
☼ INTRODUCCIÓN ☼
"Había una vez, en un mágico mundo, un dúo de hermanas.
Ambas eran tan bellas como una rosa y tan podridas como el cadáver bajo su cama"
—Salta esa parte Leila, no me gusta —susurro de manera apresurada, Lena.
—Bien —de mala manera y con algo de molestia le respondió a su gemela. Leila sabía que no era un cuento para dormir, que no debían de leerlo y que, pasara lo que pasara, nunca, jamás de los jamases, pidieran algo al mágico sol del relato.
"Cada cierto tiempo, el sol se nubla y sus tonos cambian, convirtiéndose en un inmenso y mágico 'sol rojo'.
Ambas hermanas pertenecían a un grupo de personas que adoraba y alababa tal suceso. Grupo que era legado, grupo del que era imposible salir"
—Mamá dijo que no era un cuento para dormir... ¿Dónde está lo aterrador? —La duda generada por la mayor quedó en el aire. Lena no sabía que responder, porque, para ella, tan solo el primer párrafo del cuento ya era, de por sí, aterrador.
—Solo continúa —con pocos ánimos sugirió aquello la menor, segura de que, lo que llegaría después, no sería tan divertido como su hermana pronosticaba.
"Un día, la mayor de las gemelas presenció el cambio del sol, siempre se dijo que aquella persona capaz de soportar tal majestuosidad, le era concedido un deseo.
La idea de tener un deseo sin fin por parte del sol y el haberlo visto, ya era suficiente para la pequeña, pero, poco a poco, la idea dejó de serlo y la ambición se presentó"
La lectura continuó por un largo tiempo más, con algunas interrupciones por parte de Lena, causando que Leila no disfrutara de aquel objeto prohibido, porque, a pesar de los delirios de su madre, a su edad ya sé creía capaz de saber diferenciar entre el bien y el mal, y ese objeto en sus manos no tenía nada de maldad.
En su inmensa imaginación ella era aquella gemela que había visto al sol rojo, a la cual le concedieron un deseo egoísta, un deseo que ella sentía que debía de cambiar y ya sabía por cuál.
—Me gustaría que fuera real —soltó por impulso lo que en su mente resonaba.
—Solo es un cuento —escucho a su hermana menor y, como reacción a las palabras, Leila Dos Santos rodeo los ojos.
—Pero... ¿Si fuera real? —cuestionó con plena emoción.
— ¿Real? ¿Un lugar con un sol rojo? —El tono que la más baja había usado no le gustó.
—Oh vamos, Lena, sería divertido ¿no? —Esa amena emoción seguía ahí y parecía crecer con cada nueva palabra.
—Sí, supongo —le respondió sin ganas, dejando en claro que, para ella, eso no entraba en su definición de diversión.
—Pues ese sería mi deseo —soltó abruptamente, rompiendo el silencio que se había formado en la habitación.
— ¿Qué ese sitio sea real? —Lena no entendía la fascinación que su mayor tenía, ese lugar no existía y no debía de existir.
—Sí —respondió de inmediato, sin llegar a pensarlo un segundo.
—No es un cuento para dormir, Leila, madre dijo que no lo podíamos leer y ahora sabemos porque —le recordó con prisa, llegando a pensar, en que su hermana era capaz de realizar todo lo que estaba escrito.
—Lo sé, además, si una tiene pesadillas no le puedes decir. —Ambas sabían que las palabras de la pelirroja eran para Lena, ella, la menor de las dos era bastante cobarde y con una imaginación sin fin; al igual que su contraria, aunque está no lo quisiera admitir.
—Ya lo sé, aun así, un lugar como ese no me gustaría —reveló. Leila frunció el ceño y se acomodó en la cama, quedando de costado, observando como la contraría tenía su mano en alto; intentado tomar algo del techo de madera.
—A mí tampoco, pero desearía ver al sol rojo —pronunció al final, dando por terminada aquella conversación.
El silencio nuevamente inundó el espacio. Leila había caído en los brazos de Morfeo con aquel pensamiento en su cabeza, y con ese deseo creciente en su corazón. Pero, por otro lado, estaba Lena. Quien se acomodó sobre el colchón de lana y observó con ojos cansados a su hermana dormir; preguntándose el porqué de aquel pensamiento.
A medida que los minutos pasaban la de ojos verdes esmeralda sentía su cuerpo pesado, hasta que al final sus parpados cayeron; dejándose guiar por el dios del sueño.
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