular.
Sin embargo, ahora que hablaba con Taehyung se sentía mucho mejor, su amigo ya había terminado la universidad y estaba viviendo con su pareja. Estaba feliz por él porque le contaba cosas interesantes sobre su vida y su relación, a ser verdad, su pareja le acusaba algo de miedo pero confiaba en que Taehyung sabía en dónde meterse.
Soltó una risita al ver el video que su amigo le había enviado, estaba en un hotel en la piscina, disfrutando de sus vacaciones.
La puerta de la entrada fue abierta por YoonGi, quien le había dicho que hoy haría todo el trabajo por él. Ya habían desayunado y comido algo, el mayor se había propuesto a terminar la cerca de los cerdos y darles de comer a los caballos, sacarlos del establo para dejarlos libres un rato, alimentó a las gallinas y a los pollitos, para terminar por barrer los establos en donde dormían.
JiMin no sabía porque razón YoonGi se había ofrecido a hacer todo eso, estaba agradecido por su ayuda, pero tampoco quería verse como todo un aprovechado dejando que el pelinegro hiciera todo el trabajo.
Además, YoonGi se estaba comportando algo extraño desde hace dos días, había estado un poco alejado de él pero nunca le dejaba de hablar, aún cuando se dormían juntos, YoonGi se acurrucaba en su lado de la cama mientras JiMin se abrazaba a su almohada.
Podía no ser un cambio drástico, pero se sentía algo confundido porque era evidente que algo sucedía.
—¿Ya terminaste? ¿no quieres tomar un baño? puedo preparar la bañera para ti. — JiMin dijo, levantándose del sofá para caminar hasta YoonGi.
—Está bien, iré a preparar la ducha yo mismo, no te preocupes. — le sonrió leve, haciendo que JiMin correspondiera a su sonrisa con una más radiante.
—Bien, entonces sube a bañarte. Mientras hacías el trabajo me puse a preparar una tarta de manzana, podemos comer algo antes de que descanses.
YoonGi asintió ante sus palabras, observando como el rostro de JiMin se iluminaba de emoción, un visible brillo en sus ojos llamaban su atención por completo, y esas bonitas mejillas bañadas en un tono carmesí, haciéndolo lucir precioso.
Por un segundo quiso retractarse de lo que iba a hacer, pero ya no podía seguir alargando esto.
Antes de subir por las escaleras, se acercó a JiMin para tomarlo de la cintura y cerrar sus bocas en un beso, haciendo que el menor soltara un jadeo de sorpresa, pues lo había tomado desprevenido. Su beso fue correspondido con la misma intensidad y el mismo afecto, cubriendo su pecho con aquélla cálida sensación de lo desconocido.
Cuando se separó, dejó un beso sobre la punta de su nariz, escuchando como JiMin soltaba una angelical risita de su boca, completamente avergonzado.
YoonGi se dirigió a la parte de arriba para poder bañarse, pero en esta ocasión, en lugar de entrar en la habitación de JiMin, entró a la habitación en donde mantenía la ropa limpia, y tomó el traje que había usado aquel día que lo encontró.
Por otro lado, JiMin se encontraba en la cocina, tomando dos vasos para llenarlos con leche, sacó la tarta de manzana del horno y con mucho cuidado tomó uno de los cuchillos para partirla, a YoonGi le sirvió un pedazo más grande que él suyo, pues el mayor se había esforzado tanto trabajando, y seguramente debía estar hambriento.
JiMin era muy cariñoso y cuidadoso al momento de hacer su comida, le gustaba hacer las cosas bien, pues según él, era su forma de demostrar amor hacia otras personas, a través de lo que cocinaba o de pequeñas acciones. Sin embargo, hubo un tiempo en que dejó de hacer todo eso, pues al haberse involucrado en una relación algo tóxica, había perdido poco a poco su interés.
Pero el simple hecho de pensar en YoonGi, en lo complacido que el mayor se veía todos los días al probar su comida, lo ponía sumamente feliz.
—JiMin... — la voz del mayor se escuchó sobre la puerta de la cocina, el menor rápidamente se levantó de su lugar y dio media vuelta para encontrarse con YoonGi.
Pero cualquier rastro de felicidad que transmitía en esos momentos, se vio apagado tan rápidamente en el momento que JiMin observó la ropa que YoonGi traía.
Sus ojos se conectaron y una extraña sensación se impregnó en su pecho, esa sensación que hace mucho tiempo no había tenido.
Sus manos comenzaron a sudar y su corazón latía con fuerza, podía sentir la mirada pesada de YoonGi, sus obscuros ojos cuyo objetivo eran mirarlo sin expresión alguna. Vacíos, como si no quisiera reflejar nada en ellos.
—T-tú... — JiMin intentó hablar, pero su voz se quebró un poco al inicio, sabía lo que significaba, lo sabía.
YoonGi no se pondría aquélla ropa si no era para irse.
—Necesito que me hagas el favor de prestarme tu auto, te conseguiré uno nuevo en cuanto me lleve el tuyo a la ciudad. Prometo que no tardarán en venir a dejarlo — YoonGi habló, acomodándose el saco que traía puesto —, tengo que volver.
YoonGi juró que se odiaba en esos momentos, estaba haciendo su mayor esfuerzo por no mandar todo a la mierda y huir con JiMin hasta otra granja, para que ni el señor Jung ni Namjoon los volvieran a encontrar. De verdad que quería hacerlo, porque ver los ojos de JiMin brillando en lágrimas, sólo le hacía sentir como el villano de esta historia.
Y tal vez sí lo era.
JiMin se merecía algo mejor que él.
—P-pero... dijiste q-que te quedarías... yo, tú, nosotros acordamos quedarnos juntos en este lugar y-
—Te dije que en algún momento tendría que irme — YoonGi profundizó su voz —, no debiste haberte ilusionado con esto, no puedo quedarme aquí toda la vida.
Incluso aunque quiera.
YoonGi se mantuvo firme, pues sabía que debía verse completamente tranquilo para no demostrar lo mucho que le afectaba esto a él también. Quería cumplir sus promesas, quedarse a su lado y vivir en aquel lugar.
Todo lo que el pequeño YoonGi del orfanato quería, era tener una vida como esa, una donde alguien lo quisiera, donde no lo abandonaran, donde lo cuidaran y se preocuparan por él. Porque al YoonGi de antes y de ahora realmente no le importaba tener poder, si podía tener una vida siendo acompañado por JiMin, sería como tenerlo todo.
—¿Pero por qué tienes que irte? ¿es tan importante lo que tienes en la ciudad que quieres volver?— JiMin sintió sus manos temblar un poco, comenzaba a tener un ataque de ansiedad —, ¿acaso... tienes una familia?
YoonGi se apresuró a negar aquello.
—No, no tengo una familia, no estoy casado ni nada de eso. Pero estoy seguro de que tener una familia, sería mil veces mejor a lo que me dedico en realidad.
JiMin frunció el entrecejo, escuchando las palabras de YoonGi, ese hombre estaba diciendo algo prudente por primera vez, algo que involucraba su vida personal. Y JiMin no estaba muy seguro de querer saberlo, pero lo necesitaba, al menos así, se daría una idea del porqué no podía quedarse.
—Si te pido que no me dejes, ¿lo pensarías aunque sea?
JiMin sabía que estaba jugando con fuego, podía quemarse y salir profundamente herido de ahí. Pero hace mucho tiempo que dejó de importarle eso realmente.
Entonces, cuando YoonGi observó en sus ojos una pequeña pizca de esperanza, supo que tenía que arruinarlo, porque sino, nunca podría alejarse de él.
Y aunque no quisiera alejarse, sabía que tenía que, porque si el señor Jung se enteraba, no le importaría quitar a JiMin de su camino. Y YoonGi no estaba dispuesto a aceptar que JiMin sufriera las consecuencias si no volvía a Daegu.
—Soy Min YoonGi, mejor conocido como Agust D, mi padre adoptivo es Jung Hyunbin, seguramente lo conoces. Es famoso por considerarse uno de los líderes de la mafia, maneja tráfico de armas y de drogas, además de tener bastantes centros de lavado de dinero, ¿y sabes qué es lo peor? que yo soy quien lleva el mando de el lavado de dinero. Soy como su mano derecha, por esa razón debo volver, porque no puedo pasar por alto que sigo vivo y que tengo que cumplir con mi obligación.
Cuando YoonGi terminó de decir aquello, sus ojos se volvieron a encontrar con los de JiMin. El rubio ahora lo miraba de aquélla manera muy familiar para él; con miedo, mucho, mucho miedo.
Fue como enterrarle un cuchillo en el corazón al ver cómo JiMin retrocedía, aún sin quitarle la mirada de encima y con notable pánico.
El menor desvío la mirada lejos de la suya, sintiendo que la respiración le comenzaba a fallar de nuevo. Su corazón latía con fuerza y sentía la sangre helada.
No otra vez, no de nuevo, no podía haberse enamorado de la misma clase de persona una vez más.
Con el miedo plasmado por todo su cuerpo, JiMin se sostuvo de la encimera de la cocina, procurando no caerse, pues sus piernas también comenzaban a sentirse débiles.
—Vete... — JiMin pidió, su voz a duras penas salió de manera audible —, vete de aquí, n-no... no quiero verte — dijo, y al darse cuenta que YoonGi no se movía de su lugar, gritó — ¡lárgate! ¡no necesito esto de nuevo! ¡n-no quiero vivir esto de nuevo!
Sus lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas, el pánico se transformó en enojo y presa de este mismo, tomó el plato que tenía la tarta y se lo arrojó a YoonGi.
—¡¿No me escuchaste?! ¡Vete! — JiMin estuvo por aventar el otro plato, pero YoonGi fue más rápido que él esta vez y se apresuró a detenerlo, atrapó sus manos con las suyas y lo sostuvo con fuerza, evitando que JiMin siguiera tomando cosas para atacarlo —, ¡suéltame! ¡suéltame, por favor!
El llanto se escuchaba por toda la casa, sus gritos también y el forcejeo lastimaba sus manos, JiMin tenía bastante fuerza al igual que él. Pero no iba a dejar que JiMin siguiera aventando todo lo que viera a su alcance.
—Escucha... — YoonGi lo inmovilizó por unos largos segundos —, no te haré nada, nadie te hará nada malo, me voy a encargar de que nadie sepa sobre ti, prometo que estarás a salvo.
JiMin cerró sus ojos con fuerza, evitando mirar al hombre frente a él.
—¿P-por qué no me lo dijiste?— JiMin abrió de nuevo sus ojitos, llenos de lágrimas y demostrando lo destrozado que estaba —, si me lo hubieras dicho desde el principio... no me hubiera enamorado de ti.
YoonGi sintió el peso de sus palabras caer como rocas sobre su corazón, dolía, dolía como la mierda escuchar a JiMin decir eso, admitir que estaba enamorado, admitir que le amaba era algo que le hacía muy feliz, pero en estas circunstancias era diferente.
Sólo entonces, YoonGi dejó de aparentar ser una persona fuerte. Sus ojos picaron, llenándose de lágrimas en cuestión de segundos, bajó su rostro hasta esconderlo entre el cuello de JiMin, escuchando el llanto del menor una vez más.
Dejó un beso sobre esa zona, y JiMin soltó un lastimero gemido.
—Lo siento — dijo, volviendo a dejar otro beso, está vez en su frente —, de verdad lo siento.
JiMin negó, no quería escucharlo pedir disculpas, no quería escuchar sus "lo siento" porque sabía que caería, sabía que caer ante un hombre como esos era no salir de ahí nunca más. Pero es que, YoonGi era tan diferente, YoonGi no era como lo que pensó que las personas de su clase lo serían.
Podía tener un semblante serio y algo espeluznante a veces, pero YoonGi era tan... lindo.
Sabía que ya no había marcha atrás, su cuerpo, alma y corazón le pertenecían a ese hombre, quisiera o no, ya se había entregado a él de todas las maneras posibles. Y aunque YoonGi fuera esa clase de persona, sería una mentira si decía odiarlo y querer olvidarse de él.
—Sólo... toma las llaves — JiMin habló después de unos largos minutos —, toma las llaves y vete de aquí. P-pero por favor... — su voz tembló un poco, pues no estaba seguro de querer decir lo siguiente —, no quiero volver a verte.
Ambos corazones dolieron en el momento en que escucharon eso, YoonGi podía entenderlo, sabía que estuvo mal haber ocultado lo más importante de su vida. Pero no estaba en sus planes caer completamente ante los pies de ese lindo granjero.
Y así lo hizo, tomó las llaves de la camioneta del menor, y con ellas en mano, salió de aquélla casa para perderse entre la penumbra del camino. Dejando en aquel lugar una parte de su corazón, porque podía no volver a verlo, pero nunca lo olvidaría.
Después de todo, un ángel como JiMin no podía volar en el mismo infierno que él.
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