Outro: 红酒
red wine
(红酒)
+
wild heart
(野心)
-🍒-
Podría decirse que en ese preciso momento, ese instante y minuto Namjoon estaba a cinco pasos de irse de ese lugar.
Un paso cerca de la barra para tomar su último trago de vino fino, dos de despedirse de los socios con los cuáles tuvo su reunión, tres de evitar dar explicaciones tontas sobre el porque ya no deseaba permanecer allí, cuatro de invitar a alguna dama un poco ligera de falda para mantenerlo a temperatura esa noche y a cinco de irse por completo de ese lobby con detalles típicos de elegancia ancestral como era de esperarse del Maison Souquet de París, Francia.
Cómo deseo Namjoon camino elegantemente cómo sólo él lo hacía entre los terciopelos rojos y detalles dorados del antiguo e magnífico lugar, mezclándose equívocamente con tal nivel. Miró su móvil distrayéndose levemente por ciertos segundos, que no debieron de ser nada, sin embargo lo fueron todo.
Un choque leve pero significativo, un traje blanco, vino y su rostro completamente empalecido.
—Je suis desolé — habló avergonzado »¿porqué eres tan torpe Namjoon?«se dijo a sus adentros antes de observar al ser a quién creo tal infortunio de manchar su atuendo.
—¡¿Pero que demonios?!— acopló la persona en cuestión.
Namjoon levanto la vista, su mirada fue centrada en ese pedazo de arte que contemplaba ante la ira latente. Observó detenidamente sus ojos marrones brillantes, pestañas enmarcándolas con cierta gracia, unos mofletes rojos y unos labios, unos labios demasiado esponjosos, rojos y apetecibles.
Pero cuándo confrontó esos orbes su mundo pareció detenerse por unos instantes que parecieron eternos, ambos se miraban como deteniéndose a hablar sólo mediante miradas, cómo tratando de descifrar un enigma antiguo de conocerse de algún lado.
—¿Hablas coreano?—soltó de repente Namjoon despejando el espejismo de ilusiones que ambos hombres se crearon ante el infortunio de la caída del vaso de vino.
—Sí—respondió el contrario dejando al contrario desorientado, sin poder articular una mínima sílaba a causa del tono suave y adictivo del hombre parado en su frente—¿c-cómo piensas recompensarme esto?—agregó mostrando la mancha -no tan pequeña- de su fino traje blanco.
—Oh rayos, por favor déjeme pagarle la tintorería— trató de sonar un poco menos nervioso de lo que en realidad se sentía.
—Esta bien, pero déjeme decirle que arruino mi noche ahora no podré disfrutar de mi velada—el joven en cuestión abulto levemente sus labios causando ternura en el contrario.
—De verdad le pido disculpas eh...
—Kim SeokJin.
—Un placer yo me llamo Kim NamJoon.
—Desearía decir lo mismo pero mí traje no me lo permite—habló el joven con una leve sonrisa que calmó el corazón nervioso del más joven.
Esa noche Namjoon se centró únicamente en retribuirle a ese hombre el mal momento que le hizo pasar, le compró un traje nuevo, en medio de la noche, pasaron las horas entre tiendas y sin notarlo la afinidad que crearon entre sí no hubiera concebido lo que años más tarde serían.
La cama se cernía entre esa delgada y adictiva complexión que estaba completamente dentro de los brazos de Morfeo, su respiración suave, sus ojitos cerrados con esas pestañas negras enmarcándolas, su cabello levemente enmarañado, las clavículas llenas de pequeñas manchas rosas y esos labios rojos, tan rojos cómo las cerezas que descansaban en su mesita de noche.
La vista de Namjoon viajaba ante esa curva que enmarcaba esa cintura levemente marcada con mordidas de horas atrás, con sus dedos las dibujo, pasando levemente por cada centímetro de esa piel tan adictiva, tan suave, tan suya.
Sus dedos viajaron hasta esos hombros anchos y fuertes, hasta parar en su cuello, dejo de delinearlo con las manos y siguió contemplándolo con la vista, todo el ese chico le parecía demasiado perfecto, demasiado para sí.
Se aproximó lentamente depositando un beso suave en su frente, el contrario ni siquiera lo notó, Namjoon se levantó de la cama tan acogedora para ir al armario, tomó unas prendas y fue al baño. Cuándo el agua artificial comenzó a desparramarse sobre sí los pensamientos del hombre corrían a su vez.
Recordaba la primera vez que vio al muchacho que ocupaba gran parte de su armario, de su cama, de su vida. Su sonrisa brillaba y sus labios eran de un tono rojizo que a Namjoon maravillaban, porque él amaba el color rojo, ese niño tenía los mofletes llenos de cerezas puesto que eran la temporada, no supo cómo comenzaron a hablar pero sí podía decir el momento exacto dónde se enamoró de él.
En una velada mágica, de su aniversario Jin le regaló su corazón y sus latidos descontrolados, su necesidad y su completo ser. Las cartas, fotografías, anhelos, todo podía acapararlo en ese tono rojo, en el rojo del vino que el degustaba a diario, el rojo de las mejillas de su novio, el rojo del hilo que los unía, el rojo de la pasión que se tenían.
Rojo, todo era rojo.
Escuchó un leve sonidito y vio a Jin sonreirle de forma tranquila, con los labios resecos y sus ojitos sin poder acostumbrarse al ambiente. No necesitaba nada más que despertar a su lado. Agradecía aquel día en que derramó ese vino en su chaqueta.
El rojo bordo del vino baño al comienzo de su hechizado romance eterno.
Gracias por existir.
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