Capítulo 6
Jimin:
Noté a Yoongi bastante distante. Él estaba ignorándome. Estábamos solos en su casa y yo estaba hipnotizado con su perfil. Leía una historieta; yo quería hacer algo interesante. Comenzaba a extrañar a Jungkook, al menos no me solía sentir solo cuando Yoongi se ponía de mal humor.
—Mírame. —le exigí.
Él cerró la historieta, poniendo un dedo en donde se quedó, y me miró molesto.
Amo verlo enojado.
—¿Contento? —preguntó con ese tono de voz que odiaba, irónico combinado con molestia.
Bien, ya no me había gustado verlo enojado.
—¿Qué te sucede? Llevo todo el día sentado mirándote, ni siquiera me diriges la mirada, ni un maldito beso me has dado. —le reclamé.
—¿Viste las noticias? —me preguntó, yo negué—. El chico que salvamos está muerto.
Lo vi sorprendido, eso era algo que no me esperaba.
—Oh... —dije pensativo— Seguro el hombre que lo tenía atado lo encontró.
—No necesitas mentirme —dijo molesto—. Lo hiciste tú.
Lo miré con mis ojos muy abiertos, aquello me sorprendió muchísimo. Estaba siendo acusado de un asesinato, y todavía el que me acusaba era mi novio y sin prueba alguna.
—Ayer venimos a tu casa y me quedé hasta las diez de la noche —le respondí, él seguía manteniendo su mirada en mí—. No me crees. —murmuré.
—Esto es muy extraño —dejó la historieta de lado y se acercó a mí, mirándome directamente a los ojos—. ¿Lo hiciste?
Contuve la respiración. Volví a negar.
—¡Eres un mentiroso! —me gritó. Yoongi no me gritaba, quise pensar que fue por la presión que tiene por Jungkook. Lo abracé, esperando a que se relajara, pero me fue peor. Me empujó haciendo que cayera de su cama. Me golpeé los codos con el suelo y, sin mostrar preocupación por mí, me golpeó varias veces con su historieta—. ¡¿Por qué?!
Me reí a carcajadas. Él estaba hartándose de mí y azotó un fuerte golpe en mi rostro con su palma.
Ambos nos callamos. Solo nos miramos. Yoongi relajó su semblante y me abrazó con fuerza. Sentí el ardor en mi mejilla y labio; mi labio estaba sangrando.
—No quise golpearte... —dijo. Sonreí, estaba esperando esto por tanto tiempo— No pude contenerme.
—Tranquilo, amor —le hablé con una voz cálida. Y lo besé manchando sus labios de mi sangre—. Yo lo asesiné. Le gustaba molestarme y golpearme en la escuela.
—¿C-Cómo? —me preguntó con su voz temblorosa.
—Cayó en una trampa para osos. En realidad lo dejé morir ahí. Lo vi agonizar mientras se desangraba —dije bastante tranquilo—. No hay osos por ahí, yo puse la trampa. Fue suerte que cayera en ella.
Yoongi me miró ido, se estaba imaginando todo. Pude ver una sonrisa asomarse en su boca, y era justo lo que necesitaba para saber que podía hacerle cambiar de parecer en ciertas cosas.
El mundo me odiaba, nos odiaba, necesitábamos alejar todo lo que el mundo nos dio para mal y quedarnos con lo bueno, nosotros dos.
Volví a envolverlo en un beso, y esta vez él fue el que mordió mis labios y el que lamió mi sangre. Volvimos a estimularnos, tocándonos por encima de la ropa.
● ● ●
Yoongi:
Teníamos dieciséis años. Esta vez quise entrar a clases junto a Jimin, pero no me lo permitieron. Él estaría en una de paga y yo debía ir a una pública. Eso no le pareció a mi novio, pero siendo mantenido solo por mi padre, no podía exigir mucho. Yo no tenía problema alguno.
La pubertad actuaba tan rápido en mí; tenía pelo en casi todos lados. Comencé a rasurarme porque mi barba era muy poca y no se veía bien. También, mi cuerpo delgado comenzaba a tomar musculatura gracias a que empecé a ejercitarme.
Todos estos cambios en mí me hicieron darme cuenta de la atención que llamaba. Las chicas querían hablarme, y lo hacían, el tener novio no me impedía hablar con todos o de vez en cuando mirar a mis compañeras de otra forma. Aunque estoy seguro que Jimin no miraba a los chicos o a las chicas esperando a que su blusa se bajara un poco en donde se pudiera ver su escote más atrevido o verles el trasero.
Estaba creciendo y me sentía bastante hormonal. Que Jimin se frotara sobre mí me gustaba, pero necesitaba más. Más de él y él de mí. Cuando sentía que llegaríamos a más, Jimin decía: "No es el momento". Y así como él lo decía, debía ser.
Supe que Jungkook había aumentado en su estado de madurez; podía entender casi todo y sabía muchas más palabras. Mamá contrató a una maestra para él. Eso fue la única buena idea que ha tenido.
He ido de visita con mi madre varias veces, y en una de esas visitas, el padre de Jimin estaba encima de mi madre en el sofá. Quise arrancarme los ojos en ese instante. Entendí por qué a Jimin le había afectado tanto cuando éramos unos niños; ver a mi madre tener sexo fue traumático, y me pregunté cuántas veces Jungkook habrá visto eso.
—Ni se te ocurra decirle a Jimin. —me amenazó su padre.
No hacía falta, él lo supo primero que yo y nunca se le olvidó.
El matrimonio de los Park fue un arreglo, así como esperaban lo mismo de su hijo. Por esa razón siempre había peleas entre los Park. Jimin se hacía el sordo cuando sus padres peleaban, pero yo no podía, el señor Park solía golpear a su esposa.
—También suele violarla. —me dijo, mientras jugábamos a las cartas.
—Pero están casados.
—Él la obliga. Mi padre es un malnacido —bajó las cartas y tenía las cuatro cartas de la Q—. Jaque mate.
—Esto no es ajedrez. —dije confundido.
—Lo es ahora. —habló con un brillo en sus ojos.
—Bien —solté y decidí retomar el tema, a veces Jimin le daba mucho la vuelta a los temas y simplemente los cambiaba—. ¿Tu madre ha pensado en hacer alguna denuncia?
Jimin cambió su expresión ligeramente a una confundida.
—¿Por qué lo haría?
—Bueno, una violación sigue siendo una violación —comenté intentando ser claro; su cara me decía que no comprendía—. Si tu padre la obliga a tener sexo, es una violación, esté casada o no, sigue siendo un delito.
—Eso lo sé, pero me parece que a mi madre le gusta. Siempre actúa bien delante de mí.
—Puede ser porque no quiere que eso te afecte.
Jimin apretó la carta que traía en las manos, la dobló haciendo que esta se arrugara y los dobleces quedaran marcados. Me sonrió, y con voz amable dijo:
—No hay que volver a hablar de esto, ¿quieres?
—Correcto. —respondí de inmediato, volviendo a repartir las cartas.
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