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Los hospitales nunca le agradaron, el olor, los gritos, los sollozos, los rostros decaídos y las miradas funestas. Existían muchas razones para mantener ese lugar en el rincón de sus pesadumbres, ese sitio aludía al desastre, estar allí para Jungkook solo implicaba lo inevitable y el motivo de las preocupaciones de su vida, nada podría estar bien siempre que tuviera que estar en ese lugar, donde sentía como se abrían más sus heridas.
Una semana después de su encuentro con aquel enigmático hombre, el joven alfa se encontraba caminando por los pasillos de una clínica acompañado de su madre, misma que se transportaba en una silla de ruedas gracias a su ayuda. El propósito de su visita en el recinto era una consulta en el departamento de Neurología con el médico que llevaría la responsabilidad sobre la salud de su madre, el Doctor Kim como según fue informado en secretaría.
Llegando al lugar indicado, Jungkook no dudó en tocar con seguridad, escuchando por respuesta un suave –adelante–, se adentró con algo de cautela y quizás un poco de nerviosismo al sitio, pero en efecto, no estaba listo para lo que iba a presenciar.
Del otro lado de la habitación Kim Taehyung se alzó en su asiento con una amplia sonrisa al ver a su paciente llegar.
— Buenos días— aquella voz era aterciopelada y sumamente agradable para cualquier oyente. — Me presento ante ustedes— pronunció el doctor con gran elocuencia y amabilidad, acercándose al alfa que permanecía serio desde el umbral de la puerta con miles de disyuntivas taladrando su cabeza.
— Soy el Licenciado en Neurología Kim Taehyung, quien atenderá el caso de su madre. Es un placer.
El alfa mayor estiró su mano en un saludo cordial hacia el otro hombre, sorprendiéndose al sentir un leve escalofrío cubrir su piel al incidir la esmeralda de sus ojos con los zafiro del alfa menor.
El simple hecho de dudar, para Jungkook era un dilema. ¿Casualidad o destino?
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