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05


JiMin estaba terriblemente sufriendo las consecuencias de sus actos, haberse acostado con YoonGi y follar como conejos en el suelo, en el bosque, le había costado caro. Su espalda dolía, estaba levemente lastimada, y además tenía unas cuantas picaduras de mosquito por todas las piernas.

Se sentía sumamente cansado, estaba completamente agotado por todo lo que habían hecho, y aunque sintió que debía hablarlo con YoonGi, el mayor no mencionó nada que involucrará el tema.

El pelinegro le había ayudado a tomar una ducha en cuanto llegaron a casa, lo había cargado en sus brazos y se habían metido juntos bajo la regadera para poder quitarse el sudor y la suciedad.

Ahora, el rubio estaba acostado en su cama, somnoliento y con el cuerpo pesado, quería seguir despierto pues ya era de noche y aún no habían cenado nada, quería bajar y preparar algo para ambos. Pero su cansancio no se lo permitía.

Suspiró con fuerza, aferrándose de la sábana que lo cubría, cerrando sus ojos por largos segundos.

A su mente llegaron los recuerdos de lo que había hecho con YoonGi, estaba avergonzado, nunca había sido la clase de hombre que se tirara a los brazos del primer chico atractivo que veía. En realidad, YoonGi era el segundo hombre que le gustaba tanto, hacía su corazón latir con fuerza y hacer que perdiera la noción del tiempo cada vez que sonreía.

JiMin trataba de convencerse de que, lo que sentía por YoonGi sólo era algo pasajero, que cuando el mayor decidiera irse, todo quedaría en el olvido.

No quería volver a caer en lo mismo, sólo necesitaba seguir su rumbo, su vida normal, no quería que sus sentimientos y su corazón tomarán el control de la situación de nuevo, podía soportar acostarse con Min YoonGi, pero... convertir su relación en algo serio, lo veía imposible.

Más bien, tenía miedo.

Miedo de que YoonGi sintiera lo mismo que él, que decidiera quedarse a su lado, que lo besara y se abrazara a su cuerpo en las noches para dormir juntos. No quería que YoonGi hiciera eso, porque entonces sería tarde para su corazón.

Cuando sintió que su cuerpo se relajaba aún más, y sus ojos ya no quisieron abrirse más, unos suaves pasos resonaron por el piso de su habitación. YoonGi llegó a su lado, moviéndolo un poco para que despertara.

JiMin batalló para poder hacerle caso, su vista estaba levemente borrosa, pero podía ver a YoonGi sentado a su lado, quien traía un vaso con agua y una pastilla. JiMin frunció las cejas confundido al ver la blanca tableta sobre su mano.

—Revisé tu botiquín, está pastilla te ayudará con el dolor del cuerpo, tómala antes de dormir — le dijo con su voz un poco ronca, tal vez porque estaba casi murmurando —, ¿tienes algún aceite por aquí?

JiMin asintió, señalando la pequeña mesa que estaba a unos metros de su cama, ahí habían todo tipo de cremas, desodorantes y aceites que utilizaba para arreglarse en las mañanas. YoonGi le dio la pastilla y el vaso de agua para que la tomara, caminó hasta su mesa y revisó todo lo que tenía allí.

Agarró el pequeño bote de aceite para el aroma corporal, lo destapó, percibiendo el aroma a menta y pino. Dio media vuelta, volviendo a lado de JiMin.

—Quítate la ropa, voy a darte un masaje para que el dolor baje.

JiMin se quedó mudo por un largo rato, YoonGi iba a masajear su cuerpo para ayudarle con el dolor. El mayor había percibido lo incómodo que se sentía, demás de que era notable las pocas lastimadas que tenía en la espalda.

—P-pero... puedo hacerlo yo mismo.

—Claro que no — el mayor rodó los ojos —, tus brazos son demasiado pequeños, déjamelo a mí.

JiMin dudó por unos segundos, pero al final decidió hacerle caso. Se acomodó mejor sobre la cama, quitándose la playera que cargaba, dejando al aire libre su torso, se acostó nuevamente sobre la cama, dejando caer su pecho al colchón.

YoonGi abrió el bote de aceite, vertió un poco en su mano y lo untó sobre toda la espalda del rubio, escuchando enseguida los bajos quejidos que JiMin dejaba salir de su boca. Sus hombros estaban algo tensos y tenía unos cuantos rasguños en su espalda, seguramente por las ramas que había en el suelo.

Aplicó sobre toda su espalda aquel aceite, dejando suaves caricias sobre sus costillas, presionando sus dedos con algo de fuerza en las zonas que más le dolían.

JiMin dejó que sus gemidos de dolor salieran, su cuerpo se sentía más relajado al tener a alguien masajeando su espalda.

—¿Duele?— preguntó YoonGi, inclinándose un poco para murmurar sobre la nuca de JiMin.

—... Uhm, un poco... pero, ahh, se siente muy bien — respondió JiMin, sintiendo que el sueño comenzaba a ganarle —, gracias.

YoonGi sonrió un poco, sintiendo como el cuerpo de JiMin dejaba de estar tan tenso. ¿Estaba mal estar disfrutando esto? porque si estaba mal, entonces quería estar mal toda su vida.

Maldición, no sabía que tenía ese chico que lo volvía loco, lo tenía en la palma de su mano y JiMin no se había dado cuenta. Desde que llegó y lo vio por primera vez, quedó completamente cautivado, JiMin era precioso en todo sentido de la palabra.

Era un ángel, un precioso ángel que lo había salvado, literalmente.

Si no fuera por JiMin, ahora no sabía dónde estaría, no sabía si hubiera resistido pasar la noche tirado en aquel lugar, con heridas profundas en su cuerpo. El rubio lo había cuidado, le había dado comida y un techo para estar, vendaba sus heridas y le prestaba su ropa, y sobre todo, hablaban.

Habían hablado muchas veces sobre su vida, y aunque no se habían contado las cosas más íntimas, YoonGi creía que era suficiente con el simple hecho de ver su rostro todos los días. No necesitaba una explicación coherente del por qué JiMin se había alejado de la ciudad, y por un segundo, quería creer que JiMin tampoco necesitaba saber la clase de persona que era en realidad.

Sin pensarlo mucho, el pelinegro dejó un beso sobre su nuca, para después dejar otro más sobre su hombro. Escuchando como JiMin soltaba un jadeó un poco sorprendido.

—YoonGi... — el pelinegro sonrió al escuchar como lo estaba llamando.

—¿Ya no soy "señor"?— se burló un poco el mayor —, debo admitir que me gustaba ser llamado así, pero escuchar que digas mi nombre, también me gusta.

JiMin podía jurar que sentía sus mejillas y orejas completamente calientes, y que estas estaban de un color rojo.

—L-lo siento, debería tratarte con respeto — murmuró JiMin, escondiendo su rostro entre las sábanas de la cama —, pero es que... me pone muy nervioso.

—¿Nervioso?— alzó una ceja, entendiendo de lo que JiMin hablaba —, no parecías tan nervioso unas horas atrás.

JiMin soltó un chillido, sintiendo la vergüenza una vez más. YoonGi en cambio soltó una pequeña risa, sintiendo que por un segundo, sus problemas desaparecían. JiMin era como un pequeño cachorrito, y él quería jugar un rato con ese cachorro.

Se abrazó a su cuerpo, recargando su mandíbula sobre el hombro desnudo del menor, escuchando la lenta respiración de este.

—Yo... — el pelinegro soltó un fuerte suspiro, por alguna extraña razón, sentía la necesidad de liberar algunas cosas —, no soy una buena persona, JiMin. He cometido errores, muchos, y he hecho cosas malas... no merezco estar aquí, no contigo, no en este lugar y no tengo permitido disfrutar de algo como esto, pero, quiero fingir por un momento que tengo una vida así de pacífica como esta. ¿Me dejas hacerlo?

El menor, quien estaba aún ocultándose de él, escuchó sus palabras con mucho cuidado. Pudo percibir cierto temblor en ellas y muchas dudas se formaron en su cabeza, pero supuso que YoonGi se refería a errores normales que todas las personas cometen.

Se dio media vuelta sobre el colchón, dejándose caer de espaldas a la cama, YoonGi seguía sobre él, está vez viendo sus ojos y teniendo su rostro tan cerca. El corazón de JiMin se agitaba con fuerza, sentía calor, pero no un calor abrumador, más bien... era un calor muy cómodo.

—Yo también he cometido errores y he hecho cosas malas — JiMin murmuró, sintiendo como sus respiraciones se mezclaban —, ¿eso no nos pone en la misma situación?

YoonGi sonrió ante su respuesta, recargó su frente contra la de JiMin por unos segundos, para después dejar un largo beso sobre sus labios.

El menor llevó sus manos hasta su cuello, tomándolo de ahí para acercarse más a su boca y profundizar el beso. Rodeó con sus piernas la cintura de YoonGi y entre besos, volvieron a fundirse en aquélla cama.

Mientras tanto, en Seúl esa misma noche, un hombre de alrededor de 56 años se encontraba en su oficina, escuchando lo que sus encargados tenían para decirle. La supuesta muerte de Min YoonGi ya era un hecho para algunos, pero para él, era un simple rumor.

Él mejor que nadie sabía que YoonGi era lo suficientemente listo como para fingir estar muerto, y salir con vida de eso.

Él le había enseñado todo lo que tenía que saber para sobrevivir.

—Según el mapa territorial de las afueras de Daegu, pudieron haberlo dejado por esta zona — señaló uno de sus hombres en el mapa —, pues este era el lugar más cercano para ellos, siguiendo el rumbo por el cual el señor Min había ido a la reunión. Lo más probable, es que esté por ahí.

El hombre que estaba sentado, escuchando todo claramente desde su escritorio, sólo hizo una mueca. Tronó sus dedos con fuerza, escuchando también el impacto de los anillos que tenía puestos.

—Entonces vayan a buscarlo, traigan de vuelta a mi hijo.

—Sí, señor. — uno de los hombres respondió, haciendo una señal con sus manos a los otros hombres, para después salir de aquélla habitación, dejando a su jefe completamente solo.

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